Viaje al interior de Tierra del Fuego/Capítulo I
CAPÍTULO I
HISTORIA Y BIBLIOGRAFÍA
En aquel apartado archipiélago en que dán su adiós al mundo los esplendores de la tierra americana, en un poliorama de formas y colores, hacinamiento de islas y laberinto de montañas, ora cubiertas de bosques, ora de nieves, se amontonan también incalculables riquezas, por cuya posesión, el salvaje y el hombre blanco, han luchado durante siglos.
Hay oro en el seno de las montañas: el minero lo busca, removiendo los lechos de los arroyos, de los ríos, y las arenas de las costas marinas; las ricas maderas de sus bosques dan vida en los antros de las selvas á numerosos aserraderos; con las preciadas pieles. la india hace quillangos de guanaco, y el lobero busca en las playas cueros que sólo se pagan con libras esterlinas: los tupidos pastizales de las llanuras se presentan ya rodeados de cercos, se alzan las habitaciones de sus propietarios, se ahondan los caminos las lejanas comarcas australes se desenvuelven rápidamente; todo anuncia el más risueño porvenir, favorecido por las riquezas naturales y aún más por su ventajosa posición al paso de las embarcaciones que, camino del Atlántico al Pacífico, se detienen en sus puertos.
Pero el temido mar del Sur se revuelve en sus canales: á poca distancia unos de otros, vense cascos viejos de barcas naufragas, ó grandes trasatlánticos desarbolados, terribles tributos con que el navegante paga las riquezas que la Naturaleza ofrece á su ambición.
Allí, más que en ninguna otra parte, ante los esplendores del escenario y los despojos del hombre. se siente el deseo de interrogar el porvenir. El mismo cuadro responde invariablemente. Vuelve primero la vista hacia el pasado.
Y efectivamente, no se puede valorar el rápido progreso de aquellas regiones, hoy vencidas por la actividad y el capital, sin conocer la larga lucha, sostenida en aquel suelo, inclemente ayer, y ahora próspero y felíz.
A quien llega por vez primera á enfrentar la entrada oriental del Estrecho de Magallanes, el archipiélago le ofrece un cuadro desolado, que en nada le anuncia sus próximas magnificencias. Sobre la línea monótona del horizonte marino, sólo ve el Cabo de las Vírgenes batido por las olas. Allí, último punto continental de América, el viajero quisiera encontrar un fantástico y enhiesto peñón, en que las gaviotas revolotearan eternamente, y los albatros de largas alas, que anuncian al marino la llegada del buen tiempo, tuvieran su nido, para lanzarse desde él en elegantes curvas, sobre las revueltas espumas de la estela. ¡Nada de eso! Una barranca que se pierde en el confin lejano, larga, siempre igual, sin curvas, sin colores. Y la otra orilla? La costa de Tierra del Fuego es baja y el mar la oculta en la distancia.
Tal es la entrada del Estrecho que Magallanes descubriera el 21 de Octubre de 1520.
Vino el valiente portugués, noble de cota y armas, con cinco buques y 237 hombres.
Su viaje inicia la numerosa série de desastres que constituyen la obra del descubrimiento. (1) La Santiago, mandada por el capitán Serrano, se había perdido en las costas de Patagonia. La más tarde famosa Victoria, fué la primera en percibir el Estrecho, á lo cual se debió que al principio se le diese su nombre.
Habiendo ordenado Magallanes que el paso fuera estudiado, la tripulación de una de las naos se sublevó, volviendo á España. La segunda, de tres que eran las desprendidas de la flota en este servicio de exploración, regresó trayendo noticias de escasa importancia, y al cabo de tres días apareció la tercera, que después de viajar sin tropiezo alguno, traía la suposición de que el espacio recorrido era un paso de las aguas de dos mares.
El ó de Noviembre de 1510, Magallanes, con las naves que le quedaban, pasó el Cabo de las Vírgenes, yendo á salir á la otra entrada 22 días después.
El océano azotado por el viento del sur que revolvía las crestas de sus olas, lo llevó al Nordeste con celeridad. Las aguas pasaban tranquilas á medida que avanzaba sobre los trópicos...le llamó: Océano Pacífico.
Sobre la márjen izquierda de aquel estrecho que acababa de recorrer, más de una vez vió hogueras de fogones ó señales que hacían los naturales, por lo que á aquella tierra que él fué el primero en considerar una ísla, á pesar de lo cual por más de cien años se la creyó un continente, la llamó de los Humos. Más tarde Cárlos V. se dijo: «Donde hay humo, hay fuego; por lo tanto, se llamará Tierra del Fuego.» Magallanes fué muerto por los naturales de la isla de Mactan—en el archipiélago filipino y Sebastián del Cano, con sólo 18 hombres, volvió con la Victoria al Puerto de San Lúcar, después de haber dado por (1)—Arana. Diego Barros.—Vida y viaje de Hernando de Magallanes.—Es una de las mejores obras que sobre el célebre marino se han escrito. Fué publicada en Santiago de Chile en 1854.
primera vez la vuelta al mundo. Las otras naves que habían pasado el Estrecho, la Concepción y la Trinidad, se perdieron en el camino.
El descubrimiento produjo gran entusiasmo en España. Las naves pasarían fácilmente por el Estrecho, en su camino hacia Maluco: las Molucas de hoy.
