Autopsia del General Santander

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El cuerpo del Francisco de Paula Santander fue trasladado el 7 de mayo de 1840 a la Sala de Profundis del Convento de San Francisco. Asistieron a la autopsia los doctores Merizalde, Cheyne, Quevedo y Uribe.

De su descripción ha quedado el siguiente documento:

Aspecto exterior

Conformación normal del esqueleto y de las masas musculares que lo visten. Cicatriz antigua en la parte lateral izquierda del pecho sobre la sexta costilla, y en el quinto espacio intercostal.

Cadáver un poco emaciado, color amarillo general, más pronunciado en la cara, ligera rigidez cadavérica, ninguna infiltración serosa en los miembros.

Cabeza

Algunas personas, habiéndonos manifestado el deseo de que no se abriera el cráneo, ya que querían moldearle, ya porque el cadáver debiendo quedar expuesto por algunos días era conveniente que la cabeza estuviese lo más intacta posible, nos hemos conformado a su gusto, por la razón que el enfermo, habiendo conservado hasta los últimos momentos una perfecta integridad en la sensibilidad general y especial en la movilidad y en la inteligencia ... no podía aclarar en nada una enfermedad cuyos síntomas habían tenido por sitio casi exclusivo la cavidad abdominal.

Tórax

Ningún líquido en la cavidad de las pleuras, adherencias contiguas y poco extendidas del folio visceral con el folio parietal de esta membrana; adherencia más fuerte en la parte correspondiente a la cicatriz indicada.

La parte anterior y lateral de los dos pulmones es de un color blanco rosado y ofrece la crepitación cadavérica de los pulmones sanos; en la parte posterior el parénquima es de un color rojo oscuro, infiltrado de sangre, más blando y con muy poca crepitación, aun en ciertos puntos esparcidos, variando de dos a ocho líneas de diámetro, está muy friable, sin crepitación ninguna, y de un peso específico superior al del agua, esta hepatización, por su aspecto y el sitio, se refiere perfectamente a la que los autores franceses han llamado hipostáticas, las cuales principian en el periodo de la agonía y siguen aumentándose aún después de la muerte por la dirección que la posición del cadáver y las leyes físicas imprimen a los líquidos. La laringe, la tráquea y los bronquios grandes no tienen nada de particular.

El pericardio contiene como media onza de serosidad transparente de un color amarillo oscuro. El corazón de un tamaño proporcionado a la estatura del cuerpo, es sano en sus paredes y sus válvulas, lo mismo que la arteria pulmonaria y la aorta; algunos coágulos medio gelatinosos llenan sus cavidades izquierdas y derechas.

Abdomen y tubo digestivo

En la boca se notan sobre la lengua algunas ulceraciones ya muy reducidas, de las que saben producir las preparaciones mercuriales; la faringe y esófago no llaman en nada la atención. El gran epiplón, las partes del peritoneo y vísceras presentan, aunque a un punto menos subido, el color amarillo que hemos notado en el cutis.

El estómago, normal en su figura y su tamaño, contiene cerca de seis onzas de un líquido negruzco, parecido al que vomitaba el paciente en los últimos momentos. Sus túnicas, y especialmente la mucosa, de las cuales se pueden sacar largos colgajos, son perfectamente sanas, lo mismo que el orificio pilórico.

En la primera y segunda parte del duodeno la mucosa es más blanda, y no resiste a la pinza con que se trata de alzar colgadas. La inyección sanguínea que apenas si se notaba en el estómago, está aquí más notable, pero no está gruesa ni hinchada, y el tejido celular subyacente, no tiene ningún infarto, es decir, que esa lesión es de formación reciente.

El yeyuno, ileón, la válvula ileoceca1 y todo el intestino grueso son sanos. Sólo ofrecen en ciertas partes algunas estrías coloradas oscuras; efecto, las unas, de una irritación parcial, las demás de una estasis venosa.

Hígado

Del tamaño natural, no pasando el borde de las falsas costillas; está un poco más blando y de color más oscuro que el ordinario, pero sin ninguna alteración orgánica en su tejido. En su parte cóncava se notan algunas manchas negras superficiales producidas por la transudación de bilis.

Después de haber quitado con precaución el folio anterior del epiplón gastro hepático y la arteria hepática, hemos examinado con cuidado las vías secretorias del flujo bilioso: La vesícula biliar del tamaño regular, pero desigual y abollada en su superficie; contiene unos veinte cálculos angulares, lisos, con facetas, de un color negruzco y variando de una de sus líneas de diámetro. Su túnica muscular está un poco hipertrofiada. La mucosa de un color amarillo oscuro, ofrece poca consistencia, y en ciertos puntos algunas erosiones ligeras correspondientes a los cálculos. Los conductos hepáticos tienen también cálculos angulosos en sus bifurcaciones primeras en el interior del hígado. El canal hepático, antes y después de su reunión con el canal cístico-canal colédoco está muy ampliado y llega a tener seis líneas de diámetro; a la distancia de una pulgada y media de su orificio duodenal, recupera sus dimensiones naturales; y en este punto existe un cálculo de unas cinco líneas de diámetro que se opone al pasaje de la bilis al intestino, pero no del todo, pues está libre y suelto en la parte dilatada y atrás de él no existe ninguna colección biliosa, ni aún en la vesícula que está casi vacía de bilis. La poca que se encuentra es muy viscosa y de un color verde negro. La mucosa del canal colédoco y hepático no presenta daño alguno. El sistema de la vena porta está perfectamente permeable. El bazo, el páncreas, los riñones y la vejiga no han presentado ninguna alteración..."