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Vida y escritos del Dr. José Rizal/Segunda época, IV

De Wikisource, la biblioteca libre.
Vida y escritos del Dr. José Rizal: Edición Ilustrada con Fotograbados (1907)
de Wenceslao Retana
Segunda época, IV
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
IV


Pero ¿es esto la novela? No. La novela hay que leerla toda, con conocimiento previo de lo que era entonces Filipinas, para apreciar su alcance. Ibarra (Rizal) simboliza el filipino ilustrado, á quien la fuerza brutal de los hechos impele necesariamente á renegar del régimen colonial español; Tasio, la indiferencia, que lamenta en silencio los males de su país; Capitán Tiago, el vividor, astuto y marrullero, que pasa por todo linaje de degradaciones (incluso por el contubernio de su mujer con Fr. Dámaso), con tal de hacer su negocio. Y Elías, el pendant de Ibarra, el hombre rudo del pueblo que, perseguido por la fatalidad, pára en revolucionario demagogo. Ibarra es Rizal; Elías es… ¡Andrés Bonifacio!, el organizador del monstruoso Katipunan; el que, después de haber calificado de «cobarde» á Rizal, porque éste no era partidario de la revolución, acaudilló las primeras huestes que, inermes casi, se lanzaron al campo al grito de «¡mueran los españoles!»… Rizal, el nacionalista filosófico, enemigo de hacer correr la sangre y con talento sobrado para no aconsejar lo que reputaba una demencia; Bonifacio, sin más instrucción que la lectura de unas cuantas obras sobre la Revolución Francesa, demagogo exaltado, lleno de impaciencia quiere á todo trance exterminar la raza que dominaba á la suya. Ibarra es una figura noble, sugestiva, grata; Elías (el Piloto), una bandera roja. Ibarra acaba por ser separatista latente; Elías es un caso de determinismo: filibustero esencial desde pequeño.

Audaz, denodado, curtido en los peligros, providencia sui géneris de Ibarra, Elías es, de todos los personajes novelescos de Rizal, el más notable, la figura más interesante; en Elías se cifran y compendian todos los sufrimientos humanos; cuanto dice impresiona; cuanto hace acaba por parecer que está justificado plenamente. Su abuelo, tagalo puro, había sido tenedor de libros en casa de un comerciante español, D. Pedro Eibarramendía, bisabuelo de Crisóstomo; «una noche (pág. 276), sin saberse cómo, ardió el almacén, el incendio se comunicó á toda la casa y de ésta á otras muchas. Las pérdidas fueron innumerables, se buscó á un criminal, y el comerciante acusó á mi abuelo» (dice Elías). Martirizaron cruelmente al ex tenedor de libros, que ni siquiera tuvo la suerte de morirse, y su esposa, que se hallaba encinta, viéndose desamparada por completo, tuvo que dedicarse… ¡á prostituta! Marido y mujer, poco después, tuvieron que refugiarse en lo más enmarañado del bosque; mas no pudiendo él soportar las contrariedades que experimentaba, se ahorcó. La esposa fué acusada, por no haber dado parte; esperóse á que saliera del paso, y así que salió, diéronla una gran paliza, y en paz. Huyó con sus dos hijos á otra provincia; internóse en la selva; acabó por hacer vida de alimaña. El mayor de los chicos paró en bandido, y llegó á hacerse célebre con el apodo de Bálat; el más pequeño no siguió las huellas de su hermano: vivió junto su madre. «Al fin (dice Elías) el famoso Bálat cayó un día en poder de la Justicia, que le pidió estrecha cuenta de sus crímenes, ella, que nada hizo por enseñarle el bien; y una mañana, buscando el joven (el menor) á su madre, que había ido al bosque para coger hongos y aun no había vuelto, encontróla tendida en tierra, á orillas del camino, debajo de un algodonero; la cara vuelta al cielo, los ojos desencajados, fijos, crispados los dedos, hundidos en tierra, sobre la cual se veían manchas de sangre. Ocúrresele al joven levantar la vista y seguir la mirada del cadáver, y vé en la rama colgado un cesto, y dentro del cesto la ensangrentada cabeza del hermano.»

El joven, andando el tiempo, se enamoró de una hermosa tagala, y la sedujo: quiso reparar el mal casándose en toda regla; y gestionó los papeles. Al sacarse los papeles, descúbrese que el seductor era hermano de Bálat, el malhechor, hijo de una prostituta y de un ex tenedor de libros acusado de incendiario… El padre de la seducida logró echar á presidio al amante de su hija. Esta dió á luz dos mellizos, niño y niña, que fueron «criados en secreto, haciéndoles creer en un padre muerto»… Al niño le pusieron Elías… Elías estudió algo, muy poco, en los Jesuítas de Manila; volvió al pueblo. Pero un pariente descubre lo pasado, y Elías y su hermana quedan solos en el mundo, huérfanos de toda protección. Ella, la hermana, apareció cierto día ahogada y con un puñal clavado en el pecho… «desde entonces (dice Elías) vago de provincia en provincia; mi fama y mi historia andan en boca de muchos', á veces se me calumnia, pero hago poco caso de los hombres y continúo mi camino».

