Lecturas Araucanas/8
ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS ROGATIVAS.
La práctica de los nguillatunes ó rogativas representa un sacrificio, nombre que le dan aquellos indios que tienen conocimiento de los sacrificios del Antiguo Testamento. Distínguense en ellos la víctima, el altar, el sacerdote y el ser soberano á quien se ofrece la victima.
Víctimas
Son de ordinario corderos, en algunos lugares también potrillos y toritos. Se finalizan abriéndoles el vientre y arrancándoles el corazón aún palpitante. Mas en algunos lugares degüellan los corderos después de haberles cortado una ó ambas orejas. La sangre siempre se recibe [1] en platos de palo. Con ella se hacen aspersiones, se untan ciertos objetos, [2] y el resto se deja en el llanguillangui.
El altar.
En el relato sobre el nguillatun de Wapi el relator llama el llanguillangui una especie de altar, nombre que merece en realidad, por cuanto se deposita en él la sangre de la víctima, recibida en unos platos[3] de palo y mezclada con chicha de maíz ó de trigo.
Domingo Wenuñamko nos dijo equivocadamente que en Pauguipulli no se usaba ya poner un llanguillangui. Mas posteriormente supimos que éste se llama ahí llanguill (llaŋill[4]), que es colocado en el llongoll[5]). y que en él se pone la sangre recogida en unas artezas. Esta sangre se la comen los festejantes pasada una á dos horas, espacio de tiempo que creerán suficiente para que se harte el dios ó sean los espíritus con el vaho.
Consiste el llanguillangui ó llanguill en dos ó tres pares de varas de unos tres metros de largo plantadas en dos filas. Dichas varas terminan en ganchos, en los cuales descansan otras dos varas, una para cada fila, sirviendo de descanso para otras, atravesadas, que amarradas con voqui en las laterales forman de esta manera una especie de mesa.
Sacerdote.
El oficio de sacerdotes lo desempeñan unos anciauos, llamados nguenpines (ŋen·pin). Estos son también los que convocan para la fiesta y la presiden, no extendiéndose á tales actos puramente religiosos la postedad de los caciques[6].
En las reducciones de la costa, según relato de Pascual Painemilla Ñ., funcionan varios nguenpines en una fiesta, mas en Panguipulli, según nos aseguró Domingo Wenuñamko, no hay más que uno. Dice el mismo que el nguenpin es y era siempre un hombre venerable por su ancianidad y sus virtudes[7], de costumbres intachables.
La deidad á que se ofrecen estos sacrificios.
Para resolver esta cuestión no hay otro recurso que estudiar las invocaciones de los sacrificantes, de las cuales se encuentran bastantes ejemplos en ambos relatos de las rogativas. Refléjase en ellos lo que piensa del supremo ser el indio no cristiano.
Es un ser, creador de todo, que domina la tierra como un rey ó pastor[8], da vida y fecundidad á los hombres, animales ó plantas, dispone de las fuerzas de la naturaleza para dicha y perdición de los hombres, reside en paz en una casa de puro oro en las alturas celestes.
Lo llaman padre porque creen que han sido engendrados por él[9], lo suponen parecido al hombre, pero de una naturaleza más sutil, tal vez espiritual, y tienen de su naturaleza idea tan confusa que no saben, si es hombre ó mujer, más bien lo creen de ambos sexos, por lo cual le dicen Rey Padre, Reina anciana ó madre á la vez. y ya dicen: „Tú nos has engendrado“ tratándole de ser masculino, ya[9] „Tú nos has parido“, tratándole de mujer.
Su ancianidad, si nó eternidad, se refleja en la denominación Rey fùcha, Rey Kushe, anciano Rey, Reina anciana.
Su habitación está arriba, por lo cual lo llaman Wenu Rey Fùcha, Wenu Rey Kushe, anciano Rey, anciana Reina de las alturas,. tal vez en el punto cenit del cielo, por eso: Raŋiñwenu Chau, Raŋiñwenu Ñuke, Padre, Madre de en medio del cielo. En las inmensas regiones azules está, lo que le merece el nombre de Kallfù Rey Chau, Kallfù Rey Ñuke. Azul Rey Padre, y Azul Reina Madre, ó sea paternal y maternal Majestad celestial. Su casa es de puro oro, tal vez es el sol.
Es bondadoso y accesible á las súplicas de los mortales, sus súbditos. Es Chau. Ŋənechen. Ŋənemapun Padre. Dominador de los hombres y de la tierra.
EL REHUE (REWE), NGUEICUREHUEN'N (ŊEIKUREWENN).
Una de las prácticas superstiosas que á lo menos entre los indios riberanos se junta con las rogativas es el ngueicurehuen'n ó mecer el rehue, ejecutado por el machi hombre ó mujer.
Pascual Painemilla Ñ. dice en el principio de su relato sobre el el nguillatun pg. 3: „Es erigido el rehue“; pero en seguida no explica para qué fin, omisión que manifiesta que el „mecer el rehue“ no es esencial para el nguillatun, y nuestro relator de Panguipulli nos ha asegurado que esta ceremonia no tiene relación con el nguillatun.
No hemos presenciado el nguillatun, ni el ngueicurehuenn, pero lo que hemos visto y oido al respeto lo comunicamos en las siguientes líneas.
Según la descripción que nos ha hecho el indígena José Francisco Coliñ de Wapi, consiste el rehue en un tronco grueso de maqui, colocado expresamente para este objeto, en cuya extremidad se amarran ramas derechas y descortezadas, de maqui ó canelo, de manera que divergen en todas direcciones. En dichas ramas se suspenden por el nervio los corazones [10] de los corderos victimados, y gallinas enteras y muertas. En el tronco se ven tallados unos peldaños cuyo destino es facilitar á la machi el ascenso, pues ha de subir en él con el fin de hablar „con el dios“ y recibir sus revelaciones respeto al buen ó mal resultado de las rogativas. Al rededor del rehue ejecutan hombres y mujeres sus bailes de la manera referida en la misma narracióu del nguillatun[11].
Semejante rehue hemos visto en Rucacura, reducción ubicada entre Tolten y Bajo Imperial. Allí estaba marcado un rectángulo de unos 15×4 metros con coligües plantados de trecho en trecho, el cual incluía el llanguillangui y el rehue.
Merece notarse aquí una ceremonia, usada á lo menos en la región marítima:
Antes de ascender la machi en el rehue, se echa á correr un caballo blanco al rededor del mismo rehue hasta bañarse de sudor la pobre bestia. De este sudor se quita una porción mediante una cuchara, y la machi se lo toma revuelto con agua. Ignoramos el efecto que se atribuye á esta esencia de sudor de caballo blanco.
Otra forma de rehue hemos visto en Quille (Kùlləm), cerca de Carahue.
El tronco era un poste de unos tres metros de altura, macizo, y labrado de suerte que la extremidad superior en toda su circunferencia formaba la cabeza de un hombre con sombrero tarro puesto, mientras que los brazos y piés y lo distinctivo del sexo estaban tallados sin arte alguna en la cara anterior del mismo poste, en cuyo lado opuesto se veían los peldaños, mediante los cuales la machi sube á la plataforma del tarro, donde ejecuta su baile (ngueicurehuenn, mecer el rehue) y se pone en comunicación con „el dios“ ó los espíritus, hasta llegar al sublime momento en que de salto se deja caer abajo, siendo recibida allí en las mantas de unos hombres galanes para no sufrir una caida fatal lo cual sin embargo á veces sucede[12].
Unos arbolitos más altos que el poste estaban plantados á ambos lados y amarrados en el mismo poste, no nos acordamos si eran canelos ú otra clase de arbolitos.
Hay que constatar que el ngueicurehuenn se realiza también fuera del nguillatun solemne, en las curaciones de las machis, ó también como fiesta propia para saber cosas venideras, respecto del tiempo ó de grandes calamidades que se temen.
AVERIGUACIÓN HISTÓRICA SOBRE LAS IDEAS RELIGIOSAS DE LOS ARAUCANOS Y SUS MANIFESTACIONES CULTURALES.
Por más mínimas y escasas que sean las noticias sobre la historia de los araucanos que precede á la invasión europea, no se rinde el espíritu investigador del hombre ante las dificultades al parecer insuperables, ante las tinieblas más espesas.
Así como le basta uno que otro hueso para reconstruir toda la estructura de algún animal de períodos geológicos muy remotos, y como el gaucho no necesita más que ver los rastros del caballo del viajero para contar de que tierra venía y á donde iba y con que fines andaba, así la investigación histórica sabrá aprovechar los más pequeños ó insignificantes detalles para llegar á un feliz resultado.
La antigua nación araucana no ha dejado á la posteridad ni monumentos ni inscripciónes, han desaparecido sus armas, sus útiles domésticos, sin embargo siempre quedan los rastros que han dejado su idioma, sus costumbres y creencias en otros paises de donde venían probablemente en una antigüedad talvez no demasiado lejana.
A la lingüística y etnología comparativas les está reservado aún un ancho campo de investigación. Lo que se ha hecho hasta ahora á este respecto, en cuanto lo conocemos, no eran más que ensayos muy superficiales.
El autor no conoce ni el quichua ni el aimará ni otro idioma de los aborígenes del América fuera del araucano, pero ya una mirada echada al mapa de los paises de la costa occidental de América del sur, descubre en toda su extensión nombres geográficos, que revelan una semejanza con palabras araucanas que llama la atención; por más que se hayan españolizado muchos de estos nombres, se nota que figuran en ellos elementos tan específicamente araucanas que obligan á juzgar que, ó han vivido en un tiempo en aquellos lugares nuestros araucanos, ó que el idioma á que pertenecen, es del mismo orígen.
Por casualidad nos vino á las manos un mapa del Ecuador, no muy sembrado de nombres, y entre ellos muchos españoles encontramos allí los siguientes nombres de pueblos, ríos ó montes que se parecen mucho á palabras araucanas:
„Nulpe á n·olpe que lo balsee. Gualpi á Wapi y Walki ó Gualqui, como se escribe en castellano, Piquer á Pikər el lenguado. Cotacachi á kəchakachi quiero lavar. Pichincha á pichin che poca gente, Bilopan á Filupaŋ serpiente y león. Pinuncuy á pinon kuyəm arena agujerada, Chunchi á chumchi cómo, Machalilla recuerda á macha cierto marisco y lila era, Colon, che á coloŋ máscara y che gente, Machache á macha cierto marisco ó matra la canilla y che gente, Cachaví á Paicaví, Carihuairazo á karù verde y parawai espurio, Gualla á wala cierta ave acuática y á wella cierta planta, Gualaquisa á wala y kùde lumbrera, Guayaquil á wakilpe cierto pez.
En Panamá hay un lugar, llamado Aspiwal, otra vez palabra compuesta de elementos araucanos, y en Guatamala una ciudad, llamada Wallpa que es palabra mapuche.
Persiguiendo este camino de investigación caerían sin falta unos rayos luminosos sobre la cuestión del orígen de los araucanos y de los aborígenes americanos en general, envuelto hasta hoy en las más densas tinieblas y las más fantásticas hipótesis.
Mas esto es seguro para nosotros: que no han nacido del suelo americano, y que tampoco descienden de unos monos americanos. Nacieron en el centro de la propagación del genero humano, y llegaron á América en épocas en que aún existía un puente terrestre que uniera América con otro continente, ó arribaron á sus playas como audaces navegantes de la manera que se poblaron también las islas australianas.
