Vida y escritos del Dr. José Rizal/Tercera época, I
Rizal llegó á Manila el 5 de Agosto de 1887, á las nueve de la noche, á bordo del Haiphong, procedente de Saigón[1]. Llegó á su patria en circunstancias favorables para él, porque eran liberales bien probados los altos funcionarios públicos que más influían en el ánimo del Jefe supremo de la colonia, y liberal el Gobierno que á la sazón regía en España. (Presidente, Sagasta; ministro de Ultramar, D. Victor Balaguer.) Los funcionarios aludidos eran: secretario del Gobierno general, D. José Sáinz de Baranda, distinguido ingeniero de montes, nacido (de padres peninsulares) en el país, de escaso temperamento político, aunque propenso á una razonable tolerancia; gobernador de Manila, D. José Centeno y García, antiguo ingeniero jefe de minas en el Archipiélago, hombre de ciencia de mucho lustre, republicano pasivo y masón fervoroso (grado 33), nada afecto á las corporaciones religiosas; director general de Administración civil, D. Benigno Quiroga y López-Ballesteros, del Cuerpo de ingenieros de montes, íntimo de Moret, liberal calificado, lleno de juventud y de arrestos: por los cargos que desempeñaban estos tres señores, ejercían un influjo decisivo en el ánimo del gobernador y capitán general, D. Emilio Terrero y Perinat, de espíritu dúctil, sin criterio propio, que entró en Manila (llevando de secretario á D. Felipe Canga-Argüelles) hecho un carlistón disimulado, y salió convertido en punto menos que un liberal á lo Riego.— «Los desaciertos del triunvirato Sáinz-Centeno-Quiroga (dicen los jesuítas) favorecieron en gran manera los manejos á que se entregaba Rizal con la actividad que constituía el fondo de su carácter»[2].
Pero apenas llegado, Rizal recibió numerosos anónimos y aun avisos verbales de amigos suyos, previniéndole; sus parientes también le previnieron. No se explicaban unos y otros que el autor del Noli me tángere pudiese vivir «impunemente» en Filipinas: entendían que el audaz escritor tagalo corría riesgo de que una mano mercenaria le asestase un golpe… Y ya fuese porque Rizal comunicase sus recelos á las autoridades, ya porque éstas, motu proprio, quisieran evitarlo, ello es que casi todo el tiempo que Rizal permaneció en su país tuvo con frecuencia a latere al teniente de la guardia civil D. José Taviel de Andrade. (Por cierto que ambos simpatizaron mucho, y se hicieron amicísimos.) En Manila paró poco; su corazón le impulsaba á Calamba, su pueblo, y los demás comarcanos, y en ellos estuvo casi todo el tiempo que duró su paso por la región tagala.
Una mañana, hallándose en Manila, fué á visitar á los padres jesuítas. «Se presentó el joven en el Ateneo Municipal á visitar al rector del mismo, Rdo. Padre Ramón[3], y á su antiguo maestro Rdo. P. Faura, quienes, conociendo más y mejor que por las noticias de Blumentritt[4], por los escritos del mismo Rizal, la mudanza de éste y los grandes estragos que en su alma había hecho la impiedad, trataron de reducirle al buen camino.
»Pero en vano; porque el desdichado, con obstinada frialdad, que dejó helados á sus amadísimos maestros, les manifestó, no sin grandes aunque afectadas protestas de españolismo, que era inútil toda discusión en materia religiosa, porque él había perdido ya el inestimable tesoro de la fe.
»Y entonces fué cuando recibió aquella seca repulsa del bondadoso Padre Faura, quien le dijo que, si en tal estado se hallaban las creencias de su espíritu, no pusiera más los pies en el Ateneo Municipal, porque los Padres rompían toda comunicación con él, y le aconsejaba que se alejara para siempre de Filipinas, pues temo, añadió, que usted ha de venir á parar en un cadalso. Mas también resultó estéril este supremo esfuerzo; y aquel corazón rebelde y obstinado permaneció yerto y endurecido por la soberbia, que, como en sus últimos momentos ha reconocido sin cesar, fué la causa de su perdición.
