La Ilíada de Homero (García Malo)/Tomo I/Libro VIII
Jove junta á los Dioses Celestiales,
Y manda no protejan los mortales.
Los Troyanos se quedan vencedores,
Y anhelan combatir con mas furores.
Héctor se ve colmado de gran gloria,
Y piensa conseguir total victoria.
La Aurora de color roxo adornada,
Ya por toda la tierra se extendia,
Quando el supremo Jove Fulminante
Una asambléa tiene con los Dioses
En la mas alta cumbre del Olympo.
Todos los Inmortales juntamente
Escuchaban á Jove con respeto,
Y él á todos les habla de este modo:
„Grandes Dioses oíd, escuchad Diosas,
„Y á todos os diré lo que en mi pecho
„El ánimo me dicta. Nadie intente,
„Diosa ó Dios, hacer vanos mis designios,
„Mas todos asentid á quanto diga
„Para que asi se cumplan mis decretos.
„Si yo advierto que alguno de los Dioses
„Quiere ir en secreto á dar socorro
„Ya sea á los Troyanos ó á los Griegos,
„No volverá al Olympo, sin que sea
„Maltratado afrentosa infamemente,
„O yo le arrojaré precipitado
„Al tenebroso Tártaro, muy lexos,
„Donde está el negro Báratro profundo
„Debaxo de la tierra, cuyas puertas
„Son de hierro, y de bronce el pavimento,
„Tan báxo del Averno, quanto dista
„El luminoso Cielo de la tierra;
„Y entonces sabreis bien que el mas potente
„Soy de todos los Dioses inmortales.
„Si dudais que asi sea, haced la prueba,
„Y quedaréis del todo convencidos.
„Suspended desde el Cielo luminoso
„Una cadena de oro: todos juntos
„Fuertes Dioses y Diosas, tirad de ella,
„Y nunca hareis baxar del Cielo á tierra
„A Júpiter supremo consejero,
„Aunque hagais mucho esfuerzo y gran fatiga.
„Pero si yo quisiese levantaros
„Os subiría con la mar y tierra;
„Y si aquesta cadena luego atase
„A la mas alta cumbre del Olympo,
„Todo en ella suspenso quedaría:
„Tanto supero yo á los Inmortales,
„Y tanto en fuerza venzo á los mortales.”
Dixo; y todos quedaron silenciosos,
Y admirados de oír estas palabras
Con furor y amenaza proferidas.
Sin embargo rompiendo este silencio,
Al fin le habla Minerva de esta suerte:
„Padre nuestro Saturnio, Rey supremo,
„Bien sabemos nosotros que tu fuerza
„Es grande é invencible: mas no obstante
„Lloramos que los Danaos belicosos
„Perezcan ya cumplido su hado infausto.
„Nosotros ofrecemos abstenernos
„De salir al combate, si lo mandas:
„Mas darémos consejos favorables
„A los tristes Argivos, impidiendo
„Que excitando tu íra omnipotente
„Todos perezcan desgraciadamente.”
El gran Jove Tonante se sonrie,
Y á la sábia Minerva le responde:
„No temas oh Tritonia amada hija,
„Por todo quanto he dicho anteriormente,
„Pues quiero ser contigo mas clemente.”
Asi dixo; y al carro luego pone
Sus veloces Caballos, adornados
Con el oro brillante de sus crines.
Se ciñe el cuerpo de oro; despues toma
El látigo de oro, y sube al carro:
Incíta á los Caballos á que corran,
Y van volando voluntariamente
Entre la tierra y estrellado Cielo.
Llega al Ida de fuentes abundante
Habitado de fieras, y á la cumbre
Del excelso Gargaro, en que tenia
Un templo y un altar muy perfumado.
Alli el Padre de Dioses y de hombres
Detiene sus Caballos, los desunce,
Y de una oscura niebla los rodea.
Despues se sienta en la eminente cumbre,
De magestad y gloria circuído,
Mirando á la ciudad de los Troyanos,
Y ácia el campo y las naves de los Griegos.
En tanto los Acheos en sus tiendas
Una frugal comida á priesa toman,
Y despues se arman todos prontamente.
Los Troyanos tambien de la otra parte
Se arman en el recinto de sus muros,
Y aunque en número eran inferiores
Estaban prontos á pugnar constantes
De gran necesidad estimulados,
Por defender sus hijos y mugeres.
Abren las puertas, y las tropas salen
Infantes y Caballos con gran ruído,
Y luego que se juntan unos y otros
En un mismo lugar para el combate,
Se mezclan los broqueles y las picas,
Y los hombres armados juntamente:
Ya se encuentra un escudo contra otro,
Y un estrépito grande se levanta:
Ya de una parte y otra se confunden
Los ayes y lamentos de vencidos,
Y el alégre clamor de vencedores,
Y la tierra de sangre está inundada.
Mientras duraba el tiempo matutino,
Y crecia el sagrado y claro dia,
Igual era el combate de ambas partes,
Y los hombres caían: pero quando
Ascendió el Sol á la mitad del Cielo,
Tomó entonces el Padre omnipotente
Las balanzas de oro, y puso en ellas
Dos destinos fatales de la muerte,
Que es conductora de perpetuo sueño,
Uno de Griegos, y otro de Troyanos.
