Poetas bucólicos griegos/Carta-Prólogo

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

DE LA EDICION MEXICANA
á
D. JOSÉ MARÍA ROA BARCENA
INDIVIDU O DE LA ACADEMIA MEXICANA
CORRESPONDIENTE DE LA REAL ESPAÑOLA


Querido amigo:

Hoy, que graves asuntos me han traido á Méjico, aprovecho esta oportunidad para seguir el consejo de usted y dar yo mismo la última mano á mi edicion castellana de los Bucólicos Griegos. Hace precisamente dos años que, enviando á usted mi manuscrito, impuse á su amistad la tarea bien ingrata de revisar mi traduccion y darla á la prensa. Recuerdo que al recibirlo, me manifestó usted su ninguna aficion á la Poesía Pastoril, y no disimulóla poca simpatía que le inspiraban varias producciones de los antiguos. Vi, por tanto, con gran satisfaccion, las letras que un año despues me diriPRÓLOGO.

gia, confesando que habiendo leido y releido mi version, se habia usted reconciliado con los antiguos Bucólicos, y ansiaba por que saliesen á luz revestidos del traje español con que acababa yo de cubrirlos.

Este mi primer triunfo, que no sin orgullo consigno, me sugiere la idea de dar á conocer en la portada misma de mi libro el noble fin que me propongo al publicarlo. Usted y los que me conocen comprenderán, en efecto, que cuando un hombre de mis años y ocupaciones, de mi estado y carácter, entrega al público mejicano un volúmen de versos, y de versos traducidos del griego, no es con el objeto de adquirir una gloria efímera, que sus cotidianas meditaciones le enseñan á despreciar, ni con la esperanza, en estos dias quimérica, de lucrar con su venta, ni ménos movido de ese afan de cantar por cantar, que, frecuentísimo á los diez y ocho años, abandona á todo vate en la edad madura.

Veo con profunda pena el ardor con que la generalidad de nuestra juventud, áun la ilustrada y estudiosa, se lanza en pos de las novelas y producciones obscenas é impías que vomita á millones la prensa francesa, y hace de ellas, por decirlo así, su Evangelio. Leo con dolor las obras de tantos ingenios como florecen en nuestra patria, que serian inmortales si tuvieran por modelo á los poetas y oradores de la Grecia; pero que no pasarán de flores de un dia, inspirados como se hallan por los pigmeos corruptores de la literatura moderna. He observado con sentimiento la poca profundidad y duracion de los estudios preparatorios á las grandes carreras científicas; defecto que produce amargos frutos en la vida social, y es causa de la mayor parte de nuestras desgracias. Arrancar de manos de la juventud los libros perniciosos; dar á nuestros ingenios buenos modelos que los hagan elevarse á la altura á que son acreedores; inspirar aficion á los estudios serios, y de esa manera hacer que se reforme nuestra educacion en general; tal es el fin que me propongo al dar á luz esta version de los Poetas Bucólicos Griegos.

Cuando, sin las dificultades que presenta el original, ni la repugnancia que causan las traducciones literales en prosa, empiece á gustar la juventud las bellezas de Teócrito y demas Griegos; cuando vea que nada valen junto á ellas esas lucubraciones que hasta aquí ha juzgado obras maestras%3; cuando note que de ellos copiaron ó imitaron no sólo los Italianos y Españoles, sino áun Virgilio y los Latinos, lo más bello que en sus poemas se admira; le entrará el hastío por las inmundas obras que hoy forman su delicia; le vendrá el deseo de conocer los originales y de aprender el idioma en que escribieron; se generalizará el gusto por los estudios serios. Quien en su edad temprana cultiva como es debido el sentimiento de lo bello; quien desde la escuela aprende á discernir lo bueno de lo malo, y á escoger lo mejor sin pararse en dificultades; quien áun ántes de salir al mundo adquiera un buen gusto literario, y se enseñe á sacar las perlas del fango, es probable, diré mejor, es seguro que en su vida religiosa, moral, social y política, no despreciará los dogmas por vanas teorías, no abandonará la justicia por los placeres, no correrá en pos de utopias, ni predicará principios disolventes.

Estas ideas, que someramente indico, sin tener tiempo de desenvolverlas, probarán á usted, querido amigo, que al poner en verso castellano las desgracias de Dáfnis ó las penas de la Hechicera de Teócrito, mi mente volaba mucho más alto que las montañas que sirvieron de tumba al enamorado pastor, y que la Luna á quien invocaba la desdeñada Simeta. Tengo la conviccion de que hago una obra meritoria ante Dios y ante los hombres, con presentar á la juventud mejicana buenos modelos que formen su gusto y la aficionen á lo serio, á lo sólido, á lo verdaderamente bello, primero en literatura, y despues en las ciencias y en la vida real.

