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XLVII
HISTORIA DE CHILE

A los filos de éstas, confiesa, sin embargo, que en los primeros 150 años de la conquista habian perecido 44 mil españoles, costando la sustentacion de la guerra durante ese período 49 millones de pesos, que es como si se dijera hoi doscientos millones o el doble.

El largo i ajitado gobierno de Valdivia ocupa un libro entero de la historia, segun ya dijimos (el III), cerrando su última pájina con la relacion de la muerte del ilustre capitan. El sensato cronista rechaza toda las fábulas que sobre este lance ha tejido la tradicion, como la del oro derretido que le dieron a tragos, i sostiene que Valdivia fué inmolado, segun la usanza de los bárbaros i conforme a la relacion que del suceso "le hicieron los indios mas ancianos," de un mazaso en la cabeza que le postró aturdido, en cuyo acto le sacaron vivo el corazon i se lo comieron a mordiscos.

Añade que el cráneo de la victima era conservado relijiosamente hasta su tiempo por los descendientes de Caupolican, quienes libaban en él el licor de sus venganzas i rehusaban a los españoles todo precio por su rescate.

Desbarata de igual manera, a propósito de Caupolican, el cruel artificio que Ercilla atribuye al capitan Reinoso en la ejecucion del héroe araucano, pues afirma que como cristiano i convertido fué ajusticiado cual si hubiera sido un soldado castellano, es decir, por el garrote i nó la estaca.

Las campañas del animoso Lautaro están admirablemente contadas en las pajinas que recorremos, i ofrecen todo el vivido interés de una leyenda. Se juzgará de su animacion i colorido por el retrato físico que en cierto pasaje del libro IV hace del héroe bárbaro. " Estaba, dice, el arrogante jenejral Lautaro armado de un peto acerado, cubierto con una camiseta colorada, con un bonete de grana en la cabeza, muchas plumas, el cabello quitado, solo con un copete que se dejaba por insignia de jeneral. Era araucano de nacion, hombre de buen cuerpo, robusto de miembros, lleno de rostro, de pecho levantado, crecida espalda, voz grave, agradable aspecto i de gran resolucion."

Como todos los cronistas antiguos. Rosales es gran admirador del sombrío e imberbe don Garcia Hurtado de Mendoza (la tercera gran figura castellana entre nosotros, despues de Almagro i de Valdivia), cuya sobriedad, desinteres, valor heróico i severidad imponderable no se cansa de exaltar.

I por cierto que no debió poner Ercilla mucho de su fantasía en la relacion del lance de la Imperial, cuando aquel le mandó cortar la cabeza en un torneo, por haber desenvainado con enojo la espada en su presencia, pues refiere que a un rico mercader del Perú, llamado Gonzalo Girol, le hizo don Garcia clavar la mano en un lugar público por haber dado una bofetada a uno de sus pajes que le cerró el paso en una audiencia.

El venerable cronista del siglo XVII, a ejemplo de los escritores de la escuela moderna, se complace en retratar a la mayor parte de los personajes de alta talla que