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Vida y escritos del Dr. José Rizal/Tercera época, II

De Wikisource, la biblioteca libre.
Vida y escritos del Dr. José Rizal: Edición Ilustrada con Fotograbados (1907)
de Wenceslao Retana
Tercera época, II
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
II


Tenemos á Rizal en Hong-Kong, en donde, según el folleto que se atribuye á los padres jesuítas[1], «prosiguió la activa é incesante propaganda filibustera en que venía ocupándose, en unión de sus adláteres; redactando proclamas numerosas, que eran luego remitidas á granel á la capital del Archipiélago, por cuya ruína trabajaban constantemente las sectas, cuyas perversas teorías inspiraban aquellas funestas hojas, aquellas incendiarias proclamas.

»Estas proclamas, esparcidas con suma difusión por entre las masas del pueblo, y repartidas varias veces con la mayor desvergüenza en el mismo puente de España, en Manila, fueron las que prepararon el célebre movimiento de [1.º de] Marzo de 1888, en que, reunidas muchas Principalías de los pueblos, hicieron una manifestación cívica de las que llaman pacíficas, y se presentaron al gobernador civil de Manila, el h.·. 33 D. José Centeno y García, quien recibió muy cariñosamente á los manifestantes, y aun, según algunos le atribuyen, corrigió él mismo las faltas del castellano de la solicitud que aquéllos presentaron, pidiendo el destierro del señor Arzobispo y la supresión de las Ordenes religiosas en el Archipiélago.»

Aceptado que Rizal redactase alguna de las proclamas, que desde años antes venían circulando, sin que Rizal tuviera en ello arte ni parte, tenemos que volver al tema: ¿eran verdaderamente filibusteras? Aquellas proclamas, como casi todas las esparcidas subrepticiamente por Manila hasta 1896, no contenían un solo concepto contra la unidad nacional; eran, por lo común, contra los frailes, ni siquiera contra los jesuítas: en ellas se predicaba el odio á las corporaciones de agustinos, dominicos, recoletos y franciscanos, los dueños precisamente de las mejores fincas urbanas de Manila y de las grandes haciendas del archipiélago filipino; los que tuteaban á los indígenas, por ilustrados que fuesen; los inspectores de la instrucción primaria; los que decidían en las elecciones municipales; los inquisidores de la conciencia pública; los que ponían en juego su poderoso influjo para no dejar en paz á quien no les rindiese la más servil pleitesía; en una palabra, contra los amos del país. La juventud filipina iba con el progreso; habíase inculcado á sí misma, principalmente por efecto de lo aprendido en Europa, en la propia España peninsular, un sentimiento elevado de dignidad, y consideraba que el antiguo régimen, el régimen histórico del fraile, era incompatible con ese sentimiento. Lo hemos visto todos (yo con mis propios ojos, no por completo; porque desde principios de 1890, en que salí de Filipinas, las cosas fueron cambiando con rapidez vertiginosa): ni un solo filipino joven, verdaderamente culto, amaba á los frailes; en cambio amaban á los jesuítas, y continúan amándoles, tan españoles como aquéllos[2] sin duda porque los jesuítas no los menospreciaron jamás, antes bien tuvieron siempre por norma de conducta tratar á los filipinos con las debidas consideraciones. Á Rizal —hay que hacerle justicia— se le debe, antes que nada, el haber inculcado, más y mejor que nadie, entre los nacidos en Filipinas, el sentimiento de la dignidad; sentimiento que tanto influyó en evolución del pueblo, que era, antes de las predicaciones de Rizal, de parias; que fué, después de las predicaciones de Rizal, de hombres. Ya supo Rizal lo que se hacía: ese sentimiento ha sido el promotor de todas las grandes revoluciones, desde la Francesa, que proclamó los Derechos del Hombre, hasta la que viene desarrollándose en Rusia. ¡Una colectividad no es un rebaño! Si el filósofo de la Historia de España se ve obligado á abominar de la obra de Rizal, el filósofo de la Historia Universal tiene que ponerla sobre su cabeza: el insigne tagalo contribuyó poderosamente á enaltecer un importante fragmento de la Humanidad.

Rizal paró poco tiempo en Hong-Kong. Su breve estancia en aquel punto la aprovechó para adquirir algunos conocimientos de la dificilísima lengua china, que más tarde, en 1892, amplió; así como hubo de adquirirlos de otros asuntos que de un modo especial le interesaban. Óigasele; véase lo que escribía confidencialmente al más predilecto de sus amigos[3]:

«Londres, 27 Julio 1888.

»Mi querido Naning: […] Voy á contarte, en breves palabras, cuanto me ha ocurrido desde mi salida de Manila. Salí enfermo aún, y á consecuencia de esto me mareé mucho. Pasamos por Emuy, donde no bajé, porque el día era muy lluvioso y porque me habían dicho que allí hacía muchísimo frío, y aquello estaba muy sucio. Fuimos á Hong-Kong, que me agradó. Allí conocí á varios españoles importantes, uno de ellos Baranda, que fué, en, secretario del general Terrero. Yo le traté muchos días, y sobre todo en un viaje que hicimos juntos Baranda, Basa[4] y yo á Macao, para visitar aquella colonia portuguesa y al Sr. Lecároz[5], en cuya casa vivimos. Lecároz, como Basa y demás filipinos de Hong-Kong, son partidarios y favorecedores del Noli [me tángere]. En Hong-Kong averigüé cosas importantes, por ejemplo, acerca de las riquezas de los dominicos [que en efecto han venido siendo los más fuertes accionistas del Arsenal que allí existe], de sus misiones, de las de los agustinos, etc., etc. Allí conocí á D. Balbino Mauricio, infeliz digno de mejor suerte, y cuyo conocimiento me fué útil, porque me prepara para un fin que puede ser mucho peor[6]. Iriarte[7] se ha mostrado también muy amigo mío allí, sirviéndome en todo y acompañándome en todas partes. Los jóvenes filipinos que allí se educan son también en su mayoría buenos patriotas. En Hong-Kong tuve ocasión de estudiar también costumbres chinas y el teatro chino. Á los quince días ó poco menos partí para el Japón»…

Persistía en su ansia de viajar[8], de ver mundo, de estudiar experimentalmente la «ciencia de la vida». Y se trasladó al Japón, para donde salió, á bordo del Oceanie, el 22 de Febrero[9]. Con la amplia cultura que poseía, con sus grandes dotes de observador, avivadas por la intensa amargura que saturaba su alma, ¿qué le diría el Japón, donde un florecimiento portentoso iba transformando esa nacionalidad en una de las más importantes del planeta? Allí vivió en las más cordiales relaciones con el diplomático español Sr. Alcázar[10]; estudió el desarrollo del país, bajo todos los aspectos, y aprendió del idioma lo suficiente para entender y hacerse entender de los indígenas. El inglés ya lo sabía. Visitó los centros científicos, algunos de extraordinaria importancia; hízose cargo de la organización del ejército… ¿Qué pensaría?… Los japoneses, en muchas cosas análogos á los filipinos, por antecedentes históricos y etnográficos, habían, en pocos años, elevado el país á una altura gigantesca; ¡y no tenían frailes!, la eterna pesadilla de Rizal… Pero dejémosle á él mismo que nos diga algo acerca de su permanencia en el Imperio del Sol naciente; prosigue su carta intima á Naning (véase la nota 157):

«…partí para el Japón. Me mareé también bastante y llegué á Yokohama el 28 de Febrero [1888]. Á los pocos minutos de llegar al Hotel, cuando aún no había tenido tiempo de cepillarme, recibí un aviso ya del Encargado de Negocios de España, para una entrevista. Se me presentaron con mucha amabilidad, haciéndome muchos ofrecimientos, hasta proponiéndome la Legación como domicilio. Yo, después de varias excusas, acepté francamente, porque si había en el fondo un deseo de vigilarme, yo no temía darme á conocer. Viví, pues, en la Legación poco más de un mes; estuve recorriendo algunas provincias del Japón[11], unas veces solo, otras en compañía del mismo Encargado, otras con el Intérprete. Allí aprendí el japonés[12], y me dediqué á estudiar un poco de su teatro. Después de tantos ofrecimientos de empleos que yo rehusé, partí al fin para América»…[13]. — Atravesó el Pacífico. Continúa la carta á Naning:

«En el vapor me encontré con una familia semi-filipina, pues la señora y los hijos lo eran, hija de un inglés, Jakson. Traían consigo un criado de Pangasinán. El hijo me preguntó si conocía á Richal, autor del Noli me tángere; dije sonriendo que sí, como Aladín, de Florante. Y como empezase á hablar bien de mí, me descubrí y dije que yo era el mismo, pues era imposible que no supiesen mi nombre durante la travesía. La señora me hizo cumplidos, etc., etc. — En el viaje este no me mareé: hice conocimiento con un japonés que venía á Europa, después de haber estado preso por radical y ser director de un periódico independiente. Como el japonés no hablaba más que japonés, le serví de intérprete hasta nuestra llegada á Londres.»