»Y salió del Ateneo para no volver ya más á entrar en aquel bendito recinto, donde tan apacibles y risueños transcurrieron los primeros días de su niñez, cuyo dulce recuerdo debió evocar la mente de Rizal cuando, antes de trasponer por vez postrera aquellos santos umbrales, volvió á ver aquella piadosa imagen del Sagrado Corazón, obra de sus infantiles manos, y que el Hermano portero le mostró, mientras el joven le decía:— ¡Otros tiempos, hermano, otros tiempos que pasaron; porque ya no creo en esas cosas!»[5].
Los días que permaneció en Calamba los aprovechó sin tregua: la semilla de su predicación de entonces, germinaba aún, con gran pujanza, en 1891; de tal suerte, que se hizo preciso que las autoridades tomasen las rigurosas medidas que más adelante apuntaremos. De aquella predicación hallamos una síntesis en uno de los pasajes de la extensa carta de Manila publicada en La Época del 27 de Diciembre del año consignado[6]. Hé aquí lo más esencial; va á renglón seguido del esbozo del estado político en que se hallaba el país, como consecuencia del influjo de Quiroga y de Centeno:
«En tales circunstancias llegó á Filipinas, procedente de Alemania, el calambeño José Rizal, quien reunió de seguida á lo más granado de su pueblo, y entre aquellas sencillas gentes divulgó con pertinaz insistencia ideas rabiosamente opuestas á los españoles, á las autoridades y en particular á los religiosos, á ciencia y paciencia de los que debieron impedir tales predicaciones. Rizal ha inspirado entre sus paisanos odio á la religión católica, y sus más adeptos han abandonado toda práctica religiosa, cumpliendo en esto fielmente con lo que enseña en su novela Noli me tángere, antipatía profunda á los religiosos, desprestigiándolos y diciendo de ellos que son los explotadores del indio de Calamba, y otra porción de cosas por el estilo, depresivas, no ya para los dominicos, sino también para todas las demás comunidades, y nada digamos de cómo pinta á la raza española.
…»¡Cuántas responsabilidades tiene sobre si ese germanófilo, pues con sus teorías ha venido á producir mil disgustos á muchos de sus paisanos! En Calamba no se habla sino de los triunfos de Rizal, de sus promesas, de la acogida que le dispensan los sabios (?) de Europa; de sus viajes por Alemania; de su poder y grandes influencias (!) en esa nación; de que se va á traer una escuadra alemana (!!); de que él les ha de dar á sus paisanos la propiedad de la hacienda de Calamba; de que allí se ha de constituir un gran Estado, una República modelo… En fin, mil paparruchas que tienen totalmente perturbadas á aquellas gentes de un modo tal, que es ridículo y absurdo, pero exactísimo, que en Calamba á los que siguen á Rizal se les apoda el partido de Alemania, y á los que son leales á los pares dominicos se les llama el partido de los frailes.
»Esta actitud de los calambeños la aprueban, aplauden y alientan los que en Manila, Bulacán, Batangas, Pampanga, etc., son correspondientes de esa Asociación llamada Hispano-Filipina que en Madrid existe; de suerte que Calamba viene á ser el punto de metralla de la integridad española-filipina.»
