Recordación Florida/Parte I Libro IX Capítulo V

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CAPÍTULO V.

Del pueblo de Amatitlán, su laguna y desagüe, que es río de Mychatoya, una de las barras de la mar del Sur, y otras cosas de este país.


Como país digno de particular atención, yace, sito en este excelente valle, el pueblo de San Juan Amatitlán, de numeroso pueblo, de feraz y abundante territorio, excelente y templado temperamento, recreables salidas y alegre y saludable cielo, con vientos sanos y desenfadada formación de su material aspecto; trasplantado del pueblo de Pampichín, que hoy prevalece con pobre y estrecha vecindad, á el de Tzacualpa, desmoronada ruina después de su acertada transmigración á el desenfadado y saludable valle en que hoy se goza aumentado y crecido este pueblo excelente de Amatitlán: cuya etimología de la lengua Pipil es y corresponde á correo de carta, de amat, que es la carta, y titlán, el correo.

Abunda esta alegre poblazón de sazonada y copiosa variedad de frutas, así de las que lleva el país de tierra caliente, como de la que produce la tierra fría, con no poca admiración de dos opuestas naturalezas en un clima, por ser éste de temperamento medio, templado, igual y proporcionadamente entre caliente y frío, y produciendo la jugosa y pingüe naturaleza de su terreno limas y naranjas agras y dulces, piñas, sapotes, nísperos, plátanos, nanches, jinicuijinicuiles, coyoles, pitahayas, piñuelas, papayas; y de lo no comestible jícaros, amates, y opales de grana, conte, órganos, cacalotzuchil; con otra infinidad de frutas de ambos temperamentos, como ciruelas, que llaman jobos, de tierra caliente y de tierra fría, anonas de una y otra parte, limones, cidras, toronjas, duraznos, membrillos, tunas, sandías, melones, cerezas y moras, y todo género de hortaliza; sin lo que de fuera le entra todos los días, demás del trigo, maíz y frisoles de su propio territorio.

Sus llanas y alegres calles corren y tiran la nivelación de la cuerda, desde la parte del Norte á la del Sur, y de la del Levante á la del Occidente; mirándose así por todas sus encrucijadas con grandísima derechura y asiento sólido y firme; por cuya previa disposición, y estando siempre bañada de las luces y vientos, había corrido esta estimable poblazón libre y sana de los contagios, hasta que desde el año de 1682 ha sido infestado este país de fríos y calenturas que duran, aunque menos maliciosas, hasta este de 1689; viniendo heridos estos miserables y contagiados de la costa del Sur, por el tiempo de la campaña que allí se mantuvo, gobernando en ínterin el licenciado D. Juan Miguel de Agurto, del hábito de Alcántara, cuyos repetidos y varios accidentes, con el favor de Dios y de su Santísima Madre, referiré en la Segunda y Tercera parte de esta historia, en los lugares que le tocare.

Sobresale elegantemente, entre el aspecto material de esta poblazón, el religioso y magnífico convento de Santo Domingo, que está, desde los primeros principios del establecimiento de nuestras fundaciones, erigido en este pueblo á el venerable culto de Dios Sacramentado, debajo de la advocación de San Juan Bautista. Hoy se goza ennoblecido con cuatro suntuosos y magníficos claustros altos y bajos, grande y numerosa correspondencia de oficinas, todo edificado de piedra de cantería, por la grande comodidad que ofrece la cantera de piedra blanca tirante á azul, de tratable y dócil pasta en su naturaleza, y que pulida de el cincel y la escoda queda lisa como una tabla acepillada: dista del pueblo la cantera un cuarto de legua muy escaso. Es el templo capacísimo y bello, de la propia excelente materia, con buenos adornos de sacristía, órgano y campanario bien adornado de armoniosas campanas. Mantiene este convento cinco religiosos, con el Prior y el Vicario, de su ingenio de hacer azúcar que llaman Donís, y tiene por sujetos á la dignidad prioral á el de Pampichín, San Cristóbal Amatitlán, San Pedro Mártir, Petapa, Santa Inés, Pinula, Mixco y Chignactán, pueblos numerosos y excelentes de su visita.

