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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XVI (1828).djvu/237

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SESION DE 22 DE JULIO DE 1828

conmigo al sagrado objeto de restablecer la tranquilidad en cuanto exijiesen las circunstancias.

Los amotinados, confundidos del horror con que miraba esta heróica ciudad su escandaloso atentado, no se atrevieron a dirijirme proposicion alguna i a las diez del dia pasó don Pedro Urriola una comunicación al Presidente de la Asamblea pidiéndole que la reuniese i también veinte ciudadanos de respeto para tratar o esplicar lo que solicitaba. Sabedor el pueblo de este suceso se me reunió en la Sala de Gobierno, a la que también compareció el Presidente de la Asamblea con la nota de Urriola para que le diese consejo sobre su contenido, i acordé que reuniese a los Diputados con el carácter de mediadores para que me trasmitiesen las proposiciones que se les hiciesen por parecerme indecoroso a la dignidad del puesto que ocupo, el recibirlas directamente. Los amotinados entónces nombraron por sus apoderados a don José Miguel Infante, don José Maria Guzmán, don Manuel Magallánes i don Nicolás Pradel, quienes se presentaron en la noche en la Sala del Consulado adonde estaba la Asamblea i una numerosa reunión de vecindario. No estoi en el pormenor de lo que dijeron en favor de sus poderdantes, sino únicamente de que Infante hizo sobre la federación un largo discurso en el que, en concepto de algunos, pretendió confundir con el delirio de sus teorías políticas, la causa que se habia encargado a su patrocinio; i que habiendo tomado despues la palabra Pradel principió diciendo que no podian haber treguas entre un vencedor i un vencido. Al oir tan ruines blasfemias no pudo contenerse el pueblo i se exaltó, como era justo, manifestando con enerjía que nunca sería vencido ni el Gobierno de su voluntad al que sostendría hasta la muerte. Por este acontecimiento se disolvió la Asamblea i se me reunieron nuevamente los ciudadanos hasta cerca de las diez de la noche, que determiné se retirasen a sus casas para que tranquilizasen a sus familias de las zozobras en que naturalmente debian estar, pareciéndome que no era de temerse ningún peligro. Hoi por la mañana llamaron los amotinados a don Diego Benavente para que hablase en su favor, fijándole la proposicion prévia de mi separación del mando. Benavente les contestó que no podia admitir semejante encargo, porque aunque lo hiciesen pedazos no reconociá en ellos ninguna autoridad i que lo único que haría en su obsequio seria interesarse porque les indultase el Congreso Nacional, i dió cuenta al Gobierno de lo que habia pasado con él. Exasperados los amotinados de no encontrar apoyo en ningún hombre de honor, dijeron que vendrían a la plaza a echarse sobre mi persona i nombrar a su arbitrio Jefe de la República. Con esta noticia subí a la Sala del Gobierno, donde estaba el pueblo reunido i le juré no abandonarlo hasta que me ensartasen en las bayonetas i despedí a los ciudadanos dándoles las gracias por su entusiasmo patriótico i previniéndoles que a la señal de toque a fuego en la Catedral, se reuniesen inmediatamente. Ya habia dado órden para que al salir las tropas sublevadas de la Maestranza se diese el toque i a las cuatro i media de esta tarde se verificó uno i otro. Al momento se me reunieron todos los ciudadanos i los sublevados formaron en la plaza, pero nada pudo amedrentar a los heróicos habitantes de Santiago que gritaban con el mayor fervor i sin la menor intermicion por la dignidad del pueblo. Con un edecán mandé llamar al caudillo de la fuerza. Vino inmediatamente i me suplicó le diese una audiencia secreta al ménos por su pronta obediencia a mi órden. Se la concedí i habiéndome dicho, entre otras cosas, que no precisa por ahora poner en el conocimiento del Congreso, que habian proclamado a estilo de bando por Intendente de esta provin- cia a don José Miguel Infante i fijado carteles al mismo objeto en las esquinas.

Mandé a presencia del pueblo que se arrancasen i quemasen en la plaza, pero no se encontró ninguno porque ya los ciudadanos los habían hecho pedazos. Mientras la audiencia secreta se retiraron los sublevados a la Maestranza i aunque a la fecha está el jeneral Borgoño en la casa fábrica de pólvora, con la fuerza veterana de su mando i las milicias de caballería, no será preciso hacer uso de ellas porque lo creo todo concluido sin la terrible necesidad de derramar sangre.

Me faltan espresiones para esplicar el espíritu público que ha desplegado en estos dias el pueblo i solo me limitaré a decir que su entusiasmo ha sido superior a cuanto nos recuerda la historia de los mejores tiempos de Roma.

El Vice-Presidente de la República tiene el honor de elevar al Congreso Nacional la debida atención de su alto aprecio i respeto. —Santiago, Julio 20 de 1828. (A las 11 de la noche). —F. A. Pinto. Cárlos Rodríguez. —Al Congreso Nacional.


Núm. 252

Señores Representantes:

El pueblo de Santiago ha dado en la presente crisis un ejemplo que no conoce igual en Grecia, Roma, ni en otro de los célebres del dia. Inerme al lado de su jeje sostuvo las leyes i el órden de la República contra el torrente de una fuerza potente i opresora. La heroicidad del Vice-Presidente don Francisco Antonio Pinto, salvando la Nación con su enerjía i talento, en las mas tristes circunstancias, sin recursos i oprimido al estremo por la mas infausta calamidad, lo constituyen digno de la inmortalidad i del mas grande reconocimiento de la Nación chilena. Ella debe señalar esta época de un modo estra-