Hay notables exageraciones en lo que, movidos por la imparcialidad, hemos copiado. Dos cosas no son de creer: la primera, que Rizal predicase contra España; lo haría, sí, contra sus gobiernos, leyes y malas costumbres administrativas, lo cual no es lo mismo; como no es lo mismo ser separatista que censor de un régimen. En cuanto á la segunda, que es la que toca á ideas anexionistas á Alemania, tampoco podemos darle crédito: pública es la opinión de Rizal (expuesta en La Solidaridad bajo el epígrafe «Filipinas dentro de cien años») de que ni á Alemania le convenía poseer las Filipinas, ni á los filipinos les convenía otra cosa, de no ser españoles, que la Independencia. Ahora bien: lo que no debe negarse es lo que pudiéramos llamar eficacia de la imaginación popular: quienquiera que la conozca, tendrá que reconocer que, adulterados los conceptos que Rizal emitiese, y extremados además, no faltarían gentes que creyesen mucho de lo que se enumera en los párrafos transcritos. La labor esencial de Rizal en Calamba fué muy otra, y él mismo la describe en uno de sus trabajos periodísticos, en estos términos[7]:
«El que escribe estas líneas se puso una vez á la cabeza de un movimiento antifraile, suscitado por una pregunta del Gobierno. La contestación, si tenía que ser verdadera, iba á lastimar intereses frailunos. Los frailes quisieron que se contestase según su gusto y sus conveniencias, y no con arreglo á la verdad; pero considerando que esto era faltar á ella y al deber de un buen súbdito, el autor escribió la contestación con arreglo á un informe detallado, la tradujo al tagalo, y la leyó delante de todos, y delante de los mismos emisarios de los frailes, para que transmitieran el contenido á sus amos, ó lo contradijesen si se faltaba á la verdad. Ni uno solo protestó, y todos voluntariamente lo firmaron, y lo firmaron los mismos fraileros, no pudiendo negar la evidencia. Y eso que el autor les recordaba que firmando se atraian encima todos los rencores del poderoso.
»¿Qué pasó? El escrito se presentó, pasó por todos los trámites legales y… ¡se encarpetó! Los frailes quisieron vengarse, y el pueblo presentó otro escrito, pidiendo la intervención del Gobierno, ya que el Gobierno era la causa del conflicto; pero el Gobierno se calló; ni dijo sí, ni nó; no instruyó sumaria, no aclaró los hechos denunciados: el Gobierno temía luchar por la verdad, y abandonó al pobre pueblo. ¡Y todo el escrito trataba de agricultura, de urbanización…! Allí no se atacaba la inmaculada pureza de los frailes; allí no se delataban suciedades, porque el autor no ha querido jamás manchar su pluma con las inmundicias que empapan ciertos hábitos. Allí no había más que cuestión de siembras, terrenos, caminos, escuelas, casas, etc. Ese escrito lo firmaban todos los principales; lo firmaba el mismo autor con todas sus letras; lo firmaban mujeres, propietarios, chinos, criados, obreros; lo firmaba todo el pueblo. El escrito se leía á todo el mundo, á enemigos y á amigos, á autoridades, á peninsulares; porque teníamos el valor de nuestras convicciones y porque creíamos en la sinceridad del Gobierno y en su amor al bienestar del país. ¡Nada; no se hizo nada! De todo esto quedan las venganzas en el pobre pueblo, víctima de su lealtad al Gobierno y de su buena fe…»
Pero diga lo que quiera Rizal, es evidente que su campaña iba dirigida contra los dominicos, ó mejor, contra el derecho de propiedad que los dominicos ejercían en Calamba, cuyo terreno, desde 1833, les pertenecía íntegramente, y, por tanto, todos los que vivían dentro de la extensa jurisdicción de Calamba no eran sino colonos de los frailes. Estos habían venido subiendo el canon, así como las exigencias en la forma del cobro, y aun se dice que rectificando en favor propio los primitivos límites de la finca. En Septiembre de 1887, y á causa de las excitaciones que privadamente dirigía Rizal á sus paisanos, comenzaron algunos colonos á resistirse á pagar; los frailes, sin embargo, contemporizaron un año (desde Septiembre del 87 á Septiembre del 88); después «se empezó á hacer uso del derecho», y en 1890 los dominicos modificaron esencialmente la fórmula de los contratos, lo que motivó que en 1891 se apelase por la Autoridad á medidas radicales…