Ibarra ignoraba esta historia, cuando salvó á Elías, al tiempo que éste iba á ser presa de un caimán. Elías quedó agradecido; vió en Ibarra, además de un valiente, un hombre culto, y pensó en él para que fuese la inteligencia directiva de la revolución. Elías y Crisóstomo mantuvieron acerca del asunto varias discusiones. En lo que sostiene cada uno, pero señaladamente en lo que dice Elías, está el alma del libro. Véase cómo impagna el catolicismo, instrumento el más eficaz de que se ha valido España en Filipinas:

«—Señor, repuso (Elías) con voz grave; acusais de ingratitud al pueblo, permitid que yo, uno del pueblo que sufre, lo defienda. Los favores que se hacen para que tengan derecho al reconocimiento, necesitan ser desinteresados. Hagamos caso omiso de la mision, de la caridad cristiana, tan manoseada; prescindamos de la Historia, no preguntemos qué ha hecho España del pueblo judío, que ha dado á toda Europa un libro, una religion y un Dios; qué ha hecho del pueblo árabe, que le ha dado cultura, ha sido tolerante con su religion y ha despertado su amor propio nacional, aletargado, destruido casi durante la dominacion romana y goda. ¿Decís que nos han dado la fé y nos han sacado del error? ¿llamais fé á esas prácticas exteriores, religion á ese comercio de correas y escapularios, verdad á esos milagros y cuentos que oimos todos los días? Es ésta la ley de Jesucristo? Para esto no necesitaba un Dios dejarse crucificar ni nosotros obligarnos á una gratitud eterna: la supersticion existía mucho antes, sólo necesitaba perfeccionarla, y subir el precio de las mercancías. Me direis, que por imperfecta que fuese nuestra religion de ahora, es preferible á la que teníamos; lo creo y convengo en ello, pero es demasiado cara pues por ella hemos renunciado á nuestra nacionalidad, á nuestra independencia, por ella hemos dado á sus sacerdotes nuestros mejores pueblos, nuestros campos y damos aún nuestras economias con la compra de objetos religiosos. Se nos ha introducido un articulo de industria estranjera, lo pagamos bien y estamos en paz…» (Pág. 273.)

Conceptos como éstos, los hay á centenares. Niega el dogma de la Comunión y la existencia del Purgatorio; escarnece la Bula de la Cruzada; se mofa de los santos, de las procesiones, etc. Y el concepto que le merecen los antiguos y modernos españoles lo concreta Elías en estas pocas palabras, contendiendo con Ibarra: «—…reconozco que una verdadera fé y un verdadero amor á la Humanidad guiaban á los primeros misioneros que vinieron á nuestras playas; reconozco la deuda de gratitud hácia aquellos nobles corazones; sé que la España de entonces abundaba en héroes de todas clases, así en lo religioso, como en lo político, en lo civil y en lo militar. Pero porque los antepasados fueron virtuosos, ¿consentiríamos el abuso en sus degenerados descendientes? Porque se nos ha hecho un gran bien, ¿seríamos culpables por impedir que nos hagan un mal?»

Los diálogos entre Elías é Ibarra ofrecen de particular que Elías, el plebeyo cuasi intonso, convence más que Ibarra, el señorito instruído. Ibarra refuta como puede las razones de Elías; pero Elías no cede; Elías quiere la revolución: Ibarra le aconseja calma; hay que esperar; además, los hombres que se lanzasen al campo serían pocos y no tendrían pertrechos…

[Elías:] —«¡Esperar, esperar equivale á sufrir!»… «Solos, en verdad, somos nada; pero tomad la causa del pueblo, uníos al pueblo, no desoigais sus voces, dad ejemplo á los demás, dad la idea de lo que se llama una Patia!»… ¿No veis como todo despierta? El sueño duró siglos, pero un día cayó el rayo, y el rayo, al destruir, llamó la vida; desde entonces (alude á los ejecutados en 1872) nuevas tendencias trabajan los espíritus, y esas tendencias, hoy separadas, se unirán un día guiadas por Dios. Dios no ha faltado á los otros pueblos»… «Sin lucha no hay libertad»… «Sin libertad no hay luz»… «el combate comienza en la esfera de las ideas para descender á la arena, que se teñirá en sangre; oigo la voz de Dios, ¡ay de los que quieran resistirle! para ellos no se ha escrito la Historia!»

Elías es un iluminado; hay mucho de épico en su lenguaje incorrecto. Y ¡quién había de decirlo! Andando los años, este mismo diálogo, en su esencia, se reprodujo en Dapitan. Vivía allí, proscripto, Rizal; y allí llegó, en 1896, el joven médico Pío Valenzuela, con el pretexto de una consulta facultativa, pero sin más objeto que presentar, en nombre de Andrés Bonifacio, un ultimátum sobre el proyecto de lanzarse al campo de la revolución: Rizal, como Ibarra, dijo cien veces «¡no!»; juzgó una locura semejante idea; expuso cuantos razonamientos le sugirió su gran inteligencia… Valenzuela regresó á Manila; refirió á Bonifacio la entrevista, y Bonifacio, después de proferir toda suerte de injurias contra Rizal, á quien calificó de «cobarde», poco tiempo después iniciaba la insurrección que dió al traste con la dominación española.

