gordo? pues delgado soy como una caña, y todo ello no es otra cosa que preciosos géneros de contrabando por valor de mas de doce mil duros que llevo escondidos. Delatándola á V. me he salvado yo, porque ¿cómo habian de sospechar de un hombre que se toma tal interés por la renta?
Cese V. en sus quejas, porque en el primer relevo le regalaré no un velo, sino dos, mejores que el que ha perdido V. por mi causa salvando los mios.
Los viajeros se quedaron con la boca abierta examinando con envidia aquella gordura que tanta compasión les habia inspirado hasta entonces.
Un pavo me regalabas
Por Natividad, Balbina;
Después un gallo enviabas
Que al fin se quedó en gallina.
Un pollo al año siguiente,
Y al que seguía, un pichón,
Este año probablemente
Me enviarás un gorrión.
Ver cómo gusto me das.
Esa es tu idea, y la alabo,
Pero no discurras mas;
Lo que me gusta es el pavo.
Quiso hace muchos, muchos años, predicar un sermón á sus feligreses el cura de Berrueco; pero el buen señor era tan flaco de memoria, que aunque lo habia estudiado bastante tiempo temia olvidarse de él, y subió al pulpito con mucha desconfianza. Para nada es tan necesaria en este mundo la serenidad como para hablar en público; y al orador que le falte, y mucho mas si es hombre de talento, puede darse desde luego por perdido.
Nuestro buen cura se encontraba ya en la necesidad