La corte preparó una nueva expedición compuesta de siete buques mandados por Garcia Jofré de Loaysa y que en 1525 (1) se hicieron á la mar.
Traía Loaysa 450 hombres, y después de recorrer la costa patagónica, llegó á las proximidades del Estrecho, al que recién entró á principios de Abril, pues los vientos contrarios se lo impidieron por algunas semanas. Muy poco hizo Loaysa por su parte en este viaje y menos se hubiera hecho á no ser los fuertes vientos que apoderándose de la nao San Lesmes, mandada por Francisco de Hoces, la llevaron hacia el Sudeste, lo que le valió á su capitán descubrir la costa oriental de Tierra del Fuego. Las referencias hechas por Francisco de Hoces, que contó haber llegado á ver al Sur la mar franca, hacen suponer que estuvo en las proximidades del Cabo de Hornos. Loaysa que con los elementos que poseía hubiera podido determinar claramente la forma general de Tierra del Fuego, si hubiese seguido la ruta de la San Lesmes, prefirió pasar el Estrecho; dos de las naos se hicieron pedazos á la entrada y las otras quedaron 'perdidas al llegar al mar del Sur.
El Capitán de la Santiago, Guevara, no atreviéndose á seguir á las Molucas, se hizo al Norte, en busca de Méjico, pero Loaysa, con sus barcos casi inservibles, se empeñó en cruzar el Pacífico. Abatido por los desastres, y rendido por el sufrimiento, murió en la travesía, llegando su barco solamente á las islas de la Especiería; Urdaneta y la tripulación de este, tras una larga série de aventuras, volvieron á España 12 años después.
De esta manera, el entusiasmo que despertaron los descubrimientos comunicados por la Victoria, desapareció con el fracaso de Loaysa, convirtiéndose las regiones australes, para el espíritu de la generalidad, en comarcas inhospitalarias y temibles.
Sin embargo, fué este un buen pretexto para arreglar en algo las diferencias que existían entre la corte de España y Portugal, pues al contraer matrimonio ambos reyes con las hermanas respectivas, Carlos V. vendió todos sus derechos al rey de Portugal en más de 30.000 ducados.
El animoso Gaboto, al tener conocimiento de que las naos de Loaysa se habían perdido, preparó, ayuyado por la Corte, otra expedición, con el fin de socorrer á los descubridores. Con ella llegó al Río de la Plata, y de allí no pasó.
(1)—Observo que hay errores en las fechas dadas por algunos de los escritores modernos.
Payró, p 120, dice, al seguir á Urdaneta, que en 1525, lo que me parece bien, pero Rodolfo Cronau que se guía por la Obra de Navarrete Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles lo hace partir en los principios del 1520 ¿Cómo puede ser ese el año si Magallanes murió el 26 de Abril de 1521.?
Hasta el 21 de Septiembre de 1534 en que el portugués Simón de Alcazaba zarpó del Puerto de San Lúcar con rumbo á Magallanes, ninguna otra expedición se había dirigido hacia aquellos lugares.
Aunque portugués, Alcazaba, buen marino, tenía pasados muchos años en servicio de la Corte de España. En cinco meses llegó á la embocadura del Estrecho, entrando por él, pero las contínuas tormentas de Enero y los fríos que experimentara la tripulación, á pesar de la época, decidieron á esta á obligar al marino á que regresara, por lo que, abandonando el Estrecho, se vió en la necesidad de explorar el interior de Patagonia, anclando en el Puerto de los Lobos. Esto es cuanto hizo aquella expedición en el Estrecho. Alcazaba murió asesinado por los tripulantes amotinados y su segundo, Rodrigo de Isla, pereció ahogado en el naufragio de la nave capitana.
El poco entusiasmo que en España quedaba, parecía haber desaparecido completamente, á tal punto que ni D. Pedro de Mendoza á quien Carlos V concediera las tierras que se extendían desde el Plata hasta el mar del Sud, con la condición de llegar á él por tierra, lo que parecía más seguro, se decidió á ello, limitándose, como Gaboto, á penetrar en nuestro gran río, donde no pasó menores sufrimientos que los que hubiese hallado en los términos de América.
Esto sucedió en el año de 1535. Recién en 1540, Alonso de Camargo se atrevió á pasar el Estrecho, mas tan rápida y limitada fué la travesía por él, que no habiendo efectuado ni desembarcos ni observaciones, su viaje carece en esa parte de toda importancia.
Pasaron trece años. Pedro de Valdivia, deseoso de facilitar las comunicaciones entre la parte de Chile por él conquistada, y la Corte, evitando largas travesías por el continente y comprendiendo la urgencia que, había en tomar posesión de aquellas tierras, más aún, convencido de que haciendo uso del Estrecho, Chile quedaría más próximo á España que el Perú, envió dos expediciones mandadas por Francisco Villagran la primera, con el objeto de llegar por tierra al Atlántico, y la otra á cargo de Francisco de Ulloa. Este debía seguir por el Occidente patagónico en busca del Estrecho, y llegar también al Atlántico, pero no habiéndolo hecho, tampoco sus trabajos tienen interés para nosotros; quede empero la constancia.