Rizal, sobre haber inculcado entre los suyos sentimientos á los que no se hallaban avezados, inculcóles la idea de que los dominicos ejercían en Calamba una detentación. Y porque comprendió que vivir en paz en su país le era imposible, allende que su propia familia temía que fuese víctima de un crimen, vióse obligado á salir de Filipinas, es de suponer que anegado en amargura. ¡Qué diferencia de cómo había salido en 1882, á cómo salía ahora, á principios de Febrero de 1888!… En 1882, el nacionalista latente, soñador romántico, venía á Europa á instruirse, para retornar luego á su patria, y, con la experiencia adquirida, difundir entre sus conterráneos las ideas que habían de elevarles y dignificarles; en 1888, al cabo de algunos meses de lucha contra corruptelas seculares, salía poco menos que obligado, escéptico, sin esperanzas casi, persuadido de que el problema de la redención del pueblo filipino no podía venir por la vía legal de la justicia… Ni un paso había dado en su tierra que no hubiera sido objeto de las más absurdas glosas. Aun la expedición que hizo á la cumbre del Maquíling (acompañado del teniente español D. José Taviel de Andrade) fué calificada de «filibustera»[8]. ¡Ni le dejaban gozar de los grandes espectáculos que brinda aquella geología extraordinaria!… Acaso si los enemigos de Rizal hubiesen visto el dibujo que éste hizo de su casa de Calamba, y que mandó al profesor Blumentritt[9], habrían dicho que el dibujo ¡era también filibustero!… Desgraciadamente se abusó hasta lo inconcebible del maldito epíteto, sin tener en cuenta que, como dijo Rizal más de una vez, ¿hay mayor filibusterismo que el de la desesperación? Rizal, por entonces, no era, ni mucho menos, revolucionario práctico, era tan sólo reformista evolucionista; radical, eso sí, pero nada más, al modo que lo son muchos catalanes y muchos vascongados que uno y otro día exponen públicamente sus ideas…, ¡y viven tan tranquilos en su tierra! ¿Por qué era Rizal de peor condición que los innúmeros catalanistas y bizcaitarras que todos conocemos?[10]
Aunque los asuntos de su pueblo, las visitas profesionales y los deportes le absorbieron mucho tiempo, quedóle aún el suficiente para rendir culto á la literatura, y en Calamba realizó varios trabajos: tradujo del alemán al tagalo poesías varias, y el célebre drama Guillermo Tell, de Schiller, del aleman asimismo.
El día 1.º de Marzo de 1888, á los veintisiete de haber abandonado Rizal el suelo filipino, verificábase en Manila un acto de verdadera transcendencia: la célebre manifestación que motivó el debate en el Senado, por iniciativa del general Salamanca. Aquel acto, que creemos conocer profundamente, puesto que hicimos un detenidísimo estudio de la causa, pudo[11] haber estado inspirado en las teorías divulgadas por Rizal; pero ni éste tuvo la más mínima participación, ni, en último término, la instancia en que se pedía el extrañamiento del arzobispo Payo y la extinción de los frailes en las Islas Filipinas era separatista en el recto sentido del vocablo. Preciso es reconocer que había infinidad de hijos del país (y aun no pocos peninsulares) que no querían á los frailes, porque los consideraban un estorbo de todo progreso. Ahora, si la supresión de dichas corporaciones había de traer por consecuencia, más o menos pronto, la separación de Filipinas, esa es una cuestión que debe discutirse aparte. Si la Metrópoli mantenía firmemente el principio fundamental de que la Colonia no podía subsistir, para España, sin los frailes, y los filipinos ilustrados mantenían firmemente lo contrario, una de dos: ó éstos se veían en la necesidad absoluta de soportar de por vida lo que les era de todo punto insoportable, ó de pasar por filibusteros, si exteriorizaban sus quejas contra una institución que con toda su alma aborrecían. La lógica castila de añeja cepa discernía de este modo: es así que España-reconoce y proclama que el fraile en Filipinas es el más firme sostén de la integridad de la Patria; es así que tú, filipino liberal, quieres suprimir al fraile en Filipinas: luego tú, filipino liberal, eres enemigo de la integridad de la nación española; eres filibustero, y hay que fusilarte. Tan monstruosa lógica no les cabía en la cabeza á los filipinos liberales; pero tampoco á muchos españoles que, odiando á los frailes de todo corazón, se decían: y yo, ¿soy filibustero? De donde los filipinos deducían que el concepto de «filibustero» no estaba precisamente en las ideas, sino ¡ay! en la partida de bautismo. ¿Y por ventura podía el malayo nacido en Calamba transformarse en europeo nacido en Zaragoza?…
- ↑ Según el Sr. Epifanio de los Santos, en carta á mi dirigida, fechada en San Isidro (Nueva Ecija) á 21 de Septiembre de 1905.