Lo que en una sociedad diversa de la nuestra se conseguiria quizá con discursos sagrados 6 científicos; con obras sérias bajo todos aspectos, é impregnadas, por decirlo así, de austeridad, creo que entre nosotros sólo podrá obtenerse poco á poco, y propinándole (como dice el Tasso) mczclados con almíbar los alimentos y medicinas que su enfermiza infancia requiere.

Habiendo indicado á usted los motivos que me impulsan á dar á luz el presente volúmen, y que me harán quizás publicar otros del mismo género en lo sucesivo, paso á decir algo sobre la Poesía Pastoril. ¿Cuándo tuvo su orígen? ¿Cuándo empezaron los habitantes del campo á componer en versos cadenciosos esos cantares que los Griegos llamaron bucólicos, ó como si dijéramos propios de vaqueros? Fueron los pastores de Laconia en tiempo de la invasion de Jerjes, los autores de la Poesía Bucólica, ó bien los de Sicilia, cuando llegó á la isla Oréstes con el simulacro de Diana? No es fácil decidir entre las diversas opiniones de los eruditos; pero yo casi me inclinaria á creer que su invencion se debe á los Arcades, como nos hacen conjeturar los nombres del Alfeo, el Eurótas, el Liceo, el Ménalo, y otros rios y montes situados y que el lenguaje poético ha consaen Arcad grado á la Poesía Pastoril.

Una cosa haré observar á usted, amigo mio: ni Teócrito, ni Virgilio, cuando escribieron, aquel sus Idilios, éste sus Eglogas, eran zagales ó agricultores. Habitaba el uno la corte de Tolomeo, el otro la de Augusto. Ni Tasso, ni Sannazaro, ni Pope cuidaban ganados, ni vivian en playas desiertas, al trazar el Aminta, 6 las églogas piscatorias, ó las imitaciones maronianas. Garcilaso entonó con la espada al cinto el dulce lamentar de dos pastores, y Valbuena no empuñaba más báculo que el episcopal, al delinear ó por lo ménos corregir su Siglo de Oro. Gesner, Meléndez y los demas autores de piezas bucólicas pasaron su vida en las ciudades, y encerrados en oficinas, ó celdas, 6 áun talleres. De aquí infiero que la Poesía Pastoril, áun onie que aya sido la primera inventada por los hombres, será la que más dure, sea cual fuere la sociedad en que se viva.

En efecto, si el que mora en el campo se ve tentado á copiar los paisajes que se le presentan delante de los ojos; más todavía agradan los árboles y los arroyuelos, las fuentes y los prados, al poeta de ardiente imaginacion á quien sus desdichas condenan á vivir encerrado en cuatro paredes, siquier doradas y cubiertas de ricos tapices, siquier desnudas y ennegrecidas por la pobreza. Nunca suspiramos tanto por la sencillez de costumbres y felicidad tranquila de la edad de oro, como cuando, víctimas de las pasiones de los hombres, no vemos en derredor sino crímenes, engaños, traiciones; y ya que no podemos trasformar el mundo, nos complacemos en forjarnos otro mundo ideal, sea leyendo las producciones de otros poetas, sea inventando nosotros mismos caracteres dulces é inocentes, de suaves pasiones y tiernos afectos, y pintando en nuestra mente los collados y verjeles, los manantiales y las grutas que en vano buscamos en tornonuestro. Otras veces, por el contrario, cuando una serie de circunstancias favorables nos proporciona la felicidad y la quietud campestre, gozamos al comparar con la realidad los cuadros de los buenos autores; al descubrir en cada zagala una Amarílis, en cada cabrero un Comatas, en otros pastores un Dáfnis ó un Menalcas. Así me explico, amigo mio, el que á pesar de la poca aficion de usted á la Poesía Bucólica, haya sentido palpitar su corazon de poeta con la lectura de Teócrito: áun sin ella estoy convencido de que habria llegado el dia en que suspirando por las delicias campestres, y hastiado de la sociedad y de la corte, se trasladara en espíritu á las cabañas y á los bosques, y escribiera, como casi todos los vates, por lo ménos una égloga ó un idilio.

Y á propósito: įcuál es la opinion de usted acerca de estos dos nombres con que se designan los poemas pastoriles? Permítame trascribirle lo que á este propósito he encontrado en un libro italiano:

«Bucólica viene de Booç y de xdlov, voces que significan apacentar bueyes. Las Bucólicas deberian referirse propiamente tan solo á boyeros; pero bucólicas se llaman las de Teócrito y Virgilio, donde no son únicamente pastores de bueyes los que se introducen ó describen. Es voz que comprende tanto la Egloga como el Idilio.

