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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 303

— Mira, contestó el loco riendo; he escondido la cabeza de ese soldado y verás ahora cuando despierte el chasco que se lleva al verse sin ella y el trabajo que le cuesta el encontrarla.


El predicador y el tamborilero.

De una fiesta á su lugar
Volvia un tamborilero,
Y un fraile también volvia
De la fiesta á su convento.

El tamborilero iba
En un burro caballero,
Y el fraile á pié. Preguntóle
El padre: — ¿De dónde bueno?

— De tañer, dijo, esta flauta
Y este tamboril. — Por eso,
Le preguntó, ¿qué le han dado?
El respondió: — Poco, cierto,
Cincuenta reales, comido
Y bebido, que no es menos,
Llevado y traido, sin otros
Regalillos que aquí tengo.

— ¿Eso es poco? (dijo el padre)
Pues yo de predicar vengo,
Y ni aun de comer me han dado,
Y á pié, como vé, me vuelvo.
El tamborilero entonces
Fijo enojado y soberbio:

— Pues tamborilero y padre
Predicador ¿es lo mesmo?
Aprendiera buen oficio,
Y no se quejara de eso.


El peluquín á la moda.

Mandó á un peluquero un joven tonto que le hiciese un peluquín á la moda, y estándoselo probando, dijo al maestro:

— Hombre, me parece que está corto.