En 1558, el Gobernador de Chile, García de Mendoza, volvió á intentar el estudio de aquellas regiones, cruzando el valle de Arauco, llegando al golfo de Reloncavi y cruzando en bote á la Isla de Chiloé.
Este Gobernador había fletado la San Sebastián y la San Luís, que al comando de Juan Ladrillero salieron de Valparaiso en 1557. Si bien Ladrillero perdió muchos hombres, hizo en cambio, valiosas observaciones.
La San Sebastián, á las órdenes de Cortés Ojea, embarrancó en una isla situada á los 49° 40' de latitud Sud, después de haber sufrido contínuos temporales en las costas y archipiélagos de la Patagonia Occidental, y su tripulación hubiera perecido totalmente á no ser la construcción de un pequeño bergantín en el que á duras penas llegó á Valdivia.
Ladrillero con la San Luis, pasando por entre las islas hoy llamadas Campana y Wellington, llegó al archipiélago de Madre de Dios, estudiando tan prolijamente los numerosos grupos de islas del Sud, que cuando King y Fitz Roy, tres siglos más tarde, trazaron sus cartas, tuvieron ocasión de comprobar los excelentes trabajos de Ladrillero.
En el año siguiente, este marino llegó al Estrecho, navegando por él hasta el Atlántico, tomando posesión á nombre de España, de éste y sus proximidades.
Su feliz viaje decidió á los Gobernadores de Chile á enviar nuevas expediciones, entre ellas la de Fernando Gallego, mas como muy pocas fueran de escasos resultados y de fatales consecuencias todas, España perdió nuevamente sus entusiasmos por el Sud. El Estrecho fué olvidado bien pronto; al fin la fábula se hizo dueña de él; se dijo que en su desembocadura había surgido una isla y nadie quiso llevar otra vez á cabo la empresa dudosa de explorarlo.
Un marino que en la historia de los mares del globo ha alcanzado el título de Primer pirata del mundo, Francisco Drake, héroe y personaje de fantásticas historias, estaba llamado á despertar el Estrecho, imprimiendo nuevo impulso á los viajes de exploración, Olvidado el Estrecho, Drake comprendió cuán útil le sería en sus correrias, pues no teniendo quien le molestara. fácilmente lo podría utilizar, pasando por él, camino de las costas del Pacífico, cuyas ricas ciudades españolas estaba dispuesto á saquear. Así lo hizo.
Resuelta España á reprimir los saqueos del pirata, indicó al virrey del Perú la conveniencia que había en ello y éste envió á Pedro Sarmiento de Gamboa con dos barcos y 200 hombres, con la órden de apostarse en la boca del Estrecho é impedir el paso á Drake.
Sarmiento de Gamboa hizo el mapa de los archipiélagos del Pacífico, del Estrecho y de las islas próximas á éste, poniendo algunos nombres que aún hoy se conservan. (1) El éxito de Sarmiento por una parte y por otra la presencia del pirata que otra vez volvía á América, decidieron á la corona á imponer su dominio en el Pacífico, fundando colonias en algunos puntos convenientes, por lo que con veintitrés barcos y 4.000 hombres, salió Sarmiento de Cádiz, para volver bien pronto, pues tan terrible temporal lo sorprendió, que murieron 800 personas y siete buques se fueron á pique.
Otra vez volvió á hacerse á la mar y nuevamente los temporales lo deshicieron, perdiendo 200 hombres más, pero resuelto á llegar de cualquier modo, á costa de inenarrables penurias, pudo enfrentar el Estrecho.
Inútil fué la tentativa. Los vientos contrarios que como á Loaysa lo recibieron, lo obligaron á retroceder hasta Río Janeiro. Desde allí salió con cinco naves y 350 individuos.
(1) El manuscrito de Sarmiento: "Relación y derrotere del viaje y descubrimiento del Estre che de la Madre de Dies, antes llamado de Magallanes", se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Comentado y bajo el título de Viaje al Estrecho de Magallanes en los años de 1579 y 1580 fué publicado en Madrid. el año 1565. por Bernardo de Iriarte.
IO—» En esta expedición pudo doblar el Cabo de las Vírgenes y navegar con menos contrariedades. Había empezado ya á desembarcar algunos soldados y colonos, cuando un temporal inesperado, arrancándole las anclas, volvió á empujarlo al mar. Cuatro veces intentaron inútilmente volver á penetrar. El vendaval los devolvía.
Cansado el vice—almirante Rivera—segundo de Sarmiento—se separó de la flota, y, abandonando la expedición, regresó á España con su nave.
Sarmiento, solo, pero decidido á triunfar, pudo al fín levantar un fuerte á corta distancia de su entrada oriental, al que llamó Nombre Jesús. Allí dejó 50 hombres y continuó la navegación.
En el Nordeste del cabo Forward, fundó una colonia que bautizó «Ciudad del Rey Felipe», y en vista de que las provisiones escaseaban regresó á Río de Janeiro, pero en la navegación se apoderaron de él unos corsarios ingleses, llevándolo á Inglaterra.
En su Australia Argentina, dice Payró—del que más adelante me ocuparé, que la expedición de Cavendish, á quien él como otros llama Candish—abre una larga série de otras realizadas por ingleses así como la de Sarmiento cierra con una catástrofe las de los españoles. Entre ellas, son mencionables la del Teniente de Cavendish, Davis, que empujado al Este por los vientos, descubrió un archipiélago que se supone sea el de las Malvinas.
