escasa estensión de sonidos agudos en su registro vocal.
Y en esta cualidad, Del Valle es mas acaudalado que Gallo y Goyena.
Tendrá este mayor fluidez en la espresión, y redondeará aquel los párrafos con elegancia mas seductora; pero no siempre conseguirán los efectos oratorios del ilustrado Senador por Buenos Aires, quien, como Avellaneda, tiene en sus órganos vocales el diapasón cuyo resonador es el corazón de las multitudes.
Del Valle es uno de los escasos tenores de nuestros anales oratorios. Me refiero á ese elemento que se llama «espresión del orador».
Solo tiene rivales en cada una de las múltiples facetas de su oratoria: Avellaneda lo fué en su mímica y en la densidad del pensamiento; Goyena lo es en la impetuosidad de la improvisación; Gallo, en la esbeltez de los párrafos; los Várela en la vehemencia de la elocución; Estrada, en el vigor de los raciocinios; Sarmiento, en la originalidad, y Mitre en el prestigio popular de la palabra.
Por lo demás, Del Valle tiene, como Quintana y Rawson, una confianza ciega en sus recursos intelectuales y fónicos. En estos últimos desearía tenerla el doctor Alem!...