En Noli me tángere, los discursos de Elías impresionan mucho más que los de Ibarra; en la historia de lo acontecido, los consejos de Rizal acaban por ser desoídos, y Bonifacio (ó sea Elías) seduce al pueblo, é infiltrándole sentimientos de odio y de venganza, promueve aquella insurrección que costó tanta sangre… El pueblo filipino, al interpretar todo el simbolismo de Noli me tángere, al tener que optar entre Ibarra, el intelectual atildado, y Elías, el plebeyo demagogo, optó por Elías, alma, al fin, de la novela…

Justo es confesar que el hombre que á los veinticinco años logra con un libro suyo conmover un país de siete millones de habitantes, y descollar á manera de gigante sobre esos siete millones de compatriotas, no es el «mesticillo vulgar» que pretenden ciertas gentes[1]; quien realiza ese milagro no puede ser sino un hombre superior.

En una obra literaria, lenguaje y estilo son lo que en una cara facciones y fisonomía. Las facciones de Noli me tángere son incorrectas; la gramática de Rizal deja no poco que desear. Sírvele de disculpa que no era el castellano, sino el tagalo, su idioma nativo; y todavía puede añadirse que la circunstancia de estudiar á un mismo tiempo francés, inglés y alemán le era perjudicial para el logro de un alto grado de perfección en el dominio de la lengua de Cervantes. En cambio el estilo es otra cosa; es propio, y basta. ¡Dichoso el escritor que consigue ser inconfundible! Rizal lo era. Cuanto publicó anónimo en La Solidaridad, no necesita su firma; su matiz, su claro-obscuro, personalísimo, tiene verdadero encanto. Noli me tángere no irá jamás á parar á ninguna antología de escritores castellanos; pero como obra de propaganda puede figurar, sin disputa, entre las primeras. Conocía Rizal maravillosamente el gusto de sus compatriotas: sabía cuánto les hieren la imaginación las notas meláncolicas, las llamaradas de la pasión, las frases vivas; y al través de un poema romántico en mediana prosa, salpicada de agudezas rabelescas y de ironías volterianas, deslizó toda una obra de redención, cuyos conceptos más esenciales aprendió de memoria todo un pueblo. Mientras haya un filipino, no faltará quien lea Noli me tángere[2].

¿Midió RIZAL todo el alcance de su libro? ¿Presumió que iba á causar tan honda impresión en su país? Supo, sí, que hizo algo; guió- le un fin más elevado que el de limitarse á escribir una obra de entre- tenimiento; pero tenemos por indudable que no llegó á imaginarse, al dar la última plumada, que con su Noli me tángere iba á conmover el espíritu de su patria, á prepararla para una revolución transcen- dental. Por Marzo del 87 escribía desde Berlin á un su amigo[3]:

«Mon cher ami: dans votre dernière lettre vous vous plaigniez de mon silence. Vous avez raison: l'oubli c'est la mort de l'amitié; seulement je dois ajouter que pour une vraie amitié il n'existe point d'oubli, et je vous en donnerai la preuve tout de suite.

Il y a longtemps que vous désiriez lire quelque roman, écrit par moi; vous me disiez qu'il fallait faire quelque chose de sérieux, ne plus écrire des articles qui vivent et passent avec la feuille d'un journal. Eh bien; à vos souhaits, à vos trois lettres, je reponds avec mon roman… dont je vous envoie par la poste un volume.

Noli me tángere, mots tirés de l'Évangile de Saint Luc, signifie ne me touche point. Le livre contient donc des choses dont personne chez nous n'a jusqu'à présent parlé: tant elles sont délicates qui ne consentaient point à être touchés par quelque ce soit. Moi, je tentai de faire ce que personne n'a voulu; j'ai dû répondre aux calomnies que pendant des siècles on a entassées sur nous et notre pays: j'ai décrit l'état social, la vie, nos croyances, nos espérances, nos désirs, nos plaintes, nos griefs; j'ai démasqué l'hypocrisie qui, sous le manteau de la Réligion, venait chez nous nous appauvrir, nos abrutir; j'ai distingué la vraie Réligion de la fausse, de la superstitieuse, de celle qui commerce avec la parole sainte pour tirer de l'argent, pour nous faire croire aux sottises dont le Catholicisme rougirait si jamais il en avait connaissance. J'ai devoilé ce qui était caché derrière les mots trompeurs et brillants de nos gouvernements; j'ai dit à nos compatriotes nos torts, nos vices, nos coupables et lâches complaisances avec ces misères-là. Où j'ai trouvé de la vertu je le dit haut pour lui rendre hommage; et si je n'ai pas pleuré en parlant de nos mal-heurs, j'en ai ri, car personne ne voudrait pleurer avec moi sur les malheurs de notre patrie, et le rire est toujours bon pour cacher des peines. Les faits que j'y raconte sont tous vrais et arrivés; j'en peux donner les preuves. Mon livre aura (il en a) des défautes sous point de vue artistique, sous un point de vue esthétique, je ne dis pas non; mais ce qu'on ne me peut contester c'est l'impartialité de mes narrations.