En sus ideas religiosas no constituyen tampoco una excepción respecto á las demás naciones bárbaras. Sin duda creían los antiguos araucanos en tiempo de la conquista en la subsistencia del alma después de la muerte, y en seres superiores al hombre que influían sobre su suerte, y aunque no es absolutamente seguro que conocían el Ŋənechen ó Ng'nechen, con todo es muy probable. Aquella ley natural que según el Apóstol San Pablo está inscrita en el corazón aún de los gentiles, está grabada también en los corazones de los araucanos; nunca demostraban estrañeza al intimarles que la mentira, el robo, el adulterio, la ira, etc. eran malos, que había un Dios, vengador de la iniquidad: es que la facultad para conocer dichas verdades existía ya en su naturaleza, y predicándoselas no se hace más que recordárselas ó sea dar á su conocimiento cuasi latente nuevo impulso de vida. Las ideas religiosas que existían entre los indios antes de la predicación del Evangelio. no habían sido las primeras inserciones de religión en un pueblo salvaje, sino residuos degenerados de la primera revelación y de la ley natural, los cuales no habían podido ser destruidos ni siquiera por un alto grado de salvajismo. Damos mucha razón á la opinión del R. P. Lagos, el cual en su historia de las Misiones del Colegio de Chillan[13], sobreponiéndose á las aseveraciones de los cronistas, establece la tesis de que es un error creer que los araucanos no han tenido religión.
Las cuestiones que nos ocupan y para cuya solución buscamos una base en las noticias históricas son:
„¿Existía entre los araucanos antiguos la idea del N'gnechen? ¿Le daban culto? ¿Adoptaban á muchos dioses? ¿Adoraban á los astros? „¿Qué papel hacían el Pillañ y el Wekufù en su sistema religioso?
I. LUÍS DE VALDIVIA, S. J.
A. Nueve sermones en lengua de Chile por el P. Luis de Valdivia, reimpresos por Jose Toribio Medina. Año 1621.
No. 3: „...adorar al Pillan y Huecuvoe... esto es pecado“.
No. 13: „Quanto os parece q enojará a Dios, el Indio q honra al Pillañ, nombrándole, y que se suele reuerenciar, y llamar, y dexa de adorar a Dios, y el que suele nombrar por honrarle al Huecuvoe, y le respeta.“
No. 9 dice hablando de los viejos y hechiceros: „...os dizen q con reuerencia nombreys al Pillan y Huecuvoe: y q no adoreys a Dios. Y q en vuestras enfermedades, y necessidades, nombreys al Pillan, y al Huecuvoe“.
No. 5.: No penséis ni digáis q ay un Dios en el cielo y otro en la tierra, y mar.... No digáis q ay un Dios del mayz, y otro del trigo, uno q truena, y otro q hace llover, y otro q quita enfermedades, y da salud á los hombres.... —no ay un dios de Españoles, y otro de Indios.... Vuestros viejos no sabian nada; para conocer a Dios, eran como niños sin razón, aveys de hazer burla de lo q dezian sin fundamento, cosa de burla es quanto referian y contavan.
No. 11. No aveys vergüenza de q adorauades al Pillan, y al Huecuvoe, como a Dios, no siendo dignos de tal adoración, y reuerencia. Vosotros en el ser de hombres, soys mas q el Pillan (que es el volcan [14]) y mas, que lo que llamays Huecuvoe, Dios solo es digno de ser adorado...
To. 7. dice de los ángeles malos: „Estos son los que se llaman demonios, diablos, y alhues.
No. 8..... el diablo engañó á vuestros viejos, diziendo que se llamaua Pillan, y Huecuvoe, que si huuierades sabido vosotros, que es el diablo este que llamays Pillan no le huuierades de aver adorado, porque al diablo le soleys aborrecer pues quando os enojays con alguno le llamays mal diablo quien es este mal alhue sino el diablo.
No. 10. ... Dize el diablo que el Pillan truena en el cielo y ayuda a pelear a los conas.
No. 11. Dios solo haze q salgan los sembrados, y el diablo dixo lo q dezis vosotros que por mandado del Pillan nacen, o no nacen los sembrados, y que teniendo entrada el Pillan, tendreys vida y ventura, dicho es del diablo lo q dezis, tomando tabaco quando le ofreceys el humo todas estas son mentiras....
No. 7 .... El Pillan, ni el Mareupuante, ni el Huecuvoe, no pueden quitar los pecados, ni pueden salir con la sangre q se hazen vuestros neges[15], los pecados de los hombres.
No. 8. No hay Mareupuante, ni Huecuvoe, ni cosa alguna q sea Pillan, o Mareupuante, ni Huecuvoe. El sol no tiene vida, pues lo q no tiene vida, como puede tener hijo, y lo q no viue en si, como puede dar vida a otros. Tu lo que no tienes no lo das a otro, pues como el sol q no viue, ni tiene vida, puede dar vida a los hombres enteramente. El sol no viue, ni si tuuiera hijo viuiera su hijo, y si el Mareupuante no tiene vida, como os auia de dar la vida a vosotros. Mentira es muy grande dezir q el sol tiene hijo. Y como no ay Mareupuante, assi es mentira dezir q ay Pillan.....
B. Arte, vocabulario y confesionario de la lengua de Chile por el mismo Autor. Año 1606.
- 1. Catecismo breve:
Pregunta 6: ¿Pues el sol, la luna, estrellas, lucero, rayo son Dios?
- 2. Confesionario:
Pg. 5: 1. As nombrado para reuerenciarle al Pillan, al Sol, Rios o cerros pidiendoles vida?
2. As te sacado sangre de tu cuerpo en las borracheras nombrando al Pillan? has hecho otra cosa destas?
3. Cuando no llueue has creydo que ay Indio hechizero que es el señor de las aguas que haze llouer? Embiastele a buscar y ofrecerle paga para que te hiziesse llouer para coger tu comida?
6. Has ofrecido a los muertos algun mayz o chicha pensando que vienen a comer y beuer?
7. Has desenterrado y hurtado de la Yglesia algun difunto para enterallo junto a tu casa como tus antepassados lo hazian?
8. Quando viste al pajaro Loyca, o Meru, o otros que te passan por la mano yzquierda creyste que te auia de venir algun mal?
Observaciones.
Los datos extraidos de las obras del P. Luís de Valdivia revelan que en opinión del autor los indios antiguos creían en varios seres superiores al hombre á quienes atribuían influjo sobre su bienestar ó malestar y sobre los fenómenos de la naturaleza, á cada uno dentro su propia esfera de actividad y poderío.
Especialmente les reprocha que adoren, reverencien é invoquen al Pillañ, que ejerce su imperio desde las regiones aéreas, y al Huecufù que lo tiene sobre la tierra y el mar. Ambos pueden ayudar á los hombres dando salud á sus cuerpos y fecundidad á sus sembrados. El Pillañ cuyo nombre ya es traducido volcán, ya rayo, asiste á los guerreros en la pelea y de su mandado depende si nacen ó nó los sembrados.
Respecto á la forma del culto tributado á Pillañ menciona el Autor solamente una incensación con tabaco y una sangría que se hacen los indios en sus borracheras para brindarle con su sangre.
Estas noticias concuerdan con las de otros autores, pero la de que los indios hubiesen tenido por dioses á Pillañ y Huecufù no es sostenible, como se verá más adelante.
El autor refiere también de otros seres que en la idea de los indígenas tenían influjo muy especial sobre las enfermedades, el agua, el trigo. el maíz etc., llamándolos dioses, pero también injustificadamente á nuestro juicio. Sus denominaciones en la lengua araucana son nguencutran, nguenco, nguencachilla, nguenuhua respectivamente; ahora bien nguen (ŋen·[16]) no significa dios, los indios traducirían: „el que maneja las enfermedades, el agua etc.“, pero no debe entenderse, con indepencia de otros seres superiores. No sabemos á cual ser dan los indios el nombre nguencachilla ó de nguen uwa, pero nguenco es para ellos cierto sapo, llamado arəmko, que se encuentra en los pozos cuidándolos. Nguenlafquen (ŋen· lafken·) es un gato marino ñullñull. Dicen de él los indios que produce el ruido del mar, y que con cambiarse de un lugar á otro se oye este ruido en diferentes direcciones. Lo respeten y probablemente lo invocan para tener suerte en la pesca, y temen mucho matarlo ó aprisionarlo, porque „al que se atreve á hacerlo, le persigue el mar subiendo tras él en los riscos y se lo traga, si no deja su presa.“
El P. Havestadt menciona en su vocabulario los nguenhuenu (ŋen·wenu) en la explicación del verbo plpln ó plplcan. Lo interpreta: „refregarse con la savia de las hojas ó del tallo de la planta plpl[17], como suelen hacer los índios para que sean amados. Lo mismo hacen los indios denominados nguenhuenu, dueños de la lluvia porque según la creencia de sus paisanos tienen en su potestad las aguas celestes y pueden hacer que llueva. Ellos, con el objeto de hacer bajar del cielo las lluvias en la cantidad suficiente ó que les paresca bien, echan dichas hojas juntamente con agua y piedras en un vaso de palo, y lo revuelven, por lo cual los indios para expresar que está por caer una lluvia copiosa, dicen que sus nguenhuenu están trabajando mucho, mueven sus lagartos, remueven sus piedras“.[18]
Además explica el P. Luís de Valdivia á los indios que ni el sol, ni la luna ni las estrellas, ni el lucero, ni el rayo son dioses, lo cual permite inferir que los indios antiguos probablemente los miraban como tales, aunque sin reverenciarlos, por cuanto el Autor no les hace semejante cargo. Y no es éste el único indicio que da lugar á la suposición de que el ser supremo en la idea de los araucanos debe de haber tenido estrecha relación con el sol.
En el sermón noveno combate el mismo Autor enérgicamente la creencia de los indios en un Mareupuante (Maréupu antù) el cual para ellos era hijo del sol y daba la vida á los terrenales. No hemos dado con esta figura mitológica en ninguna otra obra que trata de la materia. Hemos consultado á un indio de Panguipulli de unos sesenta años. Este nos dijo que ignoraba lo del Mareupuantù.
Advertimos luego que el P. Havestadt interpreta en su vocabulario el término maréupu antù „ranulae, quas superstitiose coiunt, ranas pequeñas que veneran supersticiosamente“. Mas es inverosímil que el P. Valdivia se hubiese referido á estas ranitas al hablar del „Maréupu ante“. Dichas ranas tal vez aún no tenían este nombre en su tiempo ó en los pasajes que él recorrió.
El término se compone de maréupu y de antù.
Antù es el sol. Maréupu es usado á veces en lugar de mari epu (doce).
El P. Febrés en su diccionario trae: „marepu, ó majepu [19], por mari epu, es doce; usan de esta voz repetida majepu, majepu, cuando sacan camarones, por abusión ó monería, como si con esto hubiesen de sacar doce cada vez.“ [20]
Mas importante para nuestra cuestión es saber que maréupu significa según nos asegura P. Painemillla Ñ. la doble fila de los cántaros con chicha que se ponen en las rogativas, con cuyo contenido se hacen aspersiones hacia la salida del sol, acompañadas de invocaciones dirigidas al Ng'nechen ó tal vez á los espíritus.
En Panguipulli llaman marehuepull (marewepull) tanto el mudai que hay en los cántaros como las tortillas que se colocan en el lugar sagrado y en cuya fabricación las indias entonan cánticos tan conmovedores para el corazón del indio como los de los bardos lo fueron para los antiguos celtas.