El sábado 28 de Abril, por la mañana, llegó á San Francisco de California. Su juicio sobre los Estados Unidos, que atravesó rápidamente, lo sintetiza en los siguientes renglones, de la misma citada carta dirigida á su íntimo Naning:

«Visité las más grandes ciudades de América, con sus grandiosos edificios, sus luces eléctricas y sus concepciones grandiosas. La América es indudablemente un gran país, pero tiene aún muchos defectos. No hay verdadera libertad civil. En algunos estados, el negro no puede casarse con una blanca, ni una negra con un blanco. El odio al chino, hace que otros extranjeros asiáticos como los japoneses sean confundidos con ellos por los ignorantes y sean también mal mirados. Las Aduanas son excesivamente severas. Sin embargo, como dicen bien, ofrece una patria para el pobre que quiera trabajar. Hay además muchas arbitrariedades; por ej., cuando estábamos en cuarentena. Nos pusieron en cuarentena, á pesar de llevar patente limpia dada por el Cónsul americano, á pesar de haber estado cerca de un mes en el mar, á pesar de no ocurrir ningún caso de enfermedad á bordo, á pesar del telegrama del Gobernador de Hong-Kong, declarando el puerto limpio; nos pusieron en cuarentena, porque llevábamos 800 chinos, y como entonces se hacían en S. Francisco las elecciones, el Gobierno, para tener votos, alardeaba de adoptar medidas rigorosas contra los chinos para captarse las simpatías del pueblo. La cuarentena se nos notificó verbalmente, sin decir cuánto tiempo iba á durar, y sin embargo, el mismo día desembarcaron sin fumigar 700 bultos de seda; el Doctor de á bordo se fué á tierra, comieron á bordo muchos empleados de la Aduana y el Médico americano, que venía del Hospital de coléricos. Así estuvimos unos trece días ó poco menos (sic); después se nos permitió ir á tierra á los pasajeros de primera solamente, quedándose en cuarentena por un tiempo indefinido los japoneses y los chinos de 2.ª y 3.ª clase. Dicen que así acabaron con una carga de chinos de unos 300, dejándoles morir poco á poco en un barco. No sé si es cierto.

»Atravesé toda la América: vi Niágara, la majestuosa cascada. Estuve en Nueva York, gran población. Pero allí todo es nuevo. Visité algunos recuerdos de Washington, el grande hombre que siento no tenga un segundo en este siglo.

»Me embarqué para Europa á bordo de la «City of Roma», el segundo vapor en magnitud, dicen, que hay sobre la tierra. Á bordo se publica un periódico al fin del viaje. Allí hice conocimientos con mucha gente, y como traía conmigo un yo-yo, los europeos y americanos se quedaban pasmadas de ver cómo yo me servía de él como una arma ofensiva. Podía hablar además y entenderme con todos ellos en sus idiomas. — Esto es el corto resumen de mi viaje…»

Con mayores detalles podrá verse en el diario que sigue, cuyo original conserva el mencionado Sr. Ponce (Naning); dice asi[14]:

«Sábado 28 [Abril, 1888]. Llegamos por la mañana á S. Francisco [de California]. Fondeamos: dicen que vamos a tener cuarentena. El vaporcito de la Aduana vino á visitarnos: su bandera tiene esta forma: (La bandera americana, dibujada.) — Han descargado cargamento de seda: cada bulto vale cerca de $700. No tienen miedo á la seda, y [¿se van?] al almuerzo.

»Domingo 29 de Abril. 2.º día de cuarentena. Estamos aburridos á bordo. Yo ya no sé cómo distraerme.

»Lunes 30. Continúa la cuarentena. Leí en los periódicos una declaración del médico de Sanidad, contraria á la cuarentena.

»Martes 1.º Mayo. Continúa la cuarentena. Firmamos protestas por la cuarentena, y los ingleses escriben á su Cónsul.

»Jueves 3 de Mayo. ¡Seis días de cuarentena!

»El viernes 4 de Mayo, á las 3 de la tarde, concluyó la cuarentena. Me hospedé en el Palace Hotel: $4 diarios con baño y todo. Stockton-Str. 312. Vi el Golden Gate… (Una palabra ilegible.) La Aduana. Una carta de recomendación. El domingo no hay tienda. La mejor calle de San Francisco es la Market-Street. — Paseo. — Standford el rico. — Una calle cerca de China Town. — Salimos de S. Francisco el domingo 6 á las 4,30 de la tarde. — Vapor hasta Oakland. — Ferrocarril. — En vapor de Port Costa á Benicia. — Campos. — Ganados. — Cabañas y pastores no hay. Tienda de campaña. — Cena en Sacramento, 75 céntimos. Dormimos en el coche. Noche regular. Nos despertamos á una hora de Reno, donde almorzamos á las 7,30 del lunes 7 de Mayo. En… (ilegible) he visto un indio vestido semi á la europea, semi á la india, recostado contra un muro. Anchos desiertos arenosos con plantas raquíticas, sin árboles ni arbustos. Despoblado. Soledades. Montes desnudos. Arenales. Una gran extensión de tierra blanca que parece yeso. A lo lejos de este desierto de arenosa tierra se ven algunas montañas azules. Hace buen día. Hace calor, y todavía hay nieve en la cumbre de ciertas montañas.

»Martes 8 de Mayo. La mañana se presenta muy hermosa. Continúan los inmensos páramos. Estamos cerca Ogden. Yo creo que con el riego y un buen sistema de canalización, se pueden fertilizar estos campos. Estamos en el Estado de Utah, el 3.er territorio que atravesamos. Cerca de Ogden, la pradera se presenta con caballos, bueyes y árboles. Algunas cabañas se ven á lo lejos. De Ogden á Denver. El reloj se adelanta una hora. Se empieza á ver flores amarillas en el camino. Las montañas á lo lejos están aún cubiertas de nieve. Las orillas del lago Salado son hermosas en comparación con las que vimos. Los burros son muy grandes. Hay montes en medio, como las islas Talim en la laguna de Bay. Tres muchachitos mormones en Farmington. Hay carneros, caballos y bueyes en los prados. A pesar del mormonismo, no está esto muy poblado. — Bandadas de patos en el lago. Bonitas casas con arbolados, álamos, calles rectas, flores, casas bajitas. Los niños saludan en Sals Lake City. — En Utah las que sirven en la mesa son mujeres. Se conoce que ya va barata. En Ogden hubo cambio de tren, y no lo habrá hasta Denver. En Provo se come muy bien por 75 cénts. — Viajamos entre dos montañas por un estrecho paso.

»Miércoles 9 de Mayo. Pasamos por entre montañas de roca al lado de un río que nos va acompañando; el río es de un curso alborotado, y su rizada superficie da vida al muerto paisaje. Nos despertamos en Colorado, el 4.º territorio de los E. U. que atravesamos. A las 10½ vamos subiendo una altura; de manera que tenemos nieve á orillas del camino. Abundantes pinos. La nieve en la montaña es de una resplandeciente blancura deslumbradora. Pasamos debajo de varios túneles de madera, hechos para protejer el camino contra las nieves. Las gotas de hielo dentro de estos túneles despiden brillantes reflejos á la luz del sol y son como verdaderas cascadas de brillantes, de májico efecto. — El porter del Pullman Car, un americano, es un poco ladrón. — Colorado tiene más árboles que los tres territorios por donde pasamos. Hay muchas yeguadas.

»Jueves 10 de Mayo. Nos despertamos ó mejor dicho amanecimos en Nebrasca. El territorio es llano. Por la tarde á las 4 llegamos á Omacha, una ciudad grande, tan grande como no he visto otra igual desde que salimos de S. Francisco. El Missouri será como dos veces el Pásig en su parte más ancha. Es cenagoso. Forma islas bajas en medio: sus orillas no son bonitas. Yeguadas y ganados en esta región. 2½ minutos se pasa el puente sobre el Missouri: el tren va despacio. Ya estamos en Illinois.

»Viernes 11 de Mayo. Nos despertamos ya cerca de Chicago. El país está cultivado. Las cercanías de Chicago lo anuncian. Dejamos Chicago á las 8¼ de la noche del viernes. Lo que noté en Chicago es que cada tienda de tabaco tiene una figura de un indio, y siempre diferente. (27-75 Washington Street. Boston. Mise C. G. Smith.)

»12, sábado. En un buen Wagner Car amanecimos con un día hermoso. El país es hermoso y bien poblado. A la tarde llegamos al territorio inglés, y pronto vimos la catarata de Niágara. Nos paramos algunas horas para recorrer los puntos más hermosos; bajamos á la caída misma; estuve entre las rocas, y efectivamente es lo más grandioso que he visto en cuanto á cascadas. No es tan bonito ni tan secretamente hermoso como el de los Baños, pero es grandiosamente más gigantesco é imponente, que no cabe comparación alguna. La cascada tiene varias partes, varios saltos, varias porciones que cualquier país se consideraría feliz en tener. Salimos de allí á la noche. Hay allí un ruido misterioso, un eco general imponente…

»Domingo 13 de Mayo. Nos despertamos cerca de Albany. Es una gran ciudad. El río Hudson, que corre á su lado, lleva diferentes embarcaciones. Lo cruzamos en un puente. El paisaje es hermoso y no tiene mucho que envidiar á los mejores de Europa. Viajamos á orillas del río Hudson, Las orillas del Hudson son muy hermosas, aunque un poco solitarias comparativamente con el Pásig. Hay vapor y barcos en él; árboles, colinas: están labradas en su mayor parte. El Hudson es ancho. Hay vapores hermosos. Masas de roca granítica se han cortado para dar paso al tren. El algunos puntos tiene una extensión inmensa. Hay casas hermosas entre árboles. El día es suave. — Nuestro gran viaje trascontinental terminó el domingo 13 de Mayo á las 11 y 10 minutos de la mañana. Pasamos antes por varios arcos-túneles. — The Art Age, 75 W. 23 Street.