»Égloga (èx-Aeyw) significa en general una seleccion de composiciones de cualquier género. Esta fué su primera acepcion. Despues se llamaron así las poesías breves que un autor publicaba; luégo cierta especie de poesías que á algunos agradaba designar con tal nombre. Así Plinio en una de sus epístolas dice: Sive epigrammata, sive edy llia, sive eclogas, seu, quod multi, poematia... licebit voces; ego tantum endecasyllabos præsto. Segun Julio César Escalígero (Poet., lib. 1, c. 4), Virgilio l1lamó idilios á sus composiciones; pero poco contento con su trabajo, dejó de publicar muchos, y escogió sólo algunos, que esta razon llamó églogas. El uso luégo determinó su significado, tomando por norma las poesías pastorales del Príncipe de los Poetas Latinos.

»Idilio (de kdos, vista, imágen) es poco diferente de la égloga. En su orígen, conforme á la etimología, sólo sirvió para designar un poemita, una pequeña descripcion ó pintura de cualquier género.

Los Idilios de Teócrito, Bion y Mosco determinaron despues el sentido de esta voz. Los rasgos más bellos de las églogas de Virgilio pertenecen al género del idilio, y hay idilios de Teócrito que son verdaderas églogas.»

Las investigaciones de los críticos modernos, si bien nos han descubierto uno que otro fragmento de idilios perdidos, nada nuevo nos han procurado sobre la vida de los antiguos Bucólicos. De Teócrito sabemos que nació en Siracusa, y parece que sus padres se llamaron Praxágoras y Filina. El sobrenombre de Simiquida con que él mismo se designa, ha hecho á algunos creer que el nombre de su padre fuese Símico, y á otros que fuese un apodo por ser chato ó ouós; pero el retrato que conocemos de él, y que Gronovio trae en el libro 3.

de sus antigüedades, nos lo representa adornado de una buena nariz, destruyendo así la segunda conjetura; y en cuanto á la primera, no observaron los que la adoptan que aquel es un nombre patronímico, heredado evidentemente de sus antepasados.

Fueron sus maestros, como él mismo nos dice, Filetas de Cóos, y Asclepiades de Samos, y fué contemporáneo de Arato y de Calímaco. Pasó largo tiempo en Alejandría de Egipto, en la corte de Tolomeo Filadelfo; y fué protegido tambien por Geron el menor, tirano de Siracusa. El Idilio dedicado á esta último nos revela que la fortuna no le sonrió, y que si las Musas lo favorecieron, las riquezas se mantuvieron siempre léjos de su morada. Nada sabemos de cierto acerca de su muerte:

la época de su nacimiento puede fijarse en la Olimpiada CXXV, ó sea hácia el año 279 ántes de la Era Cristiana y 470 de la fundacion de Roma.

Bion tuvo por patria á Esmirna, ciudad ilustre de la Jonia, y patria tambien del grande Homero.

Fué, segun parece, contemporáneo de Teócrito y maestro de Mosco. ¿Dónde recibió éste sus lecciones del poeta Esmirnés; dónde floreció Bion; quiénes fueron sus padres; cuál su fortuna y categoría social? Nada sabemos, sino que murió víctima de alevoso veneno.

Su discípulo Mosco, fué Siracusano, y algunos han querido identificarlo con Teócrito; pero del Canto Fúnebre de Bion se deduce claramente que fueron distintos. ¡Es lástima, en verdad, que tan escasas noticias nos hayan llegado de los tres grandes Bucólicos! No es posible que gustemos, como es debido, las lucubraciones de un poeta, sin conocer á fondo su vida pública y privada, sus circunstancias, su historia, su carácter.

De Teócrito se han perdido los Himnos, Yambos y Elegías, y las Esperanzas, las Pretidas y las Heroínas. Nos quedan treinta idilios y algunos epigramas: últimamente se ha descubierto y publicado en Alemania un largo fragmento de otro idilio. De Bion y de Mosco se han salvado en todo quince idilios, un epigrama y nueve fragmentos.

Me veo ahora en la necesidad de decir á usted y al público, algo sobre la traduccion y el traductor:

al mismo tiempo hablaré de las ediciones de los Bucólicos Griegos, y emitiré mi juicio acerca de éstos.