Maréwepull empero no puede ser otra palabra que maréupull. Probablemente es la ll terminal residuo de llaŋka apocopado, formando ambas, palabras una combinación de significado parecido al de llaŋka píuke y malwellaŋka [21].
La palabra antù es según el P. Havestadt de orígen quichua. Copiamos lo que tiene consignado á este respeto en la pg. 188 del tomo primero de su gramática:
„Tiene (el idioma araucano) por el comercio que había entre Chilenos y Peruanos unos términos de la lengua quichua; e. gr.: Apo gobernador, tupu legua, antù sol, atahuall v. achawall gallina etc.“.[22]
Como no conocemos el quichua, fiamos en la autoridad del relator.
Ni Apo ni tupu se conocen con el significado citado en las partes de la Araucanía donde hemos hecho nuestros estudios. Atahuall es una parte constitutiva del nombre Atahualpa cuyo portador fué el famoso Inca á quien Francisco Pizarro mandó ahorcar.
Es muy obvio pensar que los incas hubiesen traido las gallinas al norte de Chile y con la especie el nombre. Pero lo mismo no se puede decir del sol antù.
No hay sinónimo por el término antù en toda la extensión donde se habla el araucano, á menos que se quisiera tomar en consideración el término pañi (pañù) que significa los agradables efectos del sol sin viento para cuyo goce la familia araucana saca los pellejos y se sienta en el suelo fuera de la casa.
O debemos aceptar un más estrecho parentezco entre ambos idiomas, el quichua y el araucano, ó admitir el fenómono de que el culto del sol de los incas haya echado ya en tiempos remotos tan profundas raízes en la raza araucana que ha hecho desaparecer hasta el nombre primitivo de la lengua araucana que designaba el astro del día, ó —¡qué atrevimiento!— los incas que llevan el nombre araucano de auxiliador, no han caido del sol, sino nacido del suelo araucano: todo esto supuesto que sea cierto que antù es también palabra quichua.
Además, ¿qué razones determinarían al P. Luís de Valdivia á decir á los araucanos que ni el sol ni la luna, ni el lucero ni el rayo son dioses? ¿Díjolo solamente para impedir que no cayesen en los errores de la religión de los incas, ó porque ellos en realidad miraban el sol como un dios?
A nuestro parecer el mito del Mareupuantù, como hijo del sol, cuadraría muy bien en el sistema de la mitología araucana como se ofrece hoy día: El Ng'nechen que es hombre y mujer, tiene hijo que sería el Mareupuantù que dió la vida á los hombres y á quien se refiriese el sacrificio incruento del maréupu ó marewepull sin que de eso se diesen cuenta los araucanos modernos. Ni estorba el que es hijo supuesto del sol; pues, bien que es cierto que los indios no creen que el sol material sea dios, tampoco puede negarse que sus actos de culto se dirigen hacia el sol, pues el marewepull se lleva procesionalmente hacia la salida del sol, la oreja del cordero victimado se eleva hacia allá, las invocaciones al Ng'nechen se dirigen hacia el mismo lado, los espíritus convertidos en pájaros llevan la denominación de pájaros del sol, porque allí se detienen, cerca del Ng'néchen y desde allí prestan auxilio á los hombres.
II. DIEGO DE ROSALES.
Historia General de el Reyno de Chile. Libro I. Cap. 29.
1. Son estos indios de Chile los más bárbaros de las Indias; porque ni conocen al verdadero Dios, ni tienen otros dioses falsos ni ídolos que adorar, y assi no saben de religión, culto ni adoración, ni tienen sacrificios, ni offrendas, ni invocaciones. Solo invocan al Pillan, y ni saben si es el demonio ni quien es; mas, como se les aparece a los hechizeros y les habla, les da a atender que es alguno de sus parientes o caciques difuntos, y como a tal le hablan. sin hacerle adoración. Y como no han tenido noticia del verdadero Dios, assi tampoco la han tenido de los angeles, ni de los buenos que nos guardan ni de los malos que cayeron y nos persignen.... el consiguiente, no saben de pena.“
2. En la continuación se extiende el Autor más ampliamente sobre la suerte que según creencias que encontró entre los araucanos, corren las almas de los difuntos, distinguiendo tres clases: los caciques y gente noble, los soldados, y finalmente la gente plebeya, hombres y mujeres...
„Los caciques, dizen, que en muriendo se convierten sus almas en Moscardones[23] y que se quedan en los sepulcros, y de allí salen a ver a sus parientes y se hallan con ellos en las fiestas y las borracheras; y assi en ellas el primer jarro de chicha que han de beber suelen derramar parte de él ó todo para que beban sus caciques y parientes diffuntos. Y en sus casas cuando almuerzan y beben el primer jarro de chicha, meten primero el dedo y asperjan (como cuando echamos agua bendita) a sus diffuntos, diziendo Pu am, que es como brindando a las almas, que con esta palabra am significan las almas de los diffuntos. Y los hechiceros, en todas las invocaciones que hazen, llaman a las almas de los diffuntos diciendo Pu am, no al Demonio expresamente, que no le conocen, aunque él es el que les habla y les da a entender que es alguno de sus diffuntos. Y lo mismo entienden por el Pillan, a quien tambien invocan, porque los volcanes que ay en este Reyno, que son muchos y echan fuego, humo y azufre, dizen que son algunos de sus caciquos diffuntos que habitan en aquellos volcanes y arrojan fuego quando se enojan. Y assi quando invocan al Pillan ni llaman a Dios ni al diablo, sino a sus caciques diffuntos que se han convertido en volcanes: que todos estos herrores les enseña el demonio a los hechiceros, a quienes se apareze cercado de fuego y en otras varias figuras, ya de niños[24], ya de pájaros[25].
Suerte de las almas de los indios soldados.
Las almas de los indios soldados, que como valerosos muere: en la guerra, dizen que suben a las nubes y se convierten en truenos y relámpagos. Y que allá prosiguen con la ocupación que aca tenian de el exercicio de la guerra, y lo mismo dizen que les sucede a los Españoles que mueren en ella, que suben a las nubes y alla están peleando con los indios. Y a unos y a otros llaman Pillan.
Suerte de la gente plebeya.
Dizen que en muriendo van sus almas a la otra banda de mar a comer papas negras. Que fingen unos campos, no Eliseos, ni deliciosos, sino que de la otra banda de el mar, están unos campos tristes, frios y destemplados, que aunque siembran en ellos no dan sino unas papas negras, y que con ellas solo se sustentan, y lo passan con trabaxo; aunque tambien tienen sus fiestas y borracheras las almas de los diffuntos, como acá los vivos, solo que la chicha, que es la bebida de sus fiestas, es negra como de muertos. Carezen en aquellos campos de leña, y para hacer fuego solo ay una muy mala de encender y moxada. Y el que de esta vida no lleva fuego no tiene alla ni con que calentarse en tan rigurosos frios como alli hace. Y assi para que tenga fuego en la otra vida le hacen encima de la sepultura al diffunto fuego por un año....
Persuadidades que las almas son corporeas ya que en otra vida comen y necesitan de abrigo...., les ponen a los diffuntos en las sepulturas los mexores vestidos que tenian en vida, las joyas y las armas, para que peleen; fuego para que con él alla se alumbren y hagan sus candeladas y comida para que coman. Y assi les llenan los sepulcros de cantaros, de assadores de carne, de aves, maiz, harina de cebada y lo demas que cada uno, segun su piedad y compassión que tiene al diffunto, le parece. Es cada entierro una borrachera que dura tres y cuatro dias, cantando las exequias al diffunto; para cuyo entierro hazen los poetas sus romances particulares, y se les pagan los parientes con chicha. Y despues le hazen al cabo de año, que es otra borrachera en que se juntan, como para el entierro, todos los parientes, y trahen muchas ovejas. carneros y chicha, y sobre la sepultura[26] los matan y derraman la sangre para que tenga el muerto que comer. Y luego dan vueltas al rededor, llebando en las manos jarros de chicha, y como van passando van haziendo un razonamiento al diffunto, diziéndole la falta que hace y contándole lo que por acá a pasado desde que murió, y luego le echan la chicha diziéndole: que no dejará de tener sed, que beba. Y renovando la comida que tenia en la sepultura, le ponen otra fresca y nuevos cántaros de chicha. Con que le dejan para siempre.
Libro VIII. Cap. VIII.
Ceremonias de los araucanos empleadas al jurar la paz.
Ceremonias de los araucanos empleadas al jurar la paz.
En el año 1641 el Marqués de Baydes hizo una paz con los indios. Del relato del autor sobre su concertamiento extraemos lo siguiente:
„....fueron a una ramada capaz que estaba prevenida a hazer los juramentos y ceremonias de las pazes, conforme a los ritos y costumbres de los indios, que en semexantes ocasiones los señores de las tierras y los que dan la paz hazen a los forasteros agasaxo y offrecimiento de la cosa mas estimada que tienen, que son las ovexas que llaman de la tierra, mayores dos tantos que las ovexas de Castilla, con un cuello muy largo y cabeza pequeña. Y aunque esta offerta es ceremonia y offerta de unos indios con otros, y nunca offrecen ovexas de la tierra ni se los matan en su presencia a los españoles sino a los indios, todavia en esta ocasión, por salir de lo ordinario, offreció el cacique Antegueno[27].... una ovexa blanca como la nieve al Marques y puesta en su presencia la dió con un garrote en la cabeza, y cayendo aturdida la sacó con presteza el corazón, y untando con su sangre el canelo, dió al Marques el canelo y el corazón. Y al mismo tiempo mataron otros caciques treinta y dos ovexas, todas blancas, y se las dieron a los dueños de nuestras provincias, los indios amigos de Arauco y San Cristóval.....
Aviendo muerto todas estas ovexas las llevaron arrastrando para dárselas a los caciques amigos, y juntamente les dieron los corazones palpitando, los cuales iban pasando de mano en mano por todos los indios de sus parcialidades y luego los partían en menudos pedazos, y lo mismo hazian de las ovexas, para que cada uno tocasse algun pedazo, por pequeño que fuese, que con eso quedaban obligados cuantos alcanzaban algun pedazo de el corazon y del cuerpo y de aquella ovexa a hacer un cuerpo y ser de un corazon con los que la offrecieron, para el servicio de Dios y de el Rey, con obligación tan estrecha, que es como un juramento y una confederación, y le dizen al que ha recibido un pedacito de aquellos, que llaman Curucul: „hasta la muerte no nos hemos de apartar; y en señal de eso recivisteis ese pedazo de el corazon ó de la ovexa. Y de esta suerte se convocaban antes para la guerra, y era ley inviolable salir a ella en recibiendo un pedacito......
Hizieron despues de esto un hoyo y enterraron en él sus flechas, toquis, y otros instrumentos de guerra, y lo mismo hizieron los españoles por conformarse con sus ceremonias, que echaron en aquel mismo hoyo, valas, hierros de lanza, dagas y cuerda, y plantando sobre todos estos instrumentos de guerra un ramo de canelo con sus raices, simbolo de la paz, dieron a entender que ya la guerra y los instrumentos de ella quedan enterrados de entrambas partes etc.....
III. P. BERNARDO HAVESTADT, S. J.,
Chilidúŋu 1777.