»Salimos de New York el 16 de Mayo de 1888. Muchedumbre en el dock: los de 1.ª separados de ªlos de 2. en la entrada. A las 9 en punto tocaron la campana para que salgan las visitas. A las 9 y ½, hermoso espectáculo en el dique. Pañuelos blancos que se agitan entre las cintas de los sombreros y flores rojas y de otros colores»…

Llegó á Liverpool el 24 de Mayo.

Ya queda dicho: Rizal no viajaba como el común de las gentes; hacíalo observando, estudiando, apuntando; y todo solía relacionarlo con su país, para el que deseaba un legítimo progreso. Por doquiera lo veía en mayor grado que en Filipinas, y no veía en cambio en ninguna parte tantos benditos frailes como había visto en su atrasada tierra. Al establecerse en Londres, á mediados de 1888, pudo haber dicho con justa vanidad:— «Tengo veintisiete años; he dado la vuelta al mundo y estudiado directamente las principales naciones, así como todas aquellas razas que más contribuyen al desenvolvimiento del progreso humano, y hablo los más importantes idiomas»; —y añadir con vaga melancolía:— «y sin embargo, yo, para el fraile Font y sus congéneres, ¡no paso de mesticillo vulgar!»…

Mientras Rizal veía el mundo y estudiaba el mundo, sus colegas de Madrid, entre los cuales había algunos de verdadero mérito, se agitaban sin descanso por conseguir las codiciadas reformas liberales. La Manifestación de 1.º de Marzo trajo por consecuencia prisiones, destierros y la persecución solapada de gentes que en aquel acto no habían tenido la menor parte. En Filipinas, como en otros lados, los excesos de represión han producido efectos contraproducentes. Los excesos que siguieron á la Manifestación de 1888 dieron por resultado la organización político-masónica de los filipinos; así como la deportación de Rizal y de algunos de sus adeptos, en 1892, trajo por consecuencia inmediata el Katipunan… ¡Naturalmente!… Si á los hijos del país no se les consentía que por las vías legales expusiesen sus quejas y sus deseos; si no tenían en su tierra libertad de asociación ni de imprenta; si se les calificaba con el afrentoso sambenito de filibusteros á los que discurrían con criterio liberal, ¿qué tenían que hacer? Lo que han hecho los hombres de todos los países: laborar en la sombra, ¡conspirar![15]. Precisamente en este respecto los filipinos podían evocar, en apoyo de su conducta, la Historia contemporánea de España, salpicada de motines, sublevaciones, etc., á los que pone coronamiento una revolución que da al traste con una reina y un régimen; en España tenían, vivos aún, y encumbrados por añadidura, muchos de los maestros de las pasadas conspiraciones, como Becerra y Sagasta… Atribúyese á Rizal esta declaración, hecha en capilla: «Cuando estuve en Madrid, los republicanos me decían que las libertades se pedían con balas, no de rodillas»[16].

La declaración es tan grave como exacta. Los revolucionarios teóricos filipinos se inspiraban en los revolucionarios prácticos españoles. Becerra y Sagasta, después de haber ocupado los más altos puestos de la nación, murieron tranquilamente en el lecho; Rizal, sin haber disfrutado de otra cosa que de privaciones y persecuciones, murió fusilado. Becerra y Sagasta empuñaron las armas; Rizal ¡no había empuñado otra arma que la pluma!…

«Por estas persecuciones [de 1888], dice el escritor ilocano D. Isabelo de los Reyes[17], los filipinos de Madrid fundaron, de acuerdo con el Sr. Morayta, la Asociación Hispano-Filipina, en 12 de Julio de 1888[18]; y habiendo pensado ellos en la conveniencia de tener un órgano en España, el joven filipino D. Graciano López Jaena, que era de gran iniciativa y de una actividad prodigiosa, fundó en Febrero de 1889 el célebre quincenario La Solidaridad[19], en cuya redacción figuraron el Dr. Rizal[20], Prof. Ferdinand Blumentritt, Antonio Luna, Marcelo H. del Pilar, Eduardo de Lete, Dominador Gómez[21] y Mariano Ponce[22].

»Entonces se formó en Madrid una logia de filipinos[23] denominada «Solidaridad», y surgió la idea de propagar la masonería entre los filipinos

Obsérvese que Rizal es irresponsable de las fundaciones en que debemos buscar los gérmenes del filibusterismo malayo. Por lo que atañe á la Asociación Hispano-Filipina, «nació potente; la colonia filipina sumaba entonces más de setenta miembros; á su lado se colocaron algunos peninsulares»[24]. Y advierte el Sr. Morayta que en los Estatutos se hizo constar que la Asociación no tenía carácter político… El lema era: «Reformas para Filipinas». ¡Pues bastaba el lema! Y así que en Filipinas se la miró de reojo, y se la juzgaba poco menos que filibustera, á pesar de que entre sus miembros figuraban personas respetabilísimas, españolas de sangre y de nacimiento. En la junta general celebrada el 25 de Noviembre de 1889, al procederse á la elección de cargos, obtúvose el resultado siguiente:

Junta Directiva — Presidente, D. Miguel Morayta (reelegido). — Vicepresidentes; D. Antonio Balbín de Unquera (reelegido; católico pidalino; publicista de cierta notoriedad); D. Felipe de la Corte (reelegido; general de brigada, de la escala de Reserva, del cuerpo de ingenieros; filipinista aventajado), y D. Luis Vidart (reelegido; jefe de artillería, retirado; académico de la Historia; escritor notable), todos ellos españoles peninsulares. — Tesorero: D. Teodoro Sandico (filipino). — Secretario: D. Dominador Gómez (reelegido; filipino).

Comisión Ejecutiva. — Presidente: el de la Directiva. — Vocales: D. Marcelo H. del Pilar, D. José Hernández Crame y D. Simplicio Jugo (filipinos). — Secretario: D. Manuel Labra (español)[25].

Y continúa D. Isabelo de los Reyes:

«Para sostener periódico [La Solidaridad] y Asociación, se formó [en Filipinas] una Sociedad titulada La Propaganda[26], pagando los socios siete pesos de iniciación y noventa céntimos de peso como cuota mensual: 50 para La Propaganda y 40 para la logia correspondiente; y cesó de pagarse para La Propaganda cuando creyeron que el tesorero malversaba los fondos para ella»[27].

¿En qué paró todo aquello? Que lo diga el propio Reyes, y nótese que Rizal no figura para nada.

«En 1891[28] trajo [á Manila] Moisés Salvador copia de los acuerdos de la Junta de Madrid, la que entregó á Timoteo Páez, á ver si podían empezar á establecer logias.

»En 1892 llegó de España Pedro Serrano, como delegado del Gran Oriente Español, y se instaló entonces la primera logia en Manila, formada por filipinos [exclusivamente], denominada Nilad, cuyo primer venerable fué José A. Ramos[29], que en 1882 vino de Londres siendo ya masón; primer vigilante, Moisés Salvador; segundo vigilante y secretario, Pedro Serrano»[30].

De aquella famosa logia madrileña La Solidaridad, donde tiene su raíz la masonería netamente filipina, fué el fundador Antonio Luna, así como el verdadero autor del Katipunan lo fué Marcelo H. del Pilar[31], que había venido á España huyendo de las molestias que en Bulacán, provincia de la que era natural y donde residía, venía experimentando desde que se verificara la manifestación, tantas veces citada, de 1.º de Marzo de 1888, en la que no consta que Pilar hubiera tenido participación ninguna[32].

Lo cierto, lo positivo es que, en tanto que la juventud filipina se agitaba en Madrid y en las principales poblaciones del Archipiélago, buscando por todos los medios las reformas que ambicionaban los liberales, reducidas casi á la consecución de la Representación en Cortes, que ya Filipinas había tenido[33], Rizal se hallaba enfrascado en tareas literarias é históricas, principalmente en la de anotar un libro tan viejo como raro, estimadísimo de los bibliófilos, que lleva este frontis: Sucesos de las Islas Filipinas… por el Doctor Antonio de Morga. México, 1609; libro que nuevamente sacó á luz, con gran copia de notas, precedido de un extenso prólogo del Prof. Blumentritt, en París, á principio del año de 1890. Para anotar el texto de Morga, que transcribió del ejemplar existente en el British Museum, Rizal se vió precisado á estudiar detenidamente las principales obras que registra la Bibliografía de su país, y leyó con atención numerosos volúmenes vetustos, tales como la Relación de las Islas Filipinas, del P. Pedro Chirino (Roma, 1604); Conquista de las Malucas, de Bartolomé Leonardo de Argensola (Madrid, 1609); Memorial y Relación de Filipinas, por Hernando de los Rios Coronel (Madrid, 1621); Historia [de los frailes dominicos], por Fr. Diego Aduarte (Manila, 1640); Lavor evangélica (crónica de los jesuítas en Filipinas), por el P. F. Colín (Madrid, 1663); Conquistas de las Islas Filipinas (crónica agustiniana), por Fr. Gaspar de San Agustín (Madrid, 1698), etc., etc., sin contar algunos trabajos de autores extranjeros, como el Primo viaggio intorno al globo terracqueo, de Pigafetta, edición de Amoretti (Milano, 1800); la traducción inglesa del Morga, hecha por Stanley (London, 1868), etc. Y en tanto que él estudiaba, á fin de, con arreglo á su criterio y á sus miras de propagandista, establecer un paralelo entre la antigua y la moderna civilización de Filipinas, ¿qué impresiones le venían de afuera? Recojamos esta declaración, hecha horas antes de ser fusilado:

[En Londres] «pude notar que se me atacaba con saña, se predicaba contra mi libro [Noli me tángere], se abominaba de mí, y aun creo que se concedieron indulgencias [así es la verdad] á folletos en que se me injuriaba. Resultó lo que había de suceder: cada sermón, á los ojos de mis paisanos, era una homilía; cada injuria, un elogio; cada ataque, nueva propaganda de mis ideas… ¿A qué negarlo? Me envanecía semejante campaña»[34].

