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Viajes de Fray Francisco Menéndez a Nahuelhuapi/Apéndice I

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APÉNDICE

I
CARTA
DE
GUILLERMO E. COX A FRANCISCO FONCK
Nahuelhuapi, Enero 4/63 [1]


Querido compadre Fonck

Tengo todo listo: mi bote construido; mis víveres bajo toldo, y yo en perfecta condicion para marcharme; pero una maldita lluvia me detiene; en cuanto concluya, dejaré la orilla.

He hecho, desde que salí, varios apuntes con el objeto de reasumirlos en una carta para Ud, y probarlo asi lo dócil que soy en seguir sus indicaciones. Principiaré por aquella estratificacion [2] de la cuchilla del Petrohue; no pude visitarla, pero en un viaje que hice con Vicente Gomez [3] al puerto de Calbutúe, que se halla en una ensenada que tiene como dos leguas de largo y dos millas de ancho, en nada conforme al mapa, pude observar toda esa costa. Es compuesta del mismo modo que el pedazo de arriba de la cuchilla; es decir: base de granito blanco con pintas negras y barrancas de conglomerados de arcilla ó tierra colorada, amarilla, plomiza, piedras pequeñas y arena; no exactamente como los desmontes en la vecindad de la Cerveceria de Keller, pero muy semejantes. Las piedras embutidas no son tan redondeadas, pero han estado en agua. Estos barrancos son casi todos estratificados en ondulaciones. Un ejemplo limpio y perfecto de esta formación es una islita que existe en la boca de la abra de Calbutúe, distante como una cuadra de tierra: es un gran peñon de granito sobre el que descansa cortado á pico de todos lados, un cuerpo de formacion como la que he descrito, ondulada, de una altura de 30 o 40 varas, coronado de una capa vegetal que soporta un bosque de coihues, en todo semejantes a los de la tierra firme, árbol dominante, casi exclusivo de estas cordilleras.

Como el camino a Calbutúe, era demasiado léjos para lo que habíamos calculado, renunciamos a comer carne fresca: ibamos en busca de animales.

Vicente Gomez le entregará tres colecciones de piedras que he recogido [4]; unas son del volcan y por la influencia que aunque pequeña tienen en la aguja magnética, las llamaré basaltos. La boca del Petrohue está formada de la misma piedra, así como casi toda la orilla que ciñe el cono del Volcan: esta boca es demasiado pequeña para dar salida en casos extraordinarios a las aguas del lago: en un dia de lluvia que tuvimos, bastante copiosa, la superficie del agua subió un decímetro, y permaneció así, tres dias, dejándolo poco mas bajo cuando salimos del puerto del Petrohue; esto lo notamos por medio de una piedra grande que habia en la orilla y sobre la que nos parábamos para sacar agua: la dejamos sumergida—no nos servia mas con ese objeto [5]. Fácil es ahora deducir que todos los troncos muertos que se ven en diferentes partes del lago, crecieron en el mismo punto en donde se hallan y su suelo fué invadido por el río obstruido por algunas grandes peñas arrastradas a su lecho, de la cima del volcan por los torrentes de invierno que lavan los costados de ese cerro, y que estrechando la salida de las aguas hicieron subir el nivel del lago.

Muchas de estas peñas enormes hemos visto en la orilla, capaces de efectos semejantes[6].

No me queda duda de que los dos lagos formaron uno solo en otros tiempos y que fueron separados al surjir el volcan en la extremidad de la ramificacion que como las demas que bordean a Todos Santos remataba en la orilla del gran lago. Calbutúe perteneció tambíen al grande lago; y es el guion que elocuentemente atestigua la antigua union de la boca de Reloncaví con el grande lago: el terreno del medio es plano, y las cordilleras están interrumpidas enteramente. El levantamiento puede talvez haberlos separado. Todas las estratificaciones de que le he hablado, sostienen esta congetura [7]. Los basaltos del Petrohue en su salida a la Boca de Reloncaví y que ví en 1859 son de los mismos que hay cerca del lago Todos Santos. Estos no han cristalizado tan bien como aquellos, pero en prismas mas o menos pronunciados [8].

No le daré detalle alguno sobre el viaje, eso lo hará Vicente Gomez; me limito solo a hablarle sobre aquellas impresiones que él no le puede repetir. El mal tiempo durante las diversas estaciones, no me ha permitido subir a cerro alguno [9], pero he recogido todas las plantas que los peones no conocían; se las remito, regístrelas, arréglelas mejor, porque yo creo que estan muy mal colocadas; en cada papel he escrito su procedencia.