- El Autor dice
1°. en pars IV de su obra, sobre la palabra Deus. Dios:
[28]„Los indios de Chile no tienen vocablo que contenga y comprenda en sí todo el significado de la palabra de Dios“. Tienen ellos, sí, nombres de algunas causas universales en uno que otro órden, pero nó de una causa universalísima y en todo órden, esto es, de una causa única y exclusiva, además dicen, que son ó han sido meros hombres, ó ciertas cosas animadas ó inanimadas de otra naturaleza. E.g.: ngen Huenn aquél que gobierna y preside los fenómenos aéreas, las nubes, lluvias. Nguenpiru aquél que tiene potestad sobre gusanos; Nguen co el conservador de las aguas. Nombran tambien á Pillan al cual atribuyen los fenómenos más importantes é insólitos. Pero carecen de término que responda en toda su extensión al concepto de Dios, por lo cual hay que valerse siempre de esta palabra.“
2. En la II.a parte de la misma obra en unas notas que encabezan el „Indiculus universalis R. P. Francisci Pomey Soc. Jesu in Linguam Chilensem translatus etc. bajo el número 300, 3tio.
„Como que entre los indios de Chile no florece ni se encuentra religión ni culto alguno, sino una pura ignorancia más o menos culpable, y solamente alguna aplicación á las cosas domésticas, no se encuentran términos que reproduzcan los conceptos de templo, altar, sacrificio, víctima, ofrenda y semejantes, ni otras que se puedan aplicar á las cosas sobrenaturales, como espíritu, gracia, gloria, virtudes, vicios etc. en el sentido teológico.
Observaciones sobre los datos extraidos de las obras del P. de Rosales y del P. Havestadt.
Las indagaciones sobre las deidades de los araucanos han resultado negativas en las obras de ambos autores.
No han observado ellos durante los largos años que pasaron entre los indios y á pesar de que poseían su idioma, ninguna clase de divinidades ni de culto, ni tampoco el conocimiento del demonio. Los únicos datos positivos se refieren á la subsistencia del alma después de la muerte, creencia generalmente adoptada por los indios, la cual mucho influía en sus costumbres y actos políticos y que existe aún más o menos en la misma forma que antes.
No aluden estos Autores ni ligeramente al Ng'nechen ó Ng'nemapun, ni al Mareupuante. Solamente hacen mención del Pillan, pero dicen que no es tenido por un dios, sino por algun cacique difunto y que además es múltiple, transformándose en pillañes unos caciques y los guerreros tanto araucanos como españoles.
¿Comprueban estos testimonios negativos que no existía la creencia en el Ng'nechen ni el culto respectivo en la época en que vivían aquellos Padres? ¿Es específicamente cristiana la idea de esta deidad, y se habrá introducido en la mente de los indígenas mediante la predicación del Evangelio?
Decimos que nó, y para probarlo ofrecemos los argumentos siguientes:
El Ng'nechen no se parece tanto al Dios de los cristianos, como al dios cuya existencia profesan los descristianizados que aseveran: „Sí, hay un dios, y si no lo hubiera, se debería hacer uno“; pero que á la vez niegan que es un ser moral y que su esencia es la santidad: El indígena infiel no pide á su Ng'nechen sino ventajas materiales y alejamiento de males materiales, pero nunca perdón gracia, virtud, gloria eterna, es porque tampoco mira á Dios como un ser moral. Lo mismo se da á conocer también en que la suerte de los difuntos en la otra vida no es determinada por su bondad ó malicia, sino por la riqueza ó el estado á que pertenecían durante su vida mortal[29].
El término „rey“ que figura como uno de los elementos en las denominaciones que dan al Ng'nechen[30], es de origen español, no hay duda, pero solo ha eclipsado á otro de orígen araucano de significación menos gloriosa, como ser Apo ó ulmen (ùl·men), y hay varias otras denominaciones tomadas únicamente de la lengua indígena. Si los indios hubiesen aprendido la creencia en el Ng'nechen de parte de los cristianos y no la hubiesen conocido antes, sin duda habrían adoptado el nombre de Dios; pues es regla que una nación, cuando adopta una idea ó concepto de otra nación, injerta á su idioma también el término que lo señala.
El P. D. de Rosales no menciona el Huecube (Wekufù)[31] ni el machitun, mas no se puede inferir de su silencio que en su tiempo no hubiese existido la creencia en el uno ni la practica del otro.
Además los indígenas hablan poco del Ng'nechen y no le dan culto sino en sus rogativas, y en ellas invocan al Ng'nechen con varios otros nombres, como también invocan á las almas de sus muertos para que intercedan con el dios á favor de los sacrificantes y sus familias. Ninguno de los cronistas ó gramáticos antiguos habla de estas rogativas en la forma en que se realizan hoy día, pero estas ceremonias que se hacen en ellas ya existían desde tiempo antiguo, como se ve en la narración del concertamiento de paz del Padre Rosales que hemos copiado. Creemos, pues, que los indios antiguamente no admitían á ningún cristiano para sus nguillatunes, porque temerían la profanación é irrisión de su culto, y por la misma razón Domingo Seg. Wenuñamko no accedió facilmente á hacernos las respectivas revelaciones.
Lo que el mismo Wenuñamko nos cuenta sobre el orígen de las rogativas lleva en sí el sello de la antigüedad.
De los cristianos no aprendieron los indígenas los sacrificios de animales, y ¿cómo se les hubiera ocurrido ofrecer al Ng'nechen estos sacrificios si no hubiese sido costumbre heredada de sus antepasados?
La fe en un ser supremo y el modo de honrarle con sacrificios es comun á todas las naciones antiguas, por lo tanto tampoco es de invención moderna para los indios, ni es algo adquirido por la educación, sino que lo han tenido desde el orígen del género humano. Asimismo no carecían enteramente de la ciencia del bien y del mal aunque ignoraban la ley cristiana. Pero el demonio ha logrado envolver su mente en tupidas tinieblas y adormecer sus conciencias de modo que ya no creen en la santidad de Dios ni temen su justicia, yerran en el modo de honrarle y no aspiran por conseguir la gloria.
IV. STORIE DELLE MISSIONI APOSTOLICHE DELLO STATO DEL CHILE.
Opera di Giuseppe Salustj. Roma 1827.
En la pg. 118 del tomo tercero habla el Autor en un extenso capítulo sobre el „Sistema di Religione degli Araucani“ del cual extraemos lo siguiente en traducción.
[32]„Los Araucanos conocen un ser supremo, creador de todas las cosas, á que llaman Pillán, que quiere decir Espíritu por esencia. Danle los atributos de eterno, infinito, omnipotente y cualquier otro que es propio de la Divinidad Suprema. Mas, como no tienen otras ideas que las de su propio gobierno, dicen que Dios gobierna como lo hacen ellos: y que siendo El el Toqui (jefe) principal tiene bajo sus ordenes á los Apo-Ulmenes, los Ulmenes y en la mayoría de los lugares también á los Caciques, á los cuales confía el gobierno de las cosas de menor importancia. Todos estos ministros son estimados como otros tantos dioses subalternos, y á la clase de ellos hacen pertenecer al Epunamun que es su dios de guerra, el Meulen, dios benéfico, del cual imploran los araucanos todos los bienes y el Güecubu, Dios maléfico, al que atribuyen todas las causas de los males. Hé aquí el Maniqueismo ideado también por los araucanos, como se encuentra en todas las naciones bárbaras que no saben dar con el verdadero orígen del bien y del mal sin admitir la necesidad de dos principios, el uno bueno, y malo el otro.
Como lógica consecuencia de su sistema que los hace uniformar el gobierno del cielo al de su nación, dicen los araucanos que, á semejanza de sus Ulmenes, ni el Pillan ni los demás dioses subalternos pueden imponer al hombre gravámen alguno. Esta es la causa porque viven sin templos, sin imágenes, sin sacerdotes y sin otra manifestación de religión, pareciéndoles ser una traba para su libertad. Ni suelen hacer verdaderos actos de culto, sino para concertar alguna paz que les interese, ó en otras necesidades graves del Estado: en cuyos casos sacrifican animales y queman tabaco cuyo humo estiman como el incienso más agradable á sus divinidades. Tal vez también en sus banquetes y en otras borracheras alegres se vuelven al cielo con el vaso en mano, y saludando al Pillan y á los demás Ulmenes subalternos, dejan caer por tierra un poco de vino, ofreciéndolo á su divinidad, con el fin de hacérsela propicia.
Observaciones.
El Autor ha tenido una feliz idea ordenando y subordinando en un sistema las „divinidades“ araucanas, pero para corresponder á la realidad debía haber dado el lugar predominante en su sistema al Ng'nechen.
No lo conocía; mas éste era sin duda, en la idea de los araucanos, el ser supremo. No es de admirar que la creencia de los indígenas en el Ng'nechen se haya escapado á la observación del Autor y de sus informantes, ya que es tan escaso el culto que le tributan los indios, y ya que su propio nombre Ng'nechen, dominador de los hombres, no le da á conocer tampoco como ser supremo; pues, si bien lleva el nombre de Dominadoor de los hombres ó del mundo, hay muchos otros seres que según la idea supersticiosa de los indios ejecutan también algunos de los poderes que nosotros atribuimos á Dios y que merecen por lo tanto á lo menos en sentido restringido el mismo nombre de Ŋənechen ó Ŋənemapun.
Pues al Ng'nechen, y no al Pillan, se subordinan las almas transformadas en pájaros ó moscardones que suponen que vienen de la región del cielo, los pillañes, los cheurfes, los nguenhuenu, nguenco, nguenlafquen, nguencutran etc., y el Huecufù con los demás espíritus malos y los hechiceros que dependen de él: un ejército de seres que tienen influjo ante el Ng'nechen ó que ejercen un dominio independiente de él: los unos amigos, los otros adversos al hombre.
Justificaremos el papel subordinado que atribuimos al Pillan en la monografía que va á continuación.
Estudio sobre el Pillañ.
No hemos podido obtener de los indígenas costinos una explicación satisfactoria de la idea que ellos tienen del pillañ: de la naturaleza de ese ser ni de sus cualidades etc.. Sólo recordamos alguna pregunta: ¿Es Dios el Pillañ?, respondiendo ellos con admiración: „¿Es Dios el Pillañ? ¡Quién sabe si es Dios!“ En cierta ocasión se óyo un trueno, y nos dijo nuestra cocinera, que era indígena: „Los mapuche dicen cuando truena: Ahora sube el Pillañ al cielo.“.
Los costinos llaman deguiñ (deqiñ) á los volcanes, mas en Panguipulli los llaman pillañes ó dewiñ. Preguntamos, pues, á Domingo Wenuñamco, si los mapuche creen que el Pillan es Dios ó vive en los volcanes. „Nó“, nos contestó, „pillañes son los volcanes; allí dentro están los hechiceros, los brujos y malvados“. Mas, si están allí detenidos en calidad de reos ó si el volcán es su taller en que forjan sus maldades, no lo hemos podido averiguar.
Consultamos también á Tadeo Huenunguir, del mismo Panguipulli. Este nos dijo más ó menos, que los mapuche entendían por pillañ á todos los fenómenos igneos, como el fuego del volcan, los relámpagos y otras luces que suelen ver los indígenas, y que con estos fenómenos los espíritus dan á conocer que están enojados.
Le expresamos nuestra extrañeza porque los indígenas no invocan al Pillañ en sus nguillatunes, á lo cual nos contestó que el nguenpin lo hace, cuando ofrece el animal para todos. Sería, pues, interesante conocer en qué forma invoca éste á los pillañes. Domingo Wenuñamko no lo trae en su relato: dijo que no lo sabía bien. pero parece que se recelaba en comunicarlo, pues se hizo rogar mucho para darnos el relato respectivo.