Contra el Noli me tángere y contra el Autor se habían desencadenado los frailes de Filipinas, pero singularmente el agustiniano Fr. José Rodríguez, tocado de misticismo arcaico, excelente sujeto sin más defecto que el de padecer cierta atrofia mental, algo así como un rezago intelectual de algunos siglos; excelente sujeto, vuelvo á decir, que recogiendo, ó creyendo recoger, los conceptos fundamentales del Noli me tángere, se propuso pulverizarlos en una serie de opusculillos de la que sólo conservo el anuncio, digno ciertamente de los honores de la resurrección: llevaban todos á la cabeza el título genérico de: Cuestiones de sumo interés, y éstos en particular:

  1. ¿Por qué no los he de leer?
  2. ¡Guardaos de ellos! ¿Por qué?
  3. ¿Y qué me dice V. de la peste?
  4. ¿Por qué triunfan los impíos?
  5. ¿Cree V. que de veras no hay purgatorio?
  6. ¿Hay ó no hay infierno?
  7. ¿Qué le parece d V. de esos libelos?
  8. Ó confesión, ó condenación.

Todos los cuales se difundieron profusamente por el país, en castellano y en idioma indígena, con la nota de que el Prelado diocesano concedía indulgencias á los lectores. Vendíanse á cinco pesos el millar; á 75 céntimos de peso el ciento; á céntimo de peso cada uno. Tamaño, 32.º; y ninguno pasaba de 32 paginitas. Esto, y la oratoria sagrada con que se despotricaba contra Rizal, agigantó extraordinariamente la fama de Rizal, en su país. Los frailes eran sus más eficaces propagandistas. En Madrid lo fué el académico Sr. Barrantes (que pasó por una lumbrera en asuntos de erudición filipina, siendo así que lo ignoraba casi todo); antes lo había sido el Sr. Vida en el Senado; luego el Sr. Pando en el Congreso, y poco después lo fué el ya mencionado reverendo Padre Font, que en los comienzos del año 91 reimprimió, sazonándolo con frases despectivas é injuriosas, su patriótico informe, difundiéndolo á granel[35]. Y no cuento al notable estilista Pablo Feced (Quioquiap), porque éste no atacó nunca de frente á Rizal, si bien dijo de las razas filipinas el mayor cúmulo de horrores que se pueden concebir, en sus tan leídos artículos de El Liberal madrileño, muchos de los cuales agavilló y sacó nuevamente á luz en el tomo intitulado: Esbozos y pinceladas (Manila, 1888[-1889]); ni me cuento á mí tampoco, que jamás puse en solfa la persona de Rizal, aunque sí su novela, que critiqué en algunos artículos festivos[36]; crítica enderezada á probar principalmente que Noli me tángere, como obra literaria, no vale gran cosa.

A los folletillos del P. Rodríguez contestó Rizal con uno del mismo tamaño, sin pie de imprenta [Barcelona?, Imp. de Fossas?], fechado en 1889, con el título: La Visión de Fr. Rodríguez; pieza tan rara (á lo menos en Europa) como interesante, subscrita con el pseudónimo de Dimas Aláng, y la que el Autor da una soberana lección al agustino; no solamente de piedad cristiana, sino de latín, textos sagrados, etc., etc.Rizal, que había hecho un profundo estudio de la Biblia en su texto original, ó sea en hebreo, así como de los tres Evangelios escritos en griego, luce su erudición y deja tamañito al fraile, á quien acaba de apabullar con preciosas citas del propio San Agustín, para probar que la invención del Purgatorio es relativamente moderna. Este opúsculo de Rizal debe considerarse como uno de sus trabajos más notables, siquiera estuviese poco afortunado en las pinceladas satíricas con que al principio y al fin quiso amenizarlo. Á Fr. Rodríguez se le presenta San Agustín, quien después de atizarle unos cuantos baculazos, le espeta una substanciosa reprimenda, calificándole de ignorante, embustero, embaucador, etc. Y hablando en nombre de Dios, repite lo que le ordenó el Omnipotente:

«—Ve al mundo y di á los que se llaman tus hijos, que Yo, que he creado los millones de soles en torno de los cuales giran miles de mundos, habitados cada uno por millones de séres creados por Mí en mi bondad infinita, no quiero servir de instrumento á las pasiones mezquinas de unas cuantas criaturas, precisamente no las más perfectas, puñado de polvo que se lleva el viento, ¡insignificante parte de los habitantes de uno de mis mundos más pequeños! Diles que Yo no quiero que, en mi nombre, se explote la miseria y la ignorancia de sus hermanos; que no quiero que en mi nombre se trate de sujetar la inteligencia y el pensamiento que Yo he hecho libres; no quiero que en mi nombre se cometa ningún abuso, ni que se arranque un suspiro, se derrame una lágrima, ó se vierta una sola gota de sangre; ni quiero que Me presenten cruel, vengativo, sujeto á sus caprichos y como ejecutor de sus voluntades. Que no hagan de Mí, Yo que soy el Bueno, un tirano y un mal Padre; que no pretendan ser los únicos poseedores de la luz y de la vida eterna. ¡Cómo! Yo que he dado á cada sér aire, luz, vida, amor y alimentos para que viva y sea feliz, ¿había de negar á los demás, en provecho de unos pocos —y por cierto no los mejores,— lo más esencial, lo más transcendental, la felicidad verdadera? ¡Impío, absurdo, absurdo! Diles que Yo, que soy el Todo, y que fuera de Mí nada existe ni puede existir sin mi voluntad y consentimiento, Yo no tengo ni puedo tener enemigos; nada me es igual ni nadie puede oponerse á mi voluntad. Diles que sus enemigos no son míos; que Yo jamás me he identificado con ellos, y que el obrar suyo es vano, insensato y blasfemo. Diles que Yo perdono el error, pero castigo la iniquidad; que olvido una falta contra Mí, pero persigo la vejación de un desgraciado; pues Yo soy infinitamente poderoso, y las injurias todas de todos los habitantes de todos los mundos, mil veces centuplicados, no han de dañar un átomo de mi gloria; pero que la menor injuria contra el pobre, contra el oprimido, la he de castigar; pues no he creado nada, no he dado el sér á nadie para que sea infeliz y sirva de juguete á sus hermanos. Yo soy el Padre de todo lo que existe; Yo sé el destino de cada átomo: que me dejen amar á mis criaturas, cuyas miserias y necesidades conozco; que cada uno cumpla con su deber; que Yo… ¡sé lo que tengo que hacer!»

San Agustín, después de repetir estas palabras del Altísimo, dirige graves reflexiones á Fr. Rodríguez, y acaba por imponerle de penitencia… que siga escribiendo tonterías, ¡para ser el hazmerreir de las personas ilustradas! Y, en efecto, ¡continuó escribiendo folletitos!… en los que Rizal no volvió á ocuparse para nada[37].

Al académico Barrantes le dió un par de ramalazos: el primero, literario; el segundo, político. En La Ilustración Artística, de Barcelona, comenzó Barrantes á publicar lo que más tarde publicó en Madrid, en la Revista Contemporánea, y últimamente en un libro que lleva por título El Teatro Tagalo (Madrid, M. G. Hernández, 1889). Escribió Barrantes con un criterio sistemáticamente pesimista, y entre algunas observaciones críticas estimables, deslizó larga serie de conceptos crueles para los indios. Rizal los recoge, paladín una vez más de la defensa de sus compatriotas, y con sátira aguda, dando á troche y moche tratamiento de vuecencia al distinguido académico (que en Manila había desempeñado altos cargos), le demuestra cuán deficiente era la preparación técnica que tenía acerca de la materia en que se había engolfado. Y concluye con este viril arranque:

«Y ahora, para despedirme, tengo que decirle el por qué me ha inspirado tantas simpatías y me he constituido en su defensor. Al ver que después de desempeñar dos veces altos cargos en mi país, y sabiendo [yo] muchas de las cosas que allá ha hecho é intentado [V. E.], gloríome de que mi patria, mi raza, toda la sociedad filipina, todo cuanto amo y venero, sólo merezcan desprecio de V. E., le inspiren odio y aversión. Esta vez hablo sinceramente, Excmo. Señor. El mayor insulto de V. E. es para mi raza una honra, porque, á pesar de lo miserable, ignorante é infeliz que ella es, todavía parece que le resta una buena cualidad. ¡Dios premie á V. E. de los insultos y desprecios con que honra á Filipinas en general! Truene V. E., calumnie, denígrenos, pónganos en la última grada de la escala zoológica; ¡nada nos importa! Concite las iras de todos contra los tagalos que protestan do semejantes insultos, contra los nietos de aquellos que han vertido su sangre por España, por su bandera, por extender sus dominios en el Oriente, por conservarle su imperio colonial contra chinos, japoneses, mahometanos, holandeses, portugueses é ingleses, por ayudar hasta á los países amigos de España[38]; acúsesenos de ingratos y filibusteros, sólo porque tengamos pundonor y porque queramos protestar contra parapetadas injurias; ¡nada importa! Nosotros continuaremos nuestro camino; seguiremos siendo fieles á España, mientras los que dirijan sus destinos tengan una centella de amor para nuestro país, mientras haya ministros que planteen liberales reformas, mientras el clamoreo de invectivas no borre de nuestra memoria los nombres de Legazpi, Salcedo, Carriedo, y sobre todo los nombres de los antiguos Reyes Católicos, que protegían desde lejos á los desgraciados malayos de Filipinas!»[39].