Tomadas por en medio las sostiene,
Y cae el fatal dia en los Acheos.
Los hados de los hijos de la Grecia
Acia la tierra la balanza inclinan,
Y los faustos destinos de los Teucros
Hasta el Cielo espacioso se levantan.
Júpiter desde el Ida truena fuerte,
Y un ardiente relámpago despide
Al Exército Acheo. Los Argivos
Al verle se conturban y sorprehenden,
Y un pálido temor á todos pasma.
Ni, Agamenón, ni el grande Idomenéo,
Ni los dos fuertes Ayax, protegidos
Del implacable Marte, se atrevian
A sostener el choque de los Teucros.
Solo el Gerenio Nestor, el mas fuerte
Custodio de los Griegos, se detiene
En el campo marcial, aunque por fuerza,
Porque estaba muy debil un Caballo
A quien con una flecha el divo Páris,
De Elena Argiva esposo, hizo una herida
En el vertice sumo, donde nacen
De los Caballos las primeras crines
En lo alto del craneo, que es la parte
Donde son mas mortales las heridas:
De dolor el Caballo muy opreso
Se enarmonaba fiero, pues el dardo
Le penetró el cerebro: cayó en tierra,
Y dando vueltas cerca de las ruedas
A los otros Caballos espantaba.
Mientras cortaba con su espada el viejo
Del Caballo caído las correas,
Los veloces Caballos del gran Héctor
Contra Nestor venian, conduciendo a
A tan audáz guerrero. El viejo entonces
La vida habria perdido, si al instante
No lo hubiese advertido el gran Diomédes,
Quien al punto clamando horriblemente
Para excitar á Ulises, asi dice:
„¡Oh generoso hijo de Laërtes!
„¡Oh prudentísimo Ulises! ¿dónde huyes
„Vuelta la espalda como un vil cobarde?
„Guardate que al huír te hiera alguno a
„Con su lanza en la espalda: haz aqui frente
„Para salvar á Nestor de la mano
„De un enemigo fiero é inhumano.”
Dixo asi ; mas Ulises el paciente
Sus palabras no oyó, y retrocediendo
A las naves Acheas fue volando:
El valiente Diomédes, aunque solo,
En las primeras filas se introduce;
Y estando en pie delante los Caballos
Del hijo venerable de Neleo,
Rompe luego la voz, y asi le dice:
„¡Oh anciano! ciertamente ya te extrechan
„Los jovenes guerreros valerosos,
„Pues la fuerza te falta, y te persigue
„La grave senectud, y edad tan grande.
„Tu escudero es muy debil, tus Caballos
„Están ya fatigados con exceso.
„Sube, pues, en mi carro en el instante,
„Y verás el vigor y ligereza
„De los Teucros Caballos muy perítos
„En perseguir veloces por el campo
„Las huestes enemigas ó evitarlas,
„Los que hace poco tiempo quité á Eneas
„Diestro en hacer huír sus enemigos.
„Tus compañeros cuidarán los tuyos,
„Y estos contra los Teucros dirijamos
„Para que Héctor conozca la pujanza
„Con que sé manejar mi aguda lanza.”
Dixo, y el viejo Nestor le obedece.
Esthenelo y el fuerte Eurymedonte
Amante de proezas, se quedaron
Cuidando los Caballos del gran Nestor,
Y éste al carro subió junto á Diomédes.
Nestor toma las riendas en la mano,
Con un sumo artificio fabricadas,
Y agitando los ágiles Caballos
Llegan muy brevemente cerca de Héctor,
Que á su encuentro venia. El gran Diomédes
Viendo que se acercaba, le dirige
Con ímpetu su dardo: yerra el golpe,
Y al valiente Eniopeo, su escudero,
Que llevaba las riendas en la mano,
Da en el pecho inmediato á una tetilla,
Cae del carro, y le falta fuerza y alma.
Sus veloces Caballos espantados
De su grande caída, retroceden.
Héctor siente un dolor muy penetrante
Por la suerte infelíz de su escudero;
Mas le dexa entre el polvo revolcado.
Otro audáz escudero busca al punto,
Y no están sus Caballos mucho tiempo
Sin tener quien los guie, pues encuentra
A Archeptolemo audáz, hijo de Iphito:
Le hace que cerca de él al carro suba,
Y le entrega las riendas en la mano.
Se hubiera visto alli un estrago horrible,
Y hazañas muy funestas y sangrientas,
Y hubieran sido entonces los Troyanos
Encerrados en Troya, como encierran
En un redíl rebaños de Corderos,
Si el Padre de los Dioses y los hombres
No lo hubiese advertido. En el instante
Horriblemente truena: reduplíca
Sus relámpagos fuertes, y despide
Un rayo formidable y encendido,
Que cae precipitado justamente
Al pie de los Caballos de Diomédes,
Donde el ardiente azufre excita entonces
Una llama terrible y horrorosa.
Los veloces Caballos espantados
Debaxo de su carro se consternan.
