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Del Arca en un rincón, el descenlace.
Un día, los torrentes agotados,
Cesaron de llover, lució en el éter
El sol brillante; descendió el abismo:
Vete! dijo el Patriarca, y en la cumbre
De una montaña, al Universo anuncia
El perdón de Jehová. Tendí mi vuelo
Acariciando líquidas llanuras,
E ignoro de aquella época hasta ahora,
Lo que al negro bajel ha sucedido.
— Fué aquella, mala acción, díjole el monje.
— Es que, señor, el Cuervo le repuso,
Me agradaba viajar por donde quiera,
Y el aire libre a la prisión prefiero.
Verdes cimas, Rabí, contemplé entonces,
De algas cubiertas, por el sol heridas;
Y en altísimo cedro fui á posarme
Para tender mi vista en los espacios.
Tres largos días con sus largas noches
Allí permanecí; del sol la lumbre
Mostróme el mar, que del profundo abismo
El universo renacer dejaba,
Pero aun vacío, envuelto en las espumas,
Y erizado de lúgubres escombros.
Al pié de la montaña inaccesible,