El segundo ramalazo, el político, se lo dió en La Solidaridad, en Febrero de 1890, bajo el epígrafe: Al Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes, con motivo de la crítica que en La España Moderna (Enero de 1890) había publicado el mencionado académico acerca de la novela Noli me tángere. Rizal hace una calurosa defensa de sus paisanos, de lo que valen y de lo que podrían brillar si no estuviesen condenados á ser unos hipócritas; porque, ya se sabía: el que pretendía remontar un poco el vuelo, sobre no poder vivir en paz en su país, era calificado de filibustero. En este artículo de Rizal hay unas declaraciones que debemos recoger; tienen verdadera importancia.

«Yo sé (dice) de un cuñado mío, que está ahora deportado por segunda vez, sin que él ni el General se hayan visto jamás, sin que le formasen causa, sin que supiese de qué crimen se le acusa, salvo el de ser cuñado mío. Yo mismo, el hombre, el Ibarra de V. E. (yo no sé por qué, pues ni soy rico, ni mestizo, ni huérfano, ni las ideas de Ibarra coinciden con las mías), las dos veces que me he presentado en el palacio de Malacañang [residencia del gobernador general], ha sido á pesar mío. La primera, en 1880, porque fui atropellado y herido en una noche obscura por la Guardia civil, porque pasé delante de un bulto y no saludé, y el bulto resultó ser el teniente que mandaba el destacamento; fuí herido traidoramente en la espalda, sin que antes mediasen palabras: me presenté al Sr. Primo de Rivera; no le vi á S. E., ni obtuve justicia tampoco… Y la segunda vez en 1887, porque fuí llamado por el Sr. Terrero, para responder á las acusaciones y cargos que se me hacían por mi obra [Noli me tángere]. Pues bien, ¿cuántos millares y millares de hombres, más dignos y más honrados que Ibarra y yo, ni siquiera han visto la punta del pelo ó la calva de S. E.? Y V. E., que se las echa de conocedor del Archipiélago, ¿con cuántos hombres ha hablado? ¿Cuántos se le han franqueado? ¿Conoce V. E. el espíritu del país? Si lo conociera, no diría que yo soy un espíritu torcido por una educación alemana, pues el que en mí alienta lo tenía desde niño, antes que saliese de Filipinas, antes que aprendiese una palabra alemana; mi espíritu está torcido, porque me he educado viendo injusticias y abusos por do quiera; porque desde niño he visto á muchos sufrir imbécilmente, ¡y porque he sufrido también!; mi espíritu torcido es el producto de esa visión constante del ideal moral que sucumbe ante una poderosa realidad de abusos, arbitrariedades, hipocresías, farsas, violencias, perfidias y otras viles pasiones. Y torcido como mi espíritu, lo es también el de centenares de miles de filipinos, que no han dejado aún sus miseros hogares, que no hablan otro idioma fuera del suyo, y si escribieran ó manifestaran sus pensamientos, tamañito dejarían á mi Noli me tángere, y con sus volúmenes habría para levantar pirámides á los cadáveres de todos los tiranos…»

¡Qué lástima que Rizal no hubiese sido leído en España, pero principalmente por los gobernantes! Cuanto más se ahonda en el espíritu de sus numerosos escritos, más se agiganta la figura del insigne tagalo, prototipo de la dignidad, verdadero representante del sentido común; hombre tan abnegado, que aun á sabiendas de que el hecho de confesar la verdad —¡hoy reconocida por todos, salvas contadísimas excepciones!— le acarreaba disgustos sin cuento (y no sólo á él, sino á su familia además), se imponía el sacrificio de proclamarla á todas horas, en todos los tonos y en todos los terrenos… Cuanto más se ahonda en el espíritu de sus escritos, mayor es el convencimiento que se obtiene de que no era un filibustero[40], sino un justo, un patriota, que, con perfecta noción de la época en que vivía, no anhelaba más sino que España diese á Filipinas los Derechos que provienen de la Libertad, y que los españoles mirasen á los filipinos, no como á monos, sino como á hombres, ya que no como & hermanos, que era lo cristianamente equitativo.

Seguía en Londres, estudiando con ahinco el confuso pasado de su patria. Allí trabó amistad con D. Antonio María Regidor, su paisano, á quien diariamente visitaba[41]. Lo de menos para Rizal era, si se quiere, la lucha política á que le arrastrare la campaña de los frailes y de los partidarios de los frailes: en La Solidaridad respondía, con mucha moderación casi siempre, á los principales ataques que le dirigían, y sobre todo á los que iban dirigidos contra sus paisanos; pues no parecía sino que se consideraba en el deber de resumir en sí toda su raza, y que no tenía otra misión que defenderla. Otras impresiones, de índole moral, debieron de afectarle mucho más, empujándole por la pendiente del acentuado pesimismo en que la fuerza incontrastable de los hechos le había colocado. Hay en La Solidaridad del 31 de Julio de 1889 un artículo anónimo (pero evidentemente escrito por Rizal) que mana sangre, y no por el lenguaje, que no puede ser más reposado, sino por la espantosa iniquidad que en dicho artículo se denuncia. Titúlase Una profanación, y comienza:

«En el pueblo de Kalamba, provincia de la Laguna (Filipinas), murieron del cólera el 23 de Mayo próximo pasado dos vecinos, ambos principales y muy respetados y queridos de sus compoblanos. El ataque del cólera fué tan rápido, que murieron en menos de veinte horas. — El uno de ellos era cuñado de Rizal, autor del Noli me tángere, y se llamaba D. Mariano Herbosa [casado con Lucía Rizal]; el otro, D. Isidoro Alcalá, y ambos fueron tenientes mayores.

»Inmediatamente, el coadjutor, el P. Domingo Añonuevo, enemigo de Rizal y de su cuñado, telegrafió á Manila en estos términos:

«Mariano Herbosa, cuñado de Rizal, ha fallecido: desde que se casó no se ha confesado hasta la hora de su muerte.»

»El gobernador eclesiástico[42] contesta al párroco de Kalamba en el telegrama núm. 6.608:— «Recibido telegrama. Siendo verdad lo manifestado, negamos sepultura eclesiástica.»

»Con arreglo á esto, entierran á D. Mariano Herbosa en un montecillo fuera del pueblo, y al otro que murió de igual suerte, pero que no era cuñado de Rizal, en el cementerio…»

Diserta de seguida, con un alto sentido filosófico, acerca de cuán poco importa el lugar donde un cadáver recibe sepultura, y ¡qué verdades tan grandes dice de pasada!… «Para la Religión Cristiana, que ha predicado amor y no venganzas mezquinas, y se fija más en el alma que en el cuerpo ó materia, ¿qué significa la tumba sobre una colina, y qué el sepulcro en un cementerio encharcado? Para el hombre, para el filósofo, para el libre-pensador, para el espíritu moderno, ¿qué tiene la tierra de un cementerio, explotado por una casta religiosa, que sea preferible á la tierra de una colina…? ¡Nada!» Defiende el catolicismo sincero de su cuñado (que se confesaba, pero no en su pueblo, sino en Manila, una vez al año, por lo menos), y lamenta que sólo por ser su cuñado, se hubiera cometido con el cadáver tamaña profanación (¡tan parecida á la que, como si presintiese esta otra, describe en Noli me tángere!)… «¿A qué venía (pregunta) poner en el telegrama: cuñado de Rizal, si no se perseguía un fin vengativo?»… Precisamente ese cuñado de Rizal «pertenecía á una familia de bienhechores de la iglesia del pueblo: la mayor parte de las imágenes que adornan los altares, cubiertas de oro y plata, son donaciones de su familia». Pero ¡era cuñado de Rizal! Y cita luego otros hechos, para demostrar cómo el catolicismo práctico tiene manga ancha cuando le acomoda: «Un adúltero mata á su querida y se suicida después, y sin embargo, por ser hijo de reyes[43], le entierran en sagrado y levantan una capilla sobre el lugar del adulterio, del asesinato y del suicidio… Pero muere un buen hombre, una persona respetable, el heredero de tantos bienhechores de la iglesia, el sobrino de sacerdotes, el educado por sacerdotes, el amparo de los pobres y desvalidos, y, por ser cuñado de Rizal, ¡le entierran en el campo!»

Y próximo á concluir, dice el articulista:— «Al pueblo español, á todos los honrados católicos, á todos los nobles españoles, á la prensa liberal é ilustrada de la Península, al gobierno liberal y sensato del Sr. Becerra, denunciamos estas injusticias!» —Perdió el tiempo Rizal: el cadáver de su cuñado, enterrado en el campo, ¡en el campo siguió! Justo es reconocer que quien experimentaba infamias semejantes tenía motivos para ser filibustero. Y, sin embargo, Rizal no lo era todavía. No; no lo era, aunque cause asombro que no lo fuese. La pluma que denunciara esa iniquidad sin nombre, escribía algunos meses después un artículo intitulado Diferencias, con la firma de José Rizal al pie, donde se lee:

«Por lo demás, nosotros no pedimos que expulsen á los frailes; estamos lejos de hacer con ellos lo que la Europa civilizada y la misma España ha hecho, derramando su sangre y quemando sus conventos[44]. Nuestro país es más hospitalario, y aunque los frailes, con su política de odios y de represiones, quieran borrar de nuestra memoria los beneficios que un tiempo nos han hecho, nosotros no los hemos de olvidar, y nos acordaremos siempre que en las crisis del pueblo filipino, cuando en un tiempo tuvo que cambiar creencias, nombre, señores y gobierno, ellos eran los que más se interponían entre los miserables indios y los encomenderos. Esto no lo olvidaremos, y sin buscar si su intervención era ó no interesada, la reconoceremos siempre, y sólo lamentaremos verles ahora ocupando el lugar de aquellos verdugos.