Desde muy temprano me ejercité en traducir en verso poetas antiguos y modernos. En el colegio de Inglaterra, en que pasé mi infancia, era costumbre en las aulas de Poética y Retórica señalarnos cierto número de líneas de Homero que nos tocaba traducir en hexámetros latinos: otras veces poníamos en verso inglés odas de Horacio, 6 trozos de Virgilio: otras se nos mandaba escribir composiciones originales; y yo, muy á menudo, con laudable fraude, preferia traducir algun fragmento de los poetas españoles ó franceses, entónces ya estudiados por mí y desconocidos á mis discípulos. En un viaje que hice á mi patria al terminar los estudios preparatorios, me acompañó un ejemplar de los «Poeta Minores Græci,» y uno de mis primeros ensayos en versificacion castellana fué la version del Idilio XXX de Teócrito, que, aunque imperfecta, he incluido en el presente volúmen.

En 1868 dí á luz los Idilios de Bion; y como en el prefacio doy algunos pormenores, quizá no sin interes para el lector, me permitirá usted que lo trascriba: PRÓLOGO.

LIX «Hace nueve años que emprendí por primera vez la traduccion poética de los Idilios que hoy presento al publico.

Poco satisfecho con mi trabajo, la refundí enteramente ocho meses despues, llegando á hacer de algunos trozos hasta tres versiones diferentes. Me preparaba ya á dar á luz el fruto de mis fatigas, cuando, cambiando de repente de modo de pensar, destruí mis manuscritos y procuré borrar su contenido de mi memoria.

»No ocultaré, por cierto, el motivo de mi extraña resolucion. Los Idilios de Bion de Esmirna, aunque gentil, nada contienen que pueda llamar la atencion de los que están acostumbrados á las novelas de Dumas ó Fernandez y Gonzalez; sin embargo, hay uno que otro pasaje que no suena del todo bien á oidos delicados. Me veia yo, pues, en la necesidad, ó de ser infiel al original, ó de estampar palabras y frases que pudieran escandalizar á los lectores. Ni uno ni otro extremo quise adoptar, y abandoné la idea de publicar mi version castellana.

»Algunos años despues vino á mis manos la preciosa homilía de San Basilio, en que da varias saludables instrucciones para que la lectura de los autores profanos, en vez de sernos nociva, nos sea útil y provechosa; y lei tambien á este propósito lo que sobre el mismo asunto escribieron San Gerónimo, San Francisco de Sales y otros Padres y autores eclesiásticos. Aplican al asunto que nos ocupa el texto del Deuteronomio (xXI, II, 12) en que manda el Señor á los Israelitas, que si entre los prisioneros de guerra se encuentra alguna hermosa cautiva á quien alguno del pueblo escogido quiera unirse en matrimonio, se le haga ántes cambiar su vestidura y tocado, haciendo caer los cabellos y las uñas bajo la tijera purificadora, siendo entónces permitido el enlace.

Así dicen que henios de hacer con los autores profanos: despojarlos de lo superfluo y poco delicado y aprovecharnos de lo demas para nuestra instruccion.

»Esto me hizo volver á pensar en la publicacion de mis Idilios traducidos, quitándome al par el escrúpulo de ocuparme en asuntos demasiado profanos, y el de ser algo infiel al original desechando los pocos, poquísimos pasajes, en que el pagano Bion falta algun tanto á la decencia y al decoro. Habiendo gozado últimamente de varios meses de ocio y de quietud, he podido entregarme en la soledad de estas montañas á mis estudios favoritos, y he llamado á la memoria y consignado al papel mi antigua version. Está hecha sobre la edicion griega de Lóndres de 1728, aunque en algunos puntos me aparto de la lectura comun. Consulté tambien en Roma un hermosísimo ejemplar de la Biblioteca Casanatense, de que trascribí varios pasajes que me han servido mucho. He comparado asimismo mi version con la que en hexámetros latinos hizo el Conde Bernardo Zamagna, y con la italiana de Luigi Buchetti. Naturalmente, mi memoria no habia conservado todas y cada una de las palabras de mi primitiva version; algunos pasajes no me agradaron al retocarlos ahora de nuevo; muchos trozos, pues, y áun Idilios enteros, están completamente refundidos, siendo la cuarta traduccion de muchos de ellos la que ofrezco al público. No ha faltado, pues, diligencia, y los defectos de que adolece mi version no deben atribuirse más que á carencia de genio poético. Como no aspiro á adquirir gloria, tampoco temo la crítica, por severa y desfavorable que sea.