Andrés Merik, que inútilmente trató de entrar al Estrecho, tuvo que regresar á Europa, y Richard Hawkins, en 1593, fué tomado prisionero por los españoles después de cruzarlo.
En 1600, Oliver Van Noort, pasó el Estrecho en su viaje al rededor del mundo y tres años después de Hawkins, se formó en Amsterdam la Compañía Groenlandesa, que, con el pretexto de establecer relaciones comerciales con la India, buscó el paso por las regiones australes de Sud América.
Jacobo Mahn, al frente de cinco embarcaciones, salió de Rotterdam, á mediados de 1598, pasó el Estrecho, pero una tempestad le dispersó.
La embarcación que mandaba Dirk Gherritz, fué arrastrada hasta los", descubriendo la Tierra de Graham, y la que capitaneaba Sebaldo de Weerth descubrió la isla Jason, una de las Malvinas.
Gherritz, como también observara Drake en su anterior travesía, hizo notar la existencia del mar intermedio entre el archipiélago fueguino y las tierras de Graham. No escapó esto á Isaac Le Maire, que convencido de la mayor seguridad que ofrecía la travesía al Pacífico por aquel mar, mucho más ventajoso que el inhospitalario archipiélago, fundó la Compañía Australiana, que en 1615 envió por aquella ruta La Endragt (Armonía) y la Het Hoorn (el Cuerno) á las órdenes ambas de Willem Cornelissem Schouten. Iba en esta expedición un hijo de Isaac Le Maire, llamado Jacobo.
La Het Hoorn se quemó en la costa patagónica, y la Endragt, después de tocar en la isla de Sebaldo Weerth y en la costa de Tierra del Fuego, enfrentó el Estrecho por el que, encajonándose las aguas de la II gran corriente que por el Archipiélago fueguino da la vuelta, pasan veloces unas veces, otras en revueltos oleages. Al Poniente, pobre en vegetación, ataviadas sus deprimidas barrancas por raquíticos robles, se tendía la península que, siglos más tarde, llamó Popper Península Mitre y que ellos llamaron Tierra de Mauricio, mientras al Naciente, confusas en la distancia y desvanecidas en las brumas azules, se alzaban las montañas de la Isla de los Estados. A pedido del mismo Jacobo, dióse al paso descubierto el nombre de Estrecho de Le Maire.
Muy poco tardaron en la travesía del Estrecho, pues, al siguiente día, ya navegaban en el Mar del Sur.
El 25 de Enero de 1616, los navegantes habían logrado pasarlo, y elde Noviembre, divisaban las últimas tierras americanas, terminadas en el cabo abrupto y desolado, al que en honor de la ciudad en que nacieran, dieron el nombre de Cabo de Hoorn.
Prisioneros más tarde Schouten y Le Maire fueron llevados á Holanda, muriendo Le Maire en el camino.
El capitán L'Hermite, hizo en los años de 1623 á 1626 una expedición hacia al Estrecho de Le Maire, pero que no fué de importancia.
Animada por el interés que otras naciones se tomaban en el Estrecho, España, que se entusiasmaba por temporadas, envió á los hermanos Nodal; los ingleses por su parte organizaron la expedición de John Narborough y más adelante el capitán Wood, que después de ser atacado por los españoles, regresó por la misma ruta. navegando de ida y vuelta por el Estrecho de Magallanes.
Siguen á este Dn. Antonio de Vea en 1675, los corsarios Filibus tiers, la expedición de Strongen en 1689, la expedición francesa de M. de Geuner y Froger que tocó en el cabo Forward y dió nombre á la Bahía Francesa y Rio Genner, el capitán Beauchesne, que invernó en el Puerto Hambre, M. Marcant que descubrió el canal Bárbara, llegando á todo esto el año 1748 en que por orden del rey Felipe V sale de Buenos Aires la primera expedición que hacia aquellas regiones partiera de esta ciudad. De ésta, en que fueron los padres jesuitas Quiroga, Cardal, Strobl y Falkner, son muy de tener en cuenta los trabajos del último sobre Patagonia.
El almirante Byron, enviado por Inglaterra, pasó el Estrecho en 1764, Wallis Carteret más tarde y el viajero francés Commerson, que en 1767 visitó Tierra del Fuego por vez primera, enviando á su patria grandes colecciones.
Sus trabajos son imprescindibles para los botánicos que de esta isla se ocupen, como que sus estudios son la base de las investigaciones hasta hoy efectuadas al respecto.
Felipe Ruíz Puente, enviado por Bucarelli á Tierra del Fuego, Bougainville y en los años de 1785 y 1786 Antonio de Córdoba, cuya relación es apreciable por su proligidad.
Dumont d'Urville en su viaje á las Tierras de Graham y Oceanía, exploró en 1792 las Malvinas, que por su proximidad tienen grandes semejanzas en su Flora.
Con las expediciones del siglo pasado, se inicia una nueva série de estudios más profundos. Felipe Parker King y Roberto Fitz Roy con el Beagle y la Adventure hacen las famosas cartas que año tras año perfecciona el Almirantazgo inglés, trabajos correctos, sin los cuales jamás se atreven los navegantes en los meandros del archipiélago fueguino, infaltables en las cámaras de los capitanes, y cuyos autores son recordados y admirados por cuantos han tenido ocasión de comprobar la proligidad con que fueron ejecutados.
