El golfo de Bayas

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XVII

EL GOLFO DE BAYAS


(LAMARTINE)


Mira cuán plácidamente
Muere en las playas la ola;
Mira qué galán el manso
Céfiro la espuma roza.
¡Ea! entremos en la barca
Que mi mano rige sola,
Y del golfo recorramos
Las riberas deleitosas.

Atrás quédase la orilla:
Y mientras tímido tomas
El dócil timón, me inclino,
Y mi brazo el remo boga,
Y surco rápido traza
En el agua bullidora.
 

¡Oh Dios! ¡qué ambiente tan fresco!
El sol en la mar remota
Se pierde, y pálida luna
Sobre el horizonte asoma.
Abren las flores sus cálices
Embalsamando la atmósfera;
Y con hálito creciente
El terral entanto sopla,
Y sobre Tetis esparce
De los campos el aroma.

¿Qué canto suena en las playas?
¿Qué canto agita las ondas?
De mezcladas armonías
Grato el eco se prolonga.
El pescador, que fiarse
A las estrellas no osa,
Ya, recogida la vela,
Vuelve cantando á su choza;
Y festeja su llegada
Juvenil caterva loca
Con regocijados gritos
Que los ámbitos asordan.

Todo es silencio en los aires:
Ya las márgenes se borran,
Y sobre el piélago inmenso
Densas se extienden las sombras.
 

Grave la Melancolía
Viene á meditar ahora,
Sentada orillas del ponto
En la más desierta roca,
Y silenciosa contempla
En las convecinas lomas
Ruinas de augustos palacios,
Restos de pasadas glorias.


¡Oh tú, patria fecunda
De la sagrada libertad! ¡Oh tierra
Que magnánimos hijos produjiste!
¿Qué se hicieron tus héroes? ¿Dó se encierra
El rayo de la guerra?
A bárbara coyunda
Atada yaces hoy, mísera y triste.
Fueron tus héroes; tu poder no existe,
En tu ruina profunda
Engrandécese el alma, y se imagina
Respirar la virtud del genio ausente,
Cual de ruinoso templo en el recinto
Del oráculo extinto
Aun la velada majestad se siente.
¿Mas para qué la mente
Evoca entre tus rotos edificios
De Bruto ó de Catón sangrientas glorias,
Si manes la convidan más propicios
Con dulces y tristísimas memorias?


Aquí en ameno retiro,
Del bullicio de la corte
Huyendo Horacio, bebía
Sublimes inspiraciones.
Aquí Propercio y Tibulo
En sus cítaras acordes
Cantaron á las edades
De Cintia y Delia los nombres.
Y aquí Tasso llegó un día,
Aquel varón de dolores,
A quien Genio, y no Fortuna,
Pródigo otorgó sus dones.
Proscrito, errante y enfermo
Iba por valles y montes,
Y aquí la piedad benigna
Hospitalidad brindóle.
Su aliento exhaló postrero
En no distantes regiones:
Llámale la Gloria, acude....
La Muerte aprestaba el golpe;
Y laurel tarde alcanzado
Crece de su tumba al borde.


¡Oh colinas de Bayas!
¡Oh poéticas playas!
Muelle comarca, visitada un día
Por cuanto ilustre y grande hubo en el mundo,
Cubre olvido profundo

El placer que en tu seno antes bullía,
Y nadie me responde,
Excepto el tumbo que las playas hiere,
Y eco débil que muere
O entre las ruinas tímido se esconde.


¡Ay! así pasa todo; tal se aleja
Nuestra vida también, breve y fugace,
De la nativa orilla;
Ni otra señal sobre el abismo deja
Que la espuma que surge y se deshace
Tras la frágil barquilla.