»Al dar å luz esta traduccion métrica de los ldilios de Bion de Esmirna, lo que me mueve es el deseo de promover en la juventud mejicana el estudio del incomparable idioma griego, é inspirar aficion á su riquísima literatura. Algunos espíritus demasiado austeros juzgarán que mejor hubiera podido hacerlo con una traduccion ó un análisis de alguna homilía del Crisóstomo. Pero, sea dicho con perdon del Abate Gaume y de los admiradores de sus utopias, me atengo más á la experiencia de todos los siglos que nos han precedido, al ejemplo de personajes célebres por su piedad no ménos que por sus letras, y á las doctrinas contenidas en una carta reciente del Cardenal Vicario de Roma. Presentad á un jóven, no digo una homilía de un Santo Padre, sino una arenga de Demóstenes, y léjos de aficionarse á en los principios, arrojará gramáticas y diccionarios, y correrá en busca de una novela de Eugenio Sue. No así dándole desde luégo estudio árido y difícil y suaves manjares que requiere fancia: poco á poco se acostumbrará á más sólidos alimentos, y no le arredrarán despues las páginas de los Basilios y Gregorios. El mismo Crisóstomo se deleitaba en la lectura de los Cómicos Griegos, y á él debemos la conservacion de las pocas comedias que nos restan de Aristófanes. Aun el grande Apóstol San Pablo no temió citar, entre los textos dictados por el Espíritu Santo, los versos de un poeta profano. Animado con tan ilustres ejemplos, no he vacilado en dar á luz la version castellana de los Idilios de Bion: si el público la juzga favorablemente, emprenderé otros trabajos mayores; si su fallo es demasiado severo, romperé para siempre mi destemplada lira.-Valenciana 20 de Junio de 1868.»

Usted sabe la buena acogida que tuvo mi publicacion, y recordará que un año despues hacía yo imprimir en el periódico El Renacimiento el Idilio III de Mosco, precedido de la siguiente carta á los Sres. D. José Sebastian Segura y D. Ignacio M. Altamirano:

«La benévola acogida con que honrasteis mi version métrica de los Idilios de Bion de Esmirna me sugirió la idea, ó mejor dicho, me confirmó en el propósito, de traducir en verso castellano á los otros dos Bucólicos Griegos. Las multiplicadas ocupaciones y viajes casi contínuos me han privado de la tranquilidad y reposo que se requieren para seinejante empresa; así es que apénas he podido delinear los principales cuadros de Mosco de Siracusa, sin acabar más que uno sólo, y áun éste no me ha sido posible retocarlo. Es el que hoy os ofrezco, y en el cual presenta el discípulo á su maestro espirando víctima del veneno y llorado por los dioses, por los hombres y por toda la naturaleza. El original es inimitable; mi copia no puede ménos que ser pobrísima. Sea como fuere, á vosotros la dedico, y por vuestro medio á la juventud estu diosa de Méjico y á los amantes de la Literatura Griega.» Estas líneas trazaba mi pluma en vísperas de un largo viaje á Europa, Africa y Asia. A mi vuelta á América ya me era imposible disfrutar de aquella quietud y aquel ocio, si no indispensables, al ménos muy provechosos para los trabajos literarios.

Revestido de una dignidad que solo me traia sinsabores; condenado por mi arduo ministerio á una vida errante, agitada y de incesante ocupacion, me fué preciso hacer pedazos lira y zampoña; y el báculo, que á Valbuena no impidió sonar la épica trompa ni el caramillo pastoril, entregado á Ipandro Acaico en sus verdes años, cortó el vuelo á su Musa casi adolescente. Pasó mucho tiempo sin que soñara escribir ni un solo verso, y creía que desde 1870 habia sonado la hora de exclamar con el Vate Latino:

Nunc itaque et versus, et cætera ludicra pono.

Me engañé. Acontecimientos que usted conoce, me hicieron volver á pulsar la zampoña á principios de 1875, más bien por distraccion y juguete, que con el intento deliberado de consagrarme otra rez á la poesía. Mis quehaceres y sinsabores, en vez de disminuir, se habian centuplicado; pero esto mismo hacía que las Musas me suministrasen doble consuelo en medio de las amarguras que me aquejaban. Las noches insomnes me parecian breves, cuando las llenaba traduciendo algun pasaje de Teócrito; y los ardores del sol tropical se templaban para mí, cuando al trote sobre mi no cansado caballo, ponia en versos castellanos el viaje marítimo de la ninfa Europa, ó describia en romance los umbrosos verjeles en que se celebraran las fiestas de Céres.

Estos pormenores tengo que consignarlos, para que disculpe el lector las faltas inevitables y los descuidos de una version hecha con el ánimo agitado y el cuerpo extenuado con el movimiento, las fatigas de viajes contínuos por regiones casi desiertas, y la inedia y privaciones que acompañan á tales jornadas. No tenía yo entónces más texto que la pequeña edicion de Boissonade (Paris, 1823), y en vez de diccionario, que no podia llevar conmigo, me ayudaba tan sólo la version poética italiana de Pagnini, que en la edicion diamante de Florencia, podia guardar en mi faltriquera.

