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Vagaba junto con Psiqué, mi alma,
Cuando mi corazón era volcánico
Como los ríos de encendida lava —
Como los ríos de encendida escoria
Que su corriente sulfurosa arrastran,
Y de la cumbre del Yanek descienden
Allá, del polo en la región helada —
Que, gemebundos, del Yanek descienden,
Del Polo Norte en la región ingrata.

Nuestro diálogo fué grave y tranquilo;
Graves fueron también nuestras palabras —
Mas quedó el pensamiento adormecido,
Y la memoria, soñolienta y lánguida.
Que era noche de Octubre, no advertimos —
(¡Ah! Noche de las Noches... Noche infausta!)
Ni el triste lago de Áuber recordamos —
(Aunque, en otro momento, hasta el llegara) —
Ni el triste lago de Áuber, ni la obscura
Región de Weir, vampírica y extraña.

Y, mientras que la noche envejecía,
Y anunciaban los astros la mañana,
Y auguraba el cuadrante su venida —
Al fin de la arboleda solitaria