Huyen las riendas hechas con gran arte
De las manos de Nestor, y sorpreso
De espánto y de terror dice á Diomédes:
„Gran hijo de Tydeo, sin tardanza
„Dirije tus Caballos á la fuga.
„¿No vés que ya de Jove no nos viene
„Auxilio ni socorro ? Hoy ha resuelto
„A Héctor victoria dar Jove Saturnio.
„Otro dia igualmente quando guste
„La otorgará á nosotros. ¿Qué hombre has visto
„Que pueda resistir á sus decretos,
„Aunque sea muy fuerte y valeroso,
„Quando Jove es mas fuerte y poderoso?”
El valiente Diomédes le responde:
„¡Ay anciano! es muy cierto quanto has dicho;
„Mas una cosa el corazon me oprime,
„Y es, que dirá algun dia Héctor osado
„Orando entre sus Teucros jactancioso,
„El hijo de Tydeo, de mí huyendo
„Se refugió en sus naves. De esta suerte
„Dirá por alabanza. Mas quisiera
„Que el globo de la tierra antes se abriese,
„Y en sus hondas entrañas me sumiese.”
El venerable Nestor le replíca:
„Diomédes belicoso, ¿qué has hablado?
„Aunque Héctor valeroso profiriera
„Que eras vil y cobarde, ¿lo creerían
„Ni los mismos Troyanos y Dardanios,
„Ni las mugeres viudas de los Teucros,
„Cuyos maridos jovenes osados
„Has dexado entre el polvo revolcados?”
Asi dixo; y al punto á rienda suelta
Sus veloces Caballos encamina
A la parte que van los fugitivos.
Héctor y los Troyanos van tras ellos
Dando unos grandes gritos y alaridos,
Oscureciendo el ayre con sus flechas;
Y Héctor en alta voz exclama y dice:
„¡Oh hijo de Tydeo ciertamente
„Los Danaos, que antes de ahora te trataban
„Con el mayor honor, y distinguian
„Con el primer lugar, la mejor parte,
„Y la copa mayor en los convites,
„Ahora tetratarán con ignominia,
„Viendote huír como una muger debil.
„Anda tímida niña, anda cobarde,
„Que no cediendo yo , nunca es posible
„Que llegues á subir á nuestras torres,
„Ni puedas conducir nuestras mugeres
„Cautivas en las naves á tu patria.
„Antes que tengan tan infausta suerte
„Te daré con mi lanza triste muerte.”
Asi dixo; y Diomédes ofendido
De tantos vituperios, vacilaba
En volver de la brida á sus Caballos,
O en entrar al combate nuevamente.
Tres veces quiso ir contra el gran Héctor,
Y otras tres el gran Jove desde la alta
Cumbre del monte Ida, tronar hizo
Con asómbro y horror, dando á los Teucros
Una clara señal de la victoria,
Que alterna en las refriegas y combates.
Héctor á los Troyanos exhortaba
Diciendo en alta voz de esta manera:
„¡Oh Troyanos, Lycienses y Dardanios,
„Que de cerca pugnais! mostrad aliento,
„Y no olvideis vuestro valor y fuerza.
„Conozco que propicio el gran Saturnio,
„Nos da señal de gloria y de victoria
„Y que prepara ruínas á los Griegos.
„¡Qué necios en haber edificado
„Unas murallas debiles y vanas,
„Que no resistirán á mis esfuerzos!
„Saltarán mis Caballos facilmente
„El hondo y ancho foso, y quando llégue
„A las cóncavas naves, acordaos
„Del fuego destruídor, para que pueda
„Abrasar yo sus naves, y dar muerte
„En las mismas á todos los Argivos,
„Aterrados del humo condensado
„Que el campo exhalará todo incendiado.”
Dixo; y despues exhorta de esta suerte
A sus bravos Caballos: „¡Oh tú Xantho,
„Podargo, Ethon y Lampo generoso!
„Ahora podeis pagarme agradecidos
„Los cuidados de Andrómaca mi esposa,
„Del ilustre Etión hija querida,
„Que al volver fatigados del combate
„Os presenta el buen vino y la cebada,
„Antes de dar los brazos á su esposo.
„Ea, pues, perseguid al enemigo,
„Corred rápidamente, de manera
„Que nos hagamos dueños del escudo
„Del magnánimo Nestor, cuya fama
„Publíca hasta los Cielos, que es de oro
„No solo el mango, sino el mismo escudo,
„Y tambien de la rica y admirable
„Coraza de Diomédes, fabricada
„Por Vulcano industrioso. Si nosotros
„Tan preciosos despojos apresamos,
„Espéro que los Griegos esta noche
„Subirán á buscar su salvamento
„A sus veloces naves al momento.”
Dixo de esta manera jactancioso.
Juno queda indignada de su audacia,
Y moviendose encima de su sólio
Hace temblar el grande y alto Olympo,
Y á Neptuno, gran Dios, asi le dice:
„¿Es posible, Neptuno poderoso,
„Que no te compadezca estár mirando
„La ruína de los Griegos, que te ofrecen
„Muchos dones preciosos y elegantes,
„En Hélice y en Egas? Tú debieras
„Desear á los Griegos la victoria.