El dia 25 fuí con un peon al Tronador [10]. A medida de que subia el valle, las piedras iban siendo mayores; luego llegué al pié, junto al cerro amarillo: El año 1857 no habia llegado tan cerca, me contenté entónces con tomar un poco de tierra de las barrancas a cuatro o cinco cuadras del cerro amarillo. Buscaba el orígen del Peulla; queria ver un ventisquero como en los dibujos de Lyell. Primero me encontré con unas filas o paredes de piedras que bordeaban el rio, unas sobre otras, grandes, enormes, sin mezcla alguna que las uniese, parecia que el mas lijero soplo, las iba a derrumbar: pangues y coihues habian crecido entre ellas. Pasé con mucho cuidado escalándolas y doblando hácia el S. E. Despues de una media hora, llegué a la masa amarilla de tierra y piedras regulares: nada de nieve; el Peulla salia como de la base de este cerro, me acerco mas, y cual seria mi sorpresa, al pasar un riachuelo de agua amarilla que venia del costado de este cerro, corriendo por entre su declive y las paredes de piedras que lo bordean, y ver una caverna en la extremidad cortada del cerro amarillo como de 20 varas de ancho y 10 de alto: por todas partes en la superficie exterior salian hilos delgados de agua que la cubrian como una espesa melena. Del fondo, estrepitoso y teñido, saltando por entre puntas dentadas de hielo, salia una columna de agua: era el impetuoso Peulla que se escapa de la inmensa boca del gran gigante. Algunos enormes trozos negros que yacian desparramados al lado y grietas que habia en ese frente, prometiendo otros derrumbes, y que se conocia ser de hielo, me lo esplicaron todo: me hallaba delante del gran Ventisquero del Tronador con sus morainas, los trozos y las grietas amenazando a abrirse, elocuentemente explicaban la causa de esos grandes ruidos multiplicados por los ecos de las montañas y que han dado el nombre al cerro citado.

Era preciso subir aunque fuese peligrosa su ascension; los costados peinados en un ángulo de 50 grados, dejaban ver, de cuando en cuando, manchas oscuras o amarillas de hielo teñido que desmoronaban lavando las piedras y la tierra con el agua de su derretimiento: Subimos por un lado de la moraine y luego principiamos a escalar el ventisquero, cuidando de no caer en las grietas, que solo estaban lijeramente cubiertas por capas delgadas de piedra y barro. Nos sumergimos algunas veces hasta las rodillas, logrando salir a fuerza de rasguñar con las manos en el hielo, otras veces para avanzar un paso, dábamos cuatro o cinco inútiles, resbalando en el hielo como sobre vidrio; capeando las piedras que rodaban constantemente de arriba y que aunque no mayores de una arroba, bien podrian causarnos daño. Despues de una media hora, llegamos a la cima que tiene como 200 varas pero no podiamos ver el nacimiento del ventisquero; fué preciso principiar otro ascenso; un cuarto de hora despues estábamos en el punto culminante. Desde ahí podia verse todo: Era una enorme serpiente amarilla de una legua de largo y tres o cuatro cuadras de ancho que principiando en la nieve del Tronador llenaba todo el valle y ciñendo la base del cerro. Con un declive suave se avanzaba hasta el frente: ondulaciones sin simetría alguna ornamentaban el molido lomo amarillento; sus costados bordeados por pedazos de granito aglomerados unos sobre otros, cubiertos de musgo, coihues y pangues [11] pareciendo a los mil piés de un gusano gigante. Todos los costados de los cerros que lo encajonan carcomidos y destruidos por su voracidad. Cargado un poco hácia el Tronador, dejaba un claro en el lado izquierdo y las varias cuchillas o curvas límites de la moraine, que allí habian, daban a conocer que el ventisquero se habia extendido mas en otro tiempo: los espacios estaban cubiertos de coihues y pangues algo grandes. En medio de los granitos de la moraine habia grandes trozos de conglomerados [12] distintos de los demas que hay en la base de los cerros, que encierran el ventisquero; estos son de la misma tierra amarilla incrustada de piedras; pero aquellos son oscuros, la masa negra muy compacta y muy antigua, me parecieron formaciones sedimentarias derribadas de las cimas, por la nieve. Estos mismos trozos que son muy grandes se avanzan hasta como una legua léjos del glacier. Muestras de estos encontrará V. en los paquetes: El block grande que hay en la mitad del camino [13] no lo pude examinar a causa del rio, pero de léjos parece ser de la misma composicion de los aglomerados de que le hablo: en esas cercanías la base de los costados del rio es como la de Todos Santos; arcilla o tierra colorada, amarilla plomiza con piedras: ¿Serán obra del Ventisquero? ¿Llegaría hasta ahí en otro tiempo? La punta del Peulla en el lago es un aluvion; las piedras pequeñas que las componen son de rio, redondas. El hielo del Ventisquero estratificado casi horizontalmente y en el lomo, solo hay pangues y coihues pequeñitos: algunas piedras de una vara cuadrada eran las mayores que habia en la cima, pero pocas.—Parece que el ventisquero no sufre movimiento alguno.

