Recordación Florida/Parte I Libro I Capítulo II

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CAPÍTULO II.

Del establecimiento de la monarquía de Goathemala en la gentilidad de sus Reyes, gobierno suyo en las mayores ciudades y pueblos, y la mucha y grande majestad de que usaron estos señores Tultecas.

Haber de averiguar de dónde vinieron á estas partes de las Indias estos hombres, tan distintos de los demás en el color, costumbres y observancias, es una materia difícil, y de la misma manera qué generación de las tribus haya sido, casi imposible en punto fijo y seguro: como también lo es saber por dónde pasaron á estas tierras tan dilatadas y extendidas, cuando tantos graves autores[1] han corrido por tantas diversas sendas de opiniones el campo á tan difícil empresa, y más si acerca de ellos quiere ocurrirse á la opinión de los mismos indios, que en ella envuelven tantas supersticiones y fantasías de quiméricas y diversas fábulas, que son, como infinitas, despreciables y no menos ridículas.[2] Con que, omitiendo el tratar de su origen, y asentando que fueron de aquellos siete linajes que llegaron á ocupar el Imperio Mexicano, y se fueron extendiendo, por la multiplicación de estas gentes, hasta ocupar las provincias de todo este maravilloso Reino.

Que en él había numerosísimas y grandes ciudades con magníficos y decorosos edificios, lo asienta así la verdad indeleble de mi Castillo[3] llamándolos recios pueblos, por lo numerosos que eran, pues había poblazones de ocho y de diez mil casas; siendo de tal calidad lo que hallaron erigido los conquistadores gloriosos de este Reino de Goathemala, que hablando con Alvarado, alegres y consolados le decían, que no tenía que echar menos á México con lo que habían descubierto. Y hoy se comprueba la notoriedad de esta opinión con lo que vemos vestigioso, y en otras partes en pie, de ostentativas máquinas materiales; en lo que se admira en el Quiche, Tecpangoathemala, pueblo antiguo de Mixco, edificios de Gueguetenango y de Chialchitan á modo de fortalezas , y otros admirablemente ordenados en la provincia de la Verapaz; y la fábrica maravillosa y subterránea del pueblo de Pochuta, que siendo de firmísima y sólida argamasa, camina y corre por lo interior de la sierra por distancia prolongada de nueve leguas hasta el pueblo de Tecpangoathemala; que es argumento y prueba del soberano poder de aquellos reyes, y numerosidad sin cálculo de los vasallos que los obedecían. Fuera de que, así para esto como para testimonio de sus grandes fábricas, también autoriza esta opinión la fortaleza de Parrasquin, que se ve bajando de Totonicapa á la costa del Sur. Y aunque yo sólo consideraba con pocos años, que muchas cosas de estas me daban escritas los autores que leía, y que lo que me informaba la inspección contra aquellas narrativas era la miseria de unos habitables pajizos, si no me ladeaba á la incredulidad, á lo menos, suspenso el juicio quedaba en lo neutral siempre surto; pero lo más de ello que tengo visto, me hace creer que aun no podré comprender para escribir todo lo que hay de maravillas singulares en estas nuevas y apreciables provincias; y con lo que afirma Torquemada, de que eran grandes ciudades las de Goathemala y Utatlan, fundadas de edificios maravillosos de cal y canto, pasaré adelante, á establecer el imperio de los Monarcas de estos Reinos.

Fué el Reino dilatado y admirable de Goathemala, establecido y fundado por el valor, actividad y buena policía de cuatro generosos mancebos, y en la naturaleza hermanos, nacidos de un padre y de una madre de la familia y estirpe de los Tultecas, que, entre aquella propagación gentílica que se derramó á estas partes, era la más ilustre y más señalada en sangre. Y estos nobles hermanos, convenidos entre sí y demarcada toda la tierra, la dividieron entre ellos mismos, fundando el uno el señorío y provincia de los Quelenes, y las demás poderosas de Chiapa, con señalamiento de términos y confines: el otro hermano estableció la rica y numerosa provincia de la Verapaz, llegando su dominio y gentes á los últimos confines del Golfo dulce por la parte del Norte: y el tercero de ellos fué el fundador y progenitor de los Mames y de los Pocomanes, cuyas dos generaciones oprimieron infinito y con muy señalada ruina á los Quelenes y Cachiqueles, por razón de varias alteraciones que nacían de frágiles y momentáneos principios.