Sin duda, el P. Diego de Rosales ha dado en el blanco en esta materia, diciendo que los pillañes eran en la idea de los indígenas unos caciques muy antiguos y los soldados araucanos y españoles que caían en las guerras.
El P. Luís de Valdivia explica en sus pláticas á los araucanos que el Pillañ y el Wekufù, venerados por ellos, en realidad no eran otra cosa que el diablo, el cual en sus revelaciones, hechas á los hechiceros, ya les decía que se llamaba Pillañ, ya que se llamaba Wekufù; sin embargo al hablar del diablo siempre se sirve de este mismo término y no confunde al diablo con el Wekufù ó con el Pillañ.
El P. Havestadt ya introdujo en sus pláticas[33] el término Pillañ en el significado de demonio.
El P. Febrés dice en su diccionario: „Pillañ, pillan, llaman al diablo, ó á una causa superior que dicen hace los truenos, rayos, relámpagos, y reventazones de volcanes, y á estos mismos efectos también los llaman pillañ.“
En el exámen para la confesión pregunta, si lo han adorado ó suplicado.
En su primera plática, añadida á su gramática dice el mismo Autor, hablando de los ángeles rebeldes: „Pillañ getuign (se volvieron pillañes), y continúa: pu diablo lle (que son los diablos). Mas en adelante no vuelve á llamarlo así, y usa el término castellano.
Para él y el P. Luís de Valdivia alhue es el demonio, término que hoy día tiene el sentido de fantasma del muerto (=am), y que es muy usado en la combinación witranalwe, almas migratorias, de que los hechiceros tienen un gran surtido, con que matan á quienes quieran matar, ó que por pago prestan á los interesados para el mismo fin. Estos witranalwe son muy hábiles para matar haciendo agujeros en el corazón de la víctima y chupando la sangre á la manera de vampiros, cosa que los indíjenas seriamente pretenden poder probar con los corazones de los muertos, atribuyendo á efecto de los witranalwe las cavidades naturales del corazón.
En pg. 9 n.o 3 de nuestros textos referimos un ejemplo de los sueños visionarios que suelen tener las machis de la costa.
Allí figura el Rekùl-pillañ-wentru como un ser que exige que se le hagan rogativas, y en cambio promete fertilidad de los campos y fecundidad en la procreación de los animales domésticos.
Por lo que siempre oíamos decir, creíamos que el Rekùlpillañwentru tanto, como el Trañmal·eufù y el Wirkal·eufù de que los indígenas hacen mención bajo el mismo concepto, eran tenidos por dioses. Pero desde que nuestro relator de Panguipulli nos observó que el Wirkal·eufù y el Trañmal·eufù eran unos antepasados insignes, de que las machis creen ó fingen descender, juzgamos que lo mismo ha de admitirse respecto del Rekùlpillañwentru siendo sta misma la opinión del P. Rosales respecto al Pillañ.
Sin embargo debe entenderse que es el Pillan, cuando las machis hablan del dios especial de su raza que hace bien especialmente á los indígenas. A esto parece oponerse la circunstancia de que en sus rogativas todas las invocaciones se dirigen al Rey Padre y la Reina Madre, esto es al Ng'nechen, pero en tales machis no hay percibimiento de inconsecuencias, sino sólo estupidez, confusión y diablura. En Panguipulli, como se ve en el relato respectivo y en la invocación del pájaro[34] invocan á los espíritus de sus difuntos y renuevan la amistad con ellos mediante los corazones de los corderos. Eso lo hacen con el fin de que no les hagan mal los pillañes y que intercedan por ellos con el Ng'nechen los demás espíritus, y por analogía ha de aplicarse lo mismo al nguillatun de los costinos respecto al Rekùlpillañwentru y compañeros, no son más que mocetones del Wenu Rey fùcha.
Aún nos queda otro material en apoyo de nuestra argumenmentación y que hace resaltar la superioridad del Ng'nechen sobre el Pillañ.
En el cuento titulado „El viejo Latrapai“, pg. 225 de los Estudios araucanos por el Dr. Lenz, los dos yernos de aquel viejo caprichado se acercan á un roble alto y allí llaman hacia arriba para que se bajen dos hachas pillañ (pillañtoki), que tenían la virtud de voltear los árboles de un golpe, con las cuales querían desocuparse de una tarea sobrehumana, en materia de hacer roces, que les había impuesto su suegro malévolo y cruel. La súplica está dirigida varias veces á las hachas mismas, pero dos veces al Ng'nechen en estos términos: „Fərenemuyu, Ŋənechen, naqelmupayu epu toki (Favocécenos, Dominador de los hombres, haznos bajar dos hachas).
En nuestro cuento „Menoko“[35] también dos jovenes, en circunstancia análoga, invocan sucesivamente á la lluvia austral, á la nieve del sur y al pillantoki (hacha pillan) para que se bajen, aunque sin hacer mención del Ng'nechen.
Si según la idea del indígena fuese el Pillañ sumo Dios, debería hacerse la súplica en estos términos: „Naqelmupayu toki, Pillañ, haznos bajar hachas, Pillanñ“.
Pero atendiendo á la letra, las tales hachas pillañ pertenecen al arsenal del Ng'nechen.
Ni puede traducirce „hacha del Pillañ, porque esto sería Pillañ ñi toki. Ha de ser, pues, un hacha mágica, cuyos efectos recuerdan la extraordinaria fuerza de los sacudimientos volcánicos, relámpagos y truenos atribuidos al Pillañ como causa directa.
En el nguillatun de Panguipulli se hace un pillañkutral [36] un fuego pillañ, en el cual se asa la carne de la víctima y se queman sus huesos y entrañas para que el Ng'nechen le tome el olor y nada se profane de la víctima sagrada. Probablemente denominan así este fuego, porque ha de ser muy grande como el fuego del volcán (Pillañ).
V. L' ARAUCANIA.
Memorie inedite delle Missioni del F. F. M. M. Capuccini nel Chile. Roma 1890.
Este opúsculo de 165 páginas en 8a, escrito en italiano, trata de las trabajos apostólicos de los Misioneros Capuchinos en las diferentes Estaciones de la Araucanía. En su interesante prefacio viene un capítulo titulado „Religione“, en el cual el R. P. Adeodato da Bologna, que había trabajado cuarentidos años en dichas Misiones, escribe lo siguiente que reproducimos en traducción:
Cuando á principios del año 1849 arribamos á los encantadores bosques de la Araucanía, encontramos á los Araucanos infieles en mucha ignorancia respecto á las creencias de sus antepasados y á la vez muy tenaces en sus supersticiones.
Ante todo no tenían idea clara de Dios, á quien denominaban Nughmapu [37] y Pillan: pero principalmente temían al Güecubu, esto es, al Espíritu maligno á quién creían autor de todas sus desgracias; mas no tenían ni templos, ni altares, ni sacerdotes, y su culto se reducía á ciertos sacrificios de animales que hacían á campo abierto con el fin de aplacar á los espíritus airados cuando ellos (los indios) estaban afligidos por las calamidades públicas, y á ciertas libaciones de chicha ó de aguardiente, que hacían bañando la mano en el licor y desparramando algunas gotas hacia el volcán de Villarica donde suponían que vivía el omnipotente Pillán.
Tenían también la idea de un lugar privilegiado, escogído por los dioses para su residencia, y de que estos estuviesen en relación con los hombres por intermedio de ciertos espíritus que les servían de mensajeros. Confesaban asimismo la inmortalidad del alma y las penas y recompensas eternas después de la muerte, imaginándose que las almas destinadas á los gozos eternos, al separarse de los cuerpos, se trasladaban á una montaña misteriosa, situada en el medio del Océano.
Mas, si por una parte, poco se preocupaban del culto de Dios, prestaban, por otra parte, una fe y obediencia ciegas á sus adivinos y brujos, cosa de que pude convencerme plenamente más tarde por muchos sucesos ocurridos durante mi estadía entre los indios en la Misión de (Bajo) Imperial.
En 1856 tratábase de escoger cuatro mensajeros de entre los más diestros en hablar, los cuales debían acompañar al P. Constancio á la capital para gestionar con el Presidente de la República varios asuntos concernientes al bien común de los araucanos. Para hacer la elección, todos los caciques principales se constituyeron en asamblea en la vecindad de la Misióu.
En esta circunstancia me encargó el P. Constancio, me trasladara á aquel lugar con el fin de anunciarles que los dichos mensajeros estuviesen listos para ir con él á Santiago dentro de tres días.
Llegado al lugar de la reunión, en compañía de un capitán y un mozo, me presenté al cacique principal, de nombre Lemunao, al cual encontré en medio de un gran círculo de indígenas, en punto de celebrar una ceremonia religiosa según sus costumbres. Terminadas las salutaciones usuales, dije al cacique que tenía que manifestarle una cosa importante de parte de mi compañero; mas él contestó que por el momento le era imposible imponerse del encargo y que lo haría después de concluida la ceremonia. Yo entretanto me retiré del círculo y me senté debajo de un árbol aguardando que terminase esta fiesta diabólica. Poco después me trajo una india en un plato de palo algunas presas de carne de diferentes animales, no faltando carne de caballo con papas cocidas, y así me restauré juntamente con mis familiares.
Hacia las tres P. M. me avisó el cacique que me presentaba al círculo, y luego monté el caballo y me aproximé. Entonces ví que en el medio habían plantado un árbol grande, al pié del cual estaba una machi, rodeada de las indias, que tenían pintadas las caras de color azul, y las cabezas adornadas con muchos adornos fantásticos, que suelen usar en las grandes solemnidades. Los hombres tenían también las caras pintadas, pero de rojo y negro. Habían guisado ya muchos corderos y ofrecido su sangre á Güecubu, autor del mal, y esparciendo en tierra algunas gotas de chicha, la bebieron y en seguida todos se pusieron á comer, pasando á la machi las presas mejores. Después de comer se levantaron todos, y la machi subió en el árbol y allí se puso á mirar por todas partes como esperando la llegada de alguna persona: entretanto las mujeres con cajas pequeñas y los hombres con sus flautas hacían un ruido ensordecedor, bailando á la vez en torno del árbol y cantando á todo grito. Finalmente la machi hizo una señal de silencio, y todos se callaron. Entonces ella, con aire de pitonisa, se dió á profetizar, diciendo: „En este año no sucederán desgracias... no habrá guerra con los cristianos...“. Después de esto se volvió como estática, y entonces cuatro jovenes robustos se colocaron debajo de ella, teniendo extendida una cubierta de lana, sobre la cual se dejó caer la profetiza, y de ahí la deslizaron al suelo. Poco después volvió en sí, se puso en pié, y haciendo con la mano unas señas en el aire, empezó á cantar algunos hechos célebres de sus abuelos, y todos la acompañaron sus instrumentos y con gritos, brincando en torno de ella hasta que se cansaron. Después de nuevo se sentaron en tierra á comer y beber.