»Pero de esta gratitud á que consintamos que nos condenen á una eterna ignorancia, hay un abismo. Pretenderlo sólo, en nombre de los beneficios recibidos, es absurdo, y desprestigiar todo el pasado; es echar abajo toda la obra levantada

»Probablemente lo mejor será dejarle al Gobierno arreglarse con ellos, y que los tiempos se encarguen de darle la razón á quien la tenga. Si los atacamos, nos han de llamar filibusteros; si los defendemos, somos traidores á nuestras convicciones, y creemos que peligrará la paz en filipinas. ¡Salga el sol por donde pueda!»

Y concluye con este importante párrafo, lleno de sensatez:

«Diremos, pues, que en el fondo estamos también conformes con La Patria en pedir buenas reformas. Hay que dictarlas buenas, para que por un tranquilo y progresivo camino, las Filipinas marchen y ocupen el puesto que merecen, sin sacudidas ni violencias. Es ya ley fatal en el mundo que ya nada se estacione, sino que todo se perfeccione y marche, y las colonias están también sometidas á esa ley. Procurar ó desear que se mantengan en un estado estacionario, es peor que pretender detener la marcha de un rio; porque no ha de ser inferior á la fuerza de las ondas la fuerza de millones de hombres que piensan y sienten»[45].

Sus trabajos políticos, literarios é históricos no le impidieron consagrar algunos ratos á la pintura y á la escultura. En Londres, como en Madrid y en todas partes, Rizal era un laborioso incansable. Hizo en Londres algunos cuadritos y algunas figuras escultóricas, parte de las cuales regaló más tarde á Blumentritt. «Tengo, díjome el sabio profesor[46], tres estatuas hechas por él. Dos son pendants: tiene la una el título El triunfo de la muerte sobre la vida, y la otra el de: El triunfo del saber sobre la muerte. La primera estatua representa un esqueleto vestido de fraile que lleva en sus brazos á una joven; la segunda representa una joven llevando en sus manos, por encima de su cabeza, un hacha encendida. La tercera estatua no representa una idea original, aunque es buena: es el Prometeo encadenado.» Y por vía de postdata, añade: «Acabo de recibir una noticia de Bélgica: que en aquel reino se conserva la memoria de su arte.» Pero quien, según sospechamos, vino & poseer las mejores obras de su ingenio artístico, fué «una señora rica de Biarritz»[47]. En Biarritz veraneó el año de 1889, recién llegado de Londres, y allí improvisó esa amistad, de la que no tenemos pormenores. En cuanto á otros trabajos de Rizal, «algunos de sus íntimos conservan sus pinturas, donde él ha exprimido el jugo de su alma soñadora y poética»[48].

Pero aun hizo algunas cosas más de provecho: en colaboración con los sabios A. B. Meyer y F. Blumentritt, puso notas á un códice chino de la Edad Media, que por Abril de 1889 publicaba, traducido al alemán, el Dr. Hirth[49]; y en la notable revista londinense Tribner's Record dió, en inglés, dos trabajos, uno de los cuales, intitulado Two Eastern Fables, mereció los honores de que lo glosara en un Congreso internacional el eminente Prof. N. Kern[50]; perfeccionó sus estudios sociales, idiomáticos y artísticos, sin contar con que fué en Londres, de recién llegado, donde pergeñó su segunda novela, «continuación del Noli me tángere», El Filibusterismo[51].

De la vida ordinaria de Rizal en Londres ha dado Regidor algunos pormenores sumamente interesantes.— «Pasábase el día (dice Regidor) en la Biblioteca del British Museum; y la lectura de los libros y manuscritos referentes á nuestra tierra, le ponían nervioso é indignado. Tuve la honra de tratarle entonces; venía todos los días á verme, á enterarme de lo que había leído, á provocar una discusión sobre el juicio que le merecían los autores de las llamadas historias ó crónicas sobre Filipinas. Por las noches iba á predicar con la energía de su frase y con la justa indignación de su alma contra los malvados que entre un fárrago de contradicciones fijaban como el distintivo característico de nuestra raza las pasiones más viles ó menos honradas. El se formó su Club, allá en el barrio de Dalston, y sus oyentes eran todos filipinos y estudiantes como él: Nicolás Montero, Cornelio Aenile, Fernando Vizmanos, Pedro Ramos, Manuel Regidor, y otros más que paraban en estas orillas del Támesis. — Los domingos, por lo regular, los pasaba en casa del Dr. Rost, bibliotecario del Ministerio de Relaciones Extranjeras [é insigne malayólogo], que tenía por él especial predilección. Se dedicaba allá á los deportes ó ejercicios que cultivaban los hijos [ya hombres] de aquel eminente bibliófilo, aunque en realidad lo que buscaba era la sociedad de éste, cuyas ideas y cuyas enseñanzas atendía con singular atención. Á las horas de recreo se dedicaba á la escultura, para la que tenía condiciones privilegiadas, al dibujo ó á la pintura. Era asistente asiduo de las conferencias científicas. Aunque de natural taciturno, no era refractario á las distracciones y placeres de la juventud; acudía al teatro, á los bailes y á las diversiones honestas, sin embriagarse con ellas.

»Su sentido artístico estaba muy desarrollado y perfectamente nivelado. Residía en el barrio de Chalk Farm, rodeado del Regent Park, de los Zoological y Botanical Gardens, con una familia inglesa, compuesta de un anciano, padre de tres niñas, quienes le distinguían con singular cariño, prendadas de la nobleza de su alma, de su cortesía y de su cultura. Hizo de las cabezas de las tres jóvenes una escultura preciosa, que las regaló. Muy preocupado vino á verme un día para decirme que tenía que marcharse de la casa, y tal vez de Londres, porque la pasión comenzaba á cogerle y á atraerle hacia una de aquellas jóvenes. Recuerdo sus palabras:— «Yo no puedo engañarla; no puedo casarme con ella, porque tengo otras afecciones que recordar de nuestra tierra y que no me lo permiten; yo no he de cometer la indignidad de cambiar la seducción por un cariño puro y virginal, como es el que pueda ofrecerme.» —Tanta fué la lucha en su espíritu, que abandonó Londres para ir á pasar una temporada á París, en casa de nuestro paisano Valentín Ventura.» Etc.

Al comienzo del otoño (1889) estaba ya establecido en París, ocupado en la tarea de reimprimir los famosos Sucesos del Dr. Morga.


