Por el sotano y el torno

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​Por el sotano y el torno​ de Tirso de Molina
editado por Alonso Zamora Vicente


SUMARIO

A/ ACTO PRIMERO 1 Escena I 1 Escena II 3 Escena III 6 Escena IV 11 Escena V 14 Escena VI 18 Escena VII 24 Escena VIII 25 Escena IX 26 Escena X 30 Escena XI 32 Escena XII 33 Escena XIII 36 Escena XIV 40 Escena XV 41 B / ACTO SEGUNDO 52 Escena I 52 Escena II 56 Escena III 57 Escena IV 61 Escena V 62 Escena VI 63 Escena VII 63 Escena VIII 65 Escena IX 67 Escena X 71 Escena XI 73 Escena XII 78 Escena XIII 81 Escena XIV 87 Escena XV 88 Escena XVI 93 Escena XVII 99 Escena XVIII 107 C/ ACTO TERCERO 111 Escena I 111 Escena II 113 Escena III 114 Escena IV 125 Escena V 128 Escena VI 136 Escena VII 137 Escena VIII 141 Escena IX 142 Escena X 145 Escena XI 145 Escena XII 149 Escena XIII 150 Escena XIV 151 Escena XV 151 Escena XVI 152 Escena XVII 156 Escena XVIII 159 Escena XIX 160 Escena XX 162 Escena XXI 164




PERSONAJES


DON FERNANDO.

DOÑA BERNARDA.

DON DUARTE.

DOÑA JUSEPA.

DON LUIS.

PACHECO.

ALVARADO.

SANTARÉN.

SANTILLANA, vejete.

DOÑA MELCHORA.

MARI-RAMÍREZ.

POLONIA.

UN ESTUDIANTE.

UN BARBERO.

POLEO.

RAMOS.

RINCÓN.

CAMINANTES.


A / ACTO PRIMERO

Escena I


RINCÓN, POLONIA, RAMOS, DOÑA BERNARDA, DOÑA JUSEPA y CAMINANTES, todos dentro. Suena ruido de carros.


|RINCÓN ¿Atascose en el barro? ¡Ahí mil diablos con el coche y carro! ¡Voto a Cristobalillo! Desunce aquesas mulas, picarillo. Una vez que me apeo, todo va con el diablo. ¡Hola, Poleo, prestadme las reatas!

POLONIA Ay, que se vuelca! Pónganse de patas; apéense, señores. ¡Cuerpo de Cristo! ¡El tiempo es para flores!

MUCHAS VOCES ¡Jesús, Jesús!

UNA VOZ ¡Ay cielos!

RAMOS ¡Ah! Maldigan los diablos mis agüelos. Desunce, ¿qué reculas, Perico, que se ahorcan esas mulas?

(Ruido de volcarse un carruaje.)

RINCÓN Corta camellas, puto.

¡Que se te vuelque el coche por lo enjuto! Date prisa, desata.

UNA MUJER ¡San Diego, que me ahoga, que me mata!

UN HOMBRE Quítenme aqueste peso.

DOÑA BERNARDA ¡Jesús! ¡Madre de Dios del Buen Suceso!

RAMOS Sosiéguese: ¿Qué llora?

DOÑA JUSEPA ¡Ay, Dios!

POLONIA ¡Ay, que se muere mi señora! ¡Rompan ese encerado!

DOÑA JUSEPA ¡Favor, señor hidalgo!


Escena II


DON FERNANDO (Dentro.) ¡Hola, Alvarado! Tenme de aqueste estribo.

DOÑA JUSEPA (Dentro.) ¡Murió mi hermana!

UN HOMBRE (Dentro.) De milagro vivo.

(Salen ahora, y saca DON FERNANDO en los brazos a DOÑA BERNARDA, desmayada; síguenle DOÑA JUSEPA, POLONIA, ALVARADO, carreteros, un estudiante y otros caminantes.)

DOÑA JUSEPA ¡Hermana de mis ojos!

DON FERNANDO No eclipsen tanta luz vuestros enojos; que no es éste accidente, sino un breve desmayo; fácilmente volverá, a lo que espero. (A su criado.) Corre, Alvarado, llama a ese ventero, y pídele una cama en que restaure pulsos esta dama.


RINCÓN En venta de Viveros, ¿piden camas o pulgas, pasajeros?

DON FERNANDO Vamos, señora, vamos; que no será esto nada.

(Vanse a la venta DON FERNANDO llevando a DOÑA BERNARDA, y tras él DOÑA JUSEPA, POLONIA, ALVARADO, y los CAMINANTES.)

ESTUDIANTE Rincón, Ramos, cosarios complutenses, la corte gozaremos por seis menses, hasta que por San Lucas a versar sus escuelas nos reducas.

(A uno de ellos.)

RAMOS Mal lo pasó la viuda.

RINCÓN A cuestas todo un coche, ¿quién lo duda?

ESTUDIANTE Ella va desmayada.

RINCÓN Mas que reviente. Hola, a dar cebada y prevenir la olla; que hemos luego de uncir.

ESTUDIANTE ¿Habrá una polla?


RINCÓN En los naipes hay hartas.

ESTUDIANTE El porte pago siempre desas cartas; mas cenemos primero, y luego jugaremos el dinero, reliquias que han quedado del curso y cierto voto sobornado.

RAMOS Pintillas juego.

RINCÓN Vamos.

ESTUDIANTE Húrgame la viudilla, hermano Ramos.

RAMOS ¿Le hurga?

ESTUDIANTE Me fatiga.

RAMOS ¿Qué es cochero en latín?

ESTUDIANTE ¿Cochero? Auriga.

(Vanse.)

Escena III


DON FERNANDO, POLONIA.


DON FERNANDO Volvió en sí vuestra señora. No hay peligro que temer. Que repose es menester. Mientras que descansa, agora quisiera saber de vos quién es, y de dónde viene.

POLONIA A quien tal cuidado tiene de socorrer a las dos, no hay secreto reservado; que sois muy gentil ayuda. Es la desmayada viuda, que vistes en tal estado, el sol de Guadalajara, y hermana de la doncella, que, llorando, dama y bella, hechizos vende en la cara. Hala servido de madre desde el día en que nació, porque de parto murió la suya, y están sin padre. Vala a casar a Madrid con setenta años, dorados de más de cien mil ducados, de un viejo, hermano del Cid, que en más de treinta la dota; y a la viuda ha prometido, porque la tercera ha sido, para la primera flota (que es el novio perulero) diez mil pesos ensayados, con que olvidando cuidados del matrimonio primero, busque nueva compañía. En fe de la cual promesa, aunque a la niña le pesa mezclar con su sangre fría la de edad tan floreciente, calla y sigue el parecer de su hermana, por no ser a su gusto inobediente. Partiose el viejo a Sevilla, adonde la flota aguarda, y nuestra Doña Bernarda va a Madrid, en cuya villa el viejo le ha puesto casa, y mil galas le envió: Soy esclava suya yo, y entre tanto que se casa, dicen que Doña Jusepa tan encerrada ha de estar, que el sol no la ha de mirar por más entradas que sepa; porque es nuestro setentón quinta esencia de los celos; que todos novios agüelos mueren desta contagión. Alquiló en Guadalajara nuestra viuda ayer un coche; salimos a media noche; y porque el viejo repara en que pariente o vecino su casa en Madrid no sepa (tanto guarda a la Jusepa) nos pusimos en camino, sin admitir compañía de deudos ni de criados; y estos amigos honrados, que de la carretería cosarios llama Alcalá, como caminan al trote, al vadear a Torote nos alcanzaron poco ha. Volcose al bajar las cuestas el nuestro, y Doña Bernarda la muerte oprimida aguarda con toda la carga a cuestas. Llegastes, y su desmayo de tal modo socorristes, que, después de Dios volvistes a su primavera el mayo. Veis aquí la letra, en suma, de lo que gustáis saber, y a mí me importa volver allá dentro, no presuma que he dado tan mala cuenta de lo que se me encargó. Mas, ¿cuándo no peligró secreto o dinero en venta?

DON FERNANDO No os vais, esperad un poco.

POLONIA Temo tempestad de truenos y rayos, si me echa menos Doña Jusepa.

DON FERNANDO Estoy loco después que en los brazos tuve el sol que luz vino a darme, y si dejó de abrasarme, fue porque sirvió de nube aquel desmayo faetón, de mis dichas fundamento. No me ha dejado contento vuestra breve relación: haced que saberla pueda mi amor en particular.

POLONIA No es cómodo este lugar.

DON FERNANDO Seralo aquella alameda, teatro de semejantes sucesos.

POLONIA ¿Y si me llama mi señora?

DON FERNANDO Está en la cama.

POLONIA ¡Extraños sois los amantes!

DON FERNANDO Direisla que en prevenirla algún regalo que cene os ocupasteis

POLONIA No pene vuestra alma, si por oírla padecéis: ¡vaya de historia!

DON FERNANDO ¡Ay, viuda hermosa!

POLONIA En cuidado os puso. Al sitio aplazado me seguid.

DON FERNANDO Será notoria si acaso con el favor vuestro, la merezco hablar...

POLONIA En aquesto del terciar, tengo cartujo el humor. No soy tercera persona.

DON FERNANDO Mis dádivas dispondrán el cómo.

POLONIA ¡Ay, pobre galán! ¡Qué blando sois de carona!


(Calle de las Carretas en Madrid: a un lado una posada y a otro la casa de DOÑA BERNARDA y DOÑA JUSEPA.)

Escena IV

DON DUARTE y SANTARÉN, de camino; MARI-RAMÍREZ.


MARÍA No dejaré de abrazalle si me queman.

SANTARÉN No haya miedo, que ni en Madrid, ni en Toledo, cuando le abrace en la calle, chamusquen por tal pecado.

MARÍA ¿Cómo viene vuesancé?

DON DUARTE Con calor.

MARÍA Hácelo a fe: sea mil veces bien llegado. ¡Oh! ¡Qué sala que le tengo fresca, curiosa y regada!

DON DUARTE Siempre lo es vuestra posada: por eso con gusto vengo a ser vuestro huésped. ¡Hola, descálzame estas espuelas y botas; saca chinelas; desabróchame esta gola!

MARÍA ¿Cómo le ha ido en su tierra? Señor padre, ¿cómo está?

DON DUARTE Pena la gota le da, y la vejez le hace guerra; pero en lo demás, salud goza, a Dios gracias.

MARÍA Le tengo amor, porque a verle vengo copiado en la juventud que en vuestra merced gozamos. Mil años le guarde Dios, y salgan ambos a dos con el pleito que esperamos.

DON DUARTE ¿Cómo está vuestro marido?

MARÍA Este negro mal de ijada le da vida aperreada; a la muerte le he tenido

DON DUARTE ¿Qué hay de damas?

MARÍA Eso sí, que es profesión que me toca. Yo le juro que no hay poca Abundancia.

DON DUARTE ¿Cómo ansí?

MARÍA Como sobran invenciones, por ser los dineros alas de amor, y para sus galas no vienen los galeones.

DON DUARTE La Mari-Ramírez es pieza de rey.

MARÍA Helo sido: todo caballo escogido sirve de rocín después, que lleva a moler harina. Moza me vi, y hartas veces admiraron mis jaeces; ya el tiempo me hizo rocina. Por muchas honradas pasa: pues no estoy para ruar, quiero harina acarrear, con que aparroquie mi casa, siquiera por el salvado.

Escena V


DON FERNANDO, dichos.


DON FERNANDO (Dentro.) Ten de aquí.

DON DUARTE Huéspedes vienen.

MARÍA Tal regalo en casa tienen. (Sale DON FERNANDO.)

DON FERNANDO Lleva esa mula, Alvarado, al mesón, y vuelve presto.

DON DUARTE ¡Don Fernando!

DON FERNANDO ¡Don Duarte! No os juzgaba yo en tal parte. ¿Vos en la corte? ¿Qué es esto?

DON DUARTE Pleitos que no he concluido, me vuelven acá.

DON FERNANDO Decid que hermosuras de Madrid.

MARÍA Sea vuesancé bien venido.

DON FERNANDO ¡Oh, huéspeda! Remozando os vais siempre. ¿Cómo va?

MARÍA Pasar: nuestro viejo está mejor, señor Don Fernando.

DON FERNANDO Es huésped antiguo nuestro.

MARÍA Dos años ha en buena fe, y aun tres, que vuesamercé honra esta posada.

DON FERNANDO Y muestro, Ramírez, lo que la debo, pues en ella conocí a Don Duarte.

DON DUARTE Yo fui dichoso, y lo soy de nuevo.

DON FERNANDO Hallárame en Madrid ya mal sin vuestra compañía.

DON DUARTE Yo os prometo que la mía a vuestro servicio está.

DON FERNANDO Mucho que parlar tenemos; que desde que fui a Aragón, os causará admiración.

DON DUARTE Juntos los dos posaremos, digo, en un mismo aposento. Ramírez, ¿no hay dos alcobas dentro de mi sala?

MARÍA ¡Y bobas ! Como celdas de un convento.

DON DUARTE Pues háganle a Don Fernando la cama en una, y sea luego; que vendrá cansado. (Vase MARI-RAMÍREZ.)

DON FERNANDO Llego, mi palabra os doy, sudando más de amor que de calor.


DON DUARTE ¿Amor? ¡Gentil desatino! Mas viniendo de camino, poco durará ese humor. ¿Adónde diablos feriastes esa pieza?

DON FERNANDO En una venta.

DON DUARTE ¿En venta? No hagáis dél cuenta: gato por liebre comprastes.

DON FERNANDO ¡Oh, qué viuda! ¡Qué buen arte! ¡Qué donaire! ¡Qué hermosura!

DON DUARTE ¡Viuda! Bocado es de dura; pero ¿viuda y en tal parte...!

DON FERNANDO Salió de Guadalajara.

DON DUARTE ¿De Guadalajara fue? Mal pronóstico.

DON FERNANDO ¿Por qué?

DON DUARTE Si en el refrán se repara, en ella, noble o villana, porque su amor no os trasnoche, de lo que dice a la noche no se acuerda a la mañana.

DON FERNANDO Si ella amor me prometiera, yo hiciera cómo sacara falso el refrán.


Escena VI


DOÑA BERNARDA, DOÑA JUSEPA, POLONIA, SANTILLANA, DON FERNANDO, DON DUARTE.


POLONIA (Dentro.) Para, para.

DON FERNANDO Esta voz conozco.

POLONIA (Dentro.) Espera.

SANTILLANA (Dentro.) Ésta es, señora, la casa en que os habéis de apear.

DON FERNANDO ¡Ay cielos! Si adivinar osa el fuego que me abrasa, vive Dios, que debe ser ésta mi adorada viuda.

POLONIA (Dentro.) Ábranla presto.

DON FERNANDO No hay duda; la voz de aquella mujer es de la esclava.

DON DUARTE Esperaos, que ya acercándose van.

(Salen DOÑA BERNARDA, DOÑA JUSEPA y POLONIA, de camino, rebozados los rostros, y SANTILLANA.)

SANTILLANA Mi señora, el capitán antes de irse...

DON DUARTE (A DON FERNANDO.) Sosegaos.

SANTILLANA ... compró esta casa flamante, que estrena vuesas mercedes: en lo blanco las paredes son de turrón de Alicante. Desde el desván a la cueva está toda proveída de ajuar, despensa y comida; sólo hay una cosa nueva, que han de llevar cuesta arriba.