En esta laguna, la loma y puntas que rodean al puerto Blest, son como las formaciones en Puerto Montt, arena y piedrecitas redondas,

A Vicente le he encargado que le lleve plantas; me lo ha prometido. Sanguijuelas no le mando porque todo eso en donde se hallan las lagunas, y ellas mismas que no se veian, era una sábana de nieve [14]. He estado en el rio Frio; trae mucha agua, no tiene orilla, tuve que andar por el monte, como 8 cuadras dificilísimas por los coligües, nada ví; siempre el río manso. Perdí mi reloj en la escursion, solo me quedó en el bolsillo un pedazo del vidrio [15].

Todas las cosas que me dió, me han servido, las medicinas, con felicidad en mas de 3 casos. Así es que le estoi mui agradecido: Como estoi viviendo en la casa que Ud hizo en esta laguna, a cada rato he hecho recuerdos de Ud. El bongo suyo lo rompí para utilizarlo, pero no sirvió.

Cuando reciba ésta, estaré yo a medio camino y en dos o tres meses mas habrán noticias mias.

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Reciba Ud en esta los mejores deseos de su affs. amigo

G. E. Cox.


  1. Desde fines del año de 1854 me ligan los vínculos mas estrechos de gratitud i amistad al señor Guillermo E. Cox, el mismo a quien he tenido ocasion de citar tantas veces en el curso de los comentarios que preceden i que van dedicados especialmente a él. Esta amistad descansaba en buena parte en la franca conjenialidad con que trabajábamos en el estudio i adelanto de las rejiones australes en aquel entónces completamente vírjenes.
    Hubo sobre todo una época sensacional i en cierto modo solemne en que nos juntábamos diariamente para discutir los mejores medios de llevar a cabo su espedicion proyectada de atravesar el continente americano por la via de Nahuelhuapi i el rio Negro. Como yo habia cruzado unos años ántes la Cordillera por el mismo camino, le hice presente los diferentes problemas que faltaba que estudiar en esa parte del tránsito.
    Cox emprendió al fin su viaje, llevando mis ardientes votos para su éxito feliz. El 4 de enero de 1863, en el momento de embarcarse en Puerto Blest, para atravesar el lago Nahuelhuapi en demanda del rio Negro, envió una carta a Santiago para su publicacion, dando en ella una descripcion somera de la primera parte de su viaje (Anales d. la Univ. 1863. I p. 223).
    Ya sabemos que este tomó un jiro diferente del que los dos nos habiamos figurado, llevándole por el lago i el rio Limai a la rejion de las Manzanas. Recibí entonces de él una señal de vida algo particular por una carta escrito a orillas del rio Caleufu en presencia de los indios de Inacayal.
    No insistiré sobre el trascurso del viaje que es del dominio de la historia i que he trazado sumariamente en lasa pájinas que preceden.
    Pasaron los años, pero nuestra amistad no por eso se entibió, i cuando recientemente volví a bajar a la palestra para trabajar en los propósitos de nuestra juventud, el señor Cox se puso a mi lado ayudándome por cuanto medio que tuviera a su alcance.
    Así fué que me remitió hace poco, el 9 de octubre de 1898 una carta suya con direccion mia fechada en Nahuelhuapi el dia 4 de enero de 1863. Esta carta a pesar de su fecha tan remota me llegaba como nueva, porque habia quedado sin despacharse i olvidada entre sus papeles por causas no bien esclarecidas; la halló hace poco i se apresuró a mandármela ahora.
    Me sorprendió sobre manera, esta carta inédita i en un todo diferente de la de fecha igual, que acabo de mencionar, tanto por no haber tenido idea de su existencia como por ser un documento de mérito sobresaliente i un nuevo testimonio de nuestra amistad i armonía de conceptos.
    Es una pieza llena de animacion i frescura i pinta con maestría las impresiones de la grandiosa naturaleza de la Cordillera anotadas en el mismo instante de recibirlas; ofrece ademas un interes palpitante por ser escrita en el momento en que largaba su embarcacion para atravesar un vasto territorio casi desconocido i sembrado de peligros. En su conjunto es un escelente parangon del importante artículo que habia escrito en 1859 a la vuelta de su escursion a la Boca de Reloncaví.
    Creyendo que ella seria un buen complemento de los diarios de Menendez, pedí i obtuve de mi amigo la autorizacion para darla a la luz en este lugar i cumplo con la grata tarea de acompañarla de algunas notas.