Fuera de ser la vecindad de indios de numeroso pueblo, se halla juntamente poblado y asistido de gran número de vecinos españoles, mulatos, mestizos y negros, de que se pudiera poblar otro numerosísimo pueblo, y también proveer los castillos de buena gente, sufridora de la incomodidad del trabajo, y que acá sirve de robarnos y destruirnos nuestras haciendas, sin que haya guien lo remedie; porque el recurso no está inmediato, apartado sí á esta ciudad de Goathemala seis leguas de no desacomodado camino, antes sí todo poblado de haciendas de labor y pueblos de indios. Mas también hay otros de estos vecinos, que se ocupan mercurialmente con tiendas públicas de géneros de ropa de Castilla y de la tierra; otros que son experimentados y curiosos labradores, y los demás que son unos tratantes en la costa, que llaman Quebranta-huesos, de estos, muchos que se ejercitam en las vaquerías de las estancias pingües del contorno, que componen un fácil, lucido y provechoso comercio; nervio que mantiene y aumenta las más sobradas y crecidas repúblicas, cuyo descaecimiento con ruina lamentable, á falta del comercio con el Perú y la Habana, experimenta Goathemala sin esperanza de su restauración.

A la parte en que la llanura del Valle de Mesas desaeca más por lo hajo de su terreno, que es más arrimado á la que mira al Sur, se rebalsa un noble río que llaman de Petapa,[1] y desde la profundidad del hondo valle va formando un abundante y dilatado lago, que baja en su circunferencia nueve leguas de prolífica tierra, desde el pueblo de Petapa, por la superior parte que mira á el Oriente, hasta el de Amatitlán donde desagua, cortando por medio del numeroso pueblo por la parte del Occidente, y corre por su asiento y situación á el ingenio de los religiosos de la Compañía de Jesús, á distancia de tres tortuosas leguas; siempre inmediatamente lleno, por uno y otro admirable margen, de infinitas fuentes minerables, más calientes ó menos en unas partes que en otras, y sirven á la milagrosa experimentada curación de varias enfermedades; con cuya abundante copia y agregación de aguas corre este río, con opulencia de caudal y créditos de poderoso, hasta morir en la mar del Sur. Da abundante riego este río á cinco haciendas de cañas de azúcar; á tres, antes de entrar á dar formación á la laguna, desde la parte donde nace, que es antes del pueblo de Mixco en el principio de la barranca que se pasa para entrar en el pueblo, yendo desde Petapa; y á dos de estos ingenios, después que sale más abundante de la prisión de aquel lago; fuera de cuatro molinos, á quienes presta herido para el uso de sus rodeznos; corriendo, después de la hacienda de la Compañía de Jesús, fertilizando abundante y pródigo innumerables apacibles campos y mucha copia de opulentas y frescas huertas de cacao, en espacio de diez y ocho leguas, por la recta derechura de su camino, hasta la mar del Sur, donde entra con ancha y segura boca, que sirve de conocida bahía con nombre de Barra de Mychatoya: que asimismo describiré en la Segunda parte, en lo tocante á el partido y jurisdicción de Goazacapán.