„Si todos los que á Grecia protegemos,
„Queremos rechazar á los Troyanos,
„Y oponernos á Júpiter Tonante,
„Solo en el Ida excelso y eminente
„Sentado se estaría tristemente.”.
Muy indignado el grande Rey Neptuno,
A Juno le responde de este modo:
„Juno, audáz en palabras, ¿qué has hablado?
„Jamás quisiera yo que con Saturnio
„Ninguno de los Dioses combatiese,
„Porque él solo es mas fuerte y mas potente
„Que son todos los Dioses juntamente.”
Mientras Juno y Neptuno asi decian,
Todo el espacio opuesto entre las naves,
Y entre el muro que sirve de defensa,
Quedó igualmente lléno en el momento
De Caballos y hombres escudados,
Extrechados por Héctor formidable
A Marte semejante, á quien entonces
Júpiter daba gloria. Ciertamente
Habria aniquilado con el fuego
Ardiente y destruídor todas las naves
Si no hubiese inspirado la gran Juno
Al Rey Agamenón, que él mismo fuese
A incitar al instante á los Acheos.
Va corriendo á sus tiendas y á sus naves,
En su mano teniendo un grande manto
De purpúreo color. En pie se pone
En la nave de Ulises grande y negra,
Que estaba en medio, y desde alli podia
Su voz oírse en una y otra parte,
Tanto en la tienda de Ayax Telamonio,
Como en la tienda del ilustre Aquiles,
Que estaban colocados al extremo
De aquel campo naval, muy confiados
En el valor y fuerza de sus manos.
Desde alli en alta voz, asi les dice:
„¡Qué oprobrio! ¡qué pudór, tímidos Griegos,
„Tropas afeminadas y cobardes,
„Que sois solo admirables en figura!
”¿Qué se hicieron aquellas vanaglorias
„De ser los mas valientes, que otro tiempo
„Proferiais en Lemnos jactanciosos
„Comiendo de los Toros muchas carnes,
„Y bebiendo las copas de buen vino?
„¿No deciais vosotros que en combate
„Cada qual con vigor resistiría
„A ciento ó á doscientos de los Teucros?
„Y ahora, ni iguales somos á Héctor solo,
„Que en breve abrasará nuestros baxeles
„Con el ardiente fuego. ¡Oh Padre Jove!
„¿A alguno de los Reyes prepotentes
„Afligiste jamás con tanto daño,
„Ni de tan grande gloria le privaste?
„Aunque he pasado tanto mar y tierra
„Viniendo aqui con un destíno infausto
„En mis remeras naves, no he dexado
„Un hermoso altar tuyo, sin honores,
„Antes bien he quemado en todos ellos
„Las piernas y la grasa de los Toros,
„Deseando arruínar la excelsa Troya.
„Mas dignate al presente, grande Jove,
„Concederme esta gracia que te ruego:
„.A lo menos permite que mis tropas
„Se salven del peligro que las cerca,
„Y no dexes que mueran tristemente
„Por la espada cruel de los Troyanos,
„Haciendo que perezcan á sus manos.”
Asi dixo, y el Padre omnipotente
De su dolor y llanto conmovido,
Con un signo propicio le demuestra
Que su Exército sálvo quedaría,
Y no perecería, pues al punto
Una Aguila le envia, la mas noble
Entre todas las aves, y el mas cierto
De todos los augurios, que en sus uñas
Traía un hijo tierno de una Cierva,
El que dexó caer al pie del ara,
En la qual los Argivos ofrecian
Sacrificios á Jove Panompheo.
Apenas percibieron esta ave
Enviada por Jove, quando envisten
Con el mayor furor á los Troyanos,
Ningun Caudillo Griego, aunque eran mucho
Pudo jactarse entonces de que habia
Y solo se acordaban del combate.
Sus veloces Caballos incitado,
Antes que el hijo ilustre de Tydeo,
Ni que saltó primero el ancho foso,
Ni salió á combatir contra los Teucros.
Mucho antes que todos dió la muerte
A un hombre de los Teucros bien armado,
A Agelao valiente, que era hijo
Del ilustre Phradmon, al mismo tiempo
Que á la fuga volvia sus Caballos,
Pues le fixó la lanza en una espalda,
Entre los hombros, y pasóle el pecho.
Cayó al punto del carro, y resonaron
Sobre él sus bellas armas. Despues salen
El Rey Agamenón y Menelao,
Despues van los dos Ayax, revestidos
De fuerza y ardimiento impetuoso,
Los sigue Idomenéo, y su escudero
Merión, á Mavorte semejante,
Tambien sale Eurypylo hijo de Evémon,
Y el magnánimo Teucro sale el nono,
Armado con su arco y con sus flechas.
Se acerca al fuerte Ayax Telamonio
Para armarse y cubrirse con su escudo.
Ayax delante de él se lo ponia,
Y mirando en contorno el Héroe ilustre
Tiraba su saeta, y cada uno
Que con ellas heria perdia el alma.
