vuelvan á llevar, y no queden en Manila mas que los mercaderes convenientes en el Parián, y los oficiales de todos oficios necesarios, con licencia por escrito, so graves penas; en que se ocupa (por comision particular un oidor de la audiencia) cada año, sin otros ministros; y de ordinario, deja (á pedimento del cabildo de la ciudad) los Sangleyes que para el servicio ha menester de todos oficios y ocupaciones, y los demas los embarcan y hacen volver en los navíos que vuelven á China, con mucha fuerza á premio, que se les hace para ello[1].
Estos mercaderes y oficiales, que quedan en Manila, antes del alzamiento del año de seiscientos y tres tenían poblado el Parián y sus tiendas, que es una alcaicería grande cerrada, de muchas calles, á tiro de ballesta de la muralla de la ciudad, junto al río, donde dicen San Gabriel, en que hay de por sí su alcaide, con su tribunal, y carcel y ministros que les hacen justicia, y velan sobre ellos de día y de noche, para que esten con seguridad, y no hagan desconciertos.
Los que no caben en este, Parián, viven enfrente, pasado el río á la banda de Tondo, en dos poblazones llamadas Baybay, y Minondoc á cargo del alcalde mayor de Tondo, y en administracion de los religiosos de Santo Domingo, que tratan de su conversión, y saben para ello la lengua china.
Tienen dos monasterios, con los ministros necesarios, y un buen hospital para curar Sangleyes; tienen en un barrio aparte de los infieles, una poblazon de Sangleyes bautizados, con sus mujeres, casas y familias, en cantidad de quinientos vecinos, y cada dia se van bautizando otros, y avezindando en esta poblazon; pocos prueban bien por ser gente ruin, inquieta y de muchos vicios y malas costumbres, y que el haberse hecho cristianos no ha sido deseo ni motivo de su
- ↑ Vimos ya por otros testimonios que estas medidas, como otras muchas de las Filipinas, no se cumplían ni medianamente. Véase nota 2. pág. 228.