Despecho

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Traducciones poéticas (1889)
traducción de Miguel Antonio Caro
Despecho de Propercio
Nota: Se respeta la ortografía original de la época


XVIII

DESPECHO

(PROPERCIO)

Lo que ése, á quien hoy premias, yo era un día;
Otro vendrá después. — Por largos años
Destejiendo y tejiendo, noche y día,
Penélope escudóse con engaños:
Ella, que torne Ulises, no confía,
Ni poder de la edad curar los daños;
Mas, á culpa aun venial, en sola estanza.
Prefiere envejecer sin esperanza.

Cuando Aquiles dobló mustia la frente,
Briseida le acudió, su amante esclava;
Ausente el genitor, Tetis ausente,
Ella en el Simois sus heridas lava,
Y en el seno leal guarda doliente
Las cenizas del héroe á quien amaba.
¡Salve, Grecia, feliz con hijas tales!
El pudor habitaba aun los reales.

Pero tú, infiel á tu amador ferviente,
Caes en un instante ¡ingrata! ¡impía!

Asististe al festín condescendiente
Y brindaste con fácil alegría;
Quizás allí, negándome, impudente,
Tu boca de mi nombre mofa hacía;
Y al que dejó tu casa en hora triste,
Con halagüeño rostro sonreíste.

¡Goza la reconquista vil que has hecho!
¡Para esto yo rogaba al cielo santo,
Cuando, agobiado de dolor tu pecho,
Ya te aguardaba el reino del espanto,
Y amigos fieles cerca de tu lecho
Velábamos, vertiendo acerbo llanto!
¿En el trance cruel, viste, traidora,
A ése á quien das tu corazón ahora?

¿Qué fuera ya, si de país lejano
La vuelta retardado hubiese lento,
O me clavase en medio al Oceano
Lúgubre ausencia de propicio viento?
Siempre armada te hallara de tirano
Desdén, ó de ingenioso fingimiento.
¡Sois varias del amor en los altares
Aun más que hoja en el bosque, ola en los mares!

Mas pues ella lo manda, ella lo quiere,
Cedo, y mi rumbo solitario sigo.
¡Vosotros, condolidos de quien muere,
Acelerad, Amores, el castigo:
Aguzad más el dardo que me hiere.

Hincadlo todo, y acabad conmigo;
Habed en mí vuestra mejor victoria,
Mi despojo llevad en vuestra gloria!

Mas antes atestigua, Noche oscura,
También lo sabes, matutina estrella,
Y tú, umbral mudo, abierto á mi ventura,
Que nada amé jamás cual la amé á ella.
¡Amóla aún en mi febril locura!
Pero mi afecto en su rigor se estrella;
Otros amores cultivar no quiero,
Y gemir solo, hasta espirar, prefiero.

¡Oh, si place á los dioses soberanos
Premiar mi fe constante, el premio sea
Que él, al mirar mi joya entre sus manos,
Tornarse en hielo sus ardores vea!
O cual lidiaron príncipes tebanos
Ante la madre en funeral pelea,
Combata yo con él, ella presente:
¡Mataré airado, ó moriré valiente!