  1. Rizal y su obra, ya citado; capítulo ix.
  2. Hase dicho insidiosamente que los jesuitas, por el carácter internacional que tiene el instituto á que pertenecen, no sentían el patriotismo en el grado que los frailes. Esto es calumnioso. Los jesuitas de Filipinas cortaron su correspondencia (y eso que era científica principalmente) con el Prof. Blumentritt tan pronto como éste se convirtió en defensor público de las ideas de los filipinos avanzados. Con ocasión de la Revolución, el superior de jesuítas, P. Pi, puso su firma en la exposición, ultrarreaccionaria, que elevaron al ministro de Ultramar los superiores de las demás corporaciones religiosas. El primer libro que se publicó, de un sacerdote regular, contra aquellos sucesos, impregnado del más ardiente españolismo, débese al jesuita P. Foradada. Y cuando ya Filipinas no pertenecía á España, los jesuitas, en publicación oficial, impresa en Washington, que constituye ese monumento intitulado: El Archipiélago Filipino: Colección de datos, en dos gruesos tomos en folio con un atlas, escriben en español y respiran el más puro españolismo. ¿Qué más? El folleto Rizal y su obra, de un chauvinismo inaguantable, á ellos se debe exclusivamente.
  3. Á D. Mariano Ponce (Naning). Éste dió una copia del original al Sr. Santos, el cual á su vez me remitió otra copia. Nótese que Rizal no alude ni por incidencia á proclamas de ninguna especie.
  4. D. José María Basa, filipino: uno de los complicados en los sucesos de 1872. Basa se estableció en Hong-Kong, y á partir de entonces dedicóse á hacer á los frailes cuanto daño pudo.
  5. Los Lecároz, de origen español, descienden de un eminente abogado criollo, que vino elegido diputado á Cortes por Filipinas, cuando el Archipiélago, en el primer tercio del siglo XIX, gozó de esa ventaja política, más tarde suprimida absurdamente.
  6. Nuevo presentimiento de morir por la Patria. Balbino Mauricio, víctima inocente de los sucesos de Cavite de 1872, purgó en presidio un delito en que no había incurrido. Rizal, propagandista al fin, reconocía que á él le esperaba otra cosa «mucho peor». ¡Y así fué!
  7. Hijo del célebre alcalde mayor de la Laguna D. Francisco de Iriarte, peninsular, el más espléndido y fastuoso de cuantos en Filipinas han ejercido cargo público. Para Iriarte, padre, hay algunas alusiones, no siempre piadosas, en el Noli me tángere.
  8. Con el titulo Los viajes, y bajo el pseudónimo de Laón Laán había ya escrito (en 1882) para el Diariong Tagálog (véase la nota 51) una interesante disertación, reproducida en el núm. 7 de La Solidaridad (Barcelona, 15 Mayo 1889), más filosófico-histórica que literaria, encareciendo las ventajas de viajar; alardes de erudición esmaltan el articulo, sumamente agradable.
    «¡Qué revolución (dice en uno de los párrafos) no se lleva a cabo en las ideas del que sale por primera vez de su nativo suelo y va recorriendo distintos países!… Avecilla que sólo ha visto la seca grama de su nido, y ahora contempla panoramas inmensos, mares, cascadas, rios, montañas y bosques, y cuanto puede entusiasmar una imaginación soñadora. Rectifícanse sus juicios y sus ideas; desvanécense muchas preocupaciones; examina de cerca lo que antes fué juzgado sin ser visto; halla cosas nuevas que le sugieren nuevos pensamientos, y admira al hombre en su grandeza, como en su miseria le compadece; el antiguo y ciego exclusivismo se troca en universal y fraternal aprecio del resto de la tierra, y deja una vez de ser el eco de ajenas opiniones para expresar las suyas propias, sugeridas por apreciaciones directas é inmediatos conocimientos. El trato de las gentes, cierta calma y sensato criterio en todos los actos, la reflexión profunda, un conocimiento práctico en todas las artes y ciencias, si no profundo y completo, al menos indeleble y seguro: hé aquí las ventajas que puede sacar de un viaje un espíritu atento y estudioso.»
    Y, como si pensara en su patria, dice en otro: «Por este medio un viajero lleva á su país los buenos usos que ha visto en los otros y trata de aplicarlos con las necesarias modificaciones; otro las riquezas y artículos de que el suyo carece; éste la religión, las leyes y las costumbres; aquél las teorias sociales y las nuevas reformas, introduciendo así todas las mejoras sociales, religiosas y políticas»…
    Rizal, como todos los que han viajado mucho, no como equipaje, sino como personas cultas, poseía cierto espíritu cosmopolita, y anhelaba para su país un resumen de todo cuanto bueno había observado en los demás, adaptable, con las reformas consiguientes, al pueblo filipino.
  9. Dato que debo al Sr. Paciano Rizal, hermano del Doctor.
  10. Blumentritt: su carta fechada en Leitmeritz, 14 Enero 1887.
  11. Con fecha 1.º Marzo 1888 escribió á su familia desde Tokio.
  12. Era, verdaderamente, portentosa la aptitud de Rizal para aprender idiomas. Tan cierto es que aprendió del japonés por lo menos lo necesario para entenderse y hacerse entender que, como se verá muy pronto, al proseguir su viaje á Europa, por la vía de los Estados Unidos, Rizal servia de intérprete entre un periodista japonés y los yanquis, franceses, alemanes, etc., que iban en el trasatlántico.
  13. El Sr. Santos, en su carta de 21 Septiembre 1905, dice: «el sábado 14 Abril, 1888, navegaba a los 36° 46′ latitud y 144° 13′ longitud; lo que hace suponer que saliera del Japón el día anterior (13 de Abril)».
  14. Según la copia que me ha remitido el citado Sr. Santos.
  15. ¡Qué contraste tan elocuente el que ofrece el sistema español y el yanqui! Hoy, en Filipinas, además de existir libertad de imprenta, funciona la Masonería á la luz del día, y en los periódicos se publican con frecuencia las citaciones para las tenidas. Y más aún: existen publicaciones masónicas. En El Renacimiento, de Manila, 7 Septiembre 1906, hallamos el siguiente suelto:— «Revista masónica. | Hemos recibido la visita de un nuevo colega. Es una revista mensual, con el título de Delta, órgano de las logias masónicas Sinukan núm. 272, Nilad número 144, Susong núm. 185 y Walana núm. 158 de la Federación del Grande Oriente Español. | … | En la sección de noticias trae la reorganización de diversas logias masónicas de Manila y provincias. | Agradecemos el saludo que nos envía y deseamos al colega muchas prosperidades.»
  16. Telegrama de D. Manuel Alhama, fechado en Manila, 30 Diciembre 1896; publicado en El Imparcial, de Madrid, del día siguiente.
  17. La sensacional Memoria, ya citada, pág. 83.
  18. Nótese la fecha. Rizal estaba en Londres, y no tuvo, por tanto, arte ni parte; como no la tuvo en ninguna otra organización, exceptuada la de la Liga Filipina. Rizal era poco bullanguero, poco amigo de exhibiciones; era más bien apóstol de gabinete, que otra cosa.
  19. Con igual titulo, La Solidaridad, existió también por entonces una «Asociación mutua de Filipinos en Cataluña», de la que formaron parte una porción de jóvenes entre los cuales no figuró Rizal.
  20. Rizal colaboró relativamente poco, y durante el periodo de vida de dicho quincenario (15 Febrero 1889-15 Noviembre 1895), Rizal sólo estuvo en España desde Agosto de 1890 hasta Enero de 1891.
  21. Médico, que después ingreso en el cuerpo de Sanidad militar. Fué á la campaña de Cuba, donde se distinguió. Al año, ó dos, de firmado el Tratado de París, el Dr. Gómez dejó la carrera y se volvió á Filipinas, donde goza de gran popularidad, debido principalmente á sus condiciones de orador fogoso é inspirado; pasa por el mejor de aquel país.
  22. Nacionalista á lo Rizal, de quien fué amigo apasionado. Ponce tiene extensa cultura, etnográfica principalmente. Es de los filipinos que ansían la Independencia bajo el protectorado del Japón, país donde ha pasado años enteros y con el cual simpatiza mucho. Ponce es un político de gran civismo, á quien admira profundamente la juventud de ahora. Tiene no pocos puntos de semejanza con Rizal, por su seriedad y energía, y acaso no haya actualmente otro que le sobrepuje en condiciones para presidir los destinos del país, si éste fuera enteramente libre.
  23. Conviene advertir que Rizal no era masón todavía; se inició algo más tarde en Londres, y por cierto que nunca llegó á la posesión de un alto grado, lo que prueba que, como masón, no debió de ser trabajador.
  24. M. Morayta: Boletín oficial del Grande Oriente Español, número del 20 de Septiembre de 1896.
  25. Datos tomados de La Solidaridad, órgano de la Asociación.
  26. Otra fundación á que fué ajeno Rizal, como lo había sido á las anteriormente mencionadas.
  27. La sensacional Memoria, ya citada, pág. 85.
  28. A principios de 1891, Rizal salió de España para no volver. Fué á establecerse en Gante, y aquel año lo pasó casi todo en Bélgica.
  29. Conocí y traté á Ramos, mestizo, aventajado grabador é impresor. Traducía del inglés para La Oceanía Española, diario de Manila, del que fuí redactor algunos años. Ramos era muy precavido, y disimulaba con gran fortuna la mala ley que tenia á las cosas españolas. Ha sido fervoroso anexionista al Japón.
  30. La sensacional Memoria, ya citada, pág. 86. — Pedro Serrano, pedagogo de algunos vuelos, tenía el título de profesor superior por la Normal de Madrid. Había ya publicado un estimable Diccionario Tagalo, el primero en que se adopta la ortografía novísima preconizada por Rizal. Serrano, atraído por los jesuítas, acabó por separarse de la Masonería, y, más aún, denunció á sus cómplices. — Véanse los Documentos políticos de actualidad, por mí publicados en el tomo iii del Archivo del Bibliófilo Filipino. — Finalmente, es digno de tenerse en cuenta que todas las figuras de gran relieve en los manejos de organización corresponden á filipinos ilustrados que estuvieron en Europa; en cambio los ejecutores, los que, con Andrés Bonifacio á la cabeza, se echaron al campo, eran, sin excepción, de la plebe, indoctos y ni uno solo había salido de su país.
  31. Ambas noticias constan en el folleto La Religión del Katipunan, por Isabelo de los Reyes. 2.ª edición. Madrid, 1900. Pág. 57.