- ↑ Rizal y su obra, ya citado; capitulo viii.
- ↑ El que fué director de la Academia de Ciencias filosófico-naturales de que Rizal habia sido secretario. Véanse las pags. 51-53.
- ↑ Blumentritt sostenía correspondencia científica con algunos jesuitas, entre ellos el célebre meteorólogo P. Federico Faura; era sinceramente católico, y debió de lamentarse de que un tan cariñoso amigo suyo como Rizal hubiera experimentado la mudanza á que se alude.
- ↑ Rizal y su obra, citado; capitulo viii.
- ↑ Carta anónima, fechada en Manila á 17 de Noviembre de 1891; inspirada, evidentemente, por algún fraile dominico.
- ↑ La verdad para todos; artículo publicado en La Solidaridad, número 8; Barcelona, 31 de Mayo de 1889. — Rizal en dicha fecha debía de hallarse en Londres: á España no vino hasta Agosto de 1890.
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Deseoso yo de comprobar la exactitud de la alusión que hice en Nuestro Tiempo á D. José Taviel de Andrade, escribí á este señor rogándole que confidencialmente me dijera algo acerca del particular; y, en efecto, desde Sanlúcar de Barrameda, D. José Taviel de Andrade dirigióme atenta carta, que conservo, fechada á 23 de Julio de 1905, de la cual transcribo los siguientes párrafos:
«Recibí, es verdad, el encargo de vigilar sus actos; pero yo que era guardia civil por accidente, carecía de esa naturaleza policíaca precisa para ello, y encontré más fácil, y por cierto me dió mejores resultados, obligarle por la amistad, que ya entre nosotros empezaba.
»Rizal era hombre fino, bien educado y caballeroso. Las aficiones que más cultivaba eran: la caza, el ejercicio de las armas, la pintura, las excursiones: de suerte que sin llegar a la intimidad se estableció entre nosotros una franca amistad que, lo confieso, me era muy grata en aquella soledad.
»Recuerdo perfectamente nuestra excursión al Maquíling, que V. cita, no tanto por las emociones que nos produjo la vista de aquellas extensiones inmensas —aquella naturaleza abrupta y soberbia,— cuanto por las patrañas y desatinos á que dió pábulo. Hubo quien creyó, y dijo en Manila, que Rizal y yo habíamos izado en lo alto del monte [Maquíling] la bandera alemana y proclamado su soberanía en Filipinas.
»Yo supuse que esas tonterías partan de los frailes de Calamba; pero no me tomé el trabajo de indagarlo. De estos reverendos se suponía también que fuesen los autores de los anónimos que algunas veces recibía Rizal. […]
»Muchas veces le aconsejé [á Rizal] que se ausentase de Filipinas, porque preveía que el menor motivo, la más pequeña algarada, había de ser el pretexto para su sentencia de muerte; y yo no sé si porque él creía ver detrás de mis palabras algo que no quería ó no podía decir, ó porque realmente presintiera el peligro, se trasladó á Europa, donde vivió largo tiempo. — Después de esta época no le volví á ver.
»Creo, como V., que Rizal era un soñador, romántico como todos los filipinos; hombre de acción y capaz, por su corazón y su entereza, de grandes hechos. Y creo también que la rebelión filipina le sorprendió á él tanto como á nosotros. Era demasiado listo para no comprender que una revolución en el estado de incultura en que se hallaban sus paisanos era solamente un cambio de amos, y él aspiraba á la independencia de su país por la educación, el perfeccionamiento progresivo, á la larga, muy á la larga, cuando hubiese adquirido la condición de hombres aquel conjunto de seres á que llamábamos indios. Esta es, en síntesis, la impresión que yo tenia de Rizal hasta su muerte. Después de haber oído á mi hermano Luis (su defensor) el relato de la ejecución, confieso que me produjo admiración su valor y serenidad.»
