De Murcia al cielo: 03
II
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Volvamos al monte aquél
y al tiempo tradicional,
en que en manos del infiel,
aún no blanqueaba sobre él
el rico Santuario actual.
Dejemos para otro día
y para otra poesía
más realista y más cristiana,
la alegre fiesta murciana,
que va al monte en romería;
y volvamos mente y ojos
al tiempo ya inmemorial
de cuentos, sueños y antojos,
que da hastío y causa enojos
al filosofismo actual.
Y dejadme aquí ingerir,
aunque a mí no me competa,
lo que aquí voy a decir
como ilógico poeta
que divaga al discurrir:
y es: que España, a quien no inquieta
de hoy el negro porvenir,
que a la ley mal se sujeta,
de cuya vida son meta
holgar, cantar y reñir,
podrá su fe y poesía
arrojar al albañal;
mas dejadme que me ría
de vuestra filosofía
predicada a pueblo tal.
Aquí, en nuestra buena España,
donde se duerme la siesta,
donde se canta la caña,
donde el trabajo molesta
y es la vida una cucaña,
quien parece que medita,
reflexiona o filosofa…
sueña, está en Babia o dormita;
que no es país de la estofa
del de el griego Estagirita.
A este sol del mediodía
se filosofa tan mal,
que España tiene hoy en día
en una guitarrería
su piedra filosofal.
Y dejando también esto
para mejor ocasión
y sitio en que esté bien puesto,
volvamos al curso y texto
de mi rota narración.
Vamos, pues, al monte aquél
a ver si damos por fin
con la tradición que en él
y de Murcia en el jardín,
dejó tras sí el moro infiel.