levantadas á la vista de todo el pueblo. Uno de los prisioneros, que iban á ser vendidos, reparó en la posición indecorosa del monarca, y queriendo avisarle, le dijo en voz alta:
— Sabe, Filipo, que soy un amigo antiguo de tu padre.
Admirado Filipo de esta interpelación, volvió la vista y le dijo:
— ¿Quién eres tú? ¿cuándo y dónde has contraído semejante amistad?
— Yo te lo probaré, respondió el prisionero, si permites que me acerque á tí.
Dada la licencia , el prisionero se acercó al rey, y le dijo en secreto:
— Baja tus ropas, Filipo.
El rey se miró, arregló su vestido, y dijo :
— Prisionero, estás libre, porque efectivamente eres mi amigo, sino mi pariente.
Un recluta escribía á su padre una carta bastante breve, y concluía así:
No soy mas largo, porque tengo tanto frió en los pies, que no puedo tener la pluma.
Un médico propinó á un joven algunas cucharadas de tintura de ajenjos. El joven manifestó repugnancia.
— Solo la primer cucharada le parecerá á Y mal, diJo el médico.
— Entonces principiaré por la segunda.
En la época famosa de los gremios se presentó con una carta de recomendación al examinador de los maestros albañiles un mozalvete como de veinte