Despues de cada tíro, como un niño
Que corre ácia los brazos de su madre,
Se volvia á buscar al fuerte Ayax,
Quien con su hermoso escudo le cubria.
Pero ¿quién fue el primero de los Teucros
A quien dió muerte Teucro valeroso?
Fue el primero Orsilocho, luego Ormeno,
Ophelestes y Détor, el gran Chromio,
El divino é ilustre Lycophonte,
Hamopaon de Polyemon nacido,
Y el fuerte y belicoso Menalippo.
Todos estos el uno sobre el otro
A impulsos de su brazo belicoso
Descendieron al Orco tenebroso.
Agamenón se alegra al ver que hacía
En las Teucras phalanges tanto estrago;
Y estando cerca de él asi le dice:
„¡Oh Teucro Telamonio , amado mio,
„Principe de los pueblos continúa
„En hacer tanto estrago, por si acaso
„Puedes salvar las tropas de los Griegos,
„Y á Telamón tu padre, que ha tenido
„Cuidado de educarte desde niño,
„Y siendo tú hijo espurio, en su palacio
„Siempre te ha alimentado cuidadoso;
„Pues aunque está muy lexos, participa
„Contigo de tu gloria. Te prometo,
„Y cumplido será, que si el gran Jove
„Y la sábia Minerva me conceden
„Algun dia expugnar la excelsa Troya,
„Despues que yo, tendrás el primer premio,
„Que honrará tu valor, y será éste
„Un tripode, ó un carro y sus Caballos;
„O una joven cautiva muy hermosa,
„Para que llégue á ser tu dulce esposa.”
El magnánimo Teucro le responde:
„¡Atrida generoso! ¿á qué me incitas
„Quando ya por mí mismo estoy tan pronto,
„Y no ceso de hacer quanto me es dable?
„Desde el momento que hemos rechazado
„Acia Ilión los Teucros, desde entonces
„A todos los que he visto, con mis flechas
„Les he dado la muerte. Ya han salido
„De mi mano ocho flechas aceradas,
„Y todas se han teñido con la sangre
„De jovenes guerreros: mas no puedo
„Herir, aunque le busco cuidadoso,
„A Héctor, este perro tan rabioso.”
Asi dixo, y del arco otra saeta
Despide contra Héctor, deseando
Herirle con furor; mas yerra el tíro,
Y hiere á Gorgythion hijo valiente
Del ilustre Priämo y Castianira,
Conducida de Esima, semejante
En hermosura á las excelsas Diosas.
Como inclina ácia un lado la cabeza
Un hermoso ababól en algun huerto
Al peso de su fruto, ó al impulso
Del humor de la bella Primavera;
Asi tambien inclina ácia una parte
Gorgythion la cabeza arrebatada
Del peso de su yelmo. En tanto Teucro,
Otra flecha despide contra Héctor,
A quien herir entonces anhelaba,
Y tambien yerra el tíro nuevamente,
Pues lo extravía Apolo; pero hiere
En el pecho, inmediato á una tetilla
Al fuerte y atrevido Archeptolemo,
Que el carro del gran Héctor conducia,
Y entraba impetuoso en el combate.
Cae del carro al instante , retroceden
Sus veloces Caballos espantados,
Y le falta el espíritu y la fuerza.
Héctor siente un dolor grave en el alma
Por la suerte infelíz de su escudero,
Mas le dexa entre el polvo revolcado,
Aunque mucho su pérdida sentia;
Y á su hermano Cebrion, que cerca estaba,
Manda tóme la rienda á sus Caballos,
Y Cebrion al instante le obedece.
Héctor del carro hermoso á tierra salta,
Gritando horriblemente, y con su mano
Tomando una gran piedra va ácia Teucro,
Deseando poder con ella herirlo.
Pero Teucro sacando de su aljaba
Una flecha mortal, la ajusta al arco,
Y en tanto que tiraba de la cuerda
Para dar á su flecha mas impulso,
Héctor tiró la piedra, y le dió un golpe
Entre el pecho y clavícula, ácia el cuello,
Parte la mas expuesta y peligrosa.
El nervio le rompió, y quedó la mano
Sin fuerza, ni vigor en la juntura.
Da Teucro de rodillas al instante,
Y se le cae el arco de la mano.
Ayax viendo á su hermano ya caído
Va corriendo á prestarle algun socorro.
Al momento le cubre con su escudo,
Y llegando despues sus dos amados
Y fieles compañeros, Mecistheo
Hijo de Echio, y Alástor el divino
A sus cóncavas naves le conducen,
Porque al golpe furioso, y á la herida
Estaba Teucro ya casi sin vida.
Entonces el Olympio nuevamente
Fuerza y valor infunde á los Troyanos,
Y á los Griegos rechazan via recta
A su profundo foso. Héctor valiente
Iba entre los primeros imprimiendo
Terror y espánto con su vista y fuerza.
Asi como un Lebrél, que confiado
En sus veloces pies, va persiguiendo
A un Javalí silvestre, ó Leon fuerte,
Y guardandose de él quando se vuelve,
Le lacera las ancas y las piernas;
Asi Héctor á los Griegos perseguia,
Siempre matando al ultimo que hallaba
De los que iban huyendo á toda priesa:
Mas despues que pasaron los Argivos
Su empalizada y foso yendo en fuga,
Y muchos habian sido derrotados
Por mano de los Teucros, se detienen
Inmediato á sus tiendas y á sus naves.
