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La hechicera

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


XVII

LA HECHICERA[1]

(VIRGILIO)

Poeta.

Quiero el alterno canto y los amores
Imitar de Damón y Alfesibeo,
A cuyo dulce són la becerrilla,
Olvidada del pasto, absorta estuvo,
Y atónitos los linces atendían,
Y el curso revolviendo de sus ondas
En silencio á escuchar llegóse el río.
Quiero el alterno canto y los amores
De Damón imitar y Alfesibeo.

Tú, ó ya las rocas del Timavo undoso,
Polión, superes, ó rayendo vayas
Del Ilírico golfo las riberas.
Oye mi voz. ¡Oh! ¿al fin vendrá aquel día
En que tus hechos diga, y por el orbe

Pueda tus cantos divulgar, que solos
El coturno de Sófocles merecen?
Tomó principio en ti la Musa mía,
Y en tu honor sonará su voz postrera.
Acoge en tanto los humildes versos
Que ensayo obedeciéndote, y permite
Que en torno se deslice de tu frente
Aquesta hiedra entre gloriosos lauros.
 
Habíanse del cielo las nocturnas
Frígidas sombras ahuyentado apenas,
Hora en que alegra fúlgido rocío
Sobre la fresca hierba á los ganados,
Cuando en polido báculo de oliva
Apoyado Damón, así cantaba:
 

Damón.


Sál tú, lucero, precursor del día,
Sál presuroso, y el lamento escúcha
De este amante infelice, hoy despreciado
Por Nisa, la que ayer llamaba esposa.
En mi hora postrimera, á las deidades
Testigos de mi amor y su perjurio,
Yo me lamento, y me lamento en vano.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Tonos conmigo ensáya, flauta mía.
Como en Ménalo se oyen, donde suenan
Bosques silbosos y parleros pinos:
Allí zagales, que de amores cantan;

Allí el músico Pan, que dió el primero
A las cañas inertes ejercicio.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Nisa á Mopso se entrega. Los amantes
¿Qué hemos ya de tener por imposible?
En uno se verán grifo y caballo
Mezclarse, y en los tiempos venideros
Vendrá á beber en una misma fuente
Con los perros la tímida corcilla.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Nuevas antorchas apercibe, Mopso;
Ya conducida á ti la novia llega:
¡Ea! nueces esparce á fuer de esposo;
Del Oeta, en tu honor, Héspero se alza.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

¡Pues bien casaste y con gentil mancebo!
Tú, la misma que á tantos desdeñaste
Fiera; tú que aborreces melindrosa
Mi rústica zampoña y mis cabrillas,
Mi ceño hirsuto y mi prolija barba.
¡Y juzgaste á los dioses olvidados
De nuestra suerte, en castigar remisos!
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Te conocí pequeña, en nuestros setos
Con tu madre cogiendo húmidas pomas;
Y de guía os serví. Contaba entonces
Once años y uno más, y con la mano

Ya á los frágiles ramos alcanzaba.
¡Oh, cuál me fué tu vista á par de muerte!
¡Cuál, viéndote, quedé ciego y perdido!
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Ya sé quién es Amor. En duras rocas
El Ísmaro ú el Ródope le engendran,
O los remotos Garamantes. Niño
No es él de humana sangre; otra es su raza.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Manchar el crudo Amor hizo á una madre
Sus manos con la sangre de sus hijos;
Y tú ¡oh madre! cruel también tú fuiste.
¿Tú más cruel, ó Amor fué más perverso?
Tú cruel madre, Amor perverso niño.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

El lobo ya de los corderos huya,
Manzanas de oro lleve el recio roble;
De narcisos el álamo se cubra,
Electro puro el tamariz destile,
Con los cisnes á prueba estén los buhos;
Títiro nuevo Orfeo por los bosques,
Nuevo Arïón entre delfines sea.
Flauta, ensayemos pastorales tonos.

Todo en las ondas sepultado quede.
A Dios, selvas, os dejo. De alto risco
Precipítome al mar; lleve la ingrata
Aqueste de quien muere último obsequio.

¡Selvas, á Dios! Por siempre ¡oh flauta mía!
Cesen aquí los pastorales tonos.

Poeta.


Cantó Damón. Piérides, vosotras
Decid lo que repuso Alfesibeo,
Ya que no todo se concede á todos.

Alfesibeo.


El agua trae acá, y estos altares
Con suaves guirnaldas ciñe, y quema
Pingües verbenas y precioso incienso.
Veamos ya de hacer, con sacros ritos,
Que el curado amador de nuevo pene.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

¿Los cantos qué no harán? Ellos del cielo
La luna bajan, en los cielos mismos;
En los mares, cantando Circe pudo
Los compañeros deformar de Ulises;
En los prados, forzada del encanto
Aterida se parte la serpiente.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Con tres lizos á ti de tres colores
Te ciño, lo primero, y en efigie
Te doy tres vueltas del altar en torno;
Que es el número impar grato á los dioses.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Echa tres nudos con los tres colores.
Tres nudos, Amarili, écha cabales,

Y "Echo de Venus," dí, los "eslabones."
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Así cual torna un mismo y solo fuego
Duro este barro, líquida esta cera,
Con mi amor otro tanto avenga á Dafnis.
¡Ea! la mola esparce; el quebradizo
Laurel embetunado arda y estalle.
Puesta en llamas me tiene el despiadado;
A vueltas yo de este laurel le enciendo.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Tal ande en su pasión cual la becerra
Que en busca del novillo deseado
Bosques visita, altas florestas cruza,
Y fatigada al fin, perdido el tino.
Tiéndese á par del agua entre las ovas,
Ni la induce á volver la noche opaca.
Tal ande en su pasión, y rigurosa
Yo sus dolencias de sanar no cuide.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Estas que un día me dejó el perjuro
Prendas suyas, de amor caros recuerdos,
Tierra, en el propio umbral á ti las fío;
La posesión de Dafni ellas me deben.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Estas hierbas del Ponto ponzoñosas
Recogidas allí (que hierbas tales
Allá crecen á rodo), Meris mismo

Me regaló. Por su virtud mil veces
Emboscarse le vi trocado en lobo,
Mudar sembrados de una parte en otra,
Abrir sepulcros y evocar las almas.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

Lléva, Amarili, estas cenizas fuera,
Y á la corriente arrójalas, por cima
De la cabeza, y á mirar no tornes.
Es arbitrio postrero; el fementido
Ya ni de dioses ni de ensalmos cura.
Cantos, traedme de la villa á Dafnis.

—Mas ¿no ves (¡oh portento!) la ceniza,
Apenas en llevarla me detengo,
Cuál de sí misma se ha encendido, y cómo
Con trémulo fulgor envuelve el ara?
¡Para bien sea!—oscuro está el aguero...
Mas Hílax fiel en los umbrales ladra.
¿Es ciego error de alucinada amante,
Que siempre los amantes se alucinan?
Cesad ¡oh cantos! De la villa torna,
Torna rendido á mis conjuros Dafnis.



  1. Égloga VIII de Virgilio.— Versión publicada en mi edición castellana de las Obras de Virgilio (1873), y ahora refundida y más fielmente ajustada al original latino.