Voilà ma réponse à vos trois lettres; j'espère que vous serez content et ne me blâmerez plus pour mon silence. J'aurais un grand plaisir de savoir que vous le trouvez de votre goût; je ne crois pas que je sois tombé en disgrâce. Vous m'avez toujours encouragé par vos approbations et vos conseils: encouragez encore votre ami, qui tient beaucoup à vos opinions et vos censures.

J'attends vos lettres; aussitôt que vous aurez lu mon livre, j'espère que vous me donnerez votre jugement sévère. Moi, je ne feins pas une modestie étudiée, mais je crois et vous assure que votre opinion sera suivie par moi»… [Etc.]

Ello es que, por defender á los suyos, Rizal atacó lo más fundamental de cuanto en Filipinas tenía cuño español. Las principales conclusiones de Noli me tángere son éstas:

a) El filipino ilustrado liberal, por ser incompatible con el fraile, no puede vivir tranquilo en su país.

b) Se le persigue por todos los medios, y hasta se fraguan falsas conspiraciones que sirven de pretexto para complicarle en ellas, y, una vez conseguido, encarcelarlo, desterrarlo ó fusilarlo.

c) El país no es para nosotros, sino para ellos, para los frailes principalmente; no es para los que en aquí hemos nacido, si sustentamos ideas de progreso; es para los extraños, los reaccionarios sobre todo, que nos tratan, no como conciudadanos, sino como parias.

d) La Administración pública tiene tal cual funcionario honrado; pero puesta al servicio de los frailes, vive prostituída.

e) La Guardia civil abusa de tal suerte, comete tales demasías, que por cada bandido que aprehende logra que se conviertan en bandidos muchos que no habían nacido para serlo.

f) Los españoles que vienen á Filipinas, como vienen á impulso de la necesidad ó de la fatalidad, no por un ideal noble y levantado, degeneran, y aun los propensos al bien acaban por encanallarse.

g) La religión católica, empleada como instrumento de dominación, se vale de mil ardides, que la truecan, de sentimiento excelso y desinteresado, en una engañifa abominable.

h) Los filipinos puros, de pura sangre malaya, que viven en el aislamiento, son excelentes, pero están condenados á ignorancia perpetua; y si se ilustran y su ilustración transciende, sufren vejámenes y persecuciones. Los que se mezclan con los españoles, mayormente los que lo hacen por vínculos de la sangre, acaban por corromperse; envuélvense en una capa de hipocresía que los hace indignos.

i) La mujer del país no debe casarse con español; mas si á ello la obligan los parientes, por cálculo ó por imposición del fraile que protege á la familia, acceda; bien entendido que no debe olvidarse de que está obligada al antiguo novio filipino.

j) Con el régimen político actual es imposible que subsista la unión voluntaria de los filipinos á España: hablamos, y no se nos oye; pedimos con toda cortesía aquellos derechos á que nos consideramos acreedores, y se nos desprecia. La Universidad de Manila nos hace abogados, médicos, etc.; pero obtenemos el título, y seguimos siendo los niños grandes que antes.

k) Hay un filibusterismo que causa más estragos que ningún otro: el de la desesperación; y á ese filibusterismo ¿quién nos lanza? Á él se siente arrastrado todo el que vale, si no es un adulador…

Las narraciones de Rizal son ciertas, por cuanto están basadas en hechos rigurosamente exactos; sus personajes, copias son del natural. Y, sin embargo… Por algo se ha dicho que el que prueba demasiado, no prueba nada. Sería facilísimo escribir el Anti-Noli me tángere; y con hechos de autenticidad indiscutible, volver del revés la novela de Rizal. En ésta no hay un solo español (salvo el teniente Guevara, que si no ha pasado de teniente, á pesar de ser «anciano», débese á que «nunca había sido delator») que tenga noción de la vergüenza, y por añadidura, son todos intonsos y mentecatos; en cambio, casi todos los filipinos puros que figuran en la obra son modelos de virtud, ilustrados y discretos. Rizal escribió para sus compatriotas solamente; así se explica el abismo que existe entre la crítica genuinamente filipina y la crítica genuinamente española: para los filipinos, Noli me tángere era una nueva Biblia, en la que el Pueblo debía buscar su redención; para los españoles, el libro de Rizal no era otra cosa que un desplante intolerable, un escarnio de todo lo nuestro, una pedrada á la raza.