DOÑA BERNARDA ¿Y es?

SANTILLANA Un torno impertinente, por donde, sin ver la gente, lo que les traiga reciba. Es de aquesta condición. ¿Qué quieren? No ha de mirarlas el sol ni aun para alumbrarlas.

DOÑA BERNARDA No hay prebenda sin pensión.

SANTILLANA Aun yo, que soy su escudero, arriba no he de subir.

DOÑA BERNARDA A su gusto ha de vivir mi casa. Aquese cochero despediréis, Santillana. Saquen primero la ropa.

DOÑA JUSEPA Santillán, ¡torno!

SANTILLANA A la popa, y una red a la ventana, que puede cerner lantejas.

DOÑA JUSEPA El alma se me congoja.

POLONIA ¿Tornico? ¡Miren si afloja! ¡Casaos con malicias viejas!

DON DUARTE (Aparte a DON FERNANDO.) Llegad, Don Fernando, a verlas y, como vecino, a hablarlas.

DON FERNANDO Eso no, que es avisarlas con peligro de perderlas. Si no me han visto en su vida, ésa es necia prevención, pues nuestras vecinas son, y enfrente amor me convida, dejad asentar las cosas; que el tiempo nos abrirá Camino.

DOÑA BERNARDA ¿Sacaron ya la ropa?

SANTILLANA Sí.

DON DUARTE Cuidadosas son del frontispicio: bien se arrebozan, pues no hay vellas.

DON FERNANDO Son las dos...

DON DUARTE Diréis estrellas.

DON FERNANDO Soles dijera más bien. Sacad vos qué tan perfectas serán las dos, por el talle.

DOÑA BERNARDA ¿Cómo se llama esta calle?

SANTILLANA La calle de las Carretas. Es ombligo de la corte: la Puerta del Sol aquella; la Vitoria al cabo de ella; y a la otra acera es su norte el Buen Suceso; allí enfrente el Carmen; a man derecha la Calle Mayor, cosecha de toda buscona gente: San Felipe a la mitad; Puerta de Guadalajara arriba, de quien contara lo que puede una beldad; pues por más que un bolsillo haga, es como dar con el toro; y, cobrando en plata u oro, paga en cuartos, si es que paga. Entre ahora vuesarced, sabrá después lo demás.

DOÑA BERNARDA Jusepa, en Madrid estás puesta a sombra de una red; que entre tanto que no venga el capitán que te adora has de ser monja.

SANTILLANA ¡Ay, que llora!

DOÑA BERNARDA Su esperanza te entretenga; que con ella no es molesta la más retirada vida. Yo vengo de la caída notablemente indispuesta: pienso que será forzoso sangrarme esta noche. Entrad.

POLONIA ¡Sabrosa vida, en verdad!


DOÑA JUSEPA Y después, ¡gentil esposo! ¡Ay! ¡Cuál voy!

POLONIA (Aparte.) En el color, sus pensamientos la veo.

DOÑA JUSEPA ¿Torno, Santillán?

POLONIA Torneo de un Adán mantenedor.

(Vanse las damas, POLONIA y SANTILLANA.)


Escena VII


DON DUARTE, DON FERNANDO.


DON DUARTE Entráronse, y, de camino la puerta echaron tras sí.

DON FERNANDO Amigo, esperadme aquí. (Aparte.) ¡Oh, qué intento peregrino!


DON DUARTE ¿Dónde vais?

DON FERNANDO Que me aguardéis Don Duarte, en casa, os ruego.

DON DUARTE ¿Pensáis volver presto?

DON FERNANDO Luego.

DON DUARTE ¿Si tardáis?

DON FERNANDO No os acostéis.

(Entra DON DUARTE en la posada, y vase DON FERNANDO.)


Escena VIII


DON LUIS y PACHECO, de noche.


DON LUIS Pacheco, yo sé muy bien que Doña Jusepa lleva muy mal, para no ser Eva, que un marido Adán le den. De Guadalajara vine para esperallas aquí; no se olvidará de mí, aunque el oro desatine memorias en la mujer. Mi tío es viejo, y ausente; yo mozo y estoy presente; no ha de poderme vencer. Aquí su hermana avarienta dicen que se aposentó: esta casa la compró el capitán, en que intenta sepultarlas; mas, ¿qué importa? Ya suele suplir el arte, si está la edad de mi parte, faltas de una hacienda corta. Llegue a hablarla una vez yo, y saldrá este azar encuentro.


Escena IX


DON FERNANDO, como barbero, SANTILLANA, dichos.


SANTILLANA Entre vuesarced adentro.

DON FERNANDO Vamos.

(Entran los dos en casa de DOÑA BERNARDA.)

DON LUIS ¿Cómo? ¿Quién entró?

PACHECO Un escudero y otro hombre.

DON LUIS Acabadas de llegar, y ahora, ¿a qué puede entrar un mozo tan gentil hombre?

PACHECO ¿Ha de faltar para qué?

DON LUIS ¿A media noche?

PACHECO Traerán cartas de su capitán.

DON LUIS Llega, que yo lo sabré.

PACHECO La puerta de la escalera está con llave.

DON LUIS ¿Eso más?


PACHECO ¡Qué malicioso que estás! Déjalos que salgan fuera, y entonces sabrás quién es.

DON LUIS Cartas no, sospecha mía... PACHECO ¿Por qué?

DON LUIS ¿No aguardara al día? ¿No se las diera después?

PACHECO ¿Qué sabes tú si enfermó Don Gómez en el camino, o si murió, y éste vino con las nuevas?

DON LUIS No soy yo tan dichoso.

PACHECO Pues acecha por aquí; que todo amor celoso es acechador: saldrás de tanta sospecha.

(Mirando por una ventana entreabierta.)

DON LUIS Oye, con dos porcelanas, a la luz de una bujía, salió Polonia: sangría debe ser.

PACHECO ¿Ves cuán livianas son quimeras de un celoso?

DON LUIS Una venda y cabezal lleva mi dama.

PACHECO ¡Qué mal tan repentino!

DON LUIS Es forzoso que Doña Bernarda sea la enferma; que las demás andan en pie.

PACHECO ¿Qué darás porque se muera?

DON LUIS No emplea en mi favor la fortuna sus aceros desa suerte; ni el mal debe ser de muerte, pues que no llora ninguna.

PACHECO La caída, que del coche dio la viuda, causará esta prevención; que está Gruesa.

DON LUIS ¡Qué dichosa noche aquella, si en el pantano las cuatro ruedas pasaran por ella, y la sepultaran!

PACHECO No hay celoso buen cristiano.

Escena X


UN BARBERO, DON LUIS, PACHECO.


BARBERO No me ha de estar en la tienda un hora.

DON LUIS Espera: ¿qué es esto?

BARBERO ¿Son de casa?

DON LUIS Sí.

BARBERO Abran presto. ¡Que ansí la opinión me venda un bellaco!

DON LUIS Pues, ¿qué pasa?

BARBERO Yo, señores, soy barbero, y en mi tienda un caballero entró, no estando yo en casa; y con malicias discretas y doblones, engañó mi oficial, y le sacó un estuche de lanceras en prendas de dos diamantes, y, transformado en barbero, entró tras un escudero aquí. ¡Ved si semejantes burlas para sufrir son, con que mancando a una dama, pierda el crédito mi fama, y mi tienda su opinión!

DON LUIS ¿Qué decís?

BARBERO Si son parientes, castiguen al atrevido; que yo con esto he cumplido con Dios, mi oficio y las gentes.

(Vase.) DON LUIS Haz pedazos esas puertas. ¡Bien adivinaba yo los engaños del que entró! Mis sospechas fueron ciertas. Doña Jusepa ha heredado su deshonra con mis celos. ¡Romperelas, por los cielos, si no abren!


Escena XI


DON FERNANDO, DON LUIS, PACHECO.


DON FERNANDO (Aparte.) Yo me he excusado bravamente, por no hacer, ignorante, algún error.

DON LUIS ¿Quién eres, enredador?

DON FERNANDO No suelo yo responder, sino ansí, a quien no respeta el valor de aqueste acero.

DON LUIS ¿Quién eres?

(Echa mano.) DON FERNANDO Soy el barbero, y esta espada la lanceta.

(Riñe con DON LUIS, toma una esquina y se retira.)

PACHECO ¡Lindamente supo hacerse Lugar!

DON LUIS Síguele.

PACHECO Algún loco, que su vida tenga en poco, osará a tanto atreverse.


Escena XII


POLONIA, DON LUIS, PACHECO; luego, DOÑA BERNARDA y SANTILLANA.


POLONIA ¿Quién nos viene a alborotar la casa? Señor Don Luis...

DON LUIS Enfermedades fingís de noche, para sangrar el honor, que ya se ve al cabo, y se está muriendo; pero entró en Madrid cayendo: mal podrá tenerse en pie.

POLONIA ¿Vuesa merced está en sí? ¿Qué tal en sus labios quepa? Señora Doña Jusepa, lléguese vuested aquí, y dígale a mi señora, que el señor Don Luis procura deshonrarnos.

DON LUIS Es la hechura imitación de la hechora.

(Salen DOÑA BERNARDA, en faldellín carmesí y en cabello y SANTILLANA.)

DOÑA BERNARDA ¿Con quién das voces? ¿Por qué no cierras aquesa puerta?

DON LUIS Tenedla al engaño abierta; que como después esté a la vecindad cerrada, poca opinión hay perdida. Enferma de la caída y ya, buena, levantada, debe de ser interior el mal que osó acometeros; que también tendrá barberos la medicina de amor. Alentareisos ansí, granada que por de fuera cubre cáscara grosera, y tiene el alma rubí. ¿Quién es el nuevo galán avisado y prevenido, tan presto sostituido en nombre del capitán? ¿Hubo concierto en la venta? ¿Quién lo duda? Porque allí todo se vende, y aquí enviará a hacer la cuenta (que donde hay recibo, hay gasto), siendo el interés ventero, para que cene el barbero con el capitán a pasto. ¡Buen aforro de anascote ! Mas sois viuda cortesana. ¿Qué joyas dio a vuestra hermana? ¿Qué tanto añadís al dote? ¿Cuánto os dio de prometido, porque al capitán dejéis, y, aunque su casa habitéis, pague interés el olvido? Algo me diérades vos por que no se lo escribiera, o a la corte no viniera a ser fiscal de las dos; mas perdonaréis: que quiero avisarle lo que pasa, y que de noche en su casa hay, si no duende, barbero.

(Vanse DON LUIS y PACHECO.)


Escena XIII


POLONIA, DOÑA BERNARDA y SANTILLANA.


DOÑA BERNARDA ¿Qué desatinos son éstos? ¿Qué enredos, o qué traición Menoscaban mi opinión por modos tan descompuestos? ¡Fingido el barbero fue que salistes a llamar!

SANTILLANA Ande usancé; que es hablar. ¿Que está borracho no ve, Don Lüis de enamorado? A cuatro casas de aquí por el barbero salí, y de ventosas cargado hallé en su tienda al maeso, que iba a echar a un tabardillo, y de sangrar un tobillo a Doña Inés Valdivieso acababa de volver. ¡Por Dios, que estamos despacio! Es sangrador de palacio: ¿Eso había de hacer? Ha estudiado cirugía; no hay hombre más afamado; agora imprime un tratado todo de flosomonía. Suele andar en un machuelo, que en vez de caminar vuela; sin parar saca una muela; más almas tiene en el cielo que un Herodes y un Nerón; conócenle en cada casa: por donde quiera que pasa le llaman la Extrema-Unción.

DOÑA BERNARDA Tiene las manos muy blandas para trabajar con ellas; que las feriaran doncellas entre cambrayes y holandas. Santillana, algún ardid vuestra lealtad sobornó.

POLONIA (Aparte.) ¡Qué despacio le miró!

SANTILLANA Señora, no hay en Madrid barbero más conocido: yo le llamé por la fama: vuélvase vuesté a la cama, que apenas habrá salido mañana el sol, cuando aquí segunda vez me acompañe.

DOÑA BERNARDA ¡Plega a Dios que yo me engañe! Santillana, haceldo ansí; que el turbarse, y no saber desenvolverse al sangrar, me ha dado que sospechar. Pero yo sabré poner tal vigilancia en mi casa, que si ésta ha sido invención no halle otra vez ocasión en nada.

SANTILLANA Vivir con tasa.

DOÑA BERNARDA ¡Con pie bueno empiezo a entrar en este cerco cruel! Advertid que si no es él, un punto no habéis de estar en mi servicio.

SANTILLANA Por Dios que es vuesancé cabezuda.

DOÑA BERNARDA Yo voy con razón en duda de que os entendéis los dos.

SANTILLANA Por el siglo...

DOÑA BERNARDA No sigléis.

SANTILLANA ... de Catalina Becerra...

DOÑA BERNARDA Andad. Esas puertas cierra.

SANTILLANA Un rayo...

DOÑA BERNARDA No fulminéis.

SANTILLANA Soy montañés, y no quiero...

DOÑA BERNARDA En vano me persuadís. Recogeos.

SANTILLANA Voime.

DOÑA BERNARDA ¿Oís? Mañana con el barbero.

(Vanse.)


Escena XIV

[Sala en la posada.]


DON DUARTE, MARI-RAMÍREZ, SANTARÉN.


MARÍA Mucho nuestro huésped tarda.

DON DUARTE No quiso mi compañía.

SANTARÉN ¡Válgame Dios! ¿Dónde iría?

MARÍA Quien con la cena le aguarda, a media noche, estará de buen humor.

DON DUARTE Por el gusto de tal huésped, todo es justo. Tarde es: presto volverá.


Escena XV


DON FERNANDO, dichos.