En el espacio de seis meses habia terminado la version de Teócrito y Mosco, y recordará usted que en Octubre de 1875 la empezó usted á dar á la prensa. El viaje á Europa que me ví obligado á emprender á principios del año próximo pasado, me fué en extremo provechoso. Visité várias Bibliotecas, conocí y cotejé casi todas las ediciones y muchos manuscritos de los Bucólicos Griegos, y pude comparar mi version con la mayor parte de las inglesas, francesas é italianas en verso y en prosa. Sin contar las ediciones de Parma, Paris, Lóndres, Dublin y Oxford que adquirí y conservo, pude pasar los ojos por las de Aldo Manucio (1495), Giunta (1516), Caliergo (tambien 1516), Enrique Stéfano (1566), Heinsio (1604) y Reiske (1765), á más de otras que no es preciso enumerar, y examiné minuciosamente los preciosos manuscritos que encierra la Biblioteca Laurenciana de Florencia.

No especificaré las traducciones por mí consultadas; sólo sí manifestaré á usted el placer que sentí al ver que en ningun punto esencial habia errado, y que, como version, puede la mia sostener el cotejo con cualquiera de las que se han hecho hasta el dia. Particular satisfaccion me causó el ver la traduccion expurgada de un docto clérigo anglicano, cuyo nombre cometí la indiscrecion de no apuntar. No parece sino que nos habíamos puesto de acuerdo sobre los puntos que debian omitirse, y sobre el modo de hacer las convenientes sustituciones de palabras y frases. Si en algo diferimos, es en que yo he sido más escrupuloso al expurgar que el ministro protestante; y esto me tranquiliza más y más al dar á luz las poesías de Teócrito, pues no creo que los oidos meridionales sean más delicados que los ingleses.

Teócrito, al pintar la vida campestre, copió lo que veía sin reticencia alguna; y al expresar las pasiones de los pastores, no se paró á considerar si eran ó no conformes al deber y á los instintos naturales; de igual manera que San Pedro Damiano no tuvo reparo en describir los idénticos desordenados afectos, que en su tiempo predominaban á despecho del cristianismo. Y será esto una razon para que los condenemos, y miremos con horror cuanto han escrito? Si el primero no profirió una palabra de reprobacion para esos tristísimos deslices, fué porque su religion no los prohibia, sino al contrario, los autorizaba con ejemplo nada ménos que del Padre de los Dioses, y de casi todos sus héroes y divinidades. Lo que sí debemos hacer, es suprimir de las ediciones de sus obras (fuera de aquellas destinadas tan sólo á los eruditos y en el idioma original) todos los pasajes que ofendan al pudor; y hechas las supresiones y cambios necesarios, aprovecharnos de sus bellezas, y darlas á conocer á la juventud estudiosa.

Por eso omití por completo los Idilios XII, XXVII y XXIX de Teócrito; y cuando por cortesía del erudito Bibliotecario de la Laurenciana, tuve en mis manos el nuevo Idilio recien descubierto, me abstuve de traducirlo, á pesar de lo lisonjero que me habria sido el ser el primero en incorporarlo á las demas obras. Por eso suprimí el principio del Idilio XIII, y en éste y en el XIV hice várias sustituciones. Por eso el lector erudito hallará, al cotejar mi version con el original, várias omisiones de palabras y frases; muchos conceptos atenuados, y otras laudables infidelidades. Era mi intencion enumerarlas todas; pero al fin me he abstenido de un trabajo que resultaria inútil, cansado y quizás indiscreto.

Por lo demas, he sido fiel en expresar los conceptos, los giros y las frases del original; y áun los epítetos peculiares del idioma griego los he vertido siempre al castellano. Esto no quiere decir que me haya apegado al texto con escrupulosa minuciosidad. Antes bien he parafraseado una que otra vez; y aunque procurando conservar siempre el perfume griego, he revestido mi traduccion (si así puedo expresarme) con el traje español. Traducir á Homero en verso suelto, me parece practicable aunque difícil; pero, por hacer alarde de una fidelidad inoportuna, poner en endecasílabos no rimados odas pindáricas ó canciones bucólicas, lo juzgo en extremo impropio y altamente reprobable. A uno que otro Idilio conviene esta clase de versificacion; pero ni Garcilaso ni Valbuena hicieron á sus pastores cantar en verso suelto, ni Herrera en las églogas y elegías que imitó y casi tradujo de Teócrito y Bion, huyó de las dificultades de la rima. Quien lea la version de los Bucólicos de don José Antonio Conde, no sólo no se formará una idea justa del original, pero ni siquiera podrá saborear un instante alguna de sus innumerables bellezas; tanto más, cuanto que sacrificó en muchos puntos, á una brevedad y una concision incompatibles, la claridad y la exactitud.