El otro hermano, que siendo el último vino á ser el primero de todos ellos, fué quien dió principio y nombre á los Quicheles, Cachiqueles y Sotojiles; siendo estas tres naciones y líneas del tronco de este Príncipe, las que á fuerza de armas y astucias militares se apoderaron, contra el dictamen y oposición de los primeros que estaban fundados en Chiapa, Verapaz y la sierra de los Mames, y de todo lo que hoy es provincia de Goathemala, (porque en lo demás de la tierra, hasta el confín de Costa-rica, se dirá donde le toca). Y esta parte de Goathemala, es lo mejor de la tierra en fertilidad, regalo y temperamento, por cuyas razones era tan codiciada. Con que, con la prosperidad y abundancia á que llegaron estas tres generaciones procedidas del último de los cuatro hermanos Tultecas, se olvidaron de la miseria de sus principios, entrando con felicidad á todo el cúmulo de la ambición, que pudo en aquellos principios de señorío unir y confederar á los Quichéés, Cachiqueles y Sotojiles contra las demás provincias, á quienes se hicieron temerosas y formidables por las sangrientas y formidables perseverantes guerras en que los ejercitaban, con muerte asombrosa de millares de hombres de Chiapa, Verapaz y la Sierra; quedando á la perseverancia y tesón de estas pluvias militares diminutos, y debajo del yugo de los Quicheles, Cachiqueles y Sotojiles.

Pero éstos, divisos entre sí mismos, sin más estímulo que el de la propia ambición y sin reparo de la propia sangre que los unía, intentando cada uno conseguir para sí la posesión de aquellos señoríos, tiranizaron y consumieron las vidas de aquellos desgraciados parientes; y quedando á fuerza de mucha, persistente guerra, con todo el dominio universal el hermano mayor de los primeros Tultecas, que se llamó Acxopil, se hizo temer, venerar y tratar como rey de todas estas naciones, que sojuzgó y dominó lo ardiente de sus bríos, tratándose con grandeza y soberanía de gran monarca, y queriendo ser absoluto y soberano en todas las resoluciones de este Imperio.

Este rey Acxopil hubo dos señalados hijos varones en su mujer Eselixoc, que fueron los herederos de su grande Imperio. Mas como se considerase brumado del peso de los años, que pasaban de ciento, y fatigadas las fuerzas corporales con el tesón de la guerra, determinó, prudente, sustituir en los hijos mucha parte de aquel cuidado; con cuya consideración pasó al efecto de nombrarlos por señores de algunos de estos países, entregando al mayor de sus hijos, que fué Jintemal, toda la parte de Cachiquel, que es Goathemala, y al menor, Acxiquat, la pertenencia de Sotojil. Hecha esta división, su padre Acxopil se quedó en lo más numeroso y rico de Utatlan, disponiendo en estos tres estados la sucesión de ellos, de manera que por su muerte entrase en el gobierno de Utatlan como rey supremo su hijo mayor Jintemal, y el segundo optase en el estado que tenía el mayor hermano, que era el Quiché, y entrase el hijo de este segundo, Acxiquat en el señorío de los Sotojiles; pero que si sucediese faltarle la sucesión del reino y de los señríos, entrasen, así á la posesión de la corona como de los dos estados, los parientes más cercanos en sangre al tronco de la familia real Tulteca, y se observase lo mismo generalmente en los Ajaus, que son cabezas de Calpules, que son lo mismo y valen tanto como entre nosotros cabeza de linaje; pero en estos con algo más de soberanía por señores de vasallos. Y establecidas las cosas, hizo su corte el hijo mayor Jintemal en Goathemala, y el segundo en Atitlan, que se llama en el idioma natural Atziquinihai, que significa «casa de la águila». Mas estos y los otros, aumentados en felicidad y opulencia, extendidos los Sotojiles por la costa del Sur, donde aprovechados con las grandes huertas de cacao y achiote, se hicieron poderosos de oro y plata que les entraba al recambio de los dichos géneros; y conspirando contra el hermano, declaró contra él sangrienta guerra, ganándose muchas plazas y tierras de una parte y de otra.

  1. Dr. D. Juan de Solórzano. M. Fr. Andrés de Baldesevro. Enrico Martínez.
  2. Enrico Martínez, cap. X, fol. 107.
  3. Bernal Díaz, fol. 164 de su original borrador.