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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 199

se sonrieron maliciosamente, mirando al pobre poeta con solapería, y esperando gozarse en su vergüenza.

Pero el poeta no la conocia, antes por el contrario cogió los versos con mucho desembarazo, los leyó con buena y segura entonación, los aplaudió, dio gracias á Augusto, y luego sacando una pequeña moneda de cobre, le dijo:

— Señor, tomad y perdonad. Mi ofrenda es corta, y no corresponde ni al mérito de los versos que me habéis dedicado, ni á la grandeza y majestad de su autor; pero tal cual es, admitidla, os ruego, como el tributo de aquel que os dá todo cuanto tiene.

A una salida tan inesperada, los concurrentes no pudieron contener la risa, y Augusto quedó tan complacido del desembarazo del pobre poeta, que mandó darle una gran suma.


Enigmas.

30.
Por propia naturaleza
tengo dos cosas estrañas,
y en mí se ven dos hazañas,
que es ardiente mi corteza
y son frias mis entrañas.

31.
Fui yerba, perdí mi ser
porque serví de ordinario
y tuve suceso vario,
volviéronme á deshacer
y hoy sirvo de secretario.


Los pasados y los presentes.

Quejábase un litigante de que un juez gastaba mas de lo que tenia.