Corre este caudaloso y noble río por la montaña de San Cristóbal con capaz y desahogada madre, que por cualquiera parte da sobrado y seguro vado; pero luégo que pasa de esta parte para el pueblo San Pedro Mártir, se introduce por una caja de peñascos lisos y pendientes; yéndose estrechando y oprimiendo su caudaloso curso por aquella angosta estrecha madre, de tal suerte, que entre la distancia que hay del pueblo de San Cristóbal Amatitlán á el de San Pedro Mártir, llega á ceñirse y correr toda aquella máquina y torrente de agua por tan estrecha y ceñida senda, que puede cualquiera persona salvarla de un salto de una parte á otra, aunque no sea muy ágil; mas por esta razón lleva una profundidad incomparable. Pero allí, luego, enfrente de San Pedro Mártir, se precipita y lanza de una peña tajada y pendiente, por distancia temerosa y profunda de muchos estados, á una gran plaza, donde formando un horrible y repetido remolino, á la manera de un lago, vuelve á tomar su corriente libre, por ancha y tendida madre, por la jurisdicción de la costa. A el principio de sus violentas y precipitadas aguas forma, en el salto de San Pedro Mártir, desapacible y confuso ruido, de tal calidad, que es muy dificultoso á los progresores de esta senda tomar sosiego para conseguir el sueño. Pero es incomparable la hermosura y belleza de este despeño; teniendo la vista por objeto de aquella máquina repetida y frecuente de agua, que se descuelga con ímpetu arrojado, casi convertida en vapor. Extremécese á el golpe y peso del agua todo aquel contorno de firmes y robustas peñas. Mantiene y cría, por todo el dilatado margen de su curso, que rodea por tortuoso camino treinta y siete leguas desde su linfa hasta entrar en la mar, muchas parvas de patos, pejijes, garzas, gallaretas y pájaros flamencos, y en las oquedades de las peñas y árboles de este sitio grandísima cantidad de papagayos, chocoyos y catalnillas.

Es esta maravillosa laguna, no sólo recreable objeto y adorno excelente de este valle, sino la común providencia de Goathcmala en crecida cantidad de pescado regalado y fresco, que siendo este lago de la posesión de los propios de la ciudad, el Cabildo, á su costa, mandó echar en él cantidad de pescado;[2] haciendo en la boca del desaguadero una albarrada para que las mojarras no se saliesen á el río: y habiéndose desbaratado la primera albarrada, en congreso de 18 de Marzo de 1586 determinó el Cabildo pedir á el presidente García de Valverde una ayuda de costa para hacer la segunda; y no consta que lo hiciese otra particular persona ni comunidad sino el Cabildo de Goathemala, y desde entonces ofrece y comunica en sus diarias pesquerías, que también por toda la corriente del río se ejercitan, sólo á fin de pescar mojarras que se cogen á fisga; fuera de numeroso cardumen de Pepescas y de cangrejos innumerables y excelentes á el gusto, y de inagotable pesca de Tapalcatles, pececillos pequeños que sirven sólo á los indios; hallándose entre esta sobrada y útil pesca, en las grutas y pozas profundas del río, muchas nutrias, como en las profundidades y los breñosos tules de la laguna gran copia de lagartos.

La pesquería y lances de las Pepescas es sumamente gustosa y entretenida; porque en lo más colgado del río se arman unas gamboas de caña, que tendrán de longitud ocho ó diez varas, mas con tal disposición y arte, que el agua con arrebatado y violento curso entra hasta las dos partes de ella, trayendo en sus corrientes el cardumen, que deja en seco en el último tercio de la gamboa, á donde no llega el agua, que antes se trasmina y vierte á el río por las junturas de la caña; y en aquella parte seca es á donde se cogen á mano, con gran facilidad y en grandísima copia, en breve rato; tanto, que suele dañarse mucha cantidad de ellas. Este género de pececitos, puestos en escabeche, son á la manera de el gusto de arencones.