Fué á mediados de 1887 cuando á Manila llegaron los primeros ejemplares; mucho se hablaba del Autor y de su obra; pero no se encontraba un ejemplar por un ojo de la cara: no lo había á la venta; nadie confesaba poseerlo. Entre los frailes y sus amigos hubo inusitado revuelo. ¡Pensar que un indio se atrevía á satirizarlos con la mayor crueldad!… ¡Qué audacia!… Era á la sazón arzobispo de Manila el dominico P. Payo, el cual logró un ejemplar, que se apresuró á remitir al Rector (otro dominico) de aquella Universidad con la orden de que una Comisión del Claustro emitiese informe. El Claustro, compuesto de frailes y seglares, informó; pero fueron dominicos (los más interesados) los encargados de emitir el fallo. Reunidos los profesores Fr. Matías Gómez, Fr. Norberto del Prado y Fr. Evaristo Fernández Arias, juzgaron en estos términos la novela de Rizal[4]:

«Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Manila. — Rectorado. — Excmo. é Ilmo. Sr. — En contestación al atento oficio de V. E. Ilma., de fecha 18 del corriente, en el cual V. E. Ilma. se dignó encomendar á ese Claustro Universitario la revisión é informe sobre el libro Noli me tángere, novela tagala, publicado por J. Rizal en una imprenta de Berlín, tengo el honor de manifestar á V. E. Ilma, que, examinada dicha obra por una Comisión de este Claustro nombrada al efecto por el que suscribe, sus individuos por unanimidad la han encontrado herética, impía y escandalosa en el orden religioso, y anti-patriótica, subversiva del orden público, injuriosa al Gobierno de España y á su proceder en estas Islas, en el orden político. — No es posible, Excmo. é Ilmo. Sr., detallar todos los períodos ni siquiera todas las páginas, en que se encuentran todas esas impiedades, heregías, escándalos y frases anti-patrióticas, porque apenas hay página en que no haya uno ó varios de esos defectos, siendo el espíritu y tendencias del conjunto de esa narración, desprestigiar las instituciones sociales y religiosas existentes en el país, y soliviantar el ánimo de estos habitantes para que se rebelen contra ellas. — En el ejemplar, que V. E. Ilma. se dignó remitirme, y que tengo el honor de devolver á V. E. Ilma., van anotados con lápiz rojo algunos períodos en que se vierten conceptos, unas veces en forma paliada, y otras clara y terminantemente contra España, contra su legítimo Gobierno, y contra su representante en estas Islas; y con lápiz azul ó negro otros períodos impíos, heréticos ó escandalosos, ó graves por cualquier otro motivo. Pero toda la narración, absolutamente toda, en su conjunto y en sus detalles, en lo primario como en lo secundario, en lo principal como en los pormenores al parecer más insignificantes, va contra el dogma, contra la Iglesia, contra las órdenes religiosas y contra las instituciones civiles, militares, sociales y políticas, que el Gobierno de España ha implantado en estas Islas. — Y por eso el que suscribe, apoyado en el dictamen de la Comisión examinadora, tiene el honor de informar á V. E. Ilma. que la narración Noli me tángere de J. Rizal, impresa en Berlin, si llegara á circular por Filipinas, causaría gravísimos daños á la fe y á la moral, amortiguaría ó extinguiría el amor de estos indígenas á España, y perturbando el corazón y las pasiones de los habitantes de este país, podría ocasionar días muy tristes para la madre Patria. — Dios gue. á V. E. Ilma. ms. as. — Manila, 30 de Agosto de 1887. — Excmo. é Ilmo. Sr. — Fr. Gregorio Echevarría — Excmo. é Ilmo. Sr. Arzobispo de Manila.»

El P. Payo dió traslado del dictamen al capitán general (D. Emilio Terrero)… Y se hablaba de la crítica, ¡y no se conocía la novela!… Crecía el run-run… ¡y acrecía el ansia de leerla! Y cuanto más se hablaba de la crítica, ¡mayor era la propaganda del libro! Los impacientes tuvimos que pedirlo á Europa, á cualquier precio. — Algún ejemplar se revendió en la colonia en diez y hasta veinte duros. — Terrero, estimulado por el P. Payo, se creyó en la obligación de solicitar de la Comisión permanente de censura un dictamen en regla, y el encargado de evacuarlo fué el Rdo. Fr. Font, agustino. Dicha Comisión estaba compuesta por seglares y frailes. Allí no se publicaba una línea que no fuere previamente censurada, ni los libreros podían vender lícitamente obra alguna que no tuviera el pase de la Censura. Si los seglares condenaban la novela, ¿qué había de hacer un fraile? El P. Font se despachó á su gusto: después de un breve preámbulo en que colma al Autor de ignominia, llamándole ignorante, etc., transcribe los conceptos más esenciales del libro, clasificados así:

  1. Ataques á la Religión del Estado.
  2. Ataques á la Administración, á los españoles empleados del Gobierno y Tribunales de Justicia.
  3. Ataques al cuerpo de la Guardia Civil.
  4. Ataques d la integridad de España.