Animandose todos mutuamente,
Y las manos alzando, cada uno
A los Dioses sus ruegos dirigia.
Héctor girar hacía á todas partes
Sus Caballos de crines muy hermosas,
Centellando sus ojos con la rabia
Que los del fiero Marte y la Gorgona.
Viendo Juno á los Griegos en tal lance
Movida de piedad dice á Minerva:
„Hija de Jove, que la Egida tiene,
„¿No podremos cuidar de los Argivos
„Al menos en extremo tan sensible,
„Que perecer los vemos tristemente?
„Ya cumplido su hado tan infausto
„Morirán al vigor de un hombre solo,
„Del hijo de Priämo Héctor furioso,
„Cuya rabia sufrir es imposible,
„Pues ha hecho ya un estrago muy terrible.”
Minerva de ojos garzos le responde:
„Ya há tiempo que este hombre tan furioso
„Espíritu y vigor habria perdido
„Vencido por las manos de los Griegos
„En su tierra nativa: mas mi padre
„Siempre inflexible é iniquo, le enfurece
„E impide mi vigor impetuoso:
„Ni se acuerda tampoco de las veces
„Que á su hijo he salvado quando estaba
„Extrechado y opreso de los muchos
„Trabajos que Euristheo le imponia.
„Quando triste lloraba levantando
„Sus ojos á los Cielos, el gran Jove
„Me envió desde el Cielo á darle auxilio.
„Si yo hubiese previsto en aquel tiempo
„Todo lo que ahora pasa, ciertamente,
„Quando mandó el tirano que baxase
„Al Orco, cuyas puertas son tan fuertes,
„Y que traxese del profundo Erebo
„El Perro de Plutón, fiero y odioso,
„Nunca hubiera evitado por mi apoyo
„Las profundas corrientes de la Estigia.
„Ahora, pues, me aborrece el grande Jove,
„Y el deséo de Thetis favorece;
„Porque vino á abrazarle sus rodillas,
„Y á tocarle su barba , suplicando
„Que colmase de honor á su hijo Aquiles,
„Destruídor de ciudades: mas espéro
„Que algun dia otra vez ha de llamarme
„Su querida Minerva. Pero en tanto
„Anda tú á preparar sin perder tiempo
„Tu carro y tus Caballos. Yo iré sola
„Al excelso palacio del gran Jove
„A vestirme las armas del combate
„Para ver si ese hijo de Priämo
„Héctor se alegra al vernos en la guerra
„Comparecer en las primeras filas.
„Ciertamente que alguno de los Teucros
„Junto á las naves Griegas extendido
„Servirá con sus carnes y su grasa
„A los Buitres y Perros de alimento
„Quando cayga en la tierra sin aliento.”
Dixo de esta manera; condesciende
La venerable Juno, y recorriendo
Aqui y allá, adornaba por sí misma
La frente á sus Caballos generosos
Con anillos de oro. Mas Minerva
Quando arribó al palacio de su padre
Caer dexó el hermoso y sutíl velo,
Texido con gran arte por sí misma,
Que era obra admirable de sus manos,
Y tomando de Jove la coraza
Se armó para la guerra lagrimosa.
Despues subió en el carro refulgente,
Y tomó la hasta grave, fuerte y grande,
Con que vence las tropas de los Héroes,
Y á quantos son objetos de sus íras.
Juno entonces solícita incitaba
Con el látigo fuerte sus Caballos,
Y las puertas del Cielo al mismo tiempo
Se abrieron por sí mismas con gran ruído.
Estas puertas las Horas custodiaban,
Pues cuidan del gran Cielo y del Olympo,
Para abrir y cerrar la densa niebla.
Por medio de estas puertas dirigian
Sus Caballos, al látigo sumisos:
Mas quando el Padre Jove las divisa
Desde el Ida, se irrita gravemente;
Y á Iris, mensagera de los Dioses,
Que tiene alas de oro, asi la excita:
„Sal luego, Iris velóz, haz á esas Diosas
„Que se vuelvan atrás, y no les dexes
„Venir á mi presencia; porque nunca
„Podremos combatir cómodamente,
„Y lo que ahora diré será cumplido.
„Yo haré que queden cojos sus Caballos,
„Debaxo de su carro, y á ellas mismas
„Arrojaré del carro refulgente
„Haciendolo pedazos, y en diez años
„No se podrán curar de las heridas
„Que les hará mi rayo formidable,
„Para que sepa Palas que combate
„Contra su mismo padre, pues con Juno
„No es tan grande mi furia, ni mi enójo,
„Porque siempre imprudente ha acostumbrado
„A interrumpirme quanto yo he pensado.”
Dixo; y la Diosa Iris mensagera
Como una tempestad partió al instante,
Y del Ida eminente descendiendo
Se encamina velóz al grande Olympo.
