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CAMARA DE DIPUTADOS

José Santiago Contreras. — A S. E. el Presidente de la Cámara de Diputados.


Núm. 4[1]

Determinados a apoyar toda voz sensata que oigamos levantarse en la Lejislatura, creemos deber traer desde luego a la prensa una cuestion de alta importancia, que ha tenido su oríjen en la Cámara de Senadores, i que se puso a discusion el viérnes en la de Diputados. Aludimos al proyecto de lei sobre autorizar al Gobierno para reglamentar las relaciones serviciales, por decirlo así, entre las diversas clases de la sociedad; a saber: entre amos i criados, entre artesanos i maestros, entre hacendados e inquilinos, etc.

Este proyecto de lei ha venido aprobado ya por la otra Cámara de Senadores, i no podemos atribuirlo sino a la influencia de un hombre prestijioso como el del señor Egaña, que ha querido patrocinar las indicaciones de la Sociedad de Agricultura. Felizmente, el señor García Reyes que ha alzado uno de los primeros una voz de contradiccion en la Sala de Diputados, si no puede oponerle un nombre tan viejo, ha hecho muestra desde luego de razones tan poderosas como para olvidar los nombres. Nosotros no podemos ménos de adherirnos a sus ideas. No es que admitamos del todo las frases hiperbólicas con que empezó su discurso. ¿En qué cuestion social, por simple que sea, no se trata en último análisis de los cimientos mismos de la sociedad, o si se quiere, de la Constitucion?

¿Sería por esto necesario temblar a cada momento, i no tocar las del miedo del error o del dolor? Pero sí estamos de acuerdo con él en que la cuestion es solemne, mas por motivos locales i accidentales, que por consideraciones jenerales.

El señor García Reyes observó mui bien, por ejemplo, que los cambios que podrian verificarse a causa de las próximas elecciones en el personal de la administracion, impedian que el Cuerpo Lejislativo pusiese en manos del Gobierno un negocio grave, fiado en sus capacidades actuales. En este sentido pidió que en caso de pasar el proyecto, fuese al ménos restrinjiendo la autorizacion a un año, como lo exijian por otra parte las mismas disposiciones constitucionales. En este sentido tambien hizo notar a la Cámara que la inmensidad i trascendencia del proyecto demandaba intelijencias que no eran comunes entre nosotros, porque ni la educacion, ni las costumbres, ni los conocimientos estadísticos con que podia contarse, eran a propósito para prepararlas.

¿Quien puede escapar de buena fé al vigor de estas objeciones en presencia de la sociedad que nos rodea? No fué, pues, en esto en lo que se fijó mas el señor Reyes. Propiamente, esto no lo ofreció sino como un recurso último, un paliativo bueno, cuando mas, si no se queria desechar enteramente la medida. segun él lo que debia hacerse era lo último; i lo repetimos, sin aceptar sus exajeraciones oratorias, pensamos igualmente que seria lo mas aceptado.

En primer lugar no hallamos que es lo que justificaria a las Cámaras de no hacer ellas mismas esta obra, si consideran llegado el momento oportuno de ajitar tan de cerca cuestiones que van a sublevar por toda la República intereses que no están siempre conformes con el bien comun.

Despues por lo mismo que estos intereses son individuales, encontraria la lei pacientes por todas las clases, desde el ciudadano que puede quejarse en voz alta, hasta el infeliz proletario que sufre en silencio; i véase entónces qué elemento poderoso de algazara anárquica o despotismo irresistible se introduciria gratuitamente por medio de dicha lei, segun la debilidad o enerjía de los que la manejasen. Bien podria el Gobierno, al hacer el reglamento, no mirar a sus intereses; pero ese desprendimiento es mas probable en los lejisladores. ¿Por qué abandonar el Ejecutivo esta tarea delicada? ¿Dónde están los otros trabajos urjentes i tan importantes como éste, que esplicarian inocentemente una delegacion semejante?

Agréguese, que la discusion del proyecto exije mil elucidaciones complicadas, por lo mismo que es nuevo no sólo entre nosotros, sino tambien en Europa, como lo indicó el señor Reyes. Estas elucidaciones no las puede hacer nacer sino la discusion detenida en un cuerpo ilustrado. Es cierto que el proyecto del Gobierno no estaria exento de esta discusion para llegar a ser lei. Pero vendria formado ya, i por fuerza unos, por ignorancia de cosas espaciales otros, i hasta por debilidad algunos, el simple proyecto pasaria a lei inmediatamente, sin calcular siquiera lo que se otorgaba, ni el porvenir hinchado de inconvenientes que se abria desde ese momento. Si el proyecto, por el contrario, lo formulase una comision del mismo seno de la Cámara, comenzaria desde luego, de hombres mas competentes, como representantes del pueblo; mas libres, como que no sentirian las trabas de pasiones interesadas; i ménos capaces, en fin, de fascinar a sus colegas, como que el mismo espíritu de cuerpo, que no es a su turno mas que el de la sociedad, los lleva a ayudarse e instruirse mutuamente, en vez de perjudicarse.

La obra, por último, saliendo de manos de la Cámara misma, se presentaria mas solemne al

  1. Este artículo ha sido tomado de El Progreso del 9 de Junio de 1845, núm. 802. — (Nota del Recopilador).