Mientras yo estaba observando aquella función supersticiosa, se me acercó un indio borracho, de á caballo, y habiéndome saludado con el acostumbrado Mari mari, me dijo: „¿Para que te has venido aquí? ¿Tal vez para conocer nuestros ritos y reirte de ellos? Retírate de este lugar, perro.“
Mi capitán le reprendió intimándole que respetara al Padre Misionero. Entonces aquél, fuera de sí en su estado ebrio, sacó un gran cuchillo para amenazarme; mas yo, echando el caballo á toda carrera, me escapé, y el capitán dió al cacique aviso de lo ocurrido. Después me volví á la junta, y con el favor de Dios regresamos sanos y salvos á la Misión, sin que yo hubiera podido desempeñar el encargo que se me había confiado.
Es cierto que los araucanos en general respetan á los Misioneros, pero cuando están ebrios, se ponen insolentes con todos.
En las frecuentes conversaciones que tuve después con los infieles, procuraba alejarlos de las tales supersticiones y les preguntaba: ¿Por qué ofrecéis en vuestras necesidades sacrificios al dios de lo malo, en vez de recurrir al Dios de los cristianos, el cual es el Creador y Gobernador providentísimo del universo?“ Me contestaban que lo hacían por aplacar al Güecubu airado en contra de ellos. Entonces les replicaba yo: „¿Cuál de los dos es más poderoso?“. A esta pregunta no sabían contestar, y yo tomaba de esto ocasión para explicarles que su Güecubu era el demonio, lanzado del cielo á causa de su soberbia por el Dios de los cristianos. Mas para quitar de la mente de los infieles sus errores y costumbres inveteradas, no bastan las explicaciones de la verdad, sino que á más de la divina gracia se exige para eso una larga educación. Por eso mis palabras ni las de los otros Misioneros obtuvieron efecto alguno por entonces.
VI. DEL MANUSCRITO INÉDITO DE UNA GRAMÁTICA ARAUCANA, COMP. POR EL MISIONERO CAPUCHINO R. P. OCTAVIANO DE NIZZA.
El Autor de esta gramática vivió en la Misión de Purulón entre los indios Moluches desde 1873 hasta su muerte acaecida en el año 1903, después de haber servido á varias otras Misiones entre los años 1853 y 1873.
En su obra nos proporciona los siguientes datos relativos al tema que tratamos:
Tres clases de dioses reconocen estos indios, á diferencia de los Maniqueos, que no conocían más que á dos, el Dios bueno y el dios malo.
Su primer Dios, al cual le dan el nombre de Ng'nechen, es á su modo de ver el gran Dios de todo el mundo, el cual se halla en el sol. Desde ahí ve todas las cosas, lo gobierna todo y da la vida ó la muerte. No le dan culto alguno, le guardan sólo mucho respeto, gloriándose de conocerlo.
Su segundo dios es aquél á quien llaman Pillan. Este dios es solamente el dios de ellos, de su nación y de su tierra, no haciendo ningún caso de todos los otros que viven en otros lugares. Le consideran también como dios bueno, le respetan mucho y procuran no disgustarle, porque enojándose hace temblar el mundo, tronar los volcanes, haciendo que arrojen un humo muy negro y tupido, y que salgan grandes llamaradas, las que según ellos son producidas por los indios malos que el Pillan sentenció á aquel lugar, y también por los brujos que allí son detenidos por mandato de los adivinos.
El último dios ó ser invisible es aquél á quién titulan Huecufù. Ese es el dios malo de ellos, y por eso á él únicamente le ofrecen todos los sacrificios, la mayor parte sangrientos y bárbaros. A él le hacen rogatívas, que duran tres días y tres noches consecutivas á toda pampa, esté bueno ó malo el tiempo. Le dedican sus fiestas, sus bailes, sus cantos, su música para agasajarle, tenérselo por amigo, creyendo que en consideración de todo lo que hacen en su honor, no les hará daño, no les mandará la peste, no les hará secar sus siembras, no los hará enfermar y por fin no les hará morir.
Observaciones.
El Padre Octaviano es el primer escritor que deja constancia de la creencia de los araucanos en el Ng'nechen, y él y el P. Adeodato son los primeros que hablan de los nguillatunes en el sentido de sacrificios. Aquella creencia como hemos probado, existía siempre; sólo se había escapado á la observación. No es este un caso singular con los araucanos. También las tribus de aborígenes de Oceanía se consideraban hasta hace poco enteramente faltas de religión; mas guardaban como doctrina secreta muy preciosas tradiciones que todavía dan á conocer que también aquellas naciones habían recibido la revelación primitiva.
Era necesario que vinieron los Misioneros y se ganaron con su dulzura y caridad apostólica la plena confianza de aquellos bárbaros para que mediante las revelaciones hechas á dichos Misioneros quedara probada la verdad disputada por los racionalistas, de que no hay ninguna nación sin dioses, y más aún: que no tenga ningún conocimiento, aunque confuso, del verdadero Dios.
También los nguillatunes de los araucanos existían desde tiempo antiguo, y ya habían perdido su más grande brillo, cuando los escritores empezaron á hablar de ellos. También eso se vé bastante probado en pg. 31. No.10 y en el artículo 11 pg. 24.
Mas, á nuestro juicio, están equivocados los P. P. Capuchinos italianos al afirmar que los nguillatunes se ofrecen al Wekufù.
El R. P. Adeodato no estaba presente durante los sacrificios, como él mismo escribe „que se retiró para no meterse en este culto diabólico“; luego no ha oido tampoco las oraciones de los sacrificantes. Asimismo el R. P. Octaviano establece su opinión sin comprobarla. Estaríamos de acuerdo con ambos, si hubiesen juzgado los sacrificios de los mapuche por un culto supersticioso de que el demonio no puede menos de complacerse. Pero el que se hubiesen ofrecido al Wekufù, no lo admitimos; pues los indios rechazan indignados semejante suposición. En realidad se efectúan con el fin de paralizar el funesto poder del Wekufù.
¿Qué clase de ser es propiamente el Wekufù en la idea de los araucanos?
El P. Luís de Valdivia demuestra en sus pláticas á los indios la necedad y lo pecaminoso que hay en venerar é invocar al Wekufù, pero no dice como lo hacían. El Padre Diego de Rosales no hace mención alguna del Wekufù en el capítulo que trata de la religión de los indios, aunque lo conocía[38], y hasta declara ahí mismo que los indios no concían al demonio.
El P. Febrés dice en su diccionario: Huecufù las flechas, palillos y dientecillos que los Machis dicen que los sacan chupando: item, cualquiera enfermedad, ó cierta Deidad, ó ente de razon que fingen ser causa de muertes, enfermedades y trabajos.... etc.“
El P. Havestadt habla exactamente en el mismo sentido. Preguntándose á los indios mismos por el Wekufù, contestan que es el Malo, y niegan con indignación que ellos le ofrezcan sus sacrificios. Por eso nos parece que los Padres se lo han atribuido equivocadamente, lo que es de disculpar porque los indios mismos son muy confusos en dar esplicaciones, no saben darse cuenta del ser que es objeto de su culto, y asimismo nunca se habrán formado idea sobre el origen del Wekufù, si es ser increado, principio del mal en el sentido del Maniqueismo, ni de dónde viene.
Nosotros no hemos visto en los indios. sino manifestaciones de horror al pronunciar el nombre del Wekufù[39].
El Wekufù es para el araucano un ser espíritual, pero que suele tomar cuerpo y habita en ciertos animales y objetos insignificantes, como astillas, pajitas etc., y mediante ellos ejerce sus efectos funestos.
Las machis combaten con sus ridículos procedimientos á este ser. Con el fin de alejarle de sus casas, guardan los indígenas encima de las aberturas de éstas, cierta yerba muy olorosa, el kelleñl·awen·, cuya fragancia le produce al Wekufù según ellos, la sensación de la más repugnante hediondez, lo cual es muy bien pensado y aplicable también á lo moral, pues para el demonio todo lo bueno, toda nobleza de sentimiento es repugnante.
En cierta ocasión que señalábamos á un indígena viejo una bellísima loica, que se había posado cerca del camino donde estábamos conversando, le dió fastidio el lindo pajarito y dijo volviéndose hacia él: Wedá kurəf Wekufù (mal espíritu Huecufù). En realidad la loica con el encendido lacre de su pecho tiene para los indígenas relaciones epeciales con el demonio. Pero el animal más temido como poseido por el Wekufù ó que está bajo su influjo es la muy bonita é inocente lagartija cuyo arnés escamoso luce los mas lindos colores de verde azulejo.
En Wapi hay un camino, llamado Ləpemwekúfùwe (lugar donde se ha quemado al demonio). Este nombre le ha quedado, porque con ocasión de la enfermedad de un cacique juntaron las machis un gran número de lagartijas y las quemaron allí, creyendo ó fingiendo haber quemado al Wekufù, autor de la enfermedad de dicho cacique.
De estas y otras observaciones se deduce que los mapuches no dan culto al Wekufù, á no ser que algunas veces lo hagan por temor, para que no les cause daños.
También impugnamos la opinión de aquellos escritores que niegan que el Wekufù sea idéntico con el demonio. Así como los indígenas infieles no toman en consideración la Santidad de Dios, aunque creen en un ser supremo, tampoco se preocupan de la perversión del demonio, lo abominan porque les hace daño. Pero precisamente por este modo malicioso de causar daños se da á conocer el demonio en la figura del Wekufù. Los fenómenos aterradores de la naturaleza no se presentan á la mente del araucano como producidos por el demonio, los atribuye á los pillañes, pero el perjudicar y matar alevosa y secretamente es obra del Wekufù: él es, pues, el verdadero Satanás, no puede negarse esto. Si los librepensadores de Paris ó de Roma quisieran erigir una estatua á este ser, tendrían que darle figura de un hombre de estatura grande con un sombrero de alas muy anchas, y botas largas provistas de espuelas cuyas rodajas midan dos decímetros de diámetro; porque así le vió el finado cacique Paineñ, y su intérprete, un chileno del campo, lo confirmó, y como nos obstinásemos en persuadirle que era ilusión, el cacique meneó indignado é incrédulo la cabeza y dirigió la conversación á otro tema, no menos estúpido.
Influencias que deben tomarse en cuenta al estimar la lenta marcha de la cristianización de los indios.
La predicación de los Misioneros no ha quedado infructuosa entre los indígenas, aunque su acción no ha sido fácil. Los Misioneros no eran los únicos que influían sobre su modo de pensar, siempre habían otras influencias contrarias á los trabajos de los Misioneros.
Tal vez hay algo de verdad en lo que dice el señor Guevara en su „Historia de la Civilisación de Araucanía[40]: „que el catolicismo no ha ejercido una influencia bastante sensible en las practicas de enterramientos, como en las demás que constituyen el sistema de creencias de los indios, aún cuando su predicación se implantó activamente con la conquista misma“.— No podemos reconocer como causa de este resultado al parecer pequeño, „la incapacidad intelectual de los indios para comprender los dogmas del catolicismo“. Ellos pueden y siempre han podido comprender lo que en dichos dogmas es comprensible y creer lo que en ellos es misterio é incomprensible. Mas les faltaba la buena voluntad. No querían abandonar sus costumbres y en consecuencia tampoco los errores que acallaban los remordimientos de sus conciencias. Lo que les prohibía el catolicismo era precisamente lo que ellos más amaban, y de esta manera sucedía con ellos la misma cosa que con los cristianos, víctimas de la embriaguez, avaricia, lascivia, del respeto humano y de los demás vicios. Por las mismas razones por las cuales éstos se alejan del cristianismo, se niegan también aquéllos á abrazarlo.
La costumbre y el respeto humano son las potencias mundiales á las que sólo hace competencia el oro y la lujuria.