DON FERNANDO Oíd sucesos de amor; que en vano, aunque tan viejo, en fe de sus novedades, niño le pintan los tiempos. De Aragón volví a Madrid, necesitado de pleitos; fáciles al comenzarlos, y al concluirlos eternos. Caminando con el alba, con su semblante risueño me acompañó hasta la vista de la venta de Viveros, en cuya bajada alcanzo coches y carros, y entre ellos uno que, volcado, imita faetontes atrevimientos. La pasada tempestad y el descuido de un cochero, lazos armó de un mal paso, que dio con todo en el suelo. Al alboroto y la grita que daba el temor de adentro, llegué y vi abortar personas del portátil aposento. Una niña, de los ojos de amor, basilisco en ellos, y una esclava, sombra suya, pidiendo favor salieron; ésta para su señora, y aquélla perlas vertiendo, para su hermana oprimida más del susto que del peso. Cortés, de la silla salto, y, juntando carreteros y estudiantes, socorrido, el coche a su ser volvemos. Saqué en brazos desmayado un sol, si hay soles de hielo; un alba, si hay albas viudas, y un serafín, si cayendo, puede este título darse. En fin, en hombros la llevo a la venta, y en la cama de la huéspeda la acuesto. Las diligencias del agua abriles restituyeron en rosas a las mejillas, del amor ramilleteros. Agradecido un lacayo, dejando a solas sus dueños, combatido de promesas y importunado de ruegos, en aquel enano bosque, que de gustos pasajeros tanto sabe y calla tanto, me refirió por extenso la patria de las dos damas, que es Guadalajara, un tiempo corte de duques Mendozas, ya de lo que fue recuerdos. La causa de su camino es hacer avaro empleo del caudal de la hermosura de su hermana, con un viejo remozado en el Jordán de un pedazo de aquel cerro genovés, puesto que indiano, que la heredó en cien mil pesos. En las tres partes la dota, y a la viuda en poco menos, porque esperanzas anime de segundos himeneos. Comprolas costosa casa, que es la frontera que vemos, con los adherentes todos que requieren tales dueños. Sólo en balcones y puertas quiso mostrarse avariento con los ojos, limitando la luz por rallos espesos. Puso puerta a la subida, y un torno al patio, que, estrecho, niega ocasiones al ocio y se la da a sus deseos. Prevenido desta suerte este humano monasterio, donde en años primerizos vive el amor recoleto, partió a la ciudad del Betis, en cuyo dorado puerto espera, en la primer flota, esquilmos del Mundo Nuevo. Esto que digo, el lacayo me contó; y encareciendo prometidas vigilancias, tornos, retiros y encierros, me afirmó no saber dónde era la calle y el puesto de la nueva habitación; pero que, por mi respeto, diciéndole yo la mía, me daría aviso cierto. Obligaron seis doblones palabras y juramentos: y, cierto de mi posada, se volvió a su ministerio; mas no yo a mi libertad, que desde ayer la echo menos. Cumplió su efímero curso el sol, y ya casi muerto, en túmulos de escarlata lutos cortaba el silencio, cuando la enferma, ya sana, después que gastó en remedios lo que el día en aplicarlos, en crepúsculo los cielos y ella en los de su mongil, volvió a caminar, siguiendo, girasol de su hermosura, mis pasos su movimiento, adelantándome ya, ya tal vez retrocediendo, todo espuelas el amor, todo riendas el respeto. Con esta resolución, piqué, en las promesas cierto del lacayo, y llegué aquí, prometiéndome, con veros, pronósticos venturosos a mi historia; cuando vemos pasar el coche ¡qué dicha! al más sazonado tiempo que pudo escoger mi amor, donde vuestros ojos mesmos atestiguaron en parte el buen logro de mi empleo. Escuché, si lo advertistes, decir a mi hechizo bello, que esta noche era forzoso sangrarse; y yo todo fuego, todo amor, todo locura, logré mis atrevimientos, sin deciros dónde iba. Obligaron los cohechos del oro, que, con dos caras, tantas traiciones ha hecho, a un oficial conocido deste vecino barbero, en cuyas manos mil veces los dos la vida hemos puesto. Sustituyó interesable su oficio en mí, y yo, dispuesto a disparates de amor, usurpé sus instrumentos. Vino (¡mirad qué ventura!) en busca de su maestro, para el sacrificio hermoso, el lacayo muy contento. A un hombre, ¡válgame Dios, qué de estorbos y rodeos atajan y facilitan! Todo lo hallé tan dispuesto, que juzgué de causas locas necesarios los efetos. Favoreció mi locura, llevome a su casa luego; topo al encuentro dos hombres. Y sin reparar en ellos entonces, arriba subo; y alúmbranme al aposento, donde pudiera el troyano olvidar gustos siqueos. Estaba sobre almohadas bordadas de blanco y negro, y un acerillo de flores, incorporada en el lecho; jubilados de las tocas los licenciosos cabellos, ni muy oro ni azabache: medio sí destos extremos; con una almilla de aguja, de seda y oro, y de celos en la color turquesada: celos vi, con celos vuelvo. Sutil cambray pretendía competir blancura, necio, ocultar belleza, avaro, guarnecer cristal, discreto. Él delgado, mi amor lince, fácil fue penetrar velos: quedé imagen de mí mismo, tan absorto, tan suspenso que me juzgaran estatua, si viviera Policleto. La esclava, por despertarme, dijo: «O el señor maeso sabe poco de sangrías, o desde que entró acá dentro tiene calambre en los ojos». Tirome del brazo, y vuelvo en mí un poco; todo no. Vi a su hermana descogiendo la venda y el cabezal, tan hermosa, que os prometo, que a tener libres los míos, no sé lo que hiciera en ellos. Prevenidas con la luz porcelanas, y cubriendo la colcha blancas toallas, vi sacar un brazo... ¡Ay, cielos! Si fuera yo de los cultos, llamárale ramo terso cristal animado, exceso y non plus ultra de amor. ¡Qué mano, amigo! ¡Qué dedos! ¡Qué venas! Juzgadlas vos mientras que yo las contemplo. Animé la lengua entonces, y dije: -«Saber espero qué vena mandó el dotor sangrar». Y dijo riendo: «De la del arca, tres onzas». -«Pues, señora, a un lado el miedo, (dije), y en nombre de Dios.» Toco el brazo, y lisonjeo venas con blandas caricias, convidando a engaños tiernos: diéronme un listón turquí, celos todo, ¡triste agüero! que, temblando, al brazo añudo, que, compasivo, le aprieto. Doblo el cabezal, que toma la mano, favoreciendo mi pretina, y yo, dudoso de añadir yerros a yerros, la lanceta entre los labios, y ella a las espaldas vuelto el rostro, mientras estudian excusas mis pensamientos, pregunto: «¿Sobre qué achaque os sangráis, que el pulso quieto niega expulsión a claveles, y yo ejecutalla temo?» -«No he consultado dotores (responde); pero, cayendo de un coche, experiencias mandan usar de tales remedios.» -«Pues, señora, le replico, pena en Madrid nos han puesto al sangrar sin permisión de los hijos de Galeno.» -«No hay aquí quien os acuse», replica; y yo, resistiendo, que no he de hacerlo porfío, y el listón del brazo suelto. En respuestas y demandas, estábamos arguyendo, cuando a la puerta dan golpes, y yo, al alboroto dellos, la espada animoso saco; que, dado que los barberos no la usen en su ejercicio, soy sangrador caballero. Abren la escalera y bajo, y los dos que vi primero, quién soy, airados preguntan; respondiles: «El barbero, y la lanceta esta espada». Y pasando por enmedio, con dos puntas los aparto, ganando a la calle el puesto. Por desmentir diligencias, otras dos o tres rodeo, y encontrando al oficial de mis engaños tercero, en una, dijo que estaba despedido; y yo, añadiendo intereses, solicito segunda vez el secreto. Nudo prometió a los labios; y ahora, que todo quieto está, de mis disparates a daros noticia vuelvo. Enamorado y perdido de recién nacidos celos estoy; amigo, alivialdos, y no apercibáis consejos; porque, si la viuda hermosa de mi esperanza no es premio, en malogros juveniles lloraréis años funestos.

DON DUARTE ¿Qué llamáis llorar malogros? Triunfaréis, viven los cielos, de competencias narcisas, si la hacienda y vida pierdo.

MARÍA La dicha viuda, ¿no vive enfrente? Pues pierda el miedo, que no seré yo quien soy, si no se le ablanda el pecho.

SANTARÉN Yo también pondré mi parte; que, en materia de embelecos, soy hijo de quien nacer hizo en una artesa berros.

DON FERNANDO Si todos me dais favor, ya no dudo mi recelo. DON DUARTE ¿Qué llamáis dudar? Venid, Mari-Ramírez; cenemos.

Fin del acto primero

[Sala en casa de DOÑA BERNARDA.]

B / ACTO SEGUNDO

Escena I


DOÑA BERNARDA y DOÑA JUSEPA (quitándose los mantos y en chapines bajos); POLONIA.


DOÑA BERNARDA Tú has de darme pesadumbre como quiera que pudieres.

DOÑA JUSEPA Pues si tropiezo, ¿qué quieres?

DOÑA BERNARDA Ya lo tienes de costumbre. Esclava, quita estos mantos.

(Vase POLONIA llevándoselos.)

En llegándote a mirar un hombre, vendrás a hallar hasta en el estrado cantos.

DOÑA JUSEPA Eso sí; fulmina enojos y di malicias después.

DOÑA BERNARDA Llevas sin tiento los pies por tropezar con los ojos. ¡De tres corchos de chapín caes! ¿Qué hicieras de doce?

DOÑA JUSEPA Quien las calles no conoce y es andadora rüin, estando mal empedradas, cuando madrugamos tanto, ¿qué mucho?

DOÑA BERNARDA ¿Y tropezó el manto también? No me persüadas a tan rústica simpleza. ¡Bueno es, cuando lo apeteces, que con los pies estropieces, y descubras la cabeza! ¡Qué confiada que estás de tu cara! Ya te vio el que la mano te dio; y también se la darás de esposa, si llega a verte; que poco importa perder, de un perulero mujer, cien mil pesos, y, en su muerte, que en setenta años envuelta ya sus vísperas publica, quedar moza, hermosa y rica, y de su vejez absuelta. ¿De qué sirve madrugar el domingo a misa tanto, si los cohechos del manto licencia tienen de dar a ojos locos y traviesos, y a manos por comedidas, licenciosas y atrevidas? ¿Tan malos son cien mil pesos, que los arriesgas no más que al descuido de un chapín?

DOÑA JUSEPA Tú has de reñir siempre, en fin. ¿Disculpas no admitirás? Si un corcho descapellado, a la luz del alba escasa, en calle por donde pasa tanta gente y coche al Prado, tiene tan mal aparejo, con piedras mal avenidas, a fuer de dientes de viejo, ¿de qué formas ese espanto?

DOÑA BERNARDA Ya te he dicho que pudieras, cuando ignorante cayeras, tener con la mano el manto, sin hacer demostración de la cara presumida, que a todo galán convida.

DOÑA JUSEPA Buena era la prevención, a estar primero avisada de donde había de caer. También tú pudieras ser adivina, en la jornada, de la caída que diste, porque no te desmayaras y en brazos te trasladaras del caballero, en quien fuiste causa (si llegó primero en mi favor socorrido) de que en tu casa, atrevido, se transformase en barbero. ¿Ves cómo en las contingencias nadie precavido está?

DOÑA BERNARDA Pasaste por Alcalá; no es mucho hacer consecuencias.

DOÑA JUSEPA Mi defensa en ellas trazo. ¿Qué quieres? Desgracia fue: yo la cara le enseñé, y tú la cara y el brazo, que, desnudo y rezagado, a contactos lisonjeros hizo favores barberos; y si yo el guante calzado, la mano le llegué a dar, ¿es mucho a tu parecer, que viéndote a ti caer, aprendiese yo a tropezar? Él se apartó cortesano cuando le reprehendiste; yo tropecé, tú caíste; diste el brazo y yo la mano. Cuando alguna ocasión haya (que no habrá si nos guardamos), iguales las dos estamos; uno por otro se vaya. (Vase.)


Escena II


DOÑA BERNARDA ¡Qué presto a mi hermana influye Madrid su sacudimiento! Es contagioso: hasta el viento aquí todo lo destruye; mas, ¿con qué razón arguye la pasión que le hace guerra a mi hermana, si se encierra, la que en ella culpo, en mí? Porque lo que reprendí me probó también la tierra. Aquel barbero fingido (que por lo bien que me está fingido le juzgo ya) muerte de mi fama ha sido: diome vida, comedido, en la caída cruel del coche, si es cierto que él de aquel trance me libró porque desmayada yo mal pude advertir en él.


Escena III


SANTILLANA, DOÑA BERNARDA.


SANTILLANA Si con ventosas y estuche estaba, ¿fue mucho exceso?

DOÑA BERNARDA ¿A qué propósito es eso?

SANTILLANA ¿A qué propósito? Escuche, y verá cuán bien lo saco. No era barbero el que vino anoche en vez del vecino.

DOÑA BERNARDA ¿No? ¿Pues quién?

SANTILLANA Un gran bellaco, un chancero cortesano que a Santillana engañó y por fino se vendió, y era fino segoviano. Pasó plaza de barbero y a sangrar a usancé entró; el maeso me lo contó, y dice que es caballero a quien afeitar solía, que por ver a vuesancé, sangrador de casa fue.

DOÑA BERNARDA ¡Hay mayor bellaquería! No hay quién fiar en la corte; antes entiendo, por Dios, Santillana, que a los dos os habrá pagado el porte quien os hizo su estafeta para esta burla villana.

SANTILLANA En toda la Santillana no ha habido sangre alcahueta; usancé me trate bien.

DOÑA BERNARDA ¡Miren si lo dije yo!

SANTILLANA El oficial me engañó: despedido está también.

DOÑA BERNARDA ¿Y no sabéis dónde vive?

SANTILLANA No le pregunté al maeso. Mas si tiene gusto deso voilo a saber.


DOÑA BERNARDA Quien recibe caducos, todos malicia, por esto suele pasar. Hele de hacer castigar, si es que en Madrid hay justicia. Yo le diré lo que pasa al presidente.

SANTILLANA Eso sí, y no echármelas a mí.

DOÑA BERNARDA Andad, sabedme su casa; que no habéis de entrar en ésta si ignoráis adónde mora.

SANTILLANA Trairele en un cuarto de hora a vuesancé la respuesta, y verá que es desatino el que aquí me levantó. ¿Yo estafeta? ¡Arcaduz yo! Lo que es una vez de vino y dos o tres zancadillas, eso vaya: la vejez hace báculo tal vez del jarro y da de costillas. Mas ¿Santillana tercero? ¡Jesús, Jesús sea conmigo!

DOÑA BERNARDA Andad; sabed lo que os digo, y no me seáis gestero.

SANTILLANA Digo que me lo dirá el maeso que le desbarba. Si la venganza la escarba, Espere.

DOÑA BERNARDA Volved acá.

SANTILLANA ¿Qué mandáis?

DOÑA BERNARDA ¿Y qué? El hombre, ¿es caballero?

SANTILLANA Ansí lo afirma la tienda.

DOÑA BERNARDA Y él lo confirma de la cabeza a los pies, que tiene extremado talle.

SANTILLANA ¿Eso tenemos ahora?

DOÑA BERNARDA Andad, sabed donde mora; que yo hasta hacer castigalle, no puedo vivir contenta.

SANTILLANA Eso pido y eso quiero.

DOÑA BERNARDA ¿Oís? Y ese caballero, ¿qué tanto tendrá de renta ?

SANTILLANA No tuve cuenta con eso.

DOÑA BERNARDA Pues sabedlo todo, andad.

SANTILLANA (Aparte.) Sangrola en la voluntad el barberito sin seso.

(Vase.)


Escena IV


DOÑA BERNARDA.


DOÑA BERNARDA Si es caballero, livianos pensamientos, bien podéis disculparos cuando deis puerta a amores cortesanos, mas tal cara y tales manos dignos son de más valor; y no es mucho, si el amor muda oficio, y sus saetas sabe trocar en lancetas, que se hiciese sangrador.


Escena V


POLONIA, DOÑA BERNARDA.


POLONIA La toquera que mandó vuesa merced que avisase cuando por aquí pasase, ahora al torno llegó. Llamela de la ventana: si ha de subir, abrirela.

DOÑA BERNARDA Poco el cuidado recela de una montañesa llana. Cuando suba, ¿qué hay que importe? llámala que aquí la espero.

POLONIA Voila a abrir. (Vase.)


Escena VI


DOÑA BERNARDA Comprarla quiero tocas, que al uso de corte me desocupen la cara, y aligeren la cabeza; que me causaban tristeza telas que, en Guadalajara, prolijas el uso enseña; que, enfadosas de sufrir, nunca saben distinguir una viuda de una dueña. Este traje admite el mundo; será el cambray, que no pesa, manteles para la mesa del matrimonio segundo.

(Vase.)