En las primeras puertas, que son muchas,
Al encuentro les sale, las detiene,
Y asi la orden de Jove les intíma:
„¿Dónde vais? ¿qué furor os estimúla?
„No permite el Saturnio que á los Griegos
„Presteis favor ni auxilio. Si vosotras
„No obedeceis, el hijo de Saturno
„Os echa esta amenaza, que no es vana:
„Que hará que queden cojos los Caballos
„Debaxo de su carro, que á vosotras
„Arrojará del carro refulgente,
„Haciendolo pedazos, y en diez años
„Que no podreis curar de las heridas
„Que os hará con su rayo formidable,
„Para que sepas, Palas, que combates
„Contra tu mismo padre; pues con Juno
„No es tan grande su enójo ni su íra,
„Porque siempre acostumbra á interrumpirle
„Todas sus intenciones y designios.
„Mas tú serás, Minerva, temeraria
„Si á levantar te atreves tu hasta ingente
„Contra Jove tu Padre omnipotente.”
Asi dixo, y partió la velóz Iris,
Y á Minerva asi habló la grande Juno:
„¡Oh hija de Jove, que la Egida tiene
„Yo no creo que lícito nos sea
„Combatir contra Jove por los hombres.
„Que unos perezcan ya, y otros se salven,
„Segun su suerte sea: y él decida
„Pensando lo que sea de su gusto
„Entre Teucros y Danaos, como es justo.”
Dixo; y hace volver á sus Caballos
Que las Horas desuncen, y los atan
Al hermoso pesebre de ambrosía.
Al muro refulgente el carro inclinan;
Y despues ambas Diosas, Juno y Palas,
Teniendo el corazon muy afligido
En sus tronos de oro se sentaron,
Entre los otros Dioses inmortales.
El Padre Jove entonces desde el Ida
En su carro que tiene hermosas ruedas,
Sus Caballos impele ácia el Olympo,
Y llega á la morada de los Dioses.
Los Caballos desunce el gran Neptuno,
Y despues en el ara pone el carro
Con un velo de lino circuído.
En tanto el grande Jove Alti-Tonante
En su trono se sienta, y se estremece
Debaxo de sus pies el grande Olympo.
Sentadas solas ácia un lado estaban
Juno y Minerva, mas al Padre Jove
Nada le preguntaban ni decian.
Advirtiendolo Jove, asi les dice:
„¿Por qué tristes estais, Juno y Minerva?
„No estareis fatigadas del trabajo
„Que habeis tenido en la gloriosa pugna
„Para perder los ínclitos Troyanos,
„De vuestro acerbo encóno solo objeto.
„Sabed, que es tal mi fuerza y brazo invicto
„Que ni aun todos los Dioses del Olympo
„Lograrían vencer mi resistencia.
„Vuestros hermosos miembros se han quedado
„De temblor asaltados mucho antes
„De ver la pugna y bélicas proezas.
„Mas os digo, y cumplido hubiera sido
„Que nunca hubierais vuelto en vuestros carros
„Al Olympo morada de los Dioses,
„Pues mi rayo me hubiera en el momento
„Vengado de tan necio atrevimiento.”
Dixo asi ; mas Minerva y la gran Juno,
Que sentadas estaban alli cerca
Mordiendose los labios suspiraban,
Y maquinaban á los Teucros daño.
La gran Palas estaba taciturna,
Y nada le responde aunque tenia
Una íra implacable con su padre.
Mas no pudiendo Juno en aquel lance
Su enójo reprimir, asi le dice:
„¡Oh Júpiter terrible! ¿qué has hablado?
„Bien sabemos que tienes fuerza invicta.
„Mas con todo sentimos que perezcan
„Los Danaos belicosos, ya cumplido
„Su funesto destíno. Te ofrecemos
„Del combate abstenernos, si lo mandas:
„Mas daremos consejos favorables
„A los tristes Argivos, impidiendo
„Que excitando tu íra prepotente
„Todos perezcan desgraciadamente.”
Jove aquestas palabras le responde:
„Verás mañana, si quisieses verlo,
„¡Oh venerable Juno de ojos grandes!
„Al hijo prepotente de Saturno
„Destruír de los Griegos belicosos
„El numeroso Exército; pues sabe
„Que Héctor impetuoso, de la guerra
„No cesará jamás hasta que salga
„El hijo de Peleo de sus naves
„El dia que combatan con gran riesgo
„En sus popas por causa de Patroclo
„Que ya estará vencido. Este es el orden
„Del destíno fatal, porque tus íras
„Cuidado no me dan aunque te fueses
„A los ultimos fines de la tierra,
„Y del inmenso mar, donde Iapeto
„Y Saturno demoran, no gozando
„Del resplandor del Sol algun deleyte,
„Ni tampoco del fresco de los vientos
„Rodeados del Tártaro profundo.
„Ni menos digo, si alli errante fueses
„De tu enójo cuidado yo tendria,
„Ni tu audacia é impulso temeria.”
Asi dixo; y temiendo sus enojos
Nada le respondió la Diosa Juno.
En tanto en el esplendido Oceano
Cayó la luz del Sol, trayendo entonces
La negra noche en la fecunda tierra.