Y después de tal granizada de ataques, descubriendo la intención que velaban muchas frases (con lo que prestó un señalado servicio á la obra de propaganda que Rizal emprendía con su libro), concluye:

«Fundado, Excmo. Sr. [Gobernador general], el que suscribe, en los textos que, literalmente copiados, acaba de presentar á la ajustada y patriótica consideración de V. E., es de parecer que prohíba en absoluto por su Autoridad la importación, reproducción y circulación de este pernicioso libro en las Islas.

»Además de atacarse tan directamente, como V. E. ha visto, la Religión del Estado, á Instituciones y personas respetables por su carácter oficial, está vaciado el libro en enseñanzas y doctrinas extranjeras; y la síntesis general del mismo es inspirar á los sumisos y leales hijos de España en estas apartadas islas odio profundo y encarnizado á la Madre Patria, posponiéndola á las naciones extranjeras, especialmente á Alemania, por quien parece tener preferente predilección el autor del Noli me tángere. Su objetivo único es la independencia del país, queriendo romper con impía y osada mano la integridad sagrada de la Patria, de esa Patria que le dió el ser, que le críó á sus nobles pechos, que lo alimentó con el pan y la doctrina de la civilización, y que de idólatra, ignorante y degradado, ha hecho de Filipinas el país católico por excelencia, el más libre é ilustrado de los pueblos que viven bajo el amparo inmediato de las naciones europeas, y la raza más feliz que ha vivido bajo la benéfica sombra de las paternales Leyes de Indias, el monumento más grande que la heroica é incomparable España ha levantado en medio de las modernas civilizaciones para amparar y asimilarse los infantiles pueblos que Dios le ha confiado: no para que los haga esclavos y degradados, como otras naciones, sino para que los enseñe é ilustre, y haga brillar sobre ellos la aurora de la libertad cristiana y el sol esplendente de una nueva vida, de la social cultura y de la moderna civilización. Este es el parecer del que suscribe para que se prohíba en absoluto la circulación de este libroManila, 29 de Diciembre de 1887. Fr. Salvador Font, agustino calzado.»

El P. Font, que tuvo siempre á gala blasonar de patriota[5], cometió la imprudencia, contra el consejo de los que optaban por no dar importancia á la novela, de mandar imprimir su censura, y así lo hizo, subrepticiamente… Y circularon copias impresas del dictamen, y acreció más y más el interés de conocer la obra pecaminosa de Rizal, que sin este reclamo no habría sido tan leída como fué, y tanto más discutida cuanto más leída; extendiéndose con ello la línea divisoria que deslindaba á los españoles exaltados de los filipinos amantes del progreso de su tierra. ¡Pues qué!, decían éstos: ¿se reputa lícito que uno y otro día, y así años y años, los españoles escriban contra nosotros toda suerte de injurias y calumnias, y no ha de serlo que, por una vez, un filipino les diga á los españoles las verdades del barquero? La novela de Rizal era filibustera, porque la subscribía un filipino; hubiérala subscrito un español —y hay muchos que no tendrían en ello inconveniente,— y se la habría calificado de otro modo. El español podía decir cuanto le viniera en gana; el filipino, no[6]. La resonancia del libro llegó hasta España. ¡Pero cómo llegó!… Del Noli me tángere hablóse en el Senado, y ni el señor senador que lo sacó á relucir para anatematizarlo lo había visto por el forro, ni el ministro de Ultramar tampoco: éste se limitó á encogerse de hombros… Precisamente nuestro Ministerio de Ultramar ha solido ser refugio de literatos: Rodríguez Rubí, Ayala, Balaguer, Núñez de Arce… grandes literatos… que desconocían las producciones literarias de los nacidos en Ultramar.

Por Junio de 1888 entablóse largo y empeñado debate en el Senado á propósito de cierta manifestación que el 1.º de Marzo de dicho año había habido en Manila, en contra de los frailes y señaladamente del arzobispo Payo. Se experimentaba entonces en el Archipiélago un gran malestar político. El leader del debate fué (¡cosas de nuestro país!) el general Salamanca, profano completamente en la materia, aunque gran patriota, á la manera que aquí se ha venido entendiendo el patriotismo, que tenía por lema: ¡garrotazo y tente tieso! Intervino para alusiones el Sr. Vida, que habló varias veces, y entre otras cosas dijo en la sesión del 11 del citado Junio:

«Pero vuelvo al propósito que me ha movido á tomar la palabra en este debate; el de la profunda llaga que estos sucesos revelan en la población del Archipiélago filipino, y sobre lo cual llamo la atención del Sr. Ministro de Ultramar. Si S. S. no está bien servido en aquellas provincias, si le falta algún resorte en la administración pública, créelo en buen hora, pero hace falta que sepa S. S. de qué manera pertinaz se viene haciendo allí una propaganda antiespañola y anticatólica desde hace muchos años. Muy recientemente, un indígena cuyo nombre sé, doctor en medicina por la Universidad de Madrid, que dice ser íntimo amigo del Príncipe de Bismarck, y haber ganado una cátedra de medicina en una Universidad de Alemania, se ha presentado allí é introducido un libro que llama novela con el título de «Noli me tángere»[7].