  2. El autor su contrae con preferencia a dilucidar los problemas diferentes sobre que habia llamado su atencion en nuestras conferencias preparatorias para su viaje.
    El primero de ellos es la aclaracion del fenómeno de los retazos fragmentarios de terreno estratificado sobrepuesto al granito en alturas considerables, como en "la cuchilla del Petrohue" o sea el cordon de Santo Domingo. Habia dado ántes una corta noticia sobre este fenómeno en una carta a D. Ignacio Domeyko (Anales d. l. Univ. 1859 p. 319). Segun observaciones posteriores inéditas, que he comunicado tambien a Domeyko, la misma formacion existe igualmente en condiciones análogas en los cerros que se elevan al Este de Lenca. Uno de estos lleva el nombre "cerro Colorado" por el color de las capas que se hallan en su pendiente cerca de la cima. Cuando los últimos rayos del sol, al ponerse, alumbran estas capas, ellas reflejan un tinte rojo vivo, que produce un bellísimo efecto. El análisis químico de esta formacion me ha demostrado, que tiene una fuerte proporcion de fierro, al que debe probablemente su color. No sé si una parte de ella sea lava.
    Cox la examinó con detencion i nos da una buena descripcion de estas capas en la rejion del Todos Santos tales como se presentan vistas desde abajo. Sus detalles son importantes i nuevos. Identificó ademas estas estrtas sedimentarias con las que cubren el granito de la islita situada a la entrada de la ensenada de Calbutué, segun veremos luego. Esta islita que es marcada en el mapa pero no ha sido visitada ni ántes ni despues por ningun otro viajero merece un estudio especial lo mismo que las capas menciounadas de las alturas inmediatas. Es probable que sean depósitos del acarreo glacial; solo estraña su existencia en fragmentos dispersos i a alturas variables i en parte considerables.
    Los desmontes de caracter parecido mencionados por el autor en un corte que se cavó hace años en "la cerveceria de Keller" en la parte urbana de Puerto Montt i quedó allanado mas tarde, constaban de acarreo glacial comun (guijarros redondeados, de roca granítica i porfírica i raras veces de lava, i capas irregulares de arena) que cubre la mayor parte del territorio plano de Llanquihue.
  3. D. Vicente Gomez, un intelijente vecino de Puerto Montt, a quien hemos citado ya varias veces, era el nieto del anciano práctico José Antonio Olavarría i fué uno de los jefes de la primera espedicion a Nahuelhuapi. Acampañó a Cox en esta nueva espedicion hasta Nahuelhuapi para dirijir el trasporte del material i la construccion del bote en que habia de embarcarse.
  4. Las colecciones de piedras i plantas, que Cox en un principio habia pensado dirijir a mi, para que yo les diera curso, fueron remitidas directamente al Museo Nacional.
  5. La observacion de la subida del nivel del lago Todos los Santos por la lluvia de un dia no carece de interes. Segun eso, el nivel debe esperimentar cambios frecuentes. Es de suponer que estos no sean de duracion i que el lago vuelva gradualmente a su altura media.
    He tenido ocasion de hacer algunas observaciones sobre los cambios de nivel, producidos por las lluvias en el lago Llanquihue: En junio i julio del año 1868, que fué mui lluvioso, observé que esto lago subió como un metro o poco mas, no habiendo memoria que haya subirlo tanto ántes. Bajó un poco en seguida, pero como la cantidad de lluvia caida en diciembre del mismo año ascendió a 373 mm (Anal. d. la Univ. 1870, t. I p. 343) volvió a la misma altura por poco tiempo. Se sabe que en el año tan lluvioso, que corre ahora, 1899, el lago a subido mas aun.
    Hemos visto arriba (e. l. t. II p. 202) que Menendez ha señalado una crece diurna del lago Todos los Santos motivada por otra causa mui diferente.
  6. Cox se ocupa aquí del importante fenómeno de los árboles sumerjidos o anegados, observado i comentado por casi todos los viajeros, que han tocado el Todos Santos, i estudiado especialmente por él que escribe estas notas. La esplicacion del autor por la obstrucion accidental del rio, cerco de su salida seria mui plausible, si este fenómeno fuera de carácter local i limitado a este lago. He demostrado que ocurre en la misma forma en los esteros del mar Austral abiertos al flujo i reflujo de las mareas. Por esta razon la teoria de su oríjen debe basarse sobre condiciones jenerales. Obedeciendo a este principio, creo que el fenómeno depende del derretimiento activo de los ventisqueros que va efectuándose desde algunos siglos en toda la Cordillera austral en aumento creciente; por los detalles me refiero al artículo citado sobre los fenómenos glaciales; en los fragmentos inéditos de mi Orografia he ampliado algo mas esta cuestion.