Entre las propiedades que se han experimentado en las saludables y apetecidas aguas de este río es la de que, bebiéndolas y bañándose en ellas por algún tiempo, deshace con suavidad insensible y efecto milagroso un género de tumor que se hace ordinariamente á las mujeres en las gargantas, que llaman los médicos bocio; y por esta razón y admirable efecto no se ve en este pueblo de Amatitlán mujer alguna con semejante defecto; concurriendo á él por este beneficio variedad de personas, contaminadas y heridas de esta dolencia, á buscar el remedio en las aguas. Mas no tengo noticia haya este achaque sino es en esta ciudad y en el Valle de las Vacas, especialmente en gente humilde y pobre. Ciñen eminentemente soberbios y crecidos, todo el ámbito espacioso de la laguna, unos robustos montes y tajadas peñas; y á estos, para la caza y montería de los ciervos, se les da fuego; con cuyo voraz incendio quedan desnudos y despojados de las breñas y pompa de los pastos. Mas dándoles el fuego desde la falda, y subiendo y trepando para lo alto de los montes, los ciervos se van retirando del incendio para las llanuras de arriba, que quedan sin quemarse, de donde, después de dos ó tres días, los indios monteros los levantan, encaminando la montería por los mismos áridos y abrasados riscos hasta lanzarlos acosados á las aguas de la laguna, en que ya hay prevenida cantidad de canoas con diestros remeros para el atajo y naval caza, en cuya ligera y arriesgada competencia es objeto admirable la fuga á nado de los ciervos y avance á remo de los cazadores; en que se gasta gran resto de entretenida tarde hasta aorillarse á tierra, á donde esperan desnudos otros indios, diestrísimos nadadores, que saliéndoles á el encuentro los apresan á mano, después de haber nadado los ciervos dos y tres, y á veces cuatro leguas de crecidas y crespas olas; concurriendo á este entretenido y regocijado festejo numeroso pueblo y concurso venerable de religiosos y nobleza de Goathemala, en ocasiones de hallarse en este pueblo el Presidente ó el reverendo Obispo, en que se ejercita esta huelga por agasajo y gratitud de estos superiores. Hace acomodado y seguro tránsito, de la una á la otra parte del pueblo que divide y corta la corriente del río, un maravilloso puente que llaman del Molino, fabricado con atenta simetría y proporcionada arquitectura, con tres capaces arcos y puntas de diamante que cortan y dan paso á el raudal y curso de aquellas aguas, aun en su mayor aumento, y hace tránsito y conveniente vía á el frecuente comercio de una y otra parte de pueblo, como al preciso tragín del pueblo de Pampichin y de el Salitre.

Yace á la parte que mira de la laguna á la situación del Sur; por donde tiende y dilata más su arenosa y alegre playa, vestida ya de umbrosos bosques y ya de fértiles prados, y en la mayor parte desnuda y manifiesta en pálida naturalesa de tierra, cuya calidad de húmeda, amarilla miga es salitrosa, de donde el conocido y común pronombre de el Salitre le viene; en que se apastan, por algunos tiempos del año, cuantos ganados de toda suerte sirven á las haciendas de campo de los valles de Mesas, Canales, Vacas y Mixco; reduciendo este común apasto á sólo el comer de aquella tierra salitrosa, purgativa y medicinal, que limpia y con brevedad purga y engorda los ganados. Dilátase próvida la propiedad de su naturaleza á la producción artificial y abundante de sal blanca y gruesa de grano, que de esta maravillosa tierra fabrica la actividad de los indios de este pueblo de Amatitlán, por el fácil y seguro arte de coladeras, de que en todas las casas generalmente usan sin excepción, por ser sitio y territorio el del salitre libre á el común, con beneplácito del Cabildo de Goathemala cuya es esta tierra,[3] y el obrador tan fácil, que sólo se compone y traza de una esterilla afianzada y presa á cuatro horconcillos de cinco cuartas de alto, y en la estera acomodan la tierra de salitre apretadamente y sobre ella porción de agua que, destilada por las porosidades que trasmina de aquella salitrosa sustancia y escurriendo abajo, en ollas y vasos de suficiente receptáculo, á la manera de lejía, puesta este agua á el fuego, sin otra diligencia, cuaja en grano de sal muy excelente.

  1. Torquemada, libro XIV, cap. xxxvii.
  2. Libro de Cabildo, folio 270 vuelto.
  3. Ejecutoria original del Cabildo.