Aún hoy se cuenta entre los marinos la constancia con que trabajaron aquellos hombres, con sus dos buques de vela, y la exactitud es tal, que, cuando no ha mucho fué enviado Juan Pablo Saenz Valiente con el acorazado argentino Almirante Brown á hacer el relevamiento del canal de Beagle, se hizo una reducción de las cartas de éste último. Superpuesta á la de Fitz Roy, las diferencias eran insignificantes, cosa que no tendría mucho de particular á no tenerse en cuenta la rapidez del trabajo de Fitz Roy y los inconvenientes con que tuvo que luchar durante sus exploraciones.
Con Fitz Roy vino el naturalista Carlos Roberto Darwin.
Más tarde trabajó en el archipiélago el comandante Mayne.
El comandante Luis Piedra Buena, dejó fama entre nuestros marinos por su conocimiento de los canales y costas del Sud.
No he de pasar por alto la expedición francesa del Astrolabio (1837) que trajo á su bordo á Jacquinot, Hombron y Le Guillon, que han hecho interesantes estudios de esta región.
J. D. Hooker, botánico en la expedición del Erebus y el Terror, publicó Flora Antarctica».
Para quien se ocupe de botánica, es de suma utilidad la obra de Roberto Cunningham: «Notes of the natural history of the Straits of Magellan and west coast of Patagonia».—Edimburgo 1871.
El 25 de Diciembre de 1881, Giacomo Bove, compañero de Nordenskjöld en su famosa expedición á las regiones polares árticas, salió de Montevideo con rumbo al Sud, en la Cabo de Hornos, mandada por Piedra Buena, y su expedición auspiciada por el Gobierno Argentino y por el Instituto Geográfico, estudió la Isla de los Estados y parte de Tierra del Fuego, publicando á su regreso los informes generales de Bove, de Domingo Lovisato, hombre de ciencia y geólogo de fama, de Decio Vinciguerra, zoólogo y botánico, los dibujos, muy malos por cierto del teniente J. Roncagli, pintor y fotógrafo, y el resultado de las colecciones hechas en dicho viaje por el botánico Dr. Cárlos Spegazzini.
A los trabajos del Dr. Spegazzini, débense agregar los muy buenos del Dr. Nicolás Alboff, publicados en el Museo de La Plata.— Contributions á la Flore de la Terre de Feu»—1896.
Recomiendo á quien tenga que estudiar nuestro lejano Sud, el conocimiento de la obra de Bove.
Ramón Lista, poco desqués, viajó por Tierra del Fuego, llevando de capellán al hoy monseñor Fagnano.
No es su libro de gran utilidad por la poca preparación de su autor, pero en él se notan algunas pinceladas de bastante realidad. Sin embargo, hay que tomarlo con cuidado.
Fagnano volvió á Tierra del Fuego, descubrió el soberbio lago C'ami y le dió su nombre, por el que hoy es conocido. Predicó entre los onas, y los resultados de sus correrías fueron bien prácticos, pues fundó una misión salesiana en la Isla Dawson y otra en Río Grande, dedicando su vida á civilizar y recoger indios.
Popper dió conferencias, hizo un mapa de la isla tomando los contornos del de Fitz Roy, é instaló los lavaderos de oro del Páramo.
En 1883, la Romanche hizo relevamientos tan excelentes como los de Fitz Roy, y más tarde el Dr. Fernando Lahille publicó algunos de los resultados de su interesante viaje por los canales, en los anales del Museo de La Plata.
En breve, de este mismo autor, se publicará un estudio sobre los Onas de Tierra del Fuego.
Debo citar aquí la colección de artículos que vieron la luz pública en el Sud América, hermosa descripción del archipiélago, que su autor José Manuel Eizaguirre reunió en un tomo en 8.° menor (1). Aumenta el valor de este trabajo el hecho de que Eizaguirre ha dado preferente atención á la parte chilena, haciendo una descripción de la vida y desenvolvimiento de Punta Arenas, y estableciendo sensatas comparaciones entre la vida argentina y la chilena en el lejano Sud.
También el Sr. Mariano Tello ha publicado su viaje por los canales fueguinos y hay en él paisajes bien sentidos y escenas de hermoso realismo.
Después de Piedra Buena, sus discípulos vuelven á los canales; luego les siguen otros y los buques de nuestra escuadra, confundidas sus banderas con las de innumerables naciones que surcan aquellas aguas, contribuyen dia á día al mejor conocimiento de esas regiones, formando, en el caprichoso escenario, marinos avezados á las luchas del mar.
Chile, por su parte, convencida de la importancia vital que para ella tenía el Sud, emprendió largos y sabios estudios de los canales, instalando en el Estrecho una flotilla de escampavias, que al mismo tiempo que hacen estudios marinos, los completan con las diferentes ramas exigidas por la ciencia de la marina moderna.
Numerosas partidas de loberos recorren las escabrosas rocas del archipiélago, guiadas por cartas parciales y admirablemente detalladas, difíciles de obtener, y en las que más de una sorpresa hallarán los geógrafos el día que sean conocidas.
