Utopía: Los magistrados
Todos los años, cada grupo de treinta familias elige su juez, llamado Sifogrante en la primitiva lengua del país, y Filarca en la moderna. Cada diez sifograntes y sus correspondientes trescientas familias, están presididos por un protofilarca, antiguamente llamado Traniboro. Finalmente, los doscientos sifograntes, después de haber jurado que elegirán a quien juzguen más apto, eligen en voto secreto y proclaman príncipe a uno de los cuatro ciudadanos nominados por el pueblo. La razón de esto es que la ciudad está dividida en cuatro distritos, cada uno de los, cuales presenta su candidato al senado. El principado es vitalicio, a menos que el príncipe sea sospechoso de aspirar a la tiranía. Por su parte los traniboros se someten todos los años a la reelección, si bien no se les cambia sin graves razones. Los demás magistrados son renovados todos los años.
Cada tres días, incluso con más frecuencia, si así lo piden las circunstancias, los traniboros, presididos por el príncipe, se reúnen en consejo. Deliberan sobre los asuntos públicos y dirimen con rapidez los varios conflictos q que pudieran surgir entre los particulares. Invitan siempre a las deliberaciones del senado a dos sifograntes, que son distintos cada sesión.
La ley establece que las mociones o problemas de interés general sean discutidos en el senado tres días antes de ser ratificados o decretados. Por otra parte, se considera como un crimen capital, tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del Senado o al margen de las asambleas locales. Tal reglamentación se dirige a impedir que tanto el Príncipe como los traniboros conspiren contra el pueblo, le opriman por la tiranía cambiándose así la forma de gobierno. Por esta misma razón, todas las decisiones importantes son llevadas a las asambleas de los Sifograntes. Estos las exponen a las familias de las que son representantes, no sin discutirlas con ellas antes de devolver las conclusiones al senado.
En ocasiones el asunto se presenta al consejo de toda la isla. Por otra parte, uno de los usos del senado es no discutir asunto alguno el día mismo que se presenta por primera vez. Prefieren postponerlo para la sesión próxima. De este modo se evita el que alguien exprese lo que primero le viene a los labios. Y sobre todo, que comience a dar razones que justifiquen su manera de pensar, sin tratar de decidir lo mejor para la comunidad y sacrificando el bien público a su reputación. Tanto más, por absurdo que pueda parecer, que le avergüenza admitir que su primera idea fue precipitada, y que debió reflexionar antes de hablar.