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orador parlamentario! Muchos le habrán precedido con no menor fama; pero en realidad no han muerto. Cada uno de ellos fué lo que aun subsiste en esa abultada y atrayente envoltura mortal de algo perdurable y eterno!...»

O main de l'impalpable! ô pouvoir surprenant!
Mets un mot sur un homme, et l'homme fris-
(sonnant
Sèche et meurt, pènètrè par sa force profonde!

Creo que de las obras de la oratoria podria decirse lo que La Bruyére de los libros:

«Cuando una lectura eleva vuestro espíritu, cuando os inspira sentimientos generosos y grandes, no procuréis encontrar otro criterio para juzgar del mérito de la obra: ha de ser buena, y de mano maestra».

Escuchando al doctor Del Valle en el Senado, uno siente algo como ese frio en las carnes que retempla la fortaleza del ánimo y oprime en el corazón las arterias del sentimiento: ese hombre es elocuente, sin duda alguna.

Gallo, Estrada, Goyena, son también oradores elocuentes. Recuerdo haber indicado cómo el segundo suple, con los resortes patéticos, la