¿Cómo podían los jóvenes indígenas casarse cristianamente cuando no encontraban mujeres sino en la manera usual y reprobable de los indios? Casi imposible era que cambiaran su modo de enterramientos, porque en estas ocasiones los deudos del difunto hacían grandes expensas regalando con viandas y bebida á los forasteros, parientes y amistades. En verdad no lo hacían por generosidad, sino forzados por la costumbre y en la esperanza de ser regalados por sus huéspedes en semejantes ocasiones. Si „el dueño del difunto“ no mataba animales, se los robaban sus amigos.
Lo mismo sucede en las rogativas. Allí reparten los indios muchas viandas y chicha de balde, hacen regalos de corderos y por eso quieren que lo regalado de este modo se les devuelva en el año siguiente. Y de esta manera el interés y la gula nunca permitían que se pusiera término á este culto supersticioso.
No era de estrañar que los niños educados en las Misiones, vueltos á sus casas, siempre recayesen en las costumbres y supersticiones antiguas, siendo sus propios padres los que los seducían al mal. ¿No hay el mismo peligro para los niños chilenos educados en los colegios cristianos cuando sus propios padres, de los cuales dependen en todo, viven entregados á la incredulidad y á los vicios?
A esto se agrega el orgullo nacional tan pronunciado entre los indígenas, su feroz espíritu de independencia, su odio innato contra los extranjeros, cuyo desprecio les hiere profundamente, á quienes consideran como sus opresores, que les tenían siempre envidia por su hermosa tierra, odio que venía creciendo como una avalancha con la acumulación de las acciones injustas, cometidas contra los indios, y que se alimentaba con la sangre de sus enemigos y de sus connacionales en los largos años en que luchaban por su existencia nacional.
El mal ejemplo de la inmoralidad de aquellos cristianos que vivían en contacto con ellos, estaba muy lejos de disponerlos favorablemente para la religión cristiana, cuyos preceptos veían burlados por los mismos cristianos, y la incredulidad del tiempo moderno y la aparición de las sectas termina por sembrar la duda y el indiferentismo en los escombros de sus ideas y costumbres antiguas.
También otras naciones, como los antiguos Germanos debieron sentir primero la presión de una legislación civil basada en fundamento cristiano y de un Gobierno de brazo fuerte hasta que se entregasen definitivamente al cristianismo y se amoldasen á él en sus costumbres. Si ahora se convierten los indios, después de un espacio de 400 años que demoraron en hacerlo, este espacio no ha sido demasiado largo; siempre se llevan la delantera en comparación con muchas otras naciones, como la india oriental, la China, el Japón y las naciones mahometanas.
Solamente en nuestros Colegios de la Misión Capuchina se educan cada año casi mil quinientos niños y niñas indígenas. Es ésto una guerra pacífica y muy eficaz que con los años obtendrá por resultado el más completo cambio en las costumbres y los conceptos de los indios. Mas no somos nosotros los únicos Misioneros.
También el contacto con los elementos civilizados de la nación chilena es de no pequeño influjo. Los viejos mueren y con ellos se llevan á la sepultura las supersticiones y la terquedad antiguas. Los sobrevivientes, á lo menos la parte mejor entre ellos, se acomadarán con admirable rapidez al nuevo orden de las cosas, los demás perecerán por el consumo excesivo del alcohol.
Cuando un decreto ministerial del primer año de la presidencia de D. German Riesco prohibió las rogativas por motivo de los robos de animales, borracheras de muchos días y otros excesos que las acompañan, los indios á quienes se negó el permiso de efectuarlos, no opusieron ni la menor resistencia, y á lo menos dentro del departamento de Imperial se suspendieron por varios años. Sólo cuando una autoridad administrativa de Temuco bajo el famoso título de tolerancia religiosa se opuso á las presentaciones del respectivo Misionero y dejó sin efecto dicho decreto ministerial, volvieron á hacerse esporádicamente. Ni hay necesidad de fuerza pública, ya se alcanza mucho, cuando las autoridades respectivas, en vez de provocar á los indios al nguillatun y asistir á ellos, en ocasiones que les pidan la licencia legal de efectuarlos, les expresen su extrañeza porque creen aún en tan estupidas ridiculeces, y les digan que toda la gente se ríe de ellos por esas costumbres y que se acomoden lo más pronto posible á las de los cristianos.
La forma antigua de los entierros queda imposibilitada desde el momento en que los oficiales del registro civil insisten —lo que podrían hacer sin encontrar resistencia— en que se efectúen los entierros de los indígenas dentro del término prescrito por la ley respectiva, porque en tan reducido espacio de tiempo no alcanzan los indígenas á terminar los preparativos necesarios para sus entierros tradicionales.
Cada año van en aumento los matrimonios arreglados en el sentido cristiano y civil, y si como enseña la experiencia, entre ellos el vinculo matrimonial no tiene la firmeza que debería tener, les disculpan los pésimos ejemplos de los civilizados, muchos de los cuales se burlan de la santidad del matrimonio eclesiastico y practican las leyes civiles cuando quieren.
Tanto la escasez de terrenos como la circunstancia de que la ley del matrimonio civil no reconoce á más de una sola mujer, se unirán á la acción del Misionero para acabar con la poligamia que ya no es muy frecuente.
Las machis continúan aún con sus supercherías, pero no ya en tan grande escala como antes, riéndose de ellas no pocos indígenas. Vengan á establecerse cerca de ellos buenos médicos que pidan un honorario módico, entonces las dichas machis quedarán aun más abandonadas de lo que están hoy día, como ha sucedido en Wapi donde el autor con sus conocimientos de medicina las eclipsó; pero siempre quedarán algunas, pues la estupidez nunca se acabará del todo.
La predicación sola del Evangelio de parte de los Misioneros, no puede alcanzar el triunfo de la trasformación completa de esta raza en gente cristiana y civilizada; á este fin han de unirse muchas otras y variadas influencias, así como un niño civilizado no se forma hombre bueno solamente asistiendo á las instrucciones religiosas y confesándose: la familia, la sociedad en que vive, los libros y diarios que lee, y muchas otras influencias operan sobre su índole y genio para formarle hombre más ó ménos bueno, ó más ó ménos malo.
LAS INVOCACIONES DE LOS ESPÍRITUS.
Aunque los araucanos creen y creían siempre en Dios, el culto que le tributaban era tan escaso que no fué descubierto por los observadores antiguos. No buscaban los araucanos tanto relaciones inmediatas con Dios, cuanto con los espíritus de sus parientes difuntos, á quienes veneraban de varios modos, algunos de ellos bien ridículos, é imploraban su auxilio.
Se ve en la descripción del nguillatun de Panguipulli pag. 33, 14 y 34, 15 con nota 3, y en la „Invocación de un pájaro pag. 42, que los araucanos invocan á los espíritus con la intención de que ellos intercedan ante el Ng'nechen á favor de sus parientes de acá. Aunque este culto se asemeja en algo al que tributamos á los Santos, no por eso se deduce que haya tenido orígen del cristianismo, pues otras naciones no civilizadas, y que de ninguna manera han estado bajo el influjo del cristianismo, tienen las mismas ideas y prácticas.
En la revista „Antropos“[41], se encuentra un artículo titulado „Tradiciones y prácticas religiosas del paraje Mkulwe (Africa oriental), recogidas por el R. P. Alois Hamberger de la sociedad de los Padres Blancos.
En dicho artículo se dice de los negros de Mkulwe: „Hoy día muchas personas carecen de una idea clara respecto de la morada de las almas, á pesar de eso todas sin excepción se imaginan que esta morada está en la cercanía del Nguluwi[42], pues todos invocan á sus padres, abuelos etc. difuntos para que intercedan por ellos ante Dios: „Intercede por mí con Dios, alcánzame de Dios..., arrodillate por mí delante de Dios.“ Si las almas han de arrodillarse por nosotros delante de Dios, no pueden menos de ser consideradas como seres que viven con Dios y ejercen con El su influjo.“
Se ve también que la práctica de servirse de intercesores ante Dios, es muy propia y natural al hombre, sólo que yerran los infieles en la manera de ejercerla, y al prescindir de que Dios en la otra vida toma en cuenta la conducta moral observada durante la vida de acá.
El P. Bernardo de Havestadt trae en su vocabulario el término nguillatun, nguillatucan dándole la siguiente explicación:
„Especie de superstición frecuente entre los indios de Chile: Queman unas hojas de tabaco en una concha, aspiran el humo mediante un tubito, y tras cada bocanada que echan invocan el nombre ó sobrenombre de algún heroe ú hombre célebre y famoso de entre sus antepasados, y muchos nombres ridículos y supersticiosos, añadiendo á cada uno la palabra pom[43].
Esta costumbre de incensar con humo de tabaco á los espíritus, ya no es de uso hoy día, pero usan aún aspersiones hechas con licor ó sangre, é invocan á tales espíritus dentro y fuera del nguillatun.
Hay entre los indios también espiritistas (dəŋulfe) que pretenden estar en comunicación con los espíritus.
Las palabras pom, o ó, om, o om.
La palabra mistreriosa pom cuyo modo de usarla antiguamente acabamos de referir, no puede ser, á nuestro juicio, sino una contracción de „pu am“ que según el P. Diego de Rosales[44] los araucanos pronunciaban al asperjar á sus difuntos con licor y que dicho Autor traduce: „las almas de los difuntos“.
La misma palabra pom podría también entenderse como puwam ó powam“, que quiere decir: „para que (el humo) llegue allá“, á saber al olfato del difunto, y esta interpretación también es aceptable.
Los indígenas terminan sus oraciones en los nguillatunes gritando toda la concurencia o ó, o om, ù om[45].
Ya el P. D. de Rosales menciona la exclamación oú empleada en circunstancias análogas á los nguillatunes.
En el tomo I cpt. XVIII pg. 114 describe como el Toqui general arenga á sus mocetones para la guerra, llevando en sus manos el corazón de un cordero sacrificado „a que responden todos dando un grito a una, diciendo Ou! que es decir que assi lo harán“.
Resulta, pues, que el oó final de las oraciones debe tener el significado de „así sea“, pero siempre queda la duda, si óm ú o óm no tiene relación con el pom del P. Havestadt.
Mas es difícil dar con el verdadero significado de tales expresiones porque á veces se forman de manera muy extraña, como ha sucedido con la misma palabra óm, usado en la religión de los indios orientales. Esta es la contracción de aum (lo mismo que pom lo es de pu am). Cada letra de aum representa á otra persona de la tri-murti inda, á saber: M al Dios Brahma, el creador, A á Vishuú, el protector y conservador, U á Civa, el destructor.
Se entiende que nada queremos asegurar, sino una semejanza entre el sonido de ambas palabras.
Yapepùllin.
En el nguillatun de Panguipulli se honra el marewepull (la chicha en los platitos) por un repetido yapepùllin que consiste en unos brincos que se dan con ambos piés, sea en el mismo lugar ó siguiendo el camino.
También esta costumbre existía ya en tiempo del P. D. de Rosales.
En el discurso arriba citado[46], al decir el Toqui á sus tropas: „despedacen al enemigo como el alcon al paxarito“, „(los mocetones) baten con los piés la tierra y la hacen temblar, y dan un grito todos a una diziendo: Oú y los que andan corriendo al rededor les dizen en alta voz: Yapepullimen[47] que quiere decir: „ea; valientes soldados! tiemble la tierra de vosotros y haced temblar el mundo“. „Y esta ceremonia“, continúa el P. de Rosales, „de batir la tierra todos a una con los pies y hacerla temblar es muy usada siempre que han de pelear, y en todas sus exhortaciones de guerra, a que llaman yape, y dicen que es echar el miedo afuera, y cobrar ánimo contra el enemigo.“
Hasta aquí Rosales.
