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Pensamientos (Rousseau 1824): 05

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COMICOS, COMICAS.


¿Que es el talento del cómico? El arte de contrahacerse, de revestirse de otro carácter que el suyo, de parecer diferente de lo que es, de apasionarse á sangre fría, de decir otra cosa de lo que piensa, tan naturalmente como si en realidad la pensase, y de olvidar en fin su propio lugar á fuerza de tomar el de otro. ¿Que es la profesion del cómico? Un oficio por el cual se da en representación por el dinero, se somete á la ignominia y á las afrentas, y cuyo derecho á hacérselas se compra, poniendo de este modo públicamente su persona en venta. Yo invito á todo hombre sincero á que diga si no siente en el fondo de su alma, que en este tráfico de sí mismo hay algo de servil y de bajo. Vosotros, filósofos, que pretendeis ser tan superiores á las preocupaciones, ¿no os moriríais de vergüenza si disfrazados vilmente en reyes os fuese preciso ir á hacer á vista del público un papel diferente del vuestro, y esponer vuestras magestades á la gritería del populacho? ¿Que es pues en realidad el talento que el cómico recibe de este estado? Una mezcla de bajeza, de falsedad, de ridículo orgullo, y de indigno envilecimiento, que le hace comun á toda clase de personages, á escepcion del mas noble de todos, esto es, el de hombre que abandona. Yo sé que el ejercicio del cómico no es el de un pícaro que quiere engañar; que no pretende que se le tenga en efecto por la persona que representa, ni que se le crea poseido de las pasiones que imita, y que dando esta imitacion por lo que realmente es, la hace enteramente inocente. Asi yo no le acuso de ser precisamente un engañador, sino de cultivar por oficio el talento de engañar y de ejercitarse en unos hábitos que no pudiendo ser inocentes sino en el teatro, no sirven en cualquiera otra parte sino para hacer mal. Estos hombres tan ataviados, tan bien ejercitados en el tono de la galantería y en los acentos de la pasion, ¿no abusarán jamas de este arte para seducir á los jóvenes? Esos criados rateros, tan sutiles de lengua y de manos sobre la escena, en la necesidad de un oficio mas dispendioso que lucrativo, ¿no tendrán jamas algunas travesuras útiles? ¿No tomarán alguna vez la bolsa de un hijo pródigo ó de un padre avaro por la de Leandro ó la Argante?[1] Por todas partes la tentacion de hacer mal se aumenta con la facilidad de hacerlo; y es necesario que los cómicos sean mas virtuosos que los otros hombres, sino son mas corrompidos. Ostentando un cómico sobre la escena otros sentimientos que los suyos, diciendo únicamente lo que se le hace decir, representando muchas veces un ser quimérico, se anonada, por decirlo así, se hace nulo con su héroe, y en este olvido del hombre, si de él resta alguna cosa, es para ser el juguete de los espectadores. ¿Y que diré de aquellos que parece temen valer demasiado por sí mismos, y se degradan hasta representar unos personajes a los cuales les disgustaría parecerse? Sin duda es un gran mal ver tantos malvados en el mundo hacer el papel de hombres de bien; pero ¿hay nada mas odioso, mas chocante y mas bajo, que un hombre de bien haciendo en la comedia el papel de un malvado, y desplegando todo su talento para hacer valer máximas criminales que á él mismo le causan horror?

Si en todo esto no se vé mas que una profesion poco decente, se debe tambien ver una fuente de malas costumbres en el desórden de las actrices, que fuerza y arrastra consigo el de los actores; pero ¿por que es inevitable este desórden? ¡Ah! ¿Por que? En cualquier otro tiempo no habria necesidad de preguntarlo; pero en este siglo en que tan soberbiamente reinan las preocupaciones y el error bajo el nombre de filosofía, embrutecidos los hombres por su vano saber, han cerrado su espíritu á la voz de la razon, y su corazon á la de la naturaleza.

¿Como un estado como el de cómica, cuyo único objeto es manifestarse al público, y (lo que es peor) manifestarse por dinero, convendría á unas mugeres honestas, y seria compatible con la modestia y las buenas costumbres? ¿Hay acaso necesidad de disputar sobre las diferencias morales de

los sexos, para conocer cuan difícil es que la que se pone en precio en representacion no se ponga muy luego en persona, y no procure alguna vez satisfacer unos deseos que ella cuida tanto de escitar? ¡Que! á pesar de las mas esquisitas precauciones, una muger honesta y sagaz, aunque no se esponga sino al menor peligro, se vé apurada para preservar su corazon; y esas jóvenes atolondradas, sin otra educacion que un hábito constante de liviandad y ligereza, ejercitadas en representaciones amorosas, vestidas con poca decencia, siempre rodeadas de una juventud fogosa y atrevida, en medio de los dulces ecos del amor y del placer, ¿podrán resistir á su edad, á su corazon, á los objetos que las cercan, á los requiebros que las prodigan, á las ocasiones continuas, aloro á que ya anticipadamente estan medio vendidas? Era necesario que fuésemos escesivamente fatuos para que tal nos persuadieran.

Un cómico que tiene modestia, costumbres y honradez, es doblemente estimable, pues que en ello muestra que el amor á la virtud escede en él á todas las pasiones del hombre y al ascendiente de su profesion. El

único yerro que se le puede imputar, es haberla abrazado; pero demasiadas veces un estravío de juventud decide de la suerte de la vida; y cuando uno se siente con un verdadero talento, ¿quien puede resistirse á su atractivo? Los grandes actores llevan consigo mismos su escusa; á los malos es á los que es menester despreciar.

  1. Se ha censurado esto como exagerado y como ridículo, y se ha censurado con razón. No hay vicio del que sean menos acusados los cómicos que el de la ratería o robo. Su oficio, que les ocupa mucho y aun les da sentimientos de honor bajo ciertos respectos, les aparta de semejante bajeza. Dejo este pasaje porque me he impuesto por ley no quitar nada; pero lo desmiento altamente como una gran injusticia. Nota de Rousseau en su carta al señor d’Alembert sobre los espectáculos.