Consejo (Víctor Hugo)
¡No insulten vuestros labios a la mujer caída!
¡Quién sabe a qué arduo peso sucumbió desvalida!
¡Quién sabe cuántos días el hambre combatió!
Y todos hemos visto de esas desventuradas
Asirse heroicamente, con manos extenuadas,
De su virtud que un ábrego maléfico asaltó.
Tal mírase al extremo de la temblante rama
Posar la limpia gfota que el céfiro embalsama
Y do amoroso el cielo a reflejarse va.
Mas sacudid el árbol: la rama se alborota,
Y tiembla y lucha en vano la cristalina gota....
Perla antes de caída, tan solo fango ya.
La culpa es nuestra: es tuya, ¡oh rico! que cobarde
En la hora de la angustia, con insolente alarde
Robas, ¡ay! lo que tu oro no pagaría jamás.
Mas ¡ay! agua bien pura encierra todavía
El turbio fango; aún puede la virgen luz del día
Brillar en esa gota que hollamos hoy quizás.
¡Oh regeneración! ¡de Dios mimado arcángel!
Tú sabes devolvernos en todo su esplendor
Perla otra vez la gota, la hermosa otra vez ángel,
De luz con sólo un rayo, con un rayo de amor.