No todas las obras que nos quedan de Teócrito.

Bion y Mosco son del género pastoril. Del primero solo pueden llamarse composiciones bucólicas los primeros nueve Idilios y el undécimo. Me he servido de la silva para el I y II, tanto más, cuanto que los intercalares que en ambos ocurren á desiguales distancias, casi no me dejaban otra eleccion. En el III, IV y V pude servirme de tercetos; el VI y XI los traduje en octavas. Al hacer la version del magnífico Idilio descriptivo que hallamos bajo el número VII, quise tener más libertad, y á despecho del incontentable Hermosilla, usé del romance endecasílabo: con tedo, al tratarse de las canciones, las puse en estrofas iguales y rimadas. En el Idilio VIII, aunque la narracion está en silva, trasladé á los versos amebeos ó alternativos, en cuanto lo permite la índole de nuestro idioma, toda la regularidad de los griegos y latinos, y la severidad de sus reglas. En el IX puse en sonetos, y en el X en pequeñas estrofas de cinco versos, las canciones de los interlocutores, hallándose el resto en tercetos.

De la silva me volví á servir para los Idilios XIII y XXIV, de los tercetos para el XVII, XX y XXIII, siendo este último una verdadera elegía. El animado diálogo del XIV me pareció que estaria bien en cuartetas de ocho sílabas, á estilo de nuestras comedias antiguas; y en versos de arte menor puse igualmente el XXVII. La accion rápida del XXVI y el fuego báquico que respira, me pareció exigir estrofas decasílabas, y el XXX, que es una verdadera anacreóntica, no me dejaba eleccion. Los Idilios XXII y XXV son más bien himnos, y áun parecen fragmentos épicos, y los habria puesto en octavas, si los diálogos que en ambos se encuentran me lo hubieran permitido. Restábame escoger entre el romance endecasílabo y el verso suelto; y desconfiando de mí mismo, preferí el primero, que exige ménos maestría que el segundo. Me atreví, sin embargo, á desembarazarme de la rima y del asonante en el Idilio XVI: á ello se presta el asunto tan serio y la gravedad que respira desde el principio hasta el fin; pero no sé si habré tenido buen éxito en este mi primer ensayo. No cansaré á usted con más pormenores: usted y el público juzgarán si he acertado en mi eleccion de metros, y solo añadiré que, con excepcion del romance endecasílabo, en todo lo demas he procurado seguir las huellas de nuestros buenos poetas del siglo xVI.

Si para traducir bien á un poeta, se requiere otro poeta, segun el bien conocido axioma, para expresar en un idioma moderno la graciosa sencillez, la riqueza de lenguaje y la magnificencia de de descripcion que caracterizan á Teócrito, sería preciso, no sólo un poeta del calibre del modelo, sino una lengua tan flexible y tan rica como la griega. Difícil es encontrar reunidas todas estascircunstancias; y ni áun Virgilio ni Ovidio, á pesar de su genio y de la riqueza de la lengua latina, igualaron al Bucólico de Siracusa en los pasajes que imitaron ó tradujeron.

«Teócrito (dice el italiano Vincenzo Gravina, Della Ragion Poetica, c. xx); Teócrito, que imitó las costumbres pastorales, fué felicísimo en su empresa; pues ni ofendió la simplicidad con su cultura, ni con representar los puntos más finos de las pasiones perdió el carácter de la rusticidad, y todos sus pensamientos y maneras parecen nacidas de la mente grosera de aquellos pastores. En las cosas y en las expresiones lo hallamos moderado por justas medidas, y templado por suavísima gracia, que resulta de la dulce combinacion de las palabras y de la delicadeza que é todas partes conserva.» Mosco y Bion ofrecen dificultades algo menores al traductor moderno. Más refinados que Teócrito, más cuidadosos en la eleccion de palabras, sin la sencillez ni la negligencia que en aquél encontramos, pueden sus Idilios traducirse más literalmente, sin que resulte tal simplicidad ó falta de elegancia que desagrade á nuestros oidos.

Toda edicion de los poetas antiguos ha menester de notas; y cuando se trata, sea de jóvenes estudiantes, sea de personas no versadas profundamente en la Mitología, Historia antigua y Arqueología, éstas se hacen de todo punto indispensables.

En las que he puesto al fin de mi version he procurado ser breve al mismo tiempo que claro, y he evitado particularmente el distraer la atencion del lector con multiplicados números y llamadas. La parte crítica y filológica es bastante reducida: me he extendido más en explicaciones históricas y mitológicas. La mayor parte son fruto de mis propios estudios en estas materias: algunas veces, cuando las necesidades del lector español me han parecido idénticas á las del lector italiano, y mi modo de pensar coincidia con el de Pagnini, me he aprovechado de las investigaciones, y casi de las palabras del sabio Carmelita.

