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Rosa Ígnea: INTRODUCCIÓN

De Wikisource, la biblioteca libre.
Rosa Ígnea:
INTRODUCCIÓN

de Samael Aun Weor


Yo AUN WEOR, el Gran Avatara de la Nueva Era Acuaria, escribo este libro ardiente entre la vorágine del fuego...

Vamos a penetrar ahora entre las ígneas entrañas de la Diosa Madre del Mundo.

¡AGNI! ¡AGNI! ¡AGNI! Dios del Fuego, ayúdanos, inspíranos y condúcenos a través de estos laberintos ígneos de la gran naturaleza.

Vamos a estudiar ahora los delicados pétalos de esta ROSA ÍGNEA del universo.

Vamos a penetrar entre las cavernas más profundas de la tierra, para arrancarle sus secretos más terribles...

Un silbido dulce y apacible exalta las abrasadoras llamas de nuestros sentimientos más puros...

Entre las ascuas ardientes del Universo, crepita la vorágine de los Hijos del Fuego...

Sentimos el chisporrotear de las llamas... y el aura de la Diosa Madre del Mundo nos envuelve en el esfuerzo más puro...

Nuestro Cáliz, es de oro... es de plata... y es ardiente como el fuego solemne del Universo...

¡HIJOS DE LA TIERRA! escuchad a vuestros instructores, los Hijos del Fuego...

Reyes y reinas del fuego, criaturas de los bosques... ¡os conjuro!

No hay selva que no tenga su genio... No hay árbol que no tenga su criatura, sus poderes y su inteligencia...

No hay árbol sin alma... Todo vegetal es el cuerpo físico de una criatura elemental de la naturaleza...

Las plantas tienen alma, y las almas de las plantas encierran todos los poderes de la Diosa Madre del Mundo...

Las almas de las plantas, son los elementales de la Naturaleza. Estas criaturas inocentes todavía no han salido del Edén, y por lo tanto aún no han perdido sus poderes ígneos...

Los elementales de las plantas, juguetean como niños inocentes entre las melodías inefables de este gran Edén de la Diosa Madre del Mundo.

Los aromas del fuego nos embriagan, y llenos de éxtasis nos elevamos a la dicha inefable del NIRVANA...

No hay nada que no tenga alma en esta creación ardiente...

Si observamos con los ojos del Espíritu el fondo ardiente de una roca milenario, vemos que cada átomo es el cuerpo físico de una criatura elemental mineral, que lucha, ama y trabaja entre el crepitar ardiente de las llamas universales, anhelando intensamente subir las gradas ardientes del carbón y del diamante, para tener la dicha de ingresar al reino sublime de los vegetales...

Este libro huele a bosque, este libro huele a montaña... este libro se lo arrancamos a las llamas del universo, y cada una de sus palabras está escrita con ascuas ardientes...

Ahora queremos arrancarle a los gigantes de los bosques, y a los niños inocentes de las aguas, de los aires, de las rocas y de las llamas abrasadoras, todos los secretos de la sabiduría antigua, para restaurar la sabiduría esotérica sobre la faz de la tierra, e iniciar la Edad de MAITREYA entre el crepitar de nuestros poderes que flamean.

Toda la magia elemental de los antiguos Hierofantes, chisporrotea abrasadoramente entre el Cáliz sagrado de las flores, y entre las entrañas mismas de los árboles augustos de la gran naturaleza.

Hay que buscar la vieja sabiduría de los Hierofantes del Egipto y de la Grecia, entre las rocas milenarias que desafían el tiempo, y entre las cavernas subterráneas de las entrañas de la tierra, donde el fuego abrasador chisporrotea, quemando con sus llamas las escorias...

Vamos a separar el humo de las llamas, vamos a elaborar, con el aroma del incentivo ardiente, el cuerpo de la LIBERACIÓN, hecho del más puro almizcle.

Necesitamos una mente fogosa. Necesitamos pensamientos que flameen... Necesitamos de la Mente-Cristo del ARHAT, para penetrar en el incendio espantoso de estas llamas universales, donde crepitan terriblemente los secretos de la ROSA ÍGNEA de la naturaleza.

Elevemos nuestro cáliz flameante, entre el chisporrotear ardiente de la Diosa Madre del Mundo. AGNI, ilumínanos, por ti levanto mi cáliz. Encendamos una hoguera, y cantemos los himnos ardientes del FUEGO entre la ROSA ÍGNEA del universo. Levantemos nuestro cáliz augusto, y brindemos por las jerarquías de las llamas... ¡AGNI! ¡AGNI! ¡AGNI!