  32. «A fines del año 1888, Marcelo del Pilar, abogado de Bulacán y filibustero furibundo, considerándose en peligro de ser deportado como consecuencia del expediente gubernativo que le instruía en la referida provincia [con el inevitable informe de los frailes], decidió trasladar su residencia á España, bajo el amparo de ciertos elementos del país. En aquellos días se creó en Manila un Comité de Propaganda, formado por Doroteo Cortés [verdadero padre de la Manifestación de Marzo], Ambrosio Rianzares Bautista, Pedro Serrano y Deodato Arellano, bajo la presidencia del primero, con la misión de recaudar recursos pecuniarios entre los elementos exaltados para propagar por el Archipiélago toda clase de folletos y proclamas encaminadas al desprestigio y escarnio de las Ordenes monásticas y de la religión, así como de difundir por el país las doctrinas democráticas; por último, se convino en nombrar una Delegación que dependiera directamente del Comité recién constituido, Delegación que había de residir en Barcelona, y dedicarse á gestionar de los poderes públicos la concesión para el Archipiélago de mayores libertades y la representación en Cortes en primer término: para sostener y defender estos ideales, y algunos más, se autorizó la fundación de un periódico quincenal [La Solidaridad]. El Comité de Propaganda llenó cumplidamente su misión, conquistó todo el elemento pudiente de Luzón, recaudó grandes cantidades, y Marcelo del Pilar marchó á la Península, instalándose cómodamento en la Ciudad condal á costa de sus paisanos.»
    Transcribo estos párrafos de la Memoria oficial de D. Olegario Diaz, jefe del cuerpo de Seguridad de Manila, fechada el 28 de Octubre de 1896. Pilar era «filibustero furibundo», porque perseguía ideales democráticos, porque no amaba á los frailes, porque ansiaba que su pais tuviese representación en Cortes. Este criterio oficial es el que ha predominado entre los españoles de Filipinas. Dicho se está que con tal criterio, paraban en filibusteros (hechos por nosotros) los que no habían soñado con serlo. Por lo demás, el pobre Pilar pasó en todo tiempo grandes apuros; vivió años enteros en Madrid en una casa de huéspedes modestísima. Y cuando, en 1896, quiso regresar a su país, la colonia filipina en España echó un guante y logró reunir lo suficiente para que regresase en tercera. Pilar cogió el dinero… y se lo entregó integro á una antigua amante suya, española, con quien había tenido un hijo… Y pobre, en la pobreza más absoluta, sorprendióle la muerte en Barcelona, el día 4 de Julio de 1896, cuando, desesperanzado de que el Gobierno español concediese á Filipinas algunas de las reformas ansiadas, disponiase á marchar al Japón, á trabajar allí en pro de las ideas anexionistas. España negaba á Filipinas lo que legalmente pretendían los filipinos ilustrados y liberales: preciso era, pues, buscar en otro país el apoyo que no hallaban en España. Nada más lógico, después de todo.
    Acerca de Marcelo H. del Pilar acaba de publicar un interesante estudio bio-bibliográfico, en la revista Plaridel, mi querido amigo D. Epifanio de los Santos; dicho estudio lo he visto reproducido en los diarios de Manila La Independencia y El Renacimiento (Enero de 1907).
  33. Filipinas tuvo diputados en las Cortes generales de 1810 á 1813. en las de 1813 á 1814, en las de 1820 á 1822 y en las de 1822 á 1823; en el Estamento de procuradores de 1834 á 1885, de 1835 á 1836 y en el de 1836; y los tuvo también nombrados para las Constituyentes de 1836 á 1837. La Constitución del 12 habíase hecho extensiva á Filipinas: de suerte que á últimos del siglo los filipinos tenían muchos menos derechos políticos que los que habían disfrutado desde 1813 hasta 1824. — Véanse en mi obra Aparato bibliográfico de la Historia general de Filipinas (Madrid, 1906) los números que abrazan los años últimamente citados
  34. Carta de D. Santiago Mataix, fechada en Manila, 30 Diciembre 1896; publicada en el Heraldo de Madrid del 5 de Febrero de 1897.
  35. Véase el folleto: Filipinas: Problema fundamental, por un Español de larga residencia en aquellas Islas: Madrid, Aguado, 1891. Blumentritt publicó inmediatamente otro folleto, con idéntico titulo (Barcelona, 1891), refutando el del P. Font, á quien demuestra que estaba en el a b c de las materias coloniales de que trata en el preámbulo.
  36. Publicados en mi revista La Política de España en Filipinas, de Madrid, en el tomo correspondiente al año 1892.
  37. También es de 1889 el opusculito subrepticio Por teléfono, sátira de escaso fuste, contra el P. Tont. — A principios de aquel año, y como consecuencia del éxito que tuvo la novela de Rizal, hubo muchos registros y persecuciones en Manila y algunas otras poblaciones importantes del Archipiélago. De ello da buena idea el artículo que, bajo el epígrafe Telegrama importante, publicó La Solidaridad en su número 5 (Barcelona, 15 Abril 1889); dice así:
    «De Manila, vía Hongkong, á la hora de entrar en prensa nuestro número, se ha recibido en esta redacción el siguiente telegrama:
    «Varios filipinos presos supuesta posesión impresos antifrailes, procuren libertad.»
    »Esto despacho es aclaratorio á el anterior que en otro lugar insertamos, y del que dimos conocimiento al Sr. Ministro de Ultramar pidiéndole proceda conforme á justicia.
    »Ahora ya sabemos de qué enorme delito están acusados aquellos infelices que gimen en la cárcel por suponer que poseen impresos contra los frailes.
    »Sin entrar por ahora en el fondo de la cuestión, debemos decir que, si se encarcelan algunos individuos por ciertos impresos antifrailes, ¿por qué no se encarcela al provocador de ellos?, ¿por qué no se le mete en chirona al R. Fr. José Rodríguez por publicar papeles antiindios y hasta antipatriotas?
    »Los libritos de Fr. Rodriguez, sus bravatas y sus insultos contra los filipinos son, á no dudar, la causa, el productor por que han aparecido en Manila ciertos impresos, y por consiguiente él, Fr. Rodriguez, es el principal causante de los delitos de que hoy se acusan á estos desgraciados que, por poseer, según el parte, algunos papeles, se les han encerrado en los calabozos.
    »Nunca ha estado mejor aplicada la ley del embudo, como en estas prisiones verificadas en Filipinas.
    »Al fraile se le deja que insulte, que haga su frailuna gana; mas al infeliz filipino se le encarcela por atreverse á contestar sus insultos.
    »Dada la previa censura en aquellas islas, no es extraño aparezcan ciertos impresos; mas no se atribuya á filibusterismo ni á conspiración lo que es reivindicar la dignidad vejada por escritos de ciertos frailes y compañía.
    »Suponemos que han sido reducidos á prisión los desgraciados por la novela Noli me tángere de Rizal según se deduce del discurso del general Pando.
    »Con esta, van dos veces que se verifican prisiones por causa de esta novela; la primera se ha hecho en la clase de estudiantes por venta clandestina de aquellos libros, y ahora se repiten por segunda vez nuevas prisiones con motivo de la misma novela.
    »¿Hase visto cosa semejante? ¡Ah! para el fraile libertad en todo y para todo. ¡Para el indio, opresión y mordaza!»
  38. Cuando la guerra de Francia en Cochinchina, España ayudó considerablemente á Napoleón III; y nuestro ejército estaba compuesto de soldados filipinos, que una vez más se batieron con extraordinaria bizarría. Sobre este asunto merece leerse el folleto de D. Serafín Olabe, titulado Cuestión de Cochinchina: Madrid, 1862.
  39. Barrantes y el Teatro Tagalo. Barcelona, Imp. de Francisco Fossas, 1889. Folleto hecho á beneficio de las formas compuestas para La Solidaridad, donde se publicó por primera vez este trabajo.
  40. Entre los varios elocuentes elogios que de Rizal ha hecho el insigne Prof. Unamuno, hállase el que sigue:— «Al mismo Rizal, tan amante de España, tan ilustradamente amante de ella, le colgaron el plibastiero, el filibustero. Y se lo colgaron porque la amaba con inteligencia, y no con ese amor ciego y bruto que no es sino una energía huera, enamorada de una unidad tan huera como ella; no con ese amor instintivo y que, como el toro, se va tras la capa, ese instinto que al sentir «que tremola sin baldón la bandera roja y gualda, siente frío por la espalda y le late el corazón», según reza la tan conocida como deplorable cuarteta. La cabeza le latía al pensar en España, y el corazón según la cabeza y no por corrientes medulares.» —Más sobre la crisis del patriotismo: artículo publicado en Nuestro Tiempo, número del 10 de Marzo de 1906.
  41. «De Regidor [Antonio] era amigo sincero. Se conocieron en Londres, y Rizal, durante su larga residencia en Inglaterra, iba á visitar á Regidor con regularidad, departiendo con él de una á dos horas diarias. Sus corazones palpitaban al unísono, y sus almas comulgaban en los mismos ideales y en análogas esperanzas.» —Filipinas ante Europa; núm. 9: Madrid, 28 Febrero 1900.
  42. Ejercía este cargo el Deán del Cabildo de Manila, D. Eugenio Netter, íntimo del P. Payo (que acababa de fallecer), del P. Nozaleda (electo arzobispo) y de los dominicos y de todos los frailes.
  43. Alude á la tragedia del príncipe Rodolfo, heredero de la Corona de Austria-Hungria; tragedia que estaba entonces reciente.
  44. Las turbas en España han cometido con los frailes horrores mucho mayores, y con menos motivo, que los filipinos con los frailes, á quienes respetaron la vida mientras los tuvieron prisioneros, siendo así que tan fácil les hubiera sido á los insurgentes despachar para el otro mundo, si no á todos, á casi todos los frailes.
  45. La Solidaridad, núm. 15; Barcelona, 15 de Septiembre de 1889. — En este articulo, Rizal contendía con La Patria, periódico diario de Madrid, que vivió poco. La Patria era órgano de los frailes filipinos. — En dicha fecha, Rizal debía de estar en Biarritz ó en París.
  46. Carta de Blumentritt á mí dirigida; Leitmeritz, 29 Enero 1897.
  47. La Independencia, número citado del 25 de Septiembre de 1898.
  48. La Independencia, número citado del 25 de Septiembre de 1898.
  49. V. Blumentritt, en La Solidaridad del 30 de Abril de 1889.
  50. Véase la Bibliografía Rizalina que va al final del volumen.
  51. Así consta en un articulo de D. Antonio M.ª Regidor, publicado en The Filipino Students Magazine, reproducido en El Renacimiento, de Manila, número del 28 de Enero de 1907. En dicho artículo danse algunas noticias curiosas acerca de la vida que Rizal hacía en Londres, las cuales extractamos en el texto.