Página:El libro de los cuentos.djvu/29

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 29

que estaba duro, lo llenó de paja para que estuviera mas blando.

Este es el mismo que puso media docena de bolas de nieve en el fuego, empeñado en que las habia de asar, y cuando sus amigos se burlaban de él por esta idea, les contestaba: — Lo cierto es, que si no se hubiera apagado el fuego, asadas estarían.

Un dia quiso cortar la rama de un árbol, que estaba seca. Toma una sierra, se sienta en la misma rama que queria cortar, y principia á serrar en la distancia que mediaba entre sus manos y el tronco.

Haceos cargo del talento de este hombre. Sierra que sierra, el corte estaba muy cerca de terminarse; entonces remojó la palabra con un buen trago del añejo, dió á la sierra con fuerza tres ó cuatro veces, y con esta operación y el peso de su cuerpo, el serrador y la sierra, la bota y la rama, cataplum, vinieron á parar al suelo desde lo mas alto del árbol, dándose el pobre diablo la mayor costalada que han visto los nacidos.


La adulación.

Oyendo un hombre verdaderamente grande que un bajo adulador lo alababa exageradamente, se levantó y le dió un bofetón.

— ¿Por qué me hieres? dijo el ofendido, sin acertar á esplicarse aquel hecho.

— Tú me muerdes, le respondió, y la defensa es natural.


El convidado y el cubierto.

Daba un caballero un banquete en su casa, y aunque todos los convidados debian ser personas decentes, sin embargo, uno de ellos se escondió un cubierto en el bolsillo.

El dueño de la casa, que no era ciego, observó la acción y calló; pero deseando al mismo tiempo