»Esta novela es una predicación anticatólica, protestante, socialista, proudhoniana, en que se dice á los indios que las haciendas poseídas por las Órdenes religiosas son usurpaciones de sus propiedades, y que antes de un año les serán arrebatadas esas propiedades á las órdenes religiosas. Ese libro, tal vez no lo sepa S. S., ha sido censurado por la Universidad de Manila, y en las márgenes de uno de los ejemplares están señaladas esas censuras; y, sin embargo, ese libro circula entre los indios y se vende ó se regala á quien se presenta con la contraseña de cierta persona, que tampoco quiero nombrar. Vea S. S. si todas estas cosas son graves é importantes»[8].

El Sr. Vida no conocía la novela de Rizal; conocía únicamente el dictamen de los dominicos de la Universidad manilense. En cuanto al señor ministro de Ultramar, el ilustre poeta Balaguer, respondió como pudo, aunque declarando, ¡eso sí!, que no había leído el libro de que hablaba el Sr. Vida. Si el Sr. Vida lo hubiera leído, habría visto que en sus páginas hay argumentos para todos los gustos, algunos de ellos eminentemente españoles, de los que sacó no poco partido el escritor tagalo D. Marcelo H. del Pilar, para defender, como lo hizo, á Rizal y su obra, en una serie de artículos insertos en La Publicidad, de Barcelona, y reproducidos luego, por vía de apéndice, en el folleto de Blumentritt que queda registrado. ¡Calcúlese lo que Rizal se crecería al ver la importancia que á su novela se daba!… ¿Qué más podía apetecer un propagandista incipiente?… Por si esto era poco, otro general, D. Luis M. de Pando, habló también del libro en el Congreso, en la sesión del día 12 de Abril de 1889. El Sr. Pando, después de requerir la presencia del ministro de Ultramar (Becerra), que no estaba en la Cámara, anunció que tenía que tratar de un asunto de «suma importancia y gravísimo»… «que se refiere nada menos que á los peligros que están desarrollándose hoy en el Archipiélago Filipino, y que de continuar pondrán en grave riesgo allí los derechos de España». (El orador expresábase con gran viveza.)

«Suceden en dicho Archipiélago (añadió) cosas tan graves, que en poco tiempo se han cometido, con circunstancias muy especiales, varios asesinatos, no en un solo punto, sino en distintas islas ó provincias, y me extrañaría que no lo sepa el Gobierno, aunque creo que ya lo sabrá. Estos hechos demuestran que hay allí latente una verdadera conjuración», etc. Y siguió requiriendo la presencia del ministro de Ultramar, rogándole que acudiese al Congreso al día siguiente.

Sagasta, como Presidente del Consejo de ministros, pidió la palabra «para no dejar pasar sin protesta» las que había pronunciado el Sr. Pando, á quien aseguró que veía visiones, ya que oficialmente no existía la menor noticia de la «verdadera conjuración» á que el señor Pando se refería. Éste rectificó, y repuso:

«Siento, repito, que [el Gobierno] no conozca lo que allí late, lo que allí ocultamente, pero no tanto que yo no lo sepa, se está preparando. En Filipinas, Sr. Presidente del Consejo [¡ahi va la bomba!], circula con gran profusión, y no ahora, sino desde hace algún tiempo, un libro titulado Noli me tángere, que yo suplicaría al Sr. Presidente del Consejo lo estudiara, que bastante tiene que estudiar; pero hágalo con cierto cuidado, porque tiene bastante veneno y pudiera envenenarse su señoría»[9].

El general Pando, al decir que el libro tenía bastante que estudiar, dijo una gran verdad. No hubo más sino que ni Becerra ni Sagasta lo estudiaron, como no lo había estudiado Balaguer. Y que si lo hubieran estudiado, ó no le habrían concedido importancia, ó, de concedérsela, habría sido, sin duda, para condenarlo.

¡Qué diferencia con el criterio de los norteamericanos! Uno muy ilustre, Mr. James A. Le Roy, gran conocedor de Filipinas, en su obra Philipine Life in Town and Country, que ha publicado recientemente, no sólo transcribe con gran encomio párrafos enteros del Noli me tángere, sino que tanto á esta obra como á El Filibusterismo, también de Rizal, concédeles una importancia inmensa y solicita que de ellas se hagan fieles y esmeradas traducciones al inglés, «porque arrojarían una luz grandísima acerca de las cuestiones filipinas, hoy en estudio»[10]. — Es decir, á juicio de los yanquis, las obras de Rizal son de sumo provecho y en ellas debe inspirarse el Gobierno metropolítico para legislar con acierto y con prudencia; según los españoles, las obras de Rizal son filibusteras, incendiarias, etc. — ¡Y les hacían el reclamo sin leerlas!… Estos reclamos, de una parte; de otra, las predicaciones, ya indicadas, que se lanzaron en el Archipiélago, y, por último, la gran propaganda que del Noli me tángere hizo Blumentritt en las principales revistas técnicas del mundo, trajeron por consecuencia que el libro adquiriese extraordinaria resonancia, y su autor una muy señalada notoriedad.