Escena VII


DOÑA JUSEPA Que sin ser mi hermana madre, me cele hasta el tropezar, pretendiéndome casar con quien no puede ser padre, es desatino terrible. Cuanto más lo considero, más me aflijo y desespero. ¡Yo en el abril apacible de quince años con setenta! ¿Qué importa toda su plata, si cuando dármela trata, con el estaño la afrenta de la vejez que le obliga? Ni, ¿de qué valor serán todas sus barras, si están mezcladas con tanta liga? Si el desposorio celebro, y estando juntos los dos, me dice amores con tos, me arroja un diente requiebro y con él me descalabra, ¿qué he de hacer con un marido, en la ejecución fallido, y fecundo de palabra? No, Jusepa, no es adorno del mayo el caduco enero. Con un marido escudero a la atahona1 de un torno, los celos siempre a la mano, sujeta a algún testimonio, ¿yo monja del matrimonio? ¿Yo el perro del hortelano? ¡Malos años!




Escena VIII


POLONIA, DOÑA JUSEPA.


POLONIA Pues, señora, ¿qué soliloquios son ésos?

DOÑA JUSEPA Lloro avarientos excesos de mi hermana.

POLONIA Ella está ahora comprando a una vizcaína viudeces, si no mortajas, que la enfadan tocas bajas y a lo nuevo determina ser ya viuda garrafal, si lo ha sido recoleta: en gorgorán la bayeta, porque el peso le hace mal; media seda el anascote, que otros tiempos fue contray; y espumillas con cambray, por el ruan. Con el dote que del capitán aguarda, segundas bodas envida, y del que pudre se olvida.

DOÑA JUSEPA No querrá Doña Bernarda que siga yo su consejo, y dé a mis años mal gozo, casándose con un mozo, por recetarme a mí un viejo. Aun si fuera el que llegó a tenerme esta mañana...

POLONIA Buena presencia.

DOÑA JUSEPA A mi hermana rebuena le pareció; que de todo el sermón que hizo, han sacado mis desvelos que fueron el tema celos, y que dél se satisfizo.

POLONIA Es viuda de aquestos días: bien sospechas y bien dices; que aquestas sobrepellices son tapa-bellaquerías. Y afirma un barbimoreno que una viuda ensabanada es cual trucha salmonada, que está empanada en centeno.

DOÑA JUSEPA Polonia, no dudes dello. ¿No son las viudas mujeres?


Escena IX


SANTARÉN, DOÑA JUSEPA, POLONIA.


SANTARÉN (Dentro.) ¿Compran peines, afileres, trenzaderas de cabello, papeles de carmesí, orejeras, gargantillas, pebetes finos, pastillas, estoraque y menjüí, polvos para encarnar dientes, caraña, capey, anime, goma, aceite de canime, abanillos mondadientes, sangre de drago en palillos, dijes de alquimia y acero, quinta esencia de romero, jabón de manos, sebillos, franjas de oro milanés, listones, adobo en masa?

(Sale en traje de buhonero con una caja.)

Cristo sea en esta casa. ¿Quién llamaba aquí al francés?

DOÑA JUSEPA Aquí nadie: andad con Dios. ¿Quién os ha enviado acá?

SANTARÉN La escalera.

DOÑA JUSEPA ¿Abierta está?

POLONIA Descuideme.

SANTARÉN Si las dos quieren paños, que de red el uso presente abona, randas o alguna valona, escoja vuesa merced como en peras.

(Deja la caja.)

DOÑA JUSEPA Hablad paso. Polonia, échale de aquí, no salga mi hermana.

SANTARÉN En mí no hay temor de qué hacer caso.

DOÑA JUSEPA ¡Qué mal la conocéis vos!


SANTARÉN Pues compren y dense priesa...

POLONIA Al subir la montañesa, dejé abierto.

DOÑA JUSEPA Andad con Dios.

POLONIA Un rosario he menester. Tocas despacio concierta: la ocasión abrió la puerta; no saldrá, a mi parecer, tan presto, que es regatona.

DOÑA JUSEPA Yo no he de darle ocasión: ya sabes su condición.

SANTARÉN Pues, si gruñe la viudona, quédese la caja aquí, señora, para que escojas. Rosarios del padre Rojas y camándula metí. Hombre soy de confianza; mientras en el torno espero, compren y bajen dinero, y si no, amor es fianza. Como él salga por las dos, no les dé la costa pena: la caja les dejo llena, al torno.

DOÑA JUSEPA Hombre, andad con Dios; llevaos allá vuestra hacienda.

SANTARÉN Hay bordados zapatillos, Guantes de ámbar y bolsillos: escojan como en la tienda.

DOÑA JUSEPA ¡Ay, que sale!

SANTARÉN Yo me torno.

DOÑA JUSEPA Llevaldo allá.

SANTARÉN No hay que hablar: al torno, al torno a pagar.

DOÑA JUSEPA ¡Hay tal hombre!

SANTARÉN ¡Al torno, al torno! (Vase.)

Escena X

DOÑA JUSEPA, POLONIA.


DOÑA JUSEPA ¿Qué es esto, Polonia?

POLONIA Maula.

DOÑA JUSEPA ¿Abriré?

POLONIA ¿Qué hemos de hacer?

DOÑA JUSEPA ¿Si viene mi hermana?

POLONIA Esconder. ¿Somos pájaros en jaula? Pues provén el bebedero; recibir para cantar.

DOÑA JUSEPA Tiemblo...



POLONIA (Aparte.) ¿A quién no hará temblar, si es Santarén el mercero?

DOÑA JUSEPA (Abre la caja.) ¡Ay Polonia, qué de joyas! Oro es cuanto aquí se ve.

POLONIA ¡No es el arca de Noé, mas caballo que a cien Troyas le puede hacer la mamona!

DOÑA JUSEPA Un billete viene encima.

POLONIA El sobrescrito te anima.

DOÑA JUSEPA (Lee.) A la niña tropezona.

POLONIA (Aparte.) El lobo cayó en la trampa. Del galán debe de ser que te llegó hoy a tener.

DOÑA JUSEPA Sin duda.

POLONIA Miren si escampa ¿Envite al primer encuentro? No hay sino querer el vale.

DOÑA JUSEPA ¿Leo? POLONIA Pues.

DOÑA JUSEPA La viuda sale.

POLONIA Buen remedio; entrarnos dentro.

(Vanse llevando el arca.)


Escena XI


DOÑA BERNARDA, MARI-RAMÍREZ. De toquera montañesa, con vara y fardo.


MARÍA No hay pelo de la cabeza que se le pueda igualar. ¡Oh, qué bien que le han de estar las espumillas! Belleza como la que Dios le ha dado era indecencia traer descansos que puedan ser gruesos para un encerado.

DOÑA BERNARDA Téjelos Guadalajara: más llaneza se usa allá.

MARÍA Gozo el mirarla me da. ¡Bendiga el cielo tal cara! Marido que pudo unirse a tal mujer, y que estuvo casado con ella, ¿tuvo ánimo para morirse? ¡Qué necio debió de ser!

DOÑA BERNARDA Harto el pobre me quería, y aunque resistencia hacía, muriose a más no poder. ¿Qué tanto os quedo debiendo?

MARÍA Doce reales y un cuartillo.

DOÑA BERNARDA A tener más el bolsillo, os diera más: en volviendo segunda vez por acá, quedará todo pagado.


MARÍA Pues, ¿eso le da cuidado?

DOÑA BERNARDA Siempre el deber me le da. Traedme algunas beatillas más gruesas para esa esclava.

MARÍA ¿Para aquélla que aquí estaba?

DOÑA BERNARDA La misma.

MARÍA Un poco amarillas las tengo; mas con jabón, al primer ojo blanquean.

DOÑA BERNARDA De cualquier suerte que sean le sobran.

MARÍA En conclusión, ¿mañana acá volveré?

DOÑA BERNARDA Sí. ¿Cómo os llamáis?

MARÍA María de Orduña, señora mía.

DOÑA BERNARDA ¿Hidalga sois?

MARÍA Heredé limpieza de la Montaña, y pobreza juntamente; que compra de nuestra gente calidad, lo más de España. Murió Andrés de Mondragón (Llora) mi marido; en paraíso esté: mas pues Dios lo quiso, vaya; cosas suyas son. Dejome tres angelitos cual los dedos de la mano; ansí el sustento les gano; trabajos paso infinitos. Como se correspondía con vizcaínos lenceros, y enviándoles dineros cobraba en mercadería, dejó muchas trabacuentas prolijas de averiguar; soy mujer, no sé contar, paso por trampas y afrentas por no verme en el poder de Poncio Pilato; digo, de un escribano enemigo. ¿Vuesasté sabe leer?


DOÑA BERNARDA Pues, ¿no?

MARÍA ¿Quiéreme mirar acá cierta cuentecilla, que traigo aquí? Una deudilla es, y me han de ejecutar, si no la pago mañana, en ella.

DOÑA BERNARDA Yo la haré ver a un amigo mercader; si ya no es que Santillana, mi escudero, la liquida.

MARÍA ¡Bendiga Dios tal agrado! (Dale un papel.) Tome; y por el mal logrado goce un conde, cuya vida prospere el cielo en los dos.


DOÑA BERNARDA Mari-Orduña, Dios la guarde.

MARÍA Mañana vuelvo en la tarde.


DOÑA BERNARDA Cierra, esclava.

MARÍA Ángel, adiós.

(Vase.)


Escena XII


DOÑA BERNARDA.


DOÑA BERNARDA ¡Qué poco lugar halló la malicia en esta gente! Poco la corte insolente sus costumbres le pegó. Algo de cuentas sé yo, aunque no las ejercito; si al viejo se las remito, no acabará con su suma. ¡Qué aliñada trae la pluma! Nada en guarismo hay escrito. (Lee.) El que a vista de la venta, señora, para su daño... ¿Cómo es esto? ¿Hay tal engaño? ¿Ya se hace en verso la cuenta? El amor todo lo intenta. ¡Oh, toquera cortesana, que en presencia simple y llana, el embeleco eres mismo! ¿Acometes en guarismo, y es la cuenta castellana? Si el mismo a quien soy deudora de la vida que he rendido, es el barbero fingido que amante me escribe ahora, montañesa enredadora, más te debo que pensé; lo que a varas te compré, a piezas te he de pagar. Amor, volved a sumar cuentas de crédito y fe.

(Lee.) El que a vista de la venta, señora, para su daño, en brazos sacó su engaño, y agora obligarle intenta, cayendo vos en la cuenta de que le debéis la vida, os pide que, agradecida, deis favor a su cuidado; porque os jura que ha quedado muerto de vuestra caída. Barbero me trasformó la industria para sanar. ¿Quién vio nunca ir a sangrar el enfermo a quien le hirió? El ánimo me faltó: compasión de amor sería; que aunque su luz fue mi guía, juzgué crüel desperdicio sacar en tal sacrificio sangre que adoro por mía. No tiene amor quien no intenta, ni valor quien no se humana; mientras casáis vuestra hermana, haced de vuestra edad cuenta. Seis mil ducados de renta desean, y con razón, veros en su posesión. Mi casa tenéis enfrente. Vuestra vida el cielo aumente. Don Fernando de Aragón. Alto, viudez, esto es hecho. Perdone Dios al difunto. ¡Seis mil ducados! Hoy junto a mi amor honra y provecho. Su talle me ha satisfecho; Aragón es su apellido, ¿quién duda que es bien nacido? ¡Seis mil ducados de renta! Mejor me sale la cuenta de lo que yo había entendido. No mintió la montañesa, cuentas a sumar me dio, que mi dicha averiguó, por lo que en ello interesa. El capitán se dé priesa, o no logrará su enero: Mientras, yo averiguar quiero la verdad desta partida; que temo la recaída, si se me muda el barbero.

(Vase.) [Sala en la posada.]


Escena XIII


DON DUARTE, DON FERNANDO.


DON DUARTE Madrugué a costa del sueño, tanto a vuestra persuasión, cuanto a ver por experiencia si hipérboles del amor tal vez salen verdaderos. Las cuatro daba el reloj; de correr sudaba el alba, porque la alcanzaba el sol. Salieron las dos hermanas; que a ser tres como eran dos, las tres gracias en mentira fueran verdaderas hoy. Iban en chapines bajos (a la brida los llamó un crítico recoleto en la nueva locución), de las manos, y, tapadas, hacia la Puerta del Sol echaron, y yo tras ellas, siguiendo sus pasos voy. Llegaron al Buen Suceso -bueno me le dé el amor-, por las gradas de la fuente ellas, por la puerta yo, frontera de la Victoria; que ansí me lo aconsejó, para asegurar sospechas, la advertencia y discreción. Hincáronse de rodillas después del altar mayor, delante de aquel traslado del alba que humanó a Dios. Imitelas hasta en esto, ellas norte, el imán yo, más curioso que devoto; pero amor ya es devoción. No sé qué me daba el alba, previniendo a la razón, con presagios, cautiverios; pero afirma el cazador que la garza, entre infinitos, conoce luego al halcón que tiene de darle alcance; y ansí yo a su imitación, desde el instante que vi mi dama en el borrador del celoso manto, tuve esperezos de afición. Salió un clérigo al altar, y a fuer de predicador, nos dio a probar una misa en puntos, como sermón. Creí que se descubrieran; pero en vano me salió; que no dio el cuidado en ellas a los ojos permisión. Acabose el sacrificio: y apenas la bendición recibieron, cuando vuelven las espaldas, sombra yo de sus pasos. Quiso el cielo, cuando el planeta mayor de púrpura entapizaba su real peregrinación, que tropezase mi dama en un hoyo, a intercesión de mis ruegos: que en Madrid todo sirve a la ocasión. Llegué diligente a darla la mano que recibió, salvo el guante, aunque por él rayo o nieve me abrasó; y derribándola entonces el viento registrador el manto de la cabeza, vi... No sé comparación que no quede vizcaína; porque estrellas, luna y sol, cristal, oro, rubíes, perlas, jazmín, rosa, clavel, flor, todo está manoseado, siendo en cualquiera canción epítetos de alquiler, si niños de entiero no. Ya vos sabéis su hermosura, y remitiéndome a vos, lo que a la lengua no fío, dejo a la imaginación. Vuestra viuda, airada entonces, velos sutiles corrió a un retablo de hermosura, que, fulminando rigor, me dijo: «La cortesía, hidalgo madrugador, agradeciera, a venir no con tanta prevención. No es tan de alto la caída que necesite favor quien, para excusarse dellas, vendrá en zapatos desde hoy». Echola el manto, y, airada, su camino prosiguió, pagando instantes de penas en siglos de privación. Sin atreverme a seguirlas, me trujo a mi habitación poco a poco, no el sentido, pues sin él, amigo, estoy: el deseo de contaros mi amorosa relación debió de animar mis pies. Llegué en fin, mas no os halló mi dicha en casa, y sentilo; que en la comunicación de los amigos descansa el tormento más atroz. Buscándome Santarén -ya sabéis su extraño humor-, sacó, entre burlas y veras, mi mal, por la turbación. Contésele importunado, y estorbos facilitó que, si cumple cual promete, mi dueño es, su esclavo soy. Trasformado en un instante vino en mercero gascón, con una caja a la espalda, imitando oficio y voz. Pidiome que le entregase un presente de valor, que despachaba a Lisboa a mi hermana, en ocasión que se casa noblemente; dísele, en fin, y metió en la caja prevenida, perlas, diamantes, olor, guantes, zapatillas, medias; y a vueltas desto encerró bujerías que, curiosas, ocupaban un cajón. Hízome escribir en verso dos papeles; y, aunque estoy en la minuta de Apolo, con la priesa y turbación, para una décima breve me dio el tiempo comisión; que un soneto que la envío, el Camoens me le prestó. Fuese con esto y, hallando favorable la ocasión, y para feliz agüero abierta la puerta, entró donde, si al uso del mundo joyas poderosas son para allanar imposibles, ya me juzgo vencedor. Éste, amigo, es mi suceso; de dos hermanas los dos a un tiempo somos amantes, uno de otro imitación. Una caída fue causa de vuestra enajenación; de la mía un estropiezo: ¿Qué semejanza mayor? ¡Quiera Dios que a buen paraje llegue esta navegación, viento en popa la esperanza, sin borrasca ni temor!

