▼la justicia, moderacion i desinteres del usurpador del Perú, i para no dejar duda de que aquella comunicacion no había sido inspirada por sentimientos conciliatorios, se aludió en ella a un suceso que ha dejado en Chile recuerdos dolorosos; suceso acaecido once dias ántes en Quillota, de que solo era posible que se tuviesen en Lima el 14 de Junio, anuncios confidenciales, de aquéllos que lo preparaban i que había sido vaticinado por los periódicos protectorales con un tono de seguridad i con una designacion de circunstancias que ponen fuera de duda la complicidad de aquel Gabinete con los conspiradores asesinos. Un procedimiento semejante cerraba la puerta a las negociaciones mismas que se afectaba solicitar. Era tal, sin embargo, la prevencion desfavorable con que algunos habían mirado la guerra, que se acusó a Chile de injusto, de terco, de obstinado en la prosecucion de una lucha temeraria, porque respondía con el silencio al insulto, porque amagado con el puñal, no abría los brazos a un amigo insidioso; porque rechazó proposiciones de paz, que se le hacían en el lenguaje de la amenaza i de una indecente altanería.
La desaprobacion del tratado de Paucarpata, ha sido otro de los artículos de acusacion que se han hecho contra el Gobierno de Chile. La credulidad a favor del Jeneral Santa Cruz, llegó en algunos hasta el punto de persuadirse que había sido un acto de jenerosidad de su parte el conceder a nuestros Plenipotenciarios aquel tratado, pero los sucesos posteriores han puesto de bulto sus verdaderos motivos. El odio de los pueblos que mandaba i los síntomas de insurrecciones que estaban prontas a estallar en varios puntos del territorio de la ▼Confederacion, no podían serle desconocidos. Sentía vacilar su poder, i en esta situacion la prudencia le aconsejaba prestarse a una transaccion cualquiera que le dejase en posesion de su presa. A los que han pintado como tan fácil entónces la destruccion del Ejército chileno por las armas de Santa Cruz, le responderemos con una sola palabra: YUNGAI. Mas, cualesquiera que fuesen los motivos de Santa Cruz, al tratar con nuestros Plenipotenciarios, la cuestion que me toca ventilar ante el Congreso, es si faltó Chile a la fe pública, desaprobando lo estipulado con ellos. Por la costumbre jeneral de las naciones, todo tratado para que produzca sus efectos, ha de ser ratificado, i el Jeneral Santa Cruz no debió ignorar que la ratificacion es un acto que puede con justa causa rehusarse, que se ha rehusado muchas veces, i que él mismo como Presidente de ▼Bolivia,i el Gobierno ▼peruano cuando estaba ya bajo la influencia protectoral, rehusaron al de Chile sin alegar causa alguna. Chile pudo haber defendido su desaprobacion, con el hecho solo de haberse apartado nuestros Plenipotenciarios de sus instrucciones, pero ni aun de esto necesitaba. Ellos mismos, al tiempo de otorgar el tratado, declararon esplícitamente que salían de la órbita de sus poderes, i que su Gobierno quedaba en una libertad absoluta para aceptarlo o desecharlo.
Se acusó también al Gobierno de Chile de haber renovado las hostilidades sin prévia notificacion. Yo no me acojeré, para defenderle, a ejemplos de nuestros tiempos, en que naciones justamente respetables por su cultura, naciones que llevan delante de nosotros la antorcha de la civilizacion, adoptaron sin escrúpulo la conducta que se nos increpaba como un crimen. Diré solo que la notificación en aquellas circunstancias, era una solemnidad supéiflua, i que sin embargo cumplimos con ella. Era supérflua aquella solemnidad, porque siendo el tratado de Paucai pata la única prenda de la paz, i no habiéndose llevado su ratificacion al puerto de Arica, dentro de los cincuenta dias estipulados en él, caducaba ipso facto i revivía de derecho el estado de guerra. El tratado se firmó el 17 de Noviembre de 1837, debían, pues, considerarse abiertas de nuevo las hostilidades el 7 de Enero siguiente, una vez que hasta aquella fecha no se había recibido la ratificacion en Arica. Si el Gobierno protectoral no había prevenido este caso, si una confianza infundada puso en peligro las naves de su Escuadra i si las nuestras se aprovecharon de tan torpe descuido ¿qué hicieron en esto que, aun omitida la notificacion, no fuese justificable por las reglas del derecho de jemes? Pero, Chile, no satisfecho de los efectos legales de la caducidad del pacto, usó de la cortesía de dirijir al enemigo un aviso que fué recibido el 10 de Enero en Arica, punto que había sido espresamente designado al efecto en el artículo 4.º del tratado. Aun admitiendo, pues, la necesidad de este paso, la fecha 10 de Enero fijó de un modo preciso la renovacion de la guerra i lejitirnó los actos hostiles de la Escuadra chilena, que ocurrieron algunos dias despues. Creo de mi deber llamar la atencion del Congreso a los términos de esta notificacion Intérprete de los sentimientos de un Gobierno, dije en ella al Ministro de Relaciones Esteriores del Jeneral Santa Cruz, con fecha 23 de Diciembre, que, sin embargo de la desaprobacion del tratado, el Presidente abrigaba aun las mitas pacíficas de que había estado animado desde el principio de aquella desgraciada contienda, i que en prueba de ellas estaba pronto a continuar en esta capital las negociaciones entabladas con tan mal suceso en Arequipa, prestándose a ello con un sincero deseo de poner fin a las calamidades de la guerra por medios que dejasen a salvo el honor i seguridad de la República. A este oficio contestó, en 20 de Enero, el secretario del Jeneral Santa Cruz, vertiendo inculpaciones de ingratitud i de mala fe, tan acaloradas como absurdas, elojios hiperbólicos de la magnanimidad i filan tropía del Protector, en un lenguaje descomedido i amenazante; i su irrevocable resolucion de no tratar con el Gobierno chileno sino por conducto de mediadores británicos, i De lo ocurrido en esta mediacion, se ha dado▼