Léase, además, la delicada leyenda de Laón Laán (Rizal) intitulada Mariang Makíling, en La Solidaridad del 31 Diciembre 1890. - ↑ Blumentritt conserva con gran cariño este dibujo, hecho á lápiz, del que me habló en una de sus cartas, que conservo.
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Acerca de este particular, ¡cuánto podía escribirse! Daremos tan sólo dos toques. Sen el primero el que se refiere al estreno de la zarzuela Vizcaytik-Bizkaira, letra y música de un sacerdote llamado D. Resurrección Azcué. Estrenóse dicha obra en el Patronato de obreros de Bilbao el 2 de Febrero de 1895. Toda ella está salpicada de frases separatistas y ataques á España; á los castellanos se les llama maketos. Y el periódico El Basco, de Bilbao, celebró mucho la obra. Nadie fué á la cárcel; nadie fué desterrado; nadie se vió en la precisión de abandonar el suelo de Vizcaya.
Diez años más tarde, ocurrió en Barcelona un hecho que comentaron con gran viveza ciertos periódicos de Madrid. Hé aquí em qué términos le fué telegrafiado á El Imparcial (véase el número de este periódico del día 22 de Mayo de 1905):
«Barcelona, 21 (2,15 tarde). — En el «Progres Autonomiste» se ha celebrado lunch conmemorativo del tercer aniversario de la proclamación de la República de Cuba. El acto, á que han asistido unas 70 personas, termina ahora. En verso y en prosa han brindado varios de los asistentes, celebrando la independencia de Cuba y haciendo votos por que los pueblos que aspiran á ella la obtengan también. Cada vez que alguien llamaba á la puerta todos se alarmaban, creyendo que llegaba la policía. Al terminarse los brindis se levantó un viejo, natural de Cuba, y se envolvió en la bandera cubana, besándola repetidas veces y dando gracias a los reunidos. En sus efusivos arranques de gratitud se declaró catalanista, brindando por la independencia de Cataluña. Antes de darse por terminada la reunión, se acordó dirigir el siguiente telegrama al presidente del Consejo:— «El Progreso Autonomista protesta de la conducta del gobernador mandando retirar del balcón social la bandera cubana, que conmemoraba el tercer aniversario de la proclamación de la república constituida y reconocida. Suplicaremos á los diputados interpelen al gobierno en el Parlamento.» —Hay que advertir que el testero del salón estaba adornado con banderas cubanas y las paredes todas barnizadas de rojo y oro formando la de Cataluña. También se ha acordado enviar un mensaje de adhesión al Presidente de la República cubana. Todos los reunidos, excepción hecha del viejo de que hice mención antes. eran catalanes y muchos de ellos redactores del semanario La Tralla. Para el jueves se anuncia privadamente un meeting, al que aunque se dará otro aparente pretexto, tendrá en realidad el mismo fin. Entre los que salian del lunch he oído asegurar que esta noche se celebrará una cena conmemorativa en un local reservado de una población vecina. — Puente.»
Todo esto quedó «impune»: nadie fué á la cárcel; nadie fué desterrado; nadie se vió en la precisión de abandonar el suelo de Cataluña. - ↑ Ni esto concedemos. La manifestación de 1.º de Marzo de 1888 fué cosa exclusiva del abogado de Manila, célebre por su actividad, don Doroteo Cortés, antiguo y calificado enemigo de los frailes; hombre de alguna fortuna, atesonado y enredador peligroso. — Véase nuestra obra Avisos y profecías, Madrid, 1892; la segunda parte, págs. 155-367, está consagrada integramente al examen de las catorce piezas de la causa. En aquellos miles de hojas, ni por casualidad se halla una sola vez, para nada, el nombre de Rizal.