DON FERNANDO No fuérades vos mi amigo con tanto extremo, si el dios de amistades y de amores no enlazara ansí esta unión. ¡Buen ánimo! Prosigamos; que, también, Don Duarte, yo tengo allá una mensajera con su traza y invención. Toquera Mari-Ramírez, un billete me llevó para la cuñada vuestra, que ya este nombre le doy. Mi diligencia y su ingenio saldrán con esta facción; que no son peñas de montes: de carne y de hueso son.

Escena XIV


SANTARÉN, dichos.


SANTARÉN ¡Al torno, al torno, señores, al torno, cuerpo de Dios, o tornareme a mi oficio, que se pierde la ocasión!

DON DUARTE Pues, amigo, ¿qué hay?

SANTARÉN Al torno: mula de retorno soy. ¡Bueno va! Torneándose anda amor, de un torno andador.

¡Alto, al torno, aventureros, que el amor mantenedor hoy os llama a ganar joya, y yo llevo la invención! Si os quedáis, allá me torno.

DON DUARTE Sigámosle.

DON FERNANDO ¿Hay tal humor?


SANTARÉN ¿Compran peines, afileres?...

(Cantando.) Tornerico sois, amor, y sois torneador.

(Vanse.)

[Sala en casa de DOÑA BERNARDA; un torno a un lado.]


Escena XV


DOÑA JUSEPA, POLONIA


DOÑA JUSEPA ¡Gallarda entrada de amante!

POLONIA De juego de cañas es.

DOÑA JUSEPA ¡Dadivoso portugués!

POLONIA Ya sabes que van delante las acémilas cargadas en toda justa o torneo: no tiene amor buen empleo si no envía adelantadas postas, que llaman perdidas... Dádivas quiero decir.

DOÑA JUSEPA Perlas hay para cubrir diez gargantas; guarnecidas tres sartas dellas me envía, que te has de admirar de verlas.

POLONIA Amor se verá con perlas, y enfermo de perlesía. Como a la viuda acechaba, no lo vi.

DOÑA JUSEPA Veraslo todo

Después...

POLONIA ¿Qué escribe?

DOÑA JUSEPA De modo que, si de franco se alaba, su pluma es la más discreta que honró délfico laurel. Escucha aqueste papel.

POLONIA Pues, ¿viene en verso?

DOÑA JUSEPA Es poeta.

POLONIA ¡Poeta, y envía presentes! El primero ha sido entre ellos, que ofrece oro sin cabellos y nos da perlas sin dientes. ¡Éste sí que amante es, con sustancia y sin defeto!

DOÑA JUSEPA Oye agora este soneto.

POLONIA ¿En su idioma?

DOÑA JUSEPA En portugués. Ya tú sabes lo que gusto desta lengua.

POLONIA Yo ya sé cuán amigo della fue tu padre, y que de su gusto y libros fuiste heredera; En cuya letura gastas tantos ratos, que a ser bastas portuguesa verdadera.

DOÑA JUSEPA Y, ¿puédele esto estar mal a mi amante?

POLONIA Ya lo ves.

DOÑA JUSEPA De soneto portugués vaya. POLONIA Va de Portugal.

DOÑA JUSEPA (Lee.) Quem vé, senhora, claro e manifesto o lindo ser de vossos olhos bellos, se naon cegara a vista só en vê-los, naon pagara o que deve a vosso gesto. Este me pareceu o preço honesto; mas eu por deventaja merece-los, deimais a vida e a alma por quere-los, donde ja me naon fica mais de resto. Así que a alma, a vida e a esperança, e tudo quanto tem, já tudo e vosso; mas o proveito disso, eu só o levo. Porque é tamaña a bemaventurança de darvos quanto tenho e quanto posso, que quanto mais vos pago, mais vos devo.

POLONIA Aunque apenas le entendí, no hay más que pedir en él: derretido está el papel; mas yo más me derretí con los hechizos del dar. No hay que consultar consejo; despidamos nuestro viejo, que en tu abril quiere nevar. Ya sabes que recibió dos cartas ayer mañana señora, y que esta semana llega el viejo, pues partió de Sevilla el mismo día. Ama con resolución, y excusa la dilación: no llores tu cobardía cuando tengas mal despacho. Éste es el torno, y arriba la viuda que te cautiva está: si vuelve el gabacho, deja melindres de dama y haz llamar a su señor.

DOÑA JUSEPA Polonia, tengo temor, si viene.


POLONIA Escucha: ¿quién llama?


Escena XVI


SANTARÉN y DON DUARTE dentro, al torno. Dichos.


SANTARÉN ¿Compran peines, alfileres?...

POLONIA Todo nos sucede bien. ¡Ah, socarrón Santarén!

SANTARÉN ¿Es Polonia?

POLONIA Sí.

SANTARÉN ¿Y me quieres?

POLONIA Tanto cuanto.

SANTARÉN ¿Y nuestra niña?

POLONIA Sebosiña un poco está.


SANTARÉN ¿De veras? -Llégate acá, Señor, que todo se aliña. ¿Aquí no había un agujero?

POLONIA Tapole la viuda ayer.

SANTARÉN Pues, ¿no nos hemos de ver?

POLONIA Concertar es lo primero. Señora, acércate aquí.

DOÑA JUSEPA Polonia, tengo vergüenza.

POLONIA Lo más hace quien comienza: llega; abrevia con el sí, mientras yo a la viuda espío.

DOÑA JUSEPA En fin, ¿le tengo de hablar?

POLONIA No, sino el alba. Bobear. (Llegándose al torno.) Llegaos acá, señor mío, que aquí vuestra dama os dejo, que en amor va tropezando. Señores, ir abreviando, que viene mañana el viejo.

DON DUARTE A no tener el estorbo destas tablas por padrino de mi amante atrevimiento, niña de amor, de amor niño, coloreara al hablaros; puesto que en todo ejercicio ansí de artes como ciencias, se suponen los principios. Cegué a la Puerta del Sol, a los rayos improvisos de otro sol que en el ocaso de un velo adoré escondido. Yo caí, vos tropezastes, y en imitar los peligros, si la mano llegué a daros, la mano vengo a pediros y a ejecutaros con ella.

DOÑA JUSEPA Si hacéis con todas lo mismo, que descapellan chapines, ya estaréis de manos rico. Amante que se enamora al descubrir repentino de una cara entre dos luces sin más tiempo y requisitos, ¿qué fianzas nos dará de que por el mismo estilo que estopa frágil se enciende, no le apague leve olvido?

DON DUARTE Eso tiene la excelencia de un objeto: el basilisco mata en mirando; al instante ciega el sol, anega el río. A ser vos como las otras pudiera ser.

POLONIA Señor mío, lo que importa es ir al caso, y eso dejarlo a los libros.

SANTARÉN ¡Bien haya quien te parió!

POLONIA Mi señora está al estribo de un matrimonio setenta, que viene ya de camino. Si es vuesa merced soltero, y pretende estar cautivo en un Argel de quince años, déjenos orden y aviso para informarnos mañana de sus virtudes o vicios, calidad, patria y hacienda; y si no, adiós.

SANTARÉN Eso pido. ¡Oh, Polonia compendiosa! Unta, señor, este quicio; que es sobre quien ha de andar todo nuestro laberinto. Ésta es Polonia, la esclava.

DON DUARTE Siendo vos discreto arrimo de mi honesta pretensión, pocos medios necesito. La información que pedís, podrá dárosla un amigo que centinela a la puerta nos asegura este sitio. Él os satisfará a todo, que también gasta suspiros por prendas de vuestra casa.

SANTARÉN Es el barbero fingido.

DOÑA JUSEPA ¿Cómo es eso?

POLONIA ¡Extraño cuento!

DON DUARTE Soyle en dichas parecido: a caídas dio socorros, a sus amores arbitrios, y adora a Doña Bernarda.

DOÑA JUSEPA ¡Es el caso peregrino! Llamalde acá, que he de hablarle.

DON DUARTE En una casa vivimos, que cara a cara nos hace de la vuestra fronterizos; mayorazgo de Aragón, a su información remito el abono de mis prendas, por no alabarme a mí mismo. a llamarle voy.

(Se les oye retirarse.) POLONIA Cogido nos ha en el hurto señora.

DOÑA JUSEPA ¿Ay, Polonia? ¿Nos ha visto?

POLONIA No; pero sale y veranos, si los pasos diferimos; éntrate por esta parte.

DOÑA JUSEPA ¿Y el portugués derretido?


POLONIA Presto daremos la vuelta, o yo vendré a despedirlos: esto baste por ahora.

DOÑA JUSEPA ¡Mal haya tanto registro!


Escena XVII


DOÑA BERNARDA, y después DON FERNANDO. SANTARÉN y DON DUARTE, dentro.


DOÑA BERNARDA ¡Ay, si la sutil toquera llamase al torno!

(Llama SANTARÉN al torno.)

SANTARÉN O se han ido, o están sordas. ¡Ah, señoras!

DOÑA BERNARDA ¿Quién llama?


SANTARÉN El descuido es lindo.

DON DUARTE Aquí viene Don Fernando tan cuidadoso en serviros cuanto amante y deseoso de ser de un mongil marido.

DOÑA BERNARDA (Aparte.) ¿Cómo es esto?

DON DUARTE Dalde fe; que, puesto que es mi padrino, no engañan los caballeros, ni mienten los bien nacidos.

DON FERNANDO Don Duarte de Noroña, (que añadiendo al ser mi amigo el amor, en esta casa en un instante ha perdido libertad de muchos años, sin que amorosos hechizos de Madrid jurisdicción aleguien en sus sentidos) a la Puerta os vio del Sol (a la puerta vuestra, digo) despejando el viento estorbos a instancia de aquel propicio accidente; y volvió tal, que, a no sustentar alivios de esperanzas sus deseos, corriera riesgo el jüicio. Su calidad es notoria, sus años son venticinco, su mayorazgo es de renta cuatro mil cruzados, dignos de que su señora os llamen: afable, noble, entendido, poeta, músico diestro, sin deudas, sin enemigos, galán, dadivoso, alegre, cortés, valiente, cumplido, y portugués, sobre todo, para amaros: harto he dicho.

DOÑA BERNARDA (Aparte.) ¿Hay perdición semejante? ¡Miren de lo que han servido tornos, desvelos y puertas! Contra el amor no hay presidios: mas donde sobran toqueras, y hay tornos que abren resquicios y sobornan agujeros, sin razón me maravillo. Mi amante barbero es éste, que a interceder ha venido por no sé quién con Jusepa; y según lo precedido, hablando con ella estaba. Basta; que yo sólo sirvo de espanta-gustos en casa. Hacen bien, pues siempre riño.

DON FERNANDO ¿Qué silencio, ángel hermoso, quiere con mudos castigos darme penas, cuando tanto vuestro favor necesito?

DOÑA BERNARDA (Aparte.) (¡Favor de mi hermana! ¡Ay, cielos, si sospechas no averiguo, más mal hay del que pensaba!) La cortedad, señor mío, tan propia en las de mi edad, y más con no conocidos, han puesto freno en la lengua si bien palabras animo. Buen pintor sois de pasiones amorosas en amigos; mas pintores y poetas pecáis de ponderativos.

DON FERNANDO ¿De qué servirá afirmaros lo que os deben de haber dicho los ojos, puertas de amor?

DOÑA BERNARDA ¡Amor! Pues, ¿hele yo visto?

DON FERNANDO ¡Bueno es eso!

DOÑA BERNARDA ¡Yo! Pues, ¿dónde?

DON FERNANDO En la iglesia a lo divino, y en la plazuela a lo humano.

DOÑA BERNARDA Yo tropiezo, mas no miro.

DON FERNANDO Ahora bien, Jusepa hermosa, vamos al caso: prolijos años amenazan hielos, si no prevenís abrigos. Procurad saber quién es Don Duarte; busque testigos de abono nuestra Polonia; enterareisos; que afirmo aún menos de lo que todos alaban, en quien os digo.

DOÑA BERNARDA (Aparte.) (¿Que también entra en la danza la perrita? No me admiro que allanen dificultades embelecos berberiscos.) Eso averígüelo el tiempo, que es gran desentierra-vivos; y decidme, ¿en qué punto andan desvelos y amores viudos?


DON FERNANDO ¿En mí, señora? En creciente, y espero, con vuestro arrimo, tener un feliz suceso.


DOÑA BERNARDA Yo os hiciera ese servicio, por pagar en lo que cobro y alentar melindres tibios, a ser menos rigurosa mi hermana, viuda de vidrio tan delgado, que se quiebra a un tris y nos hunde a gritos. Pero poca falta os hacen a vos esos requisitos, si, sangrador cauteloso, terciáis tan bien por vos mismo. (Aparte.) ¿Hay bellaquería igual?

DON FERNANDO Amor, primero mendigo, ya enmendando ociosidades, sabe todos los oficios. Mas dejemos esto agora; que está medio derretido vuestro amante, y forma quejas de que le ocupe este sitio.

DOÑA BERNARDA Pues, ¿impórtaos a vos menos? ¿O no es vuestro amor tan fino que hablando de vuestra dama, cortáis a tal tiempo el hilo?

DON FERNANDO Mi dama ahora no corre tanto riesgo; ni hay marido, que, apresurando jornadas, traiga el amor de camino.

DOÑA BERNARDA Pues, ¿quién os ha asegurado a vos de aquesos peligros? ¿No tiene su alma en su cuerpo la viuda? ¿Tan desvalido anda un mongil en la corte, que falte en años floridos quien se oponga a su baluarte?

DON FERNANDO Antes es todo apetitos para los gustos su estado; mas ha tan poco que vino, y vive tan recoleta, que es una santa.

DOÑA BERNARDA Reíos de viudas recolecciones en mongiles primerizos; y porque no os descuidéis, advertid que de un sobrino pienso que ha de ser esposa, que aquí el capitán previno.

DON FERNANDO ¿Qué decís?


DOÑA BERNARDA Lo que sospecho.

DON FERNANDO ¿Es ése aquel atrevido que anoche en el patio hallé, y dueño de casa se hizo?

DOÑA BERNARDA Sería.

DON FERNANDO Jusepa hermosa,en tal caso, desatinos de amor sabrán acortar pasos del sobrino y tío.

DOÑA BERNARDA (Aparte.) Mi hermana me está mirando: impórtame dar indicios de que el trato he descubierto de su amor.

SANTARÉN ¿No habrá un resquicio por donde Santarén vea esa cara de membrillo? Señora Polonia, asome toda la tez, que embutido el cuello, como en tablado, veré correr los novillos.

DOÑA BERNARDA Buena anda en verdad mi casa (Aparte.) (Ahora que llego finjo) ¿Qué atrevimientos son éstos, villanos descomedidos?