En el nguillatun no puede tener la ceremonia del yapepùllin la significación que le da dicho Autor.
Yapen es golpear rápidamente, sea la tierra[48] con los piés, ó la misma con el palo de chueca como lo hacen los vencedores en este juego expresando su regocijo, ó golpear la boca con la palma de la mano interrumpiendo la voz, como acostumbran en sus nguillatunes para hacer mucha bulla. En esta última aplicación equivale á kefafan.
Parece que el yapepùllin trae su orígen de las ideas religiosas de los indios, y que no significa solamente „echar de sí el miedo“, como lo entiende el P. Rosales; pues el ceremonial de los nguillatunes prescribe hasta el número de las veces que han de ejecutarse los brincos.
Treŋteŋ.
Encontramos el mito del Treŋteŋ ya en la Historia del P. de Rosales, aunque en una forma diferente. Mas de eso no se deduce que dicha forma sea la primitiva, y la nueva solamente adulteración de aquella antigua, pues es muy posible que en la época del citado historiador se contara el mismo mito con diversos variantes.
Esta leyenda tiene innegable analogía con el diluvio, ó por lo menos con el hecho de un diluvio universal, aunque no se ha tomado en cuenta el aspecto moral de este.
Ha tenida lugar un diluvio, pero no tuvo relación con el pecado. Esta es la creencia de los antiguos indios. Don Tomás Guevara, reproduce en su „Historia de la civilizasión de la Araucanía“[49] en extracto la relación del P. Rosales. He aquí sus palabras:
„Segun cuentan los cronistas, los indios antiguos creian que sus antepasados se habian salvado[50] en la cima de los cerros que sobresalían por su altura, denominados Tregtreg, Trentren, ó Tenten.
Una culebra del mismo nombre les habia advertido el peligro i otra, Caicai-vilu de lugares bajos i enemiga de los hombres, habia hecho salir el mar. Aquélla los protijia en la inundacion elevando el cerro en que estaban aislados i ésta los hostilizaba levantando el nivel de las aguas.
Pocos lograron salvarse, despues de infinitas penalidades. El agua alcanzó al mayor número, que se convirtieron en peces i rocas[51]
Por su instinto, los animales se salvaron.
Los hombres convertidos en peces despues se mezclaron con las mujeres que iban a pescar: de ahí se derivan muchas familias indígenas[52].
Al presente, los indios conservan aún esta tradición i todavía creen que algunas rocas salientes de los cerros y llanos, huitralcura, son los cuerpos petrificados de los antiguos. Conservan también algunas alturas la denominación de Tenten o Trentren... etc“.
Ashŋellkawellun.
Otra costumbre es la que los indios llaman el ashŋellkawellun. Efectúase, sin dejar el awùñ, de la manera siguiente:
Dos ginetes, cuyos caballos llevan campanillos al cuello, se colocan frente al cadaver. En seguida dan media vuelta á sus caballos, el uno por el lado derecho, el otro por el izquierdo y juntándose, siguen á marcha de tranco ó de carrera, según la costumbre del lugar, hacia cierta punto, que dista como ochenta metros más ó menos del cadáver. Llegados allí toman la vuelta de la misma manera arriba dicha, se acercan hasta llegar al cadáver, repitiendo en seguida su correría unas cuatro veces más, siempre de la misma manera.
Parece, que la ceremonia es de invención moderna, pues en tiempo antiguo no habrían tenido campanillas los mapuches, ó tal vez las campanillas se han introducido posteriormente.
Ad Məñutu, pg. 23.
Se llama así una costumbre curiosa. y muy original, cuyo fin es recuperar una cosa robada.
El verbo es məñutun[53], y significa „hacer un məñutu, celebrarlo, lo cual exige cierta astucia de parte del dueño del objeto robado, como luego se verá:
A nuestro informante le faltó cierto día su sombrero, y sospechando quién fuera el ladrón, convocó á una reunión á la gente de diferentes casas vecinas, entre las cuales estaba comprendida también la del ladrón presuntivo. Luego manifestó á los convocados que le faltaba su sombrero, el cual sin duda le había sido robado; que sabía muy bien quién era el ladrón, pero que prefería arreglar la cuestión á buenas, por lo cual quería celebrar un məñutu. Acceptada la propuesta, acto continuo, se acordó el sitio donde había de efectuarse, designándose para este fin un cerrito retirado de las habitaciones á donde pasaron inmediatamente á plantar una rama como señal.
En la noche siguiente se acercaron todas las personas que tomaron parte en el məñutu, una por una, al sitio señalado, sin saber los unos de los otros, depositando allí los unos un ramillete de flores, los otros un atado de ramitas ó de trapitos viejos, que llevaban debajo de sus ropas. El ladrón llevó el sombrero y lo dejó allí. El resultado fué, pues, feliz, y el dueño del sombrero tuvo al amanecer el gozo de encontrarse otra vez con su buen amigo que volvió á abrigarle la cabeza.
- ↑ Pg. 37 No. 22 dice Domingo Wenuñamko incorrectamente: „La sangre se echa al suelo“.
- ↑ Véase pg. 40 No. 27.
- ↑ Es algo característico para el poco respeto que los indios profesan á su dios el que para tales funciones no prestan sino sus platos más viejos y defectuosos. Lo hacen por experiencia de que los pícaros se suelen robar los nuevos y buenos. Una indígena joven cristiana á quien conocemos se burló en cierta ocasión de esta falta de respeto diciendo á las demás mujeres: „Cosa extraña es que para vuestro dios usáis de los platos más feos, mientras que á cualquier forastero de alguna distinción le ponéis los mejores que tenéis.
- ↑ Llaŋill es la misma palabra llaŋillaŋi apocapada.
- ↑ En el texto respectivo hemos traducido erróneamente esta palabra por sacrificadero, debe decirce „lugar sagrado“; porque en Panguipulli no se matan los corderos al pié del llangui-llangui como en Wapi, sino fuera del llongoll.
- ↑ Cierto día, hace unos once años, visitamos á los indios de Trawatrawa, reducción marítima, á los cuales habíamos reunido ya dos veces y enseñado la doctrina y el rezo sin que hubiesen demostrado mala voluntad. En esta ocasión los encontramos ocupados en los preparativos para hacer sus rogativas, y se disculparon ellos con no tener tiempo. No pudimos contener nuestra indignación, y con el fin de imponernos á estos rebeldes, nos apoyamos en la autoridad del cacique principal que reprobaba tales rogativas; pues era bastante inteligente para conocer que eran un culto supersticioso y temía los desórdenes que traían consigo. Nos observaron friamente estas gentes: „Tratándose de rogativas, no nos atenemos á los caciques. En estos asuntos tenemos á otros que nos mandan“. Se refirieron á los ngnenpines.
- ↑ Ha de entenderse al modo que piensan los infieles.
- ↑ mirando á los hombres por sus ovejas; véase pg. 6, 13.
- ↑ 9,0 9,1 Véase pg. 5. 8.
- ↑ En Pangipulli los amarran en la bandera; véase pg. 41, 29. De un indio, conocido nuestro nos contaron que en cierta ocación se cortó con mucha calma de espíritu unos corazones del rehue y se los llevó diciendo que eran muy buenos para comérselos asados. Los creyentes, que asustados le rodeaban, le amenazaron con que „el dios“ le castigaría con una muerte repentina lo que le hizo poca impresión.
- ↑ Véase pg. 6, 14 y 7, 15.
- ↑ El famoso machi y adivino Coshcoy, que tenía clientela hasta en Santiago, terminó de esta manera los días de su preciosa vida.
- ↑ pg. 114.
- ↑ Esta frase no aparece en el texto araucano. En Wapi llaman á los volcanes deqiñ, en Panguipulli pillañ ó dewiñ.
- ↑ No podemos explicarnos la palabra, que también figura en el texto araucano.
- ↑ Ŋen· se usa también en el significado de abundar con exceso, predominar; p. e.: Təfachi kachilla ŋen· kamtra ŋei en este trigo predomina la cizania. Kushe ŋen· kutranŋei las viejas son achacosas.
- ↑ una especie de enredadera.
- ↑ es traducción del latín.
- ↑ La j tiene pronunciación francesa.
- ↑ P. Painemilla llama daqllu el camarón de los esteros y masheu el de las vegas. Puede ser, pues, que con aquella monería se les haya pegado el nombre mashéupu á los de la vega, ó también que Febrés se haya equivocado.
- ↑ Véase pg. 38 las últimas tres lineas del texto araucano y la nota 4 que se encuentra pg. 39.
- ↑ Es taducción del latín.
- ↑ Véase: Nuestros textos pg. 35, primera linea.
- ↑ El anchimallen p. ej. es, según Pascual Painemilla Ñ. un pigmeo que aparece. Debería verse la seriedad con que aseveran y defenden la realidad de sus apariciones.
- ↑ Véase pg. 35, No. 15 y nota 3. de nuesros textos.
- ↑ Es costumbre que hoy día existe aún en Panguipulli y tal vez también en otras partes; pero quitan la tierra, encima de la canoa en que yace el muerto.
- ↑ Correctamente: Antùwenu.
- ↑ Es traducción del latín.
- ↑ De los hechiceros creen que estén en el volcan, pero no dicen que estén padeciendo allí.
- ↑ Véase: pg. 6 No. 13 y pg. 35 No. 17.
- ↑ Solamente una alusión al Wekufú encontramos en el libro III. cpt. IX donde narra un primer encuentro de los españoles con cierta tribú de indígenas y la impresión aterradora que recibieron éstos al ver las armas de aquellos y sus efectos, impresión que les hizo exclamar: „hullamos de estos pillanes,.... que desde lejos matan, y con un soplo ó guecubu invencible matan.“
- ↑ Traducción del italiano.
- ↑ Hay que advertir que las pláticas antiguas han de usarse con discreción para que p. e. no se caiga en el desatino de que se diga á los indígenas que el diablo fué echado del infierno, queriendo decir todo lo contrario: que fué arrojado al infierno.
- ↑ pag. 42
- ↑ pg. 107, 14.
- ↑ pg. 37. No. 21.
- ↑ Es un error. Nughmapu no significa nada. Naghmapu sería la tierra de acá. La verdadera palabra es Ng'nemapun, usada aún hoy día en la subdelegación de Bajo Imperial.
- ↑ Véase pg. 245, nota 3.
- ↑ Concedemos que algunos dichos de ellos hacen suponer lo contrario. Un ejemplo se encuentra en el famoso libro del Dr. Lenz, Estudios Araucanos. En la primera pieza de lectura cuenta Domingo Quintuprai su viaje al país de los manzanos. Allí dice un cacique en una arenga, dirigida á sus nobles y mocetones, con la cual dió comienzo á una solemne borrachera: „...solo gobernará el padre Dios, gobernará el Huecufú, los dueños de la tierra; no está abandonada, en toda la tierra está el padre Dios y asimismo el Huecufú.“
Mas este dicho lo hizo el cacique en un arranque de insolencia que produjo en él la naturaleza de la fiesta y la sonriente esperanza de hacer una enorme ganancia con la venta del licor diábolico. No quiso adorar, sino blasