Un charlatan y un rústico
Suelen los hombres engañarse por pasion, y cuando mas se obstinan en mantener su errado dictámen, verse obligados con la evidencia de la verdad á retratarle.
Queriendo un hombre rico y noble celebrar una fiestas, convidó con premios á todos, para que cada uno trajese la invencion que pudiese. Concurrieron los diestros á la fama de este certamen, entre los cuales un truhan bien conocido por su gracejo, dijo, que él sabia una habilidad, que nunca se habia representado en el teatro. Esparcida esta voz, conmuévese la ciudad. Faltan ya para el gentío los asientos poco antes desocupados. Pero luego que apareció en el teatro solo, sin aparato, sincompañía, la misma espectacion puso á todos en silencio. En esto bajó la cabeza al pecho, y remedó tan al vivo el gruiiido de un lechoncillo, que todos porfiaban sobre que le ocultaba con la capa y le mandaban que la sacudiese. Hecho esto y no hallando; nada, le colman de alabanzas y le celebran con el mayor aplauso. Vió lo que pasaba un rústico, y dijo: por vida mia, que á mí no me ha de ganar; y de contado se ofreció á hacerlo él mejor al dia siguiente. Acude mayor gentío; siéntase no tanto para verle, cuanto por burlarse de él, por estar preocupados á favor del otro. Salen ambos al tablado: el Truhan gruñe primero, y se lleva los aplausos y aclamaciones. Entonces el rústico, fingiendo que escondia entre el vestido algun marranillo, como de verdad lo hacia, y lo hacia con mas seguridad, por cuanto nada escondido habian hallado en el primero, tiró de la oreja al marrano verdadero, que habia ocultado, y él con el dolor prorumpió en su natural gruñido. El pueblo levanta el grito diciendo, que el Truhan lo habia remedado con mas propiedad, y manda echar al rústico enhoramala. Mas él saca de su seno el marranillo, convenciendo con la evidencia su error grosero, y les dice: veis aquí, este declara, que tales son viestros juicios.
Pro judicio. Es modo comun de hablar de Fedro, es como; si dijera 'pro erróneo judicio suo.