(Tuerce el torno y cógele la cabeza a SANTARÉN.)

SANTARÉN ¡Ay! ¡Ay! ¡Que me desgaznatan! ¡Ay, el pescuezo torcido, estoy como en ratonera! ¡Despacio, cuerpo de Cristo!

DOÑA BERNARDA Abrid esas puertas. ¡Hola!

(Salen por una parte DOÑA JUSEPA y POLONIA y abren: salen entonces SANTARÉN quejándose, DON FERNANDO, DON DUARTE y SANTILLANA.)

¿En aquestos ejercicios se ocupan los de mi casa?



Escena XVIII


DOÑA JUSEPA y POLONIA-DOÑA BERNARDA, DON FERNANDO, DON DUARTE y SANTARÉN.


DOÑA JUSEPA ¿Qué es esto, hermana?

SANTARÉN Bendito sea Dios, que la puerta abrieron.

POLONIA (Aparte.) ¿Mas queme pringan?

DOÑA BERNARDA Fingidos embaidores, ¿qué queréis?

SANTARÉN Yo ando vendiendo abanillos, y podré andar desde agora la nariz al colodrillo.

DON FERNANDO Yo soy, señora, el barbero de anoche, que, compasivo de dejaros indispuesta, vuelvo a ver cómo os ha ido.

SANTILLANA ¡Buena chanza! Ésta es maldad.

DON DUARTE Yo vengo a saber si vino el capitán de San Lúcar.

DOÑA BERNARDA Y yo también he venido a advertiros que si está sin hombre esta casa, vivo en ella yo; y que en la corte hay justicia y hay castigos. Vayan, hidalgos, con Dios; que si voy a dar aviso a quien excesos remedia, saldrán mal de sus ministros. Mi hermana está ya casada, yo y todo tengo marido; y aun cuando fuera otra cosa, son inútiles conmigo engaños de sangradores y toqueros artificios.

POLONIA Señora...

DOÑA BERNARDA ¡Cierra esas puertas, perra! ¡En buenos laberintos nos has enredado a todas!

POLONIA Pues yo, ¿qué culpa he tenido?

DOÑA BERNARDA Yo te lo diré después.

SANTILLANA ¡Los galanes de tornillo, que al torno se nos pegaban!

DOÑA BERNARDA Haced vos del no entendido.

SANTILLANA Pues, ¿yo...?

DOÑA BERNARDA Andad, salid también.

SANTILLANA Vendré a ser Nuño Salido.

DON FERNANDO Celos llevo.

DON DUARTE Yo temores.

SANTILLANA Yo vejez.

SANTARÉN Yo retortijos.

Fin del acto segundo



C / ACTO TERCERO

[Sala en casa de DOÑA BERNARDA.]

Escena I


DOÑA BERNARDA y DOÑA JUSEPA.


DOÑA BERNARDA Don Lüis le salió a dar cuenta al camino de todo: mira tú, si, por andar nuestra casa deste modo, determina averiguar Don Gómez lo que ha pasado, ¡qué bien habré yo cumplido con tu guarda y mi cuidado!

DOÑA JUSEPA Pues de que tú hayas caído y el otro te haya ayudado, y disfrazándose aquí procure, sólo por ti, ser sangrador cauteloso, ¿de qué está Don Luis celoso? ¿Qué culpas hallas en mí?

DOÑA BERNARDA En ti, ni por pensamiento; que eres un alma de Dios, y esta casa es un convento que los trae de dos en dos, si no son de ciento en ciento.

DOÑA JUSEPA ¿Qué es lo que trae?

DOÑA BERNARDA Los devotos de quien es el andadera la esclava, que, mani-rotos, haciéndola su tercera, causan estos alborotos. Los que yo en el torno hallé, cuando de allí los eché, di que no hablaban contigo.

DOÑA JUSEPA ¿Conmigo? ¡Jesús! ¿Conmigo? Yo, ¿cuándo al torno llegué?

DOÑA BERNARDA ¡Bonita eres! ¿Tú? ¡Jamás! Estás ya beatificada.

DOÑA JUSEPA Y tú maliciosa estás.

DOÑA BERNARDA La plática comenzada, que yo proseguí, ¿dirás que sin cabeza ni pies tuvo principio en el aire? ¿Y el abono que después pediste, viendo el donaire del fidalgo portugués, al astuto sangrador, gitano ponderador que tú estabas aplaudiendo?

DOÑA JUSEPA Hermana, yo no te entiendo, dejarte será mejor. Lo que yo te sé afirmar es que deseo la venida de quien me ha de rescatar deste Argel, como la vida. Acabe ya de llegar, aunque viejo me atormente pues con él he de vivir; que, en el engaño presente, más quiero a un viejo sufrir que a una viuda impertinente.

(Vase.)


Escena II


DOÑA BERNARDA.


DOÑA BERNARDA La codicia y la afición pelean dentro en mi pecho, y cada cual el derecho alega de su opinión: tiene Jusepa razón en no cautivar cuidados con setenta años nevados; y así combate me dan las barras del capitán, que pesan diez mil ducados. Convénceme el interés a guardalla y reprendella, y la edad la inclina a ella al gallardo portugués. Amigo de mi amante es; bastaba para obligarme a hacer sus partes, si el darme los diez mil no hiciera excesos; pues perdiendo diez mil pesos, no tengo con qué casarme. El viejo la está mejor que es una boba mi hermana, pues cien mil ducados gana al primer lance de amor: la senectud sin calor es nieve que se dilata al fuego que la maltrata; necia será si no admite años que el amor derrite, pues se queda con la plata.



Escena III


SANTILLANA, DOÑA BERNARDA


SANTILLANA Lo que en esta corte pasa, no se puede imaginar.

¿Quién había de pensar que aquí, frontero de casa, se atreviera un caballero a tales desenvolturas?

DOÑA BERNARDA ¿Entráis ya haciendo figuras? ¡Qué viejo tan hazañero! ¿Qué tenemos de invención?

SANTILLANA No piense que es como quiera. En la posada frontera hay dos huéspedes, que son los que halló vuesancé ayer haciendo al amor tornero: el que se fingió barbero, dicen que debe tener seis mil ducados de renta, sin los que está pleiteando, y se llama Don Fernando de Aragón; y, por la cuenta, aquí se viene a casar. Y el que trae siempre consigo, es un portugués, su amigo, que se tiene de llamar Don Duarte de Noroña. Mire por sí vuesanced; que andan tendiendo la red a toda dama bisoña, y ha de dar en el garlito si los deja entrar aquí.

DOÑA BERNARDA ¿Pues qué habéis vos visto en mí? O yo ¿cuándo los admito, para que me déis consejos?

SANTILLANA Ocasiones cortesanas en quien por no peinar canas está de malicias lejos, suelen echar a perder cualquier honra descuidada. Agora entré en su posada; que a un montañés iba a ver que trae cartas de mi gente; y hallé al sangrador fingido harto bien entretenido.

DOÑA BERNARDA ¿Jugaba?

SANTILLANA Amorosamente.

DOÑA BERNARDA ¿Qué dices?

SANTILLANA Con una dama, que al parecer le pedía celos, y él la divertía.


DOÑA BERNARDA (Aparte.) ¡Ay cielos!

SANTILLANA Según la fama que tiene nuestro barbero, de cuantas mira es galán, que es de aquestos del refrán: «cuantas veo, tantas quiero».

DOÑA BERNARDA Pues, ¿a vos quién os ha dado cuenta tan particular?

SANTILLANA Como me mandó informar de todo, puse el cuidado que es justo, y lo pregunté a los mozos y criadas; que, en las casas de posadas, no hay secreto que lo esté. Y mientras hablando estaba con el de mi tierra, vía la dama que le reñía, el portugués que terciaba, y el amante barberil adorando sus pucheros. No hay fiar de forasteros. ¡Guarde Dios nuestro mongil!

DOÑA BERNARDA ¿Estáis loco?

SANTILLANA ¿Qué sé yo? Esto lo que pasa es; porque no diga después: «Vieja fue, y no se coció».

DOÑA BERNARDA Pues, bárbaro, ¿qué me importa a mí que ese forastero sea villano o caballero, con la hacienda larga o corta, con dama que quiera o no?

SANTILLANA Yo dígolo por si acaso. Como le hallé al torno...

DOÑA BERNARDA ¡Paso! ¿Soy desas mujeres yo? Andad, no entréis más aquí.

SANTILLANA Porque digo...

DOÑA BERNARDA Ganapán, idos luego.

SANTILLANA Ya se van.

DOÑA BERNARDA ¡Atrevido! ¿Vos a mí?

SANTILLANA ¡Miren! ¡Porque la doy luz de amantes embustidores! Plazuela habrá de Herradores y Puerta de Santa Cruz. No me han de faltar dos reales, y señoras de alquiler.

DOÑA BERNARDA ¿Lloráis?

SANTILLANA ¿Qué tengo de hacer, si así se pagan leales?

DOÑA BERNARDA Volved acá; compasión os tengo: no os despidáis; que, al fin, aunque caducáis, servís con buena intención. Que ese hombre esté entretenido me está bien; que sospechaba, como aquí se nos entraba, ya sangrador atrevido, y ya a este torno asistente, algún travieso desmán. Presto vendrá el capitán; no hay que temer al presente. Al fin, con una mujer le vistes: ¿y la mostraba Voluntad?

SANTILLANA Bien la miraba.

DOÑA BERNARDA ¿Tenía buen parecer?

SANTILLANA Como le hablaba, cubierta hasta los pechos el manto, no pude advertir en tanto; mas no me pareció tuerta.

DOÑA BERNARDA ¿Y era persona de suerte?

SANTILLANA No lo son las que tapadas en las casas de posadas se entran, si en ello se advierte. Mas en verdad, que según formaba quejas la tal, cuando no muy principal, no me pareció común.

DOÑA BERNARDA ¿Muchas galas?

SANTILLANA Las que el uso de la vanidad hereda: su chamelote de seda leonado y negro se puso; escapulario y basquiña correspondiente al jubón, que, abrochándose a traición, el cristal delante aliña; cordón de pita hecho lazos, cada mano de manteca, con su red a la muñeca, por remate de los brazos. Ropa que cruje al andar, banda que el pecho atraviesa, con una madre Teresa, que, sin saberla imitar, de tortuga guarneció con sus menudencias de oro: todo esto traigo de coro, sin lo que se me quedó. El manto, aunque despuntado, con palmo y medio de red. ¡Qué! ¿Pensaba vuesarced que las puntas que han quitado les hacen falta? ¡Bonitas son! Si en carnes anduvieran, de la misma carne hicieran guarnición las mujercitas.

DOÑA BERNARDA Despacio estábades vos, que tanto pudistes ver.

SANTILLANA Soy amigo de saber, y acechelos a los dos por entre una redendija.

DOÑA BERNARDA Luego, ¿cerrados estaban?

SANTILLANA A puerta cerrada hablaban; y si quiere que colija en lo que esto ha de parar, la dama por esta noche no ha menester silla o coche, que allá se queda a cenar.

DOÑA BERNARDA Mas que se quede este mes.

SANTILLANA Por mí que se quede treinta.

DOÑA BERNARDA Según vos hacéis la cuenta, ¿rogola el aragonés?

SANTILLANA Si es hombre, ¿qué maravilla?

DOÑA BERNARDA ¿Y ella?

SANTILLANA Rehusaba primero; pero al fin, al fin, «no quiero, y échamelo en la capilla».

DOÑA BERNARDA Sois un malicioso vos.

SANTILLANA El cursomalicias cría.

DOÑA BERNARDA Id, y ved si todavía se están hablando los dos.

SANTILLANA Que me place.

DOÑA BERNARDA Mas no vais. ¿A mí qué me importa eso?


SANTILLANA No está claro.

DOÑA BERNARDA (Aparte.) Pierdo el seso. ¡Ay, celos, que me abrasáis! ¿Sabéis vos cómo se nombre esa mujer?

SANTILLANA No advertí en ello.

SANTILLANA ¿Buen talle?

DOÑA BERNARDA Sí.

DOÑA BERNARDA ¡En verdad que es gentilhombre! Idos con Dios... Esperad. Volved; decidle... ¿Qué es esto? En fin, ¿no se irá tan presto?

SANTILLANA Yo pienso que no.

DOÑA BERNARDA Aguardad a que salgan, entre tanto que yo otra cosa no os digo.

SANTILLANA Voy.

DOÑA BERNARDA Pero veníos conmigo. ¡Hola, esclava! Dame un manto. (Aparte.) ¿Dónde me lleváis, pasiones? ¿Qué tormento es éste, cielos?

SANTILLANA (Aparte.) O la viuda tiene celos, o la pican sabañones.

(Vanse.)

[Sala en la posada.]


Escena IV


DOÑA MELCHORA, con manto; DON FERNANDO, DON DUARTE.


DOÑA MELCHORA No hay disculpas contra avisos de desengaños y enojos: Don Fernando, en vuestros ojos descuidados y remisos deletreo la tibieza que encubrís en lo interior; no vive en la lengua amor; los ojos le dan firmeza. Quedaos con Dios y gozad mil años mi sucesora.

DON FERNANDO Hermosa Doña Melchora, no echéis a mi voluntad culpa de mis pretensiones. Ya os he dicho que llegué Anteanoche.

DOÑA MELCHORA Ya lo sé.

DON FERNANDO Mis pleitos y ocupaciones dilataron el buscaros: como de barrio mudastes y ignoro donde os pasastes, fue imposible el visitaros.

DOÑA MELCHORA Yo, Don Fernando, mudé la casa, y el gusto vos: mudables somos los dos, yo de barrio, y vos de fe. Quién lo será más, juzgad. ¿Mi casa no os escribí a Zaragoza?

DON FERNANDO Es ansí.

DOÑA MELCHORA Pues otra excusa buscad.

DON FERNANDO Por Dios, que se me perdió la carta.

DOÑA MELCHORA Con la memoria no fue mucho. ¡Linda historia! No quiero apuraros yo. ¡Dios os guarde!

DON DUARTE Si yo puedo hacer estas paces...

DOÑA MELCHORA ¡Bien! ¡Sois vos muy firme también! A la dama de Toledo se lo preguntad, que está de vuestras visitas harta. ¿Perdistes también la carta? ¿No habéis acertado allá?

DON DUARTE Basta, que vuestra pendencia viene de participantes.

DOÑA MELCHORA Sois los dos firmes amantes: No os olvidáis en ausencia. Adiós.

DON FERNANDO No habéis de dejarnos, por lo menos sin decir vuestra casa.

DOÑA MELCHORA ¿Para huir della?

DON FERNANDO Para disculparnos.

DOÑA MELCHORA Harto buena es la deshecha. Porque excuséis su ocasión, en la calle del León vivo, a la mano derecha, en una casa que está recién hecha entre dos viejas: dos balcones y tres rejas. con esto no iréis allá.

(Vase.)


Escena V


DOÑA BERNARDA, con manto, SANTILLANA, DON FERNANDO, DON DUARTE.


DOÑA BERNARDA «En una casa que está recién hecha entre dos viejas.» ¡Apacible fin de enojos! ¡No errará a mortales señas! Por cierto, señor hidalgo, que, en tan lícitas y honestas ocupaciones, tendréis segura la primavera de vuestra florida edad, si mocedades no peinan las canas, que anticipadas tiene después la vergüenza. Posadas que en esta corte desenvolturas hospedan lograrán justas ganancias. Devotamente obligáis con tan santas diligencias a Dios, para los despachos de vuestros pleitos y haciendas. ¡Cristianas ocupaciones!