  1. Asi se le califica en un folleto anónimo intitulado: Filipinas: Problema fundamental; Madrid, 1891; que consta haber sido escrito por Fr. Salvador Font, agustino, ex párroco de Tondo (Manila).
  2. De los muchos elogios vehementes que los filipinos han publicado del Noli me tángere, ninguno acaso tan expresivo como el que sigue, que leímos en el número La Independencia del 3 de Octubre de 1898:
     
    EN LA ÚLTIMA PÁGINA DEL NOLI ME TÁNGERE
     

    Eres el grito del derecho herido,
    La encarnación de las candentes lágrimas
    Que en la noche sin luz de su pasado
    De mi país los ojos escaldaban.

    Yo te lei cien veces. Noble amigo,
    Hallé siempre, flotando en cada página,
    Un paño para el llanto del esclavo,
    Para el tirano vengadora tralla.

    ¡Cómo sentía, al recorrer tus hojas,
    Lástima por mi patria esclavizada!
    ¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios,
    Y ansiaba, como tú, la luz del alba!

    Mas un día… sonaron los fusiles,
    Ahogó los suspiros la metralla,
    Y, fulminando muertes, al Derecho
    Pronto abriéronle paso las espadas.


    Y tembló la opresión. Himno de muerte
    Parecía el rugido de sus armas,
    Y en su mismo estertor… ¡ay! frente á ella
    Irguióse su conciencia: ¡cuán manchada!

    Entonces, al clangor estrepitoso
    Que producían, al herir, las balas,
    Veía al pueblo defender sin miedo
    La idea que tus párrafos inflama.

    Veíale surgir grande, potente,
    Dispuesto á perecer en la demanda,
    A recabar con sangre de sus venas
    Su libertad y su honra conculcadas.

    Y fué obra tuya, tuya solamente:
    Que, sin ti, aún no viera nuestra patria
    Roto el dogal que la estrujaba el cuello,
    Y en sus cielos brillando la alborada.

    ¡Ah!… mucho hiciste. Verbo del opreso,
    Anatema al poder, tus hojas santas,
    Al irradiar en los cerebros muertos,
    De la opresión libraron una raza.




    Te cierro ya. En la noche de su sueñio
    ¡Paz al patriota que escribió tus páginas!
    Dile que sus hermanos no le olvidan,
    Que en cada pecho se le erige un ara.

     
    Ana Haw.
     
    Ana Haw era (según me informa el Sr. Santos) el pseudónimo que usaba el malogrado poeta filipino D. José Palma. — También los hijos de aquel país saben todos de memoria los versos de Cecilio Apóstol (llamado el Andrade filipino) que dicen, aludiendo á Rizal y á su novela:
     

    «No llores, de la tumba en el misterio,
    Del español el triunfo momentáneo;
    Que si una bala destrozó tu cráneo,
    ¡También tu Idea destrozó un imperio!»

  3. La minuta de esta carta hállase en el cuaderno de Clínica, después de un estudio literario intitulado Essai sur Pierre Corneille y de la traducción de un cuento fechada en «Berlín, le 5 Mars 1887».
  4. Poseo una copia autorizada que me fué remitida, años há, por un fraile dominico. Por cierto que el aludido donante me recomendó mucho que no publicase el documento, cosa que he cumplido mientras razones de indole politica así lo aconsejaban. Hoy, que esas razones ya no existen, no veo inconveniente en que se dé á la estampa: la Verdad se debe á la Historia.
  5. Patriota de los de chin, chin, como lo hemos sido, por desgracia, casi todos los españoles; que no éramos patriotas, sino patrioteros.
  6. Costa ha repetido hasta la saciedad la frase: país de eunucos; Unamuno ha pronunciado esta otra: pueblo de cobardes. Pero ni Costa ni Unamuno han nacido en Filipinas. Por lo demás, no se olvide que un diplomático español (D. Sinibaldo de Mas), en 1842, proponía oficialmente al Gobierno que concediese la independencia á Filipinas. Rizal, sobre no haber dicho cosas tan graves, nunca mantuvo, en ninguno de sus escritos, la tesis separatista.
  7. El Prof. Blumentritt, en su folleto El «Noli me tángere de Rizal» (Barcelona, Imp. Ibérica de Francisco Fossas, 1889), toma en consideración estas palabras de Vida, y se ríe mucho de nuestro celoso senador por sus buenas tragaderas, pues que daba por seguras patranas inventadas en Manila por los enemigos de Rizal.
  8. Diario de las Sesiones de Cortes. Senado. 11 de Junio de 1888.
  9. Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso. 12 de Abril de 1889.
  10. Véase El Renacimiento, de Manila, de los días 16 y 23 Enero 1903; en los cuales da noticia de la obra mencionada de Mr. Le Roy.