  7. El autor señala aquí por vez primera, segun parece, la típica configuracion orográfica, de que nos ocupamos arriba, formada por el volcan Osorno en la estremidad de la ramificacion, es decir el cordon trasvarsal, que remata en el lago Llanquihue.
    Señala tambien la teoria, discutida posteriormente por varios otros autores, que los lagos Todos Santos i Llanquihue formaban antiguamente uno solo mui grande e incluye en este tambien el de Calbutue. La erupcion del Osorno tiene sin duda mucha parte en la separacion de los lagos, i es digno de atencion que el autor cite las estratas sedimentarias, que acaba de describir, en apoyo de esta opinion.
    Nos hemos ocupado tambien arriba del oríjen de la configuracion compleja formada por los lagos Todos los Santas i Llanquihue, su istmo intermedio i el rio Petrohue; véase e. l. t. II p. 198.
  8. Es digno de notar que Cox haya reconocido ya en aquel tiempo las columnas al pié del Osorno, reputados por otros autores como traquitas, como basaltos, cuyo análisis por el Dr. R. Pöhlmann ha comprobado la exactitud de su observacion. Notemos tambien la diferencia que indica entre estos i los de la célebre vigueria en la desembocadura del Petrohue.
  9. Habiendo obtenido mui buenos resultados de las ascensiones de cerros de situacion dominante, aconsejé a Cox de valerse oportunamente de este arbitrio para orientarse, lo mismo que a otros viajeros que estaban por internarse a la Cordillera austral. El autor me esplica por eso los motivos que le impidieron hacerlo.
  10. En nuestras conversaciones sobre los fenómenos de la Cordillera, que convendria astudiar, ocupaban el primer lugar los veintisqueros: eran de suyo un objeto del mas alto interes científico i de importancia capital por no haberse reconocido todavía en la rejion austral, ni aun en Chile. Por esta razon Cox hizo una escursion para visitar el ventisquero del Peulla, siendo el primer viajero que le examinó. Se esmeró por esta razon en trazar de él una descripcion mui fiel i animada. No vacilo en considerar esta como la mejor que poseamos hasta la fecha de un ventisquero de latitud austral; ella encanta por la injenuidad con que nos pinta las impresiones del viajero que se halla por vez primera delante de este fenómeno tan estraordinario. Aunque hayamos dado arriba un estracto de este reconocimiento tomado de la relacion de su "Viaje", esta descripcion orijinal i detallada no dejara de agradar al lector.
  11. Este dato sobre las plantas que acompañan los ventisqueros es importante para la jeografía botánica. Sabemos que los musgos son propios de lugares húmedos de temperatura baja tales que se hallan al lado de los ventisqueros. Vemos que el coihue i el pangue tienen facilidad de acomodarse a estas condiciones; los dos son mencionados mas adelante en el lomo del ventisquero junto al hielo.
  12. La existencia de estos conglomerados (porfíricos?) en el Tronador merece atencion especial, porque parece que ellos son poco conocidos en la Cordillera austral, mientras que abundan en la del Norte.
  13. Esta roca aislada, de ocho metros cúbicos de volúmen, situada en la mitad del camino entre la boca del río Peulla i el pié del boquete, ha sido acarreada indudablemente del Tronador por el hielo; es mencionada a pájina 48 del "Viaje"; en frente de ella hai una cascada.
  14. No recuerdo precisamente el incidente del encargo de las sanguijuelas que mi amigo se vió en la imposibilidad de cumplir. El señor Cox sabia que me interesaba por estas anelidas, tanto por el interes zoolójico que ofrecen como por ser un importante ajente medicinal en una época en que su aplicacion era mucho mas comun que ahora. Se trataria de indagar si existian en las lagunitas de Cauquenes i Huanuco, i resultó que el exámen no se pudo efectuar por estar cubiertas todavia de nieve cuando pasó.
  15. La descripcion de la entrada del rio Frio es mui conforme con la mia; encontró tambien sus aguas mansas.
    El hermoso reloj cronográfico, que nuestro viajero perdió en esta escursion, fué recuperado felizmente por D. Vicente Gomez.