DON FERNANDO Cuando otra bondad no tengan sino haberos persuadido a reprensiones como éstas, discreta predicadora, ya mis dichas las aprueban; que tal vez de los pecados se siguen las obras buenas. ¿Quién sois vos, señora mía, que tan cuidadosa y tierna por la salud de las almas entráis en casas ajenas?


DOÑA BERNARDA ¡Bueno será que finjáis ignorancias que os condenan, cuando oficios adoptivos contra el honor abren puertas! ¿Tendréis vos atrevimientos para negar desenvueltas osadías, que anteanoche mancharon vuestra nobleza?

DON FERNANDO Yo, mi señora, no sé qué descréditos se atrevan a deslucir mis costumbres corteses, aunque traviesas. Por otro me habréis tenido.

DOÑA BERNARDA ¡Buenas excusas son ésas, para quien ayer os vio ejercitar las cautelas!, que si los tornos hablaran y, como tienen orejas por donde entraron lisonjas, les diera la ocasión lenguas, vuestras locuras contaran.

SANTILLANA Hombre que tal cosa niega, negará que ahora es de día. ¡Hay tan grande desvergüenza!

DOÑA BERNARDA ¿Quién os mete a vos aquí?


DON DUARTE Ahora, señora, no quiera el cielo que desazone favor y merced como ésta el negaros la verdad. A la vista de una venta salteastes desmayada una voluntad, pechera desde entonces a esos ojos, que con industrias intenta, hurtando ajenos oficios, que la conozcáis por vuestra. Si lícitas esperanzas hallan en vuestra belleza lugar para pretensiones que califica la iglesia, Don Fernando de Aragón, en discreción, en nobleza, en cantidad y en edad, es digno de que os merezca.

DON FERNANDO Divertimientos de mozos que años verdes desenfrenan y a vos os ofenden tanto, ya virtud, ya afición sea, remediaréis, viuda hermosa, con darme esa mano bella. Pues resucito por vos, cargáis al cielo esta deuda.

DOÑA BERNARDA No me traen esos cuidados a vuestra casa, ni quiera el cielo que mi viudez sus méritos altos pierda. Sólo vine a persuadiros que no cohechéis montañesas, y, asistente en vano a tornos, desautoricéis lancetas; que tiene dueño mi casa, y esposo Doña Jusepa, cuyo dote está librado en la opinión que sustenta. El que aquella noche hallastes, cuidadosa centinela de nuestra reputación, fundando su agravio en ella, es un sobrino de quien mi hermana obedece cuerda, y en quien, a aceptarlo yo, aliviara algunas penas. Pero no estoy por ahora a nuevos yugos dispuesta, si bien los tiempos se mudan y alcanzan mucho asistencias. Lastimada de que en vos tan gallarda edad se pierda en contagiosos peligros donde el cuerpo y alma enferman, olvidé mi propia causa por la de Dios, cuya ofensa siento tanto, que a los ojos salen compasivas muestras.

DON FERNANDO No lloréis más, alba hermosa, que, desperdiciando perlas, convertís a lo divino y a lo humano causáis penas. Y estoy ya por vos, no santo, aunque oyéndoos bien pudiera, más penitente de amor con un corazón de cera.

SANTILLANA (Aparte.) ¡Oh, hipócrita socarrona! Cómprete quien no te entienda. ¡Vendes vino y das vinagre! Lágrimas son taberneras.

DOÑA BERNARDA No extrañéis estos extremos, que soy de corazón tierna, y en fe de quereros bien sentir que os perdáis es fuerza.

DON FERNANDO Aseguradme eso vos; queredme bien y estad cierta que labráis obligaciones en bronces correspondencias.

DOÑA BERNARDA Quiéroos bien como a cristiano y prójimo, y os quisiera ver tan reformado en todo, que, no asegurando quejas, me excusásedes de hacer provocadas diligencias; que en lo demás no se trate.

DON FERNANDO No porque amenazas tema, mas por no daros disgusto es razón que os obedezca. Yo os prometo limitar ocasiones, de manera que ninguno en esta calle desde mañana me vea. En Madrid, hay otros barrios: Si estáis con esto contenta, mañana me mudaré tan lejos, que desvanezca vuestro recelo y mi amor.

DOÑA BERNARDA Lo primero, enhorabuena; digo, el no entrar en mi casa; mas lo segundo, no quiera Dios que yo os desacomode. Más vale que viváis cerca porque yo pueda estorbar solicitudes traviesas; que, si ignoro vuestra casa, podéis, sin que yo lo sepa, hacer contra mi opinión máquinas que el ocio inventa. Tened, señor Don Fernando, en más vuestra gentileza; dejad gustos alquilados, daldos a quien os merezca; y el cielo os guarde; que voy consolada y satisfecha; que estimaréis los avisos de quien serviros desea. No habéis de pasar de aquí los dos.

DON FERNANDO Dareisnos licencia, para acompañaros.

DOÑA BERNARDA No, que es mi casa la frontera y podrán de las ventanas veros, causando sospechas cumplimientos familiares. Adiós.

SANTILLANA (Aparte.) La chanza va buena.

(Vanse DOÑA BERNARDA y SANTILLANA.)

Escena VI


DON FERNANDO, DON DUARTE.


DON FERNANDO ¿Qué sentís, amigo, desto?

DON DUARTE ¿Qué os parece a vos que sienta de lágrimas a dos haces que apetecen lo que niegan? Vive Dios que va perdida, y que el grano de pimienta de los celos que la distes ha sazonado la mesa.

DON FERNANDO ¡Ay, amigo! ¿Si se casa con el sobrino?

DON DUARTE Simpleza indigna de vuestro ingenio, Don Fernando, amigo, es ésa. Viuda que llora y predica y sin ser llamada se entra por las casas de posadas entre gente forastera, no dudéis, si sois discreto, que tiene algo que la aprieta más adentro del cartón, aunque más virtudes venda. ¡Pobre de quien idolatra en una niña que espera cien mil pesos de día en día, que es terrible competencia!

DON FERNANDO Profetizad vos verdades, y la viuda amor me tenga; que, siendo así, el ayudaros es forzosa consecuencia.


Escena VII


SANTARÉN, dichos.


SANTARÉN ¡Albricias, que ha parecido una mina toda llena de garatusas de amor!

DON DUARTE ¿Qué hay, Santarén?

SANTARÉN Hay que vengan albricias, y lo sabrás.

DON DUARTE Darételas.

SANTARÉN ¿Qué tan buenas?

DON DUARTE El vestido de camino.

SANTARÉN ¿Con botas?

DON DUARTE Y con espuelas.

SANTARÉN Pues sabrán vuestras mercedes, sabrán que bajé a la cueva a sacar un jarro de agua, cuando en Dios y en hora buena oigo tras una pared que el dicho sótano media, que cantaba mi Polonia, colgando un mazo de velas en el tabique, de un clavo. ¡Imaginad mi sorpresa! Conocile en el metal de la voz, y el alma llena de cosquillas amorosas la dije: «Hermana perrenga, duélete de Santarén que en ti desde ayer desea dar dos nietos a Mahoma, que vayan después a Meca. -«¿Quién te echó por estas partes si no eres ánima en pena? -Un jarro de agua, respondo. -«Luego, ¿aquesta misma cueva sirve a tu casa?», -replica. -El diablo se lo dijera, respondí, y ella prosigue: -«¿Qué mayor dicha tuviera a ser tu señor judío? ¿Ni para qué se desvela nuestra niña en buscar trazas con que excusar bodas viejas? Un tabique nos aparta: si el ánimo le agujera y un tinajón arrimando nuestra industria lo remedia, habrá comunicación nocturna, sótana duenda cada noche, y mamaranla la viuda, el torno y las rejas. Avisa luego a tus amos mientras que a Doña Jusepa traigo, que está rematada; porque el ver darse tal priesa a venir su viejo amante asegura diligencias y la tienen mis caricias más blanda que una manteca». Partiose, y yo de dos saltos subo brincando escaleras; pero al tiempo de avisarte te hallé con no se qué hembra. Di parte a Mari-Ramírez, y como obispar desea si vaca Corozaín, y está tu amor a su cuenta, bajó al sótano conmigo un martillo me encomienda, y, ayudándome con otro, cascote echamos en tierra hasta abrir un boquerón, por donde seguro puedas ser Píramo soterraño de una Tisbe comadreja.

DON DUARTE ¿Hay suceso semejante? Dadme por tan ricas nuevas los brazos.

SANTARÉN Truécamelos.

DON DUARTE ¿Por qué?

SANTARÉN Por esa cadena.

DON DUARTE Que me place. Don Fernando, ¿qué os parece?

DON FERNANDO La comedia que del Mílite glorioso Plauto en Roma representa. ¿Qué esperáis? ¿Qué os suspendéis?

DON DUARTE Vamos, amigo. ¡Que tenga mi amor tan buena salida!

SANTARÉN Exclamacioncitas fuera, y ¡alto a acompañar tinajas! Porque celebréis entre ellas desposorios ratoniles, si no son bodas culebras.

(Vanse.)

[Sala en casa de DOÑA BERNARDA. Anochece.]


Escena VIII


DOÑA BERNARDA.


DOÑA BERNARDA Si deste barrio se muda a donde después no sé, ¿cómo, ¡cielos!, le veré? Poco amor tiene sin duda quien tan desapasionado mudanza promete hacer. ¡Ay, cielos! Por la mujer que le habló está rematado. ¡Qué necia fui en no decille claramente mi pasión! Ciertas mis desdichas son si no vuelvo a divertille de la prenda que le abrasa. Pero, ¿qué ha de sospechar quien me vea un día entrar tantas veces en su casa? Y más de noche; ¡ay de mí!, que estoy un abismo hecha de amor, congoja y sospecha.


Escena IX


DOÑA JUSEPA, POLONIA, DOÑA BERNARDA.


DOÑA JUSEPA (Hablando con POLONIA aparte al salir.)

Calla, que está hermana aquí.

POLONIA Dejarémosla acostada y a la cueva acudiremos.

DOÑA JUSEPA No sé en eso lo que haremos; que estoy temblando y turbada.

DOÑA BERNARDA Pues, Jusepa, ¿qué hay de nuevo? DOÑA JUSEPA ¿Qué hay de viejo?, digo yo.

DOÑA BERNARDA Al viejo que te adoró su plata le hará mancebo. Ya poco puede tardar; hoy le espero con la cena. Yo prometí una novena y la quiero comenzar desde hoy en el Buen Suceso. Entretente en tu labor y haz prevenciones de amor para el capitán.

DOÑA JUSEPA En eso hay tanta dificultad que no sé si he de poder.

DOÑA BERNARDA Pues, hermana, esto ha de ser de fuerza o de voluntad. Polonia, vente conmigo.

DOÑA JUSEPA ¿Me dejas sola?

DOÑA BERNARDA Esto poco, que no te comerá el coco.


POLONIA (Aparte a DOÑA JUSEPA.) Señora, haz lo que te digo. DOÑA BERNARDA No hayas miedo que me tarde.

DOÑA JUSEPA ¿Sola y cerrada?

DOÑA BERNARDA Por ti la novena prometí. No eres medrosa o cobarde. Quiérole pedir a Dios que te disponga a querer a quien tu esposo ha de ser. Luego volvemos las dos. Dame chapinillos bajos, un manto corto y las llaves de las puertas. Ya tú sabes entretener los trabajos de una soledad, que allá cerrada, tal vez solías desmentir melancolías muchas tardes. Bueno está.

DOÑA JUSEPA Sí, mas esta casa es nueva.

DOÑA BERNARDA ¡Guarda el duende, no te espante!

POLONIA (A DOÑA JUSEPA aparte.) A la cueva a ver tu amante.

DOÑA BERNARDA Ven.

POLONIA (A DOÑA JUSEPA aparte.) ¡A la cueva, a la cueva!

(Vanse DOÑA BERNARDA y POLONIA.)


Escena X


DOÑA JUSEPA.


DOÑA JUSEPA Estas novenas de hogaño suelen volver intereses novenas de nueve meses cuando las hace el engaño. Vislumbres muestra de amor esto que la inquieta el seso. ¡Plega a Dios que al Buen Suceso no vaya del sangrador! Que en Madrid alivia penas si fe a fábulas dar quiero, en las damas el acero, y en las viudas las novenas.


(Acaba de oscurecerse el teatro.)


Escena XI


SANTARÉN, DOÑA JUSEPA.


SANTARÉN (Asomándose por una puerta.) ¡Jusepita!

DOÑA JUSEPA ¡Ay, Dios! ¿Quién es?

SANTARÉN ¡Jusepa! DOÑA JUSEPA ¡Jesús! Desmayo...

SANTARÉN ¿Entro?

DOÑA JUSEPA ¿Quién es?

SANTARÉN (Saliendo.) Un lacayo buhonero y portugués. Yo apostaré que creyó que era trasgo.

DOÑA JUSEPA ¡Ay, Dios! ¡Qué susto me diste!

SANTARÉN Parando en gusto no la matará. Salió la viuda con su mastina. (A Polonia llamo así.) Desde mis puertas la vi que los pasos encamina hacia la calle Mayor: atrevime por la cueva a hacer esta chanza nueva. En ella está mi señor más tierno y más derretido que una vela en el verano: si le da pena el anciano, dele ya por despedido. Baje, pues tiene ocasión, y concluya esta partida; que yo estaré a la subida para darles avisón cuando dé vuelta el mongil, y no lo echará de ver.

DOÑA JUSEPA ¡Jesús! ¿Eso había de hacer?

SANTARÉN ¡El melindrico damil! Si temiere un romadizo por la humedad del conduto, nuestro aposento está enjuto, sírvase del pasadizo, y acójanse allá los dos.

DOÑA JUSEPA ¿Yo a posada que está abierta para todos?

SANTARÉN Buena puerta tiene la sala; por Dios, que, si vuesarcé se tarda y da en reparar en eso, ha de sufrir a un Don Bueso de su matrimonio albarda, porque diz que viene ya: la ocasión, si es cuerda, goce.

DOÑA JUSEPA ¿Y si alguno me conoce?

SANTARÉN Eso prevenido está. A Lisboa ha de enviar mi amo un bravo vestido a su hermana, que ha tenido nuevas que se ha de casar; y las joyas que la dio a vuesa merced ayer para ella habían de ser. Conforme esto, digo yo que a lo portugués vestida cuando alguno allá subiere (que no hará) como la viere en sebosa convertida, no ha de poder conocerla.

DOÑA JUSEPA Sí, pero, ¿mi honor y fama?...

SANTARÉN Es mi señor una dama. Pues, ¿él había de ofenderla?

DOÑA JUSEPA Temo la desenvoltura de una ocasión licenciosa.

SANTARÉN No pretende mi amo cosa si no es por mano de cura. Tiempo perdemos: ¿qué espera?

DOÑA JUSEPA Hermana, quien desazona las edades, ocasiona a lo que no se atreviera mi honor para libertalle.

SANTARÉN Sotanitos de Madrid, jerigonzas encubrid con las trampas de una calle.

(Vanse.)

[Sala en la posada.]


Escena XII


DON FERNANDO, MARI-RAMÍREZ.