«En este tiempo de ampulosidad y de afectacion, no están nunca de más los ejemplos de una poesía natural, sobria y elegante, como la de los Griegos.

Tenemos conceptos más elevados y más justos que los antiguos; pero nos falta mucho en el estilo, y es bien sabido que el estilo es la vida de la poesía.» De estas y otras observaciones semejantes se hacía preceder en Italia, no há mucho, la edicion de una gran parte de los Poetas Griegos, traducidos en verso Toscano. Me parecen muy acomodadas á nuestras circunstancias, y no puedo ménos que trascribirlas al lanzar al público mejicano y español mi version del Príncipe de los Bucólicos, y de sus dos gloriosos émulos. No sé qué critico, al examinar las poesías pastoriles de Valbuena, manifiesta el deseo de que el Obispo de Puerto-Rico, en vez de imitar libremente, hubiese consagrado su gran talento á hacer una traduccion completa de Teócrito, Bion y Mosco. Los deseos del censor acaban de realizarse en el paí:

Grandeza Mejicana aquel grande ingenio, y en que estudió por vez primera los soberbios modelos en que calcó su Siglo de Oro. Muy inferior al del Prelado-poeta es el númen del temerario aprendiz que osa en cierto modo emularlo; pero confio en que mi tentativa no será mal recibida por el público, y que incitará á otros á emprender trabajos más acabados del mismo género.

Doy á usted las gracias, amigo mio, por el ímprobo trabajo de revisar mis versos y corregir la impresion que tuvo usted á bien tomarse; y las doy igualmente á nuestro co-académico D. José Sebastian Segura, que condescendió en asociarse á usted en la molestísima tarea. Acepte usted, en prenda de mi gratitud y estimacion, la dedicatoria del primer Idilio, en mi concepto y en el de usted uno de los más bellos que escribió el Príncipe de los Buque trazó la cólicos. A mi buen amigo Segura, en reconocimiento de sus trabajos y benevolencia, consagro la que con justicia se ha denominado Reina de las Églogas. A otras personas á quienes estoy ligado con los vínculos del parentesco, de la gratitud ó de la amistad, ó que me han estimulado en mis trabajos literarios, he dedicado igualmente otras versiones, y contio no desdeñarán esta manifestacion de mis particulares y desinteresados sentimientos.

En el mundo literario deseo ser conocido únicamente con el nombre de IPANDRO ACAICO (1), y ruego á usted y á todos mis amigos que no me arranquen el tenue velo del seudónimo que me asignó la Arcadia de Roma. Creo poderlo exigir áun de mis enemigos. Ellos, mejor que yo, saben que es grande agravio en el carnaval y prueba de salvaje descortesía el llamar por su nombre ó descubrir al que lleva careta, por más que éste sea conocido y se le trasluzca el rostro bajo su antifaz. Los críticos más mordaces de la civilizada Europa han respetado siempre el seudónimo, y creo no es demasiado pedir lo mismo en la República de Méjico.

La correccion y belleza de la presente edicion demuestran el buen gusto de nuestro tipógrafo, y el empeño que ha tomado en colocar su establecimiento á la altura de los mejores. Uno que otro descuido venial del cajista ó de mí mismo, lo ha- (1) A pesar de mis esfuerzos y descos, me ha sido imposible conservar el incógnito. Retiro, pues, la súplica aquí consignada y me doy á conocer con mi verdadero nombre.- Madrid, Abril de 1880. llará el público salvado en la Fe de erratas, que ruego al lector no deje de ver.

Réstame manifestar mi gratitud á nuestros colegas de la Academia Mejicana Correspondiente de la Real Española, por la deferencia, para mí tan honrosa, de hacer suya mi pobre versión, publicándola bajo su nombre. Los temores que, áun á última hora, me asaltaban, se han desvanecido por completo, al verme escudado por una corporacion que cuenta en su seno varones tan ilustres como Arango y Escandon, Bassoco, Collado, García Icazbalceta, Peña y otros que usted y el público conocen y estiman. Esto me asegura el amparo de la insigne Academia de Madrid, á que estamos ligados con vínculos tan estrechos, y me granjeará tambien, como espero, la benevolencia de mis lectores.

Termino, amigo mio, esta larga Carta-prefacio, asegurando á usted la eterna amistad de quien se repite

Siempre suyo,


Ipandro Acaico.


Méjico, á 29 de Setiembre de 1877.