Jamás he visto ni espero volver á ver hombres más horriblemente asustados que los piratas. Como por arte de encantamiento sus caras se quedaron, de súbito, lívidas como la cera: algunos se pusieron de pie; algunos se asieron trémulos y trastornados al brazo ó á la ropa del más cercano; Morgan murmuró, sin levantarse, palabras sin sentido.
—¡Ese es Flint, por el infierno!, exclamó Merry.
La canción aquella había cesado de una manera tan súbita como empezó; cortada, podía decirse, como si alguien hubiera cubierto bruscamente con su mano la boca del cantor. Viniendo de la distancia á que venía á través de la atmósfera clara y luminosa y de entre las cumbres de los árboles, me pareció á mí que la voz aquella había sonado dulce y airosa, y lo que había que extrañar era el efecto producido sobre mis compañeros.
—¡Vamos!, dijo Silver pugnando con sus labios cenicientos por hacer salir las palabras, ¡Esa no pega! Á otro perro con ese hueso. Ese es alguno que comienza á ponerse la mona y se va por allí haciéndonos la calandria; es alguno que tiene su carne y huesos, no lo duden Vds.
Conforme hablaba le iba volviendo más y más el alma al cuerpo y con ella el color al rostro. Los otros ya comenzaban también á dar oídos á su envalentonamiento, y ya iban recobrándose poco á poco, cuando el mismo acento prorrumpió de nuevo, esta vez ya no cantando, sino con un voceo lejano que los ecos de las cuencas en el “Vigía” repetían muy débilmente:
—¡Darby Grow!, gimió aquel acento, ¡Darby Grow! ¡Darby Grow!, y seguía repitiendo aquel nombre; y luego en un diapasón un poco más alto y no sin acompañar