Los mineros, en pequeños grupos, viajan por las costas del Atlántico que á Tierra del Fuego baña por el oriente y á veces se internan costeando los ríos y chorrillos.
En 1896, la Comisión Argentina de límites con Chile cruzó Tierra del Fuego de Norte á Sud, trazando la línea divisoria y trayendo un buen mapa de la porción estudiada.
(1) Publicado en Córdoba en 1847.
En el siguiente año, el ingeniero Eduardo Girondo viajó por el interior, recorriendo las orillas del Río de la Turba desde sus nacimientos hasta su confluencia con el Río Grande y haciendo observaciones, especialmente astronómicas, que es de lamentar no hayan sido publicadas aún.
Carlos R. Gallardo, al regreso de sus dos viajes, ha dado conferencias con proyecciones luminosas, haciendo conocer los magníficos panoramas y escenas del Sud. Su compañero de viaje, el Dr. Roberto Dabenne, escribió un libro sobre los resultados zoológicos, que se ha publicado en los Anales del Museo Nacional de Buenos Aires.
El Dr. Pedro Gori dió también, invitado por la Sociedad Científica Argentina, una hermosa conferencia.
Anteriormente, en los años de 1895 á 1897, Otto Nordenskjöld, hizo un largo viaje por el Sud y este es, á mi juicio, uno de los más importantes, por el cúmulo de datos científicos, por lo mucho que vió y recorrió y por la preparación del viajero y del buen personal que lo acompañaba.
Entre todos, fué él, quien primero nos dió á conocer el interior de la Gobernación de Tierra del Fuego, internándose hasta el grupo de lagunas centrales que llamó Lagunas Suecas, y llegando á los primeros cordones del norte del Fagnano.
Sin embargo, Nordenskjöld no ha dejado de cometer errores en laparte topográfica, sumamente justificables, cuando se confrontan sobre el terreno mismo.
Más adelante me ocuparé de ellos, con el cuidado que el caso exije.
Su obra, publicada en Estocolmo en 1898, bastante rara entre nosotros (1) trae entre otros un mapa geológico y otro de la difusión de las nieves en la época glacial, cortes geológicos, fotografías y dibujos de zoología y botánica, ocupándose de estas materias en extensos capítulos que dán cuenta del trabajo efectuado por sus ayudantes. Le Tour du Monde, ha reproducido muchas láminas y varios artículos del ilustre viajero.
Roberto J. Payró, nos ha dado en la Australia Argentina su mejor obra, pues con la soltura de su estilo admirable, ha trasportado á sus páginas, tanto la Tierra del Fuego objetiva cuanto subjestiva.
En el sentido literario, es lo mejor que sobre aquello se ha escrito.
No habrá en su libro la sapiencia de los autores científicos que fueron, en el transcurso del siglo pasado, á hacer investigaciones de detalle; no fué esa tampoco su intención. Hizo un libro de meditación y de pintura, tan altamente real, que el viajero, al recorrer sus páginas, vuelve otra vez á ver, con la claridad de las evocaciones, aquellas arboledas seculares de colores vibrantes, aquellas montes siempre nevados, sobre el fondo de los cielos cargados de nieblas.
La costa patagónica, Puuta Arenas, Monte Sarmiento, Ushuaia, Buen (1) Existe eu la Biblioteca del Museo Nacional.
I5 Suceso, San Juan del Salvamento y Puerto Cook, están impregnados con el perfume de los bosques y el rumor del mar, nebulosos, tristes, lejanos...
No ha perdonado detalle: cuantos al leerlos parecen efectos literarios, son verdades. Todo lo ha visto y todo lo ha dicho. Es un libro escrito con cariño. El mismo Payró me decía: «Yo he observado hasta el color de las sombras que proyectaban las piedras de las costas.
Patagonia—dice—hará su camino, más lenta, más rápidamente; según la sábia ó desacertada dirección que le impriman los gobiernos.
Pero lo hará. En aquellas inmensas soledades, Le douteur ne voit rien, le penseur y trouve un monde, El mundo de mañana, asilo de la libertad y escenario del progreso. » Todas estas páginas de la historia del archipiélago—inclusive naturalmente Tierra del Fuego—pertenecen á la vida momentánea. Y si bien es cierto que desenvuelven el conocimiento del territorio, apenas éste es visitado en su interior por uno que otro individuo relativamente audaz, que se atreve á cruzar el dominio de los onas.
Tierra del Fuego ofrecía un interés principal: sus costas, por las razones expuestas al principio de este capítulo. Mas, dueño ya el hombre civilizado de la Patagonia, con una ciudad en ciernes—Punta Arenas—y uua isla como Tierra del Fuego, cuyas riquezas se le ofrecian abundantes, comprendió su porvenir arrebatándola al dominio del salvaje.
La desgracia que se había cernido sobre las embarcaciones, desembarcó con él, y sus primeros avances no debían ser menos horribles, dando rasgos de náufragos á los que vinieran como pobladores y uugiendo con martirios á los valientes misioneros. Una institución y un hombre se destacan en la historia de Tierra del Fuego: la South American Missionary Society y Julio Popper.
