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CÁMARA DE DIPUTADOS

do como una escuela o un colejio; los elementos del cuerpo político son muchos i mui heterojéneos; las pasiones, las opiniones, los intereses son casi iguales al número de individuos, i para conciliar i poner en armonía cosas tan opuestas, se requiere un conocimiento profundo de todas ellas i un tino i una circunspección que jamas podrá ser inmoderada.

Esta es la razón porque un célebre escritor, al recordar las tristes esperiencias que han hecho los pueblos de las diversas formas gubernativas, confiesa francamente que la política es la mas incierta de todas las ciencias i que, en su concepto, todavía es un problema la cuestión; ¿cuál es la mejor Constitución posible? Con efecto, si nos desentendemos de las circunstancias peculiares de cada pais i razonamos en abstracto, lo mas llano es seguir una série de racio cinios que nos den por resultado el del contrato social, el del espíritu de las leyes de Montesquieu o la utopía de Tomas Moro, pero el caso es que todas estas abstracciones desaparecen en la práctica i que en ella no se presentan los datos sencillos i con un valor determinado, sino que todos son incógnitas que, despues de una larga meditación, solo quedan con el carácter de una mera probabilidad. La consecuencia de que esto resulta es clara. Al tocar una Constitución que ha sido jurada por los pueblos i que ya está planteada en sus principales partes, deben temblar los lejisladores, deben temer el incurrir en peores defectos que los que se quieren evitar, deben temer que al afianzar el edificio del Estado se les desplome i lo sepulte todo en sus ruinas.

Otras razones se presentan en apoyo de este resultado. Una reforma prematura provoca otra, 1 así sucesivamente, de lei en lei, se llega a no tener ninguna i a caer por último en el despotismo. La Francia, en diez años de revolución, estableció cuatro o cinco Constituciones sin que aquella Convención o Congreso que se llamaba el primero del mundo, i que se habia acostumbrado a seguir la veleidad de los partidos, lograse constituir el pais a pesar de tantas víctimas inmoladas en la guillotina. En las secciones de la América española, se ha representado la misma escena; en las provincias arjentinas, se han hecho tres o cuatro Constituciones i despues de veinte años de una revolución que en su oríjen prometía el desenlace mas feliz, han venido a caer esos pueblos en todos los horrores de una completa disolución. En Méjico i Colombia ha sucedido, poco mas o ménos, lo mismo, i en Chile lo hemos esperimentado por ocho o nueve años consecutivos i lo esperimentaremos quien sabe hasta cuando. Se derogó la Constitución de veintitrés, sucedió el federalismo, despues la Constitución de veintiocho, i últimamente se trata de reformarla i de anticipar la Gran Convención. A muchos parecerá que esto r.o es mas que una pintura del curso i perfección de la opinion, que debemos marchar con ella i que si ántes convino dar a los pueblos atribuciones que no les competen, conviene ahora restrinjírselas. Todo esto puede ser así, pero lo cierto es que esta versatilidad en nuestras instituciones nos ha perjudicado infinito. Que el Ejecutivo se ha valido en otro tiempo de ella para hacer ménos eficaz la suerte de la lei, para dividir la opinion i dominar absolutamente, que estos desórdenes han dado lugar al nacimiento de los partidos, a las aspiraciones de los ambiciosos i a la persecución de los ciudadanos respetables, será un problema para la posteridad el determinar si la variación de Constituciones, o el despotismo de los mandatarios ha sido la causa principal de las desgracias de Chile. La fortuna de este pais, es que en sí mismo lleva los elementos de su felicidad, que el carácter pacífico de sus habitantes se halla diametralmente opuesto con las ideas anárquicas i desorganizadoras, i que, por una feliz i rara combinación de circunstancias, puede verse aquí la tranquilidad con un Gobierno sin regla alguna que trave sus operaciones.

Lo sucedido en Francia i en las secciones de Americano nos debe sorprender. Las Naciones mejor constituidas, i que, en fuerza de sus instituciones, han llegado a hacerse respetables, no lo han conseguido sino marchando en la carrera de su lejislacion paulatina i gradualmente. Cuando Roma espulsó a los Reyes solo pensó en variar de mandatarios; pocos años despues pensó el pueblo que poco habia ganado con la revolución, que los nobles habian sucedido a los Tarquinos i pidió que se le permitiese elejir unos tribunos que lo defendiesen de la crueldad i altanería de sits nuevos dominadores.

Nada parecía mas razonable i mas justo; sin embargo, costó la concesion largos i reñidos debates, i únicamente despues de algunos dias vino a hacerse la conciliación de los dos órdenes. Pasáronse algunos años sin alterar la Constitución hasta que la constancia de los plebeyos venció la terquedad de los patricios, i obtuvo sucesivamente i en diversas épocas el consulado, la dictadura, i por último la censura. Esta marcha lenta i progresiva, fué la que creó ese espíritu nacional, ese amor ciego de la Patria, ese respeto a las leyes i a las autoridades que dió a los romanos el imperio del mundo. Maquiavelo, Montesquieu i Mabli convienen en que si Roma hubiera adoptado, desde los principios, la pura democracia, no habria salido de la esfera de una República oscura i pobre, que hubiera sucumbido bajo el primer conquistador que se le hubiese presentado a sus puertas.

La célebre Constitución de Inglaterra que ha servido de testo a todos los políticos, i que con razón puede llamarse una de las mejores que se conocen, tampoco ha sido un sistema nuevo que ha reemplazado súbitamente a otro antiguo, ella ha sido la obra de una série continuada de actos que han ido modificando i dándoles la perfección