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Enciclopedia Chilena/Folclore/Las Peñas, Fiesta de

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Fiesta de Las Peñas
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-544/85
Título: Fiesta de Las Peñas
Categoría: Folclore


Las Peñas, Fiesta de.

Folk.

Acto de homenaje a la Virgen del Rosario de Livílcar, cuya fecha principal de celebración es el primer domingo de octubre.

El santuario que guarda la venerada imagen se encuentra en la provincia de Tarapacá, departamento de Arica, a 80 km de la ciudad cabecera del mismo nombre, enclavado en el cañón del río Livílcar, junto a la mole andina. Su arquitectura es simple y maciza, destacándose des terrecillas correspondientes a las naves laterales. Una plazuela prolonga el atrio y es escenario de gran parte del ritual folklórico. El muro posterior del templo es de roca, y en su cara interna está, en bajorrelieve, la imagen de la Virgen que le ha dado la denominación al lugar y al culto, y que aparece visible desde sus rodillas, con una estatura de aproximadamente 1,20 m, sobresaliendo la cabeza y los brazos, sobre los cuales lleva su Hijo. Una sencilla indumentaria cuelga su cuello.

Para cumplir con todas la exigencias de la adoración de los fieles, entre las cuales resaltan las procesiones, se ha recurrido a usa hermosa imagen de nuestra señora del Rosario, de 50 cms., delegada de los poderosos atributos de la Reina de los Andes.

Próximo a la iglesia, que permanece a cargo de un cuidador durante el resto del año, hay un caserío con una población estable de 60 a 70 personas, en contraste con las 10.000 que se congregan con motivo de la romería, después de vencer las penurias de usa senda inhóspita y accidentada, unidas por un mismo fin, constituyendo transitoriamente un solo estrato social, en virtud de su carácter de comunidad folklórica establecida en torno a un bien común propio y representativo, pese a la concurrencia de xxxxxxxxxx habitantes de Bolivia, Chile y Perú, de las más diferentes situaciones económicas, educacionales y psíquicas.

EL viernes anterior a la fecha culminante empiezan a llegar los promeseros, divididos en dos clases: los pertenecientes a compañías de danzantes, y los que van a implorar agradecer favores a la Virgen entérminos de dinero, cirios, oraciones. Los de la primera facción son los responsables del fastuoso desarrollo de una coreografía de alabanza expiatoria, y sus cofradías o bailes se organizan, cono en La Tirana, gracias a la iniciativa y financiamiento iniciales de un devoto pudiente y esforzado, a cuya labor contribuyen todos los integrantes de los respectivos conjuntos, costeando los gastos de trasporte, alimentación y alojamiento de la peregrinación.

A mediodía se escuchan los primeros saludos de los grupos, con la interpretación de cantos y danzas y el necesario acompañamiento de las bandas. Actúan por estricto orden de llegada al santuario, conservando aún sus componentes la misma ropa usada en el penoso camino; a la espalda, los bultos de los cobertores, los trajes folklóricos y las provisiones, envueltos los estandartes y matracas. En tanto, una fila cada vez más larga de agradecidos o suplicantes pugna por 1legar al fondo del templo, donde la Virgen prodiga esperanza y salvación.

En sus intervenciones siguientes los bailes cantan las buenas tardes y las buenas noches, ahora provistos sus miembros de la indumentaria ceremonial. Estos saludos, así cono los de la primera presentación, constan de cánticos de entrada y de retinada.

El sábado prosiguen las ofrendas coreográficas y musicales desde las primeras horas de la madrugada, con los consabidos buenos días y al rayar el alba iníciase la celebración de misas, mantenida durante toda la mañana. Hacia las 16 hrs. reaparecen las buenas tardes, prolongadas hasta el anochecer por las numerosas compañías asistentes, para dar paso a una procesión que dura poco más de una hora, y en cuyo trascurso la Virgen es iluminada con linternas. Los himnos de buenas noches marcan el final de esta etapa.

El domingo nos ofrece una multitud enfervorizada y compacta. Los protagonistas continúan siendo los danzantes, que cumplen la misma secuencia del ritual de los días anteriores, pero con el agregado de la interpretación de la Canción Nacional a cargo de todas las bandas, mientras se iza el pabellón patrio.

Al borde de las 22 hrs. una segunda y magma procesión indica el apogeo de la vigorosa jornada. Los bailes cantan sus despedidas y los peregrinos principian un lamentado regreso.

Quince a veinte cofradías acuden anualmente a rendir honores a su Soberana, descollando por su asiduidad y significación tradicional las Cuyacas Hijas de Lourdes, los Canarios de la Virgen de Las Peñas, los Gitanos de la Virgen de Las Peñas, los Pieles Rojas, los Morenos de Chile y del Perú. La mayoría de ellas recurre a las bandas de instrumentos de bronce, premunidas de los infaltables bombo y caja. Otros grupos emplean como aerófonos solo flautas traveseras, conservando la percusión anotada. A esta organografía hay que sumar las matracas y panderetas que manejan los bailarines morenos y gitanos, respectivamente, valiosas ayudas rítmicas en la práctica de la danza.

El único conjunto mantenedor de instrumentos aborígenes andinos es la sociedad juvenil "Amauta", proveniente de Tarata, Perú, que cuenta con una tropa de zampoñeros acompañados de ejecutantes de bombo, caja y platillos y cuyos dos diablos tienen la indumentaria más abigarrada de todos estos personajes de contraste, propios de las fiestas rituales de la provincia de Tarapacá.

La coreografía posee los mismos caracteres básicos que la perteneciente a la Festividad de La Tirana, aseveración también aplicable a las diversas clases de cánticos, tanto en su forma musical como en su texto poético, con las naturales alusiones de este último a la Virgen homenajeada, a la geografía local y a las condiciones de los participantes:

:Virgencita de Las Peñas,
ya me voy de tu santuario;
dame luz divina y santa,
Madre mía del Rosario.

En cuanto al origen de este complejísimo fenómeno folklórico, la tradición oral lo remonta a mediados del siglo XVII, época en que se sitúa la primera romería, causada por la aparición de la Virgen. Una fuente informativa nos presenta un arriero como descubridor de la imagen esculpida en la roca del cañón del río Livílcar, en el sitio ocupado hoy por el santiario, al invocar la protección de la Virgen después que un rayo fulminara a una pastorcita que él intentara salvar de una serpiente. Otra versión relata el milagroso encuentro de la Reina de los Andes con un pastor, al cual encareciera pedir al dueño del rebaño la organización de un peregrinaje, el que éste convocara después de vencer sus reticencias y haber sorprendido en el lugar de la visión a una paloma, que volando hasta unas peñas se transformara en la actual efigie de la señora de las Cumbres.

Pero, sea cual fuere el valor histórico de estas u otras leyendas, el nacimiento de esta expresión de nuestro folklore religioso obedece al mismo proceso de trasculturación indígena americana obtenido por la vertiente evangelizadora ibérica, comprobable desde California hasta Chiloé rico filón de toda suerte de Investigaciones antropológicas, con sus pertinentes aplicaciones en el campo del progreso social.

BIBL.

CARLOS LAVIN. Nuestra Señora de Las Peñas. Stgo., 1949.

CARLOS MEDEL. Virgen de Las Peñas (Livílcar). Apuntes mimeografiados, Stgo., 1967