La primera en el Sud, perdiendo uno tras otro en manos de los indios á sus sacerdotes; el segundo, siu abandonar por ello sus intereses particulares, en lo que hizo bieu—luchando constantemente en la propaganda por el mejor conocimiento de la gobernación, escribiendo libros, dando conferencias, publicando mapas, combatiendo con decisión los juicios erróneos, y destruyendo los informes de niás de un viajero.
El Reverendo Lawrence, de la misión de la península Gable, contó á Payró la historia de aquellos lugares, y ella es tan interesante que no puedo sustraerme á la tentación de transcribirla: Un ex—oficial de la marina real inglesa, el capitán Allen Gardiuer, salió de Liverpool el 7 de Septiembre de 1850, á bordo de la Ocean Queen (Reina del Océano).
Iba euviado por la South American Missionary Society, con el objeto de que fundara una misión en las costas más australes de la América del Sud, para catequizar á los indígenas, y lo acompañaban un misionero, un médico y cuatro ayudantes.
― Después de una larga navegación en que se sufrieron sérios contratiempos, Gardiner y sus compañeros desembarcaron dos meses más tarde en Banner Cove, puerto de la isla Picton.
La Ocean Queen les dejó provisiones para seis meses, dos balleneras y dos botes pequeños para su movilidad, armas y municiones, etc., etc.
Los intrépidos misioneros quedaron solos en aquel país desconocido y entonces inhospitalario, pero llenos de la noble resolución de llevar á cabo la tarea emprendida.
La Isla Picton, que se encuentra en el extremo Este del Beagle, entre Haberton y Sloggett, no ofrecía recursos para la subsistencia. Los yaganes, por otra parte, hostilizaban á los misioneros que habían ido á establecerse en su territorio. Las provisiones comenzaban á escasear, las esperanzas de recibir ayuda de Inglaterra se hacían más problemáticas, y la situación iba presentándose insostenible.
En este trance, Allan Gardiner resolvió abandonar la isla, para ir á establecerse con sus compañeros en lugares más hospitalarios.
Tomó sus barquichuelos, embarcó en ellos los pocos víveres que le quedaban y pocos meses después de su arribo á Banner Cove, salía de allí para ir á buscar la muerte en Bahía Aguirre.
Dirigióse Allan Gardiner, en efecto, á dicha bahía, que se halla a unas treinta millas al Este de Picton, en la angosta punta que Tierra del Fuego avanza sobre el Atlántico. Desembarcó allí, en un sitio que le pareció conveniente, pero luego resolvió dirigirse al Puerto de los Españoles, situado en la misma bahía.
Por si llegaba algún buque de Inglaterra en socorro y llevándole provisiones desgraciadamente se habían agotado ya cuantas tenian,dejó sobre una piedra la siguiente inscripción: Dig below Go to Spaniard's Harbour.—March 1851.
Cave al pié. Vaya al Puerto de los Españoles. Marzo de 1851. » Al pié de la piedra enterró con las precauciones del caso, para que se conservara, un papel que contenía este angustioso llamado: «Si Vd. marcha por la playa, milla y media, nos encontrará en el otro bote amarrado en la boca de: río, en el extremo de la bahia, lado Sud. No tarde, porque nos estamos muriendo de hambre.» Desgraciadamente este pedido desgarrador de auxilio iba á conocerse demasiado tarde.
La muerte más horrible aguardaba á los infortunados y valerosos misioneros......
El buque «Dido», de la escuadra inglesa, que iba á llevarles provisi nes, llegó al escenario de aquel drama el ó de Euero de 1852, muchos meses después de la catástrofe......
Guiados por la inscripción y por el rumbo que señalaba el papel enterrado, los tripulantes de la «Dido» fueron en busca de los cadáveres, pues no otra cosa esperaban encontrar.
Lo primero que encontraron en el Puerto de los Españoles fué los cuerpos insepultos del capitán Allan Gardiner y del misionero Maidoment. Más lejos, en la boca del río, estaban los cuerpos del médico Williams y del pescador John Pearce....
El hambre había dado trágico fin á la primera tentativa de civilizar á los fueguinos!
Haciendo honor al desgraciado capitán, la South American Missionary Society, dió su nombre á una goleta, que envió dos años después á las órdenes del capitán W. Parker Snow y en la que venían el misionero G. Phillips y el Dr. Ellis.
Esta expedición fundó una misión en las Malvinas, que fué el punto céntrico de los trabajos que nuevamente se emprendían, pues de allí salió para el archipiélago la Allan Gardiner, recorriendo los canales y entablando relaciones con los fueguinos.
El 1.° de Noviembre de 1859, la goleta llegó á Wualaia, trayendo ocho personas, entre las que venía un misionero.
Sin temer á los indios que se les presentaban tranquilos y amistosos, desembarcaron; mas éstos, echándose repentina y traidoramente sobre ellos, los asesinaron, salvándose solamente el cocinero que había quedado abordo.
Tal fué el final del segundo intento.
A pesar de estos dos fracasos, la South American Missionary Society envió en 1862 al reverendo Stirling. que hizo construir una pequeña habitación en la peninsula de Ushuaia, donde en 1863 se instalaron el misionero Thomas Bridges y John Lawrence.
