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Sachka Yegulev/La copa de oro

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PARTE PRIMERA

SACHA POGODIN

I

La copa de oro

El amor, como las lágrimas, aspira a ser recíproco. Cuando sufre el alma de un gran pueblo, toda la vida está perturbada, los espíritus vivos se agitan y los que tienen un noble corazón inmaculado van al sacrificio.

De éstos fué Sacha Pogodin, joven, hermoso y puro. La vida le había designado como víctima en el altar de sus pasiones y de sus dolores, y él abrió su corazón a los llamamientos misteriosos, incomprensibles para los demás; llenó hasta los bordes la copa de oro con la sangre de su sacrificio.

Triste y tierno, amado por todos a causa de su belleza y de la pureza de sus pensamientos, unos labios sedientos bebieron su sangre y pereció muy joven, de una muerte solitaria y terrible. Fué enterrado junto a los criminales y asesinos, cuya suerte había compartido por propia voluntad; murió maldito de los hombres y nadie puso una cruz sobre su tumba desconocida.

¿Quién iba a cerrar los ojos de un asesino? Quedarán abiertos, mirando dóciles a las tinieblas, hasta el gran día del juicio supremo. ¿Quién hubiera osado cerrar los ojos de Sachka Yegulev?

Pero su madre vive y le llama:

—¡Sacha, dulce hijo mío!