DON FERNANDO Desta vez, huéspeda mía, nos saca vuestra posada Maridos.

MARI-RAMÍREZ Y yo fiada en ella desde este día pongo en la tabla de afuera: «Quien se quisiere casar aquí se puede apear, que hay cueva casamentera». ¡Mucho me debéis los dos!

DON FERNANDO No os quejaréis de la paga como esta noche se haga nuestra boda.

MARI-RAMÍREZ ¡Plega a Dios!

DON FERNANDO ¿Subió ya Doña Jusepa?

MARI-RAMÍREZ Por ella fue Santarén.

DON FERNANDO Y tras mi viuda también Alvarado; porque sepa a qué puede a tales horas salir mujer que de día tan retirada se cría.

MARI-RAMÍREZ Nocturnas madrugadoras son en Madrid las más dellas; discurso en sus tocas hago que es camino de Santiago nevado y lleno de estrellas; de noche todo arrebol, todo clausura de día; que estrellas e hipocresía buscan sombras y huyen sol.


Escena XIII


ALVARADO, dichos.


ALVARADO No tienes que dudar ya; la viuda es una bendita. Rezando humilde y contrita en el Buen Suceso está.

DON FERNANDO Eso sí, necia sospecha.


Escena XIV


SANTARÉN, dichos.


SANTARÉN Esto va bueno.

DON FERNANDO ¿Y la niña?


SANTARÉN La más bella sebosiña que vio el amor, viene hecha. El vestido que a su hermana tuvo mi amo dedicado le viene pintiparado; no hay más linda lusitana. Vistiose en un santiamén. Y hecho un almíbar de amor, sube con ella; señor, fiesta y colación prevén, porque yo entre tanto atisbe tu viuda.

(Vanse SANTARÉN y ALVARADO.)

MARI-RAMÍREZ No malograran su amor, si esta cueva hallaran los bobos Píramo y Tisbe.


Escena XV


DOÑA JUSEPA de portuguesa; DON DUARTE, DON FERNANDO, MARI-RAMÍREZ.


DON DUARTE No tenéis que recelar que en sujetos cortesanos favores atan las manos y os tengo de respetar más estando en mi poder que en el de Doña Bernarda.


DOÑA JUSEPA De vuestra nación gallarda más me puedo prometer; que hasta la envidia confiesa en términos de hidalguía, que a tener la cortesía patria, fuera portuguesa.

DON FERNANDO Y vos lo parecéis tanto fuera del traje que honráis, Jusepa hermosa, que dais juntamente amor y espanto.

MARI-RAMÍREZ Estale que es maravilla. No vi jamás gracia igual; si amor nació en Portugal ya es portuguesa Castilla. ¡Qué bien le dice el tocado!


Escena XVI


DOÑA BERNARDA con manto, dichos.


DOÑA BERNARDA Polonia, a esa puerta aguarda.


DOÑA JUSEPA (Aparte con el portugués.) ¡Ay, cielos! ¡Doña Bernarda!

DON DUARTE Pues, ¿de qué tenéis cuidado si a ser mi esposa venís? DOÑA JUSEPA ¡La esclava sin duda ha sido, cielos, quien nos ha vendido!

DOÑA BERNARDA (A DON FERNANDO.) Hidalgamente cumplís la palabra, caballero, hoy prometida y quebrada: amor cobra a la posada la dama que vi primero. ¿Qué importa que no se sepa la suya, si en tal empleo?... ¡Jesús mil veces! ¡Qué veo! ¿Qué es esto, Doña Jusepa? ¡Tú aquí! ¿Qué desenvoltura tu recato profanó? ¿Quién las llaves falseó de nuestra rota clausura? ¿Por dónde salir pudiste? ¿Si me dejé acaso abierta, inadvertida, la puerta? ¿Cómo a esta casa viniste? Habla, liviana, traidora, afrenta de tu linaje. ¿Quién te ha puesto en este traje?

DOÑA JUSEPA ¿Qué é isto? ¿Vindes, senhora, douda? Naon vindes en vos. Don Duarte, ¿qué mulher é ista? Deve de ser vossa obrigaçaon.


DON FERNANDO (Aparte.) ¡Por Dios,que parece portuguesa!

DON DUARTE (Aparte.) ¡Hay más gracia! ¡Hay mayor sal!

DOÑA JUSEPA ¿Eu venho de Portugal para ouvir parvuiças?

DOÑA BERNARDA Cesa, embaidora; pues, ¿tú a mí embelecos y lenguajes que no entiendo? ¿Tú esos trajes? ¿Quién te enseñó a hablar ansí? Nacida en Guadalajara ¡y ya en Madrid portuguesa! Lo que tu lengua confiesa desmintiendo está tu cara. En vano negar presumes lo que el alma y ojos ven.

DOÑA JUSEPA Os borrofos de amor tem. ¿Contra quem saon os quejumes? Don Duarte, botalda fora, e si naon, irme-é de aquí.

DOÑA BERNARDA Burla está haciendo de mí.

DON DUARTE Reparad en vos, señora. Dos veces habéis venido a esta posada, y las dos contra el crédito que en vos vuestra cordura ha tenido, ya escrupulosa, ya humana, nuestra casa alborotáis.

DOÑA BERNARDA ¡Traidores! ¿Pues me usurpáis con embelecos mi hermana?

DON DUARTE ¿Qué hermana? Ésta es la condesa de Ficallo.

DOÑA BERNARDA ¿De Fi... quién?

DON DUARTE Que en fe de quererme bien, aunque tal valor profesa, viene de Lisboa, viendo que allá tan presto no iría, a ser mi esposa.

DOÑA BERNARDA ¿En un día tanto engaño? ¿Estoy durmiendo? ¡Burladores! ¿Soy yo loca para creer desatinos?

DON FERNANDO No alteréis, ojos divinos, pues es la causa tan poca, la casa.

DOÑA BERNARDA ¡Tal oigo y callo! ¡Vos también! ¡Qué acción villana! ¿Hacéis condesa a mi hermana?

DON FERNANDO La condesa es de Ficallo: tratalda, señora, bien.

DOÑA BERNARDA ¿Qué condesa o qué locura? Polonia, esclava, asegura tú lo que mis ojos ven: entra acá.


Escena XVII


POLONIA, dichos.


POLONIA (Aparte.) Temblando voy.

DOÑA BERNARDA ¿No es ésta Doña Jusepa?

POLONIA ¡Jesús! En nada discrepa della.

DOÑA BERNARDA Y, ¿diranme que estoy sin jüicio?

POLONIA ¡Hay cosa igual! Su imagen tengo delante; no vi cosa semejante en mi vida. Una señal tiene que la diferencia.

DOÑA BERNARDA ¿Cómo, perra?


POLONIA Bien que es poca: un sí o no es mayor la boca.

DOÑA BERNARDA Mientes.

POLONIA La circunferencia de cara el engaño enseña, aunque algo le corresponda; señora es carirredonda; pero ésta es cariaguileña.

DOÑA BERNARDA Yo, traidores, desharé lo que entre vosotros pasa. ¡Embaidora! ¿Dentro en casa con llave no te dejé? Pues si en ella no te hallo, ¿diréis que esto es frenesí?

DON DUARTE Id, y veréis que está aquí la condesa de Ficallo.

POLONIA Vuestra merced quedará desengañada y corrida.

DOÑA BERNARDA ¡Loca estoy, estoy perdida! Ven, perra; vamos allá: Quédate tú aquí, embaidora.

DON FERNANDO ¿Queréis que os acompañemos?

DOÑA BERNARDA Déjenme.

DON DUARTE Con vos iremos.

DOÑA BERNARDA No ha de ir nadie.

DON FERNANDO Pues, señora, andad con Dios, y de mí pensad que nunca os engaño.

DOÑA BERNARDA Perdida voy...


(Vanse DOÑA BERNARDA y POLONIA.)

DON DUARTE ¡Cuento extraño!

DOÑA JUSEPA Atájola por aquí y múdome este vestido: proseguid vos vuestro amor.

DON DUARTE Vamos, mi bien.


(Vanse DOÑA JUSEPA y DON DUARTE.)

DON FERNANDO ¿Hay mejor suceso?

MARI-RAMÍREZ ¡Jamás he oído cuento ni cosa más nueva! Mas ya en casos semejantes para Teseos amantes hay laberinto en mi cueva, que ha de dar con mil sobornos, lo que en él buscando van.

DON FERNANDO ¡Miren la ocasión que dan los sótanos y los tornos!


Escena XVIII


SANTARÉN, DON FERNANDO, MARI-RAMÍREZ.


SANTARÉN No se dio mejor mamola en el mundo; la muchacha todo su temor despacha, y en un momento ella sola quitó el portugués pellejo y del suyo se vistió, estando de posta yo en aquel postigo viejo. Subió arriba y ya la viuda abriendo estaba la puerta. Dice que estemos alerta para acudir a su ayuda, si es que fuere menester: que es temeraria su hermana.

DON FERNANDO Amor, esta casa allana, si es que algún bien me has de hacer.

SANTARÉN Vamos: a espiarla torno. Gocemos de la ocasión, pues amor da la invención por el sótano y el torno.

[Habitación de DOÑA BERNARDA.]


Escena XIX


DOÑA JUSEPA en su primer traje, y luego DOÑA BERNARDA y POLONIA.


DOÑA JUSEPA Aún no acabo de admirarme de la noble cortesía del ilustre portugués. ¡Con qué amor! ¡Con qué hidalguía ha procedido! En extremo a quererle bien me obliga su talle y su proceder.

DOÑA BERNARDA (Dentro.) Abre esas puertas.

DOÑA JUSEPA ¡Qué linda burla se traga mi hermana!

(Siéntase a labrar)

DOÑA BERNARDA (Dentro.) ¡Sin seso vengo y perdida!

(Dentro.) Agora verá su engaño vuesa mercé.

DOÑA JUSEPA La almohadilla tomo; y para que mejor con mi engaño se prosiga, labrando y cantando agora procuraré divertirla. (Canta.) Hoy el rey no me ha fablado, mirome de mala guisa; dejáronme venir solo los grandes que me seguían.

(Salen DOÑA BERNARDA y POLONIA.)

POLONIA (Hablando con su ama a la puerta.)

¿Está vuesarced contenta?

DOÑA BERNARDA ¡Jesús! ¡Santa Catalina! Ahora digo que estoy loca, si no estoy dormida.


POLONIA Repare vuesa merced en esta fisonomía y verá la diferencia de la dama parecida. Mire esta aguileña cara, las rosas de estas mejillas, los rasgos de aquellos ojos, la nariz no tan prolija, y conocerá su engaño.

DOÑA BERNARDA Bastará que tú lo digas; mas yo cuanto más la veo más me parece la misma.

DOÑA JUSEPA ¿Qué es esto, Doña Bernarda?

DOÑA BERNARDA No es nada; cierta porfía, que averiguaré después. Acostémonos.

Escena XX


SANTILLANA, dichos.


SANTILLANA Albricias.

DOÑA BERNARDA ¿Qué tenemos?

SANTILLANA Al señor en Madrid.

DOÑA BERNARDA ¿Cómo?

DOÑA JUSEPA ¡Hay tal prisa!

SANTILLANA Ahora acaba de apearse en un mesón; y hasta el día no quiere venir a casa, ni hacer de noche visitas. Acostose, porque el mal de la ijada y de la orina le trae enfermo; y Don Luis, señora, con él venía.

DOÑA BERNARDA ¡Bendito sea Dios, amén! Que estas cosas me tenían con mil cuidados, Jusepa, que de guardarte me libran. Ya tu marido está cerca.

DOÑA JUSEPA ¿Y muy cerca, hermana mía?

SANTILLANA Sí, que en la calle de Atocha en el mesón de la Oliva se apeó.

DOÑA JUSEPA Más cerca está.


DOÑA BERNARDA ¿Cómo?

DOÑA JUSEPA Aquellas celosías fronteras habita quien mi libertad tiraniza.

DOÑA BERNARDA Jusepa, ¿quieres que vuelva a perder el seso?

DOÑA JUSEPA Envidias de mi ventura quizá a envejecerme te animan.

DOÑA BERNARDA Harás lo que yo quisiere o quitarete la vida.

DOÑA JUSEPA ¿Eres tú mi madre, acaso?


DOÑA BERNARDA ¿Tú me hablas ansí, atrevida?

DOÑA JUSEPA Bien puedo, que estoy casada.


Escena XXI


DON DUARTE, DON FERNANDO, SANTARÉN, MARI-RAMÍREZ, dichos.


DON DUARTE Es verdad, esposa.

DOÑA BERNARDA ¡Quita!

DON FERNANDO Don Duarte es ya su esposo.

SANTARÉN Soy testigo.

MARI-RAMÍREZ Y yo testiga.

DOÑA BERNARDA ¡Qué es esto, cielos! ¿Por dónde entrastes?

SANTARÉN Por una mina, que en el sótano baraja mil amorosas pandillas.

DOÑA BERNARDA ¡Hay perdición semejante! Luego, ¿no mintió mi vista? ¿Tú fuiste la portuguesa?

DOÑA JUSEPA Yo fui la condesa misma de Ficallo, hermana.

DOÑA BERNARDA ¿Hay tal? ¡Y la perra berberisca que en chilindrinas me hablaba!...

POLONIA Todo amor es chilindrina.

DON DUARTE Señora, pues que veis ya que amor estas cosas guía, de Don Fernando premiad las finezas excesivas. Su renta es seis mil ducados y su sangre la más limpia de Aragón; su amor es grande, su edad, ya la veis vos misma. En otros diez mil ducados os dotará.

DON FERNANDO Si os obliga la voluntad y el amor que os tengo desde aquel día que vi en mis brazos el sol dando a sus rayos envidia; de mi alma y de mi hacienda que ya a esos pies se dedica seréis absoluto dueño, como esos claveles digan que admitiréis por esclavo al que por dueño os estima.

DON DUARTE Vuestro cuñado os lo pide.


MARI-RAMÍREZ La toquera os lo suplica.

SANTARÉN El buhonero os lo ruega.

POLONIA Y la esclava de rodillas.

SANTILLANA Santillana lo desea, el niño amor os lo aliña, vos queréis, Dios os lo da y San Pedro os lo bendiga.

DOÑA BERNARDA Decir a tantos que no ya fuera descortesía. Mucho pueden humildades. Vuestra esclava soy indigna.

DON FERNANDO El alma os doy con la mano.

SANTARÉN ¡Vítor, vítor la viudilla!

DOÑA BERNARDA Quédese aquí Santillana, porque a Don Gómez le diga, cuando venga, que el amor estas cosas encamina; porque el aguardalle aquí me parece que sería necedad o atrevimiento.

SANTILLANA Vuestra merced imagina bien, que yo le contaré todas estas maravillas.

DOÑA JUSEPA Tu esclava soy.

DOÑA BERNARDA Yo tu hermana.

DON DUARTE Yo vuestro esposo.

POLONIA Y, ¿podría decir yo que horra

DOÑA BERNARDA Sí.

SANTARÉN Y yo, pues tu amor me pringa, soy tuyo.

DON FERNANDO Vuestro remedio corre ya por cuenta mía.

DON DUARTE Yo a Mari-Ramírez doy esta cadena.

DON FERNANDO Esto sirva de entretener solamente; no porque haya estas malicias, que por El sótano y el torno, Tirso escribe, mas no afirma.


Fin del tercer acto y de la obra teatral

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público. (Más información...)