Desde entonces, los indios, comprendiendo lo útiles que les eran los misioneros, y convencidos de que no se les hacia daño alguno, entablaron contínuas y amistosas relaciones, convirtiéndose en buenos colaboradores de la misión. Dominados estos así, los capitales particulares concurrieron al canal de Beagle, se hizo á Ushuaia capital de la gobernación; el misionero Bridges que había obtenido excelentes resultados con las ovejas traídas á Ushuaia desde Malvinas, se estableció sobre el Beagle en Puerto Harberton; Luciano Ravier instaló un aserradero en Lapataia, propiedad hoy de Adan Zavalla y Cía.; en los alrededores de la misión de Ushuaia se fundaron pequeñas casas de comercio, y, aumentada la población con el personal de la gobernación, Ushuaia tomó el aspecto de un pintoresco pueblo al pié de las montañas.
Tal fué en líneas muy generales, la entrada de la civilización al Sud de Tierra del Fuego. Si no tan trágica, no fué ella menos costosa en la parte Norte, eu que, cubierta la llanura de extensos pastizales, el territorio ofrecía hermosas promesas.
Más, el temor á los indios que tan indómitos se habían mostrado sobre el Beagle, detuvo largos años á los pobladores. Al fin la misión Salesiana de Punta Arenas é Isla Dawson, hace cosa de unos quince años, intentó hacer la primera entrada al Norte de la Isla, enviando misioneros y estableciendo una misión á poca distancia de la boca de Río Grande.
No hay que olvidar á Popper, en el Páramo, ni tampoco, las iras despertadas por los exploradores científicos y mineros, que habían cometido atrocidades con los indios que buenamente se les habían aproximado.
La misión de Río Grande se incendió, por lo que los padres salesianos se vieron forzados á cambiar de lugar, aprovechando esto para instalarse en las proximidades del Cabo Domingo, sobre el Atlántico, región que la práctica les había mostrado como más excelente, pues sabido es que la nieve es menos fuerte en esos lugares bajos y próximos al mar.
La presencia de los misioneros y la tranquilidad de los indios, animó á algunas personas, y así, como si la misión hubiera sido una planta que hubiese echado sus retoños, poco á poco se fueron aproximando los estancieros y fuéronse formando los establecimientos que hoy tantas esperanzas nos hacen concebir respecto de aquel territorio.
José Menendez, y la Explotadora. de Tierra del Fuego, son trabajadores de la primera hora.
Convertido Río Grande en subprefectura; fundada la misión sobre la costa; instalada una comisaría, casas de comercio y las casas de la 1.ª Argentina (estancia de Menendez), se ha formado allí un importante centro de población, que á mi juicio es de mayor porvenir que Ushuaia y en el que, si bien no ofrece la ventaja de tener como esta un puerto para grandes buques, sinó dos, el de Río Grande y el de Cabo Domingo para pequeñas embarcaciones, por lo que muy bien pueden y son servidas las necesidades de ía localidad, la gobernación se verá bien pronto en la necesidad de trasportar allí la capital, pues, por la naturaleza misma del Territorio, se encuentra este, la mayor parte del año, sin capital en su mayor extensión.
No es mi deseo determinar si el porvenir real está en el Norte ó en cl Sud. Las producciones son bien distintas, como distintas son también eu todo sentido ambas regiones.
Pero lo que es un hecho, es que Ushuaia, al otro lado de la isla, lejos de las rutas seguidas, á penas visitada por los buques nacionales, y por una que otra embarcación que se atreve á entrar á los canales, con sus comunicaciones por tierra interrumpidas en todo el invierno por la nieve, dejará bien pronto de ser capital, pues que el gobierno nacional debe hacer sentir su influencia allí, en el Norte, en el foco de la producción fueguina, donde están las estancias, verdadera y perdurable riqueza de Tierra del Fuego.
Veo que insensiblemente, me he apartado de los motivos de este capítulo y vuelvo al tema.
Mi objeto, al escribirlo, fué principalmente demostrar, que, pues recién en estos últimos años, mitad del siglo pasado, el suelo de Tierra del Fuego empieza á producir, aquella isla no ofrecía mayor interés que el de sus costas, razón por la cual, atendiendo á esa única necesidad, sólo ellas eran recorridas. Y que, cuando se trató de ocuparlas, el misionero se destacó de avanzada, trayendo en pos de sí los capitales y fué bajo su protección que se formaron los establecimientos que hoy existen.
Si esa es la historia de Tierra del Fuego, y pues quedan aun terrenos que invadir, ningún paso más seguro que el que se dá con la experiencia del pasado.
Y pues, fueron los misioneros quienes catequizaron al salvaje; hágase lo posible para que una misión establecida lejos de los puntos hoy poblados, sobre la costa Norte del Fagnano mismo, reuna los restos de indios que quedan, y así, seguro el extranjero de no ser molestado en su propiedad, como invadió el Sud y el Norte, lo veremos radicarse en el centro de Tierra del Fuego. No es sin embargo, éste, el único procedimiento práctico. Entre los hombres que tienen allí sus capitales, pueden establecerse dos grandes diferencias, los que la explotan sin que en ello obtenga el país provecho alguno y los que, trabajando, benefician al mismo tiempo á los indios, á la región, á la Argentina. Es á éstos, á los que, en primera línea, recomiendo á la consideración del Ministerio.
Estudiados, conocidos, facilitar su prosperidad, es hacer la de Tierra del Fuego.