No se ausentó con gusto de los Teucros
Al Ocaso la luz: pero á los Griegos
Tres veces deseada, muy gustosa
Les llegó aquesta noche tenebrosa.
Entonces conduciendo Héctor divino
Los Troyanos al rio tortuoso,
Una asambléa tiene algo distante
De aquel campo naval, en un espacio
Que de estrago y de muertos limpio estaba.
Despues que de sus carros descendieron
Escuchaban en tierra quanto Héctor,
De Júpiter amado, les decia.
En su mano tenia un hasta grande
De diez codos de largo, cuya punta
Era de acero hermoso y refulgente;
Y en su lanza apoyado asi les dixo:
„¡Oh Troyanos, Dardanios y Aliados!
„Ahora esperaba yo volver á Troya
„Ya arruinadas las naves y los Griegos;
„Mas la noche ha venido, y ha salvado
„Los Argivos y naves en la costa.
„Obedezcamos á la negra noche,
„Y la cena al momento preparemos.
„Desuncid los Caballos de los carros,
„Y dadles luego el pasto. Andad á Troya,
„Y podeis conducir Toros y Obejas.
„Traed de mi palacio pan y vino,
„Y recojase leña prontamente.
„Haya toda la noche, hasta que llégue
„La nueva y clara Aurora, muchos fuegos,
„Cuyo esplendor hasta los Cielos llégue,
„No sea que los Griegos por la noche
„Se apresuren á huír por el mar vasto,
„Y que puedan subir á sus baxeles
„Sin obstáculo alguno, muy tranquílos,
„Y sin que alguno de ellos á su patria
„Vaya á hacer que le curen las heridas
„Causadas por saeta ó hasta aguda,
„A fin de que qualquiera se horrorice
„De traer en sus naves á los Teucros
„La sanguinosa y deplorable guerra.
„Los Reyes de Armas, del gran Jove amados,
„Por la ciudad anuncien y publiquen
„Que los jovenes todos y los viejos
„Canos ya de la edad, hagan la guardia
„En torno á la ciudad edificada
„Por los eternos Dioses. Las mugeres
„Cada una en su casa encienda fuego,
„Y sea estable la guardia y centinela,
„No sea que las tropas enemigas
„Entren en la ciudad con asechanzas
„Estando de ella ausentes sus Soldados.
„Magnánimos Troyanos, quanto he dicho
„Que sea executado exäctamente;
„Pues mañana al momento que amanezca
„Daré á todos mis ordenes, y espéro
„Que Jove y los demás eternos Dioses
„Movidos de mis ruegos, me concedan
„Echar de aqui esos Perros conducidos
„Por los hados funestos á estas costas
„En sus negros baxeles. Por lo mismo
„Hagamos esta noche bien la guardia,
„Y mañana al salir la clara Aurora,
„En arma puestos, el horrendo Marte
„En las cóncavas naves excitemos.
„Veré si el gran Diomédes me rechaza
„Desde sus negras naves, hasta el muro,
„O si yo con mi lanza le doy muerte,
„Y me llevo el despojo sanguinoso:
„Mañana, pues, verá si se resiste
„Su valor al impulso de mi lanza:
„Mas júzgo que al salir el Sol brillante
„En tierra yacerá entre los primeros
„De muchos compañeros rodeado.
„¡Ojalá que inmortal siempre yo fuese
„A lánguida vejéz nunca sujeto,
„Y siempre tan honrado y venerado
„Quanto lo son Minerva y Febo Apolo,
„Como no tiene duda que al presente
„De los Griegos la ruína está inminente!”
Asi peroró Héctor; y los Teucros
Su discurso con voces aplaudieron.
Desatan de su yugo los Caballos
Muy llenos de sudor, y cada uno
A su carro los ata con las bridas.
Conducen de Ilión Toros y Obejas,
Y del palacio de Priämo ilustre
Vino suave y pan. En el momento
Recojen mucha leña, y desde el campo
El humo de las carnes se levanta
Agitado del viento hasta los Cielos.
Los Troyanos con gozo se sentaron
En el campo marcial, y aquella noche
Tuvieron muchos fuegos encendidos.
Como quando en contorno de la Luna
Esplendida y hermosa se descubren
Muchas Estrellas en el alto Cielo,
Despidiendo lucientes resplandores
En un tiempo sereno que no hay nubes,
Que se divisan valles, atalayas,
Sublimes promontorios y florestas,
Y quando se abre la region etherea
Grande é inmensa en el brillante Cielo,
Se ven todos los Astros, y al mirarlos
Queda el Pastor de gozo arrebatado;
De esta suerte los fuegos encendidos
Delante de Ilión, entre las naves
Y el Xantho caudaloso por los Teucros,
Parecian entonces, pues ardian
Mil fuegos en el campo. En cada uno
Sentados se veían en contorno
Cinquenta hombres guerreros y animosos
A la luz de la ardiente y clara llama.
Los Caballos al lado de sus carros
La cebada comian y la avena,
Y todos esperaban impacientes
Que la Aurora en su trono tan hermoso
Les anunciase el dia luminoso.