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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 305

para ello, y entonces has faltado átu palabra de no decir nada.

— Estás engañado, contestó Lúculo. En mi casa, cada una de las salas de comer tiene su gasto señalado, y cuando previne á mi familia que sirviesen la cena en la sala de Apolo, ya sabia muy bien lo que me habia de costar.


El arpa del gitano.

Un di a de feria estaba un gitano á la puerta de su casa limpiando y aderezando con mucha habilidad una especie de caballo esqueleto ó armadura de huesos que pensaba vender aquella tarde, como uno de los mejores y mas lozanos que se pudieran presentar.

Pasó un hombre gracioso por la calle y acercándose al gitano le dijo:

— Diga V., camarada, ¿se puede saber en dónde es el baile?

— ¿Qué baile? dijo el gitano sorprendido de la pregunta.

— Hombre, como está V. tan de mañana limpiando el arpa.


El maldiciente.

A Vicente ayer mordió
Una vívora imprudente.
Ved lo que es un maldiciente,
La vívora se murió
Y no se murió Vicente.


El estudiante haciendo huevos.

Un cursante de filosofía de la universidad de Alcalá habia ido á pasar unas vacaciones á casa de sus padres, pobres, pero honrados labradores de Meco. Nuestro joven, conociendo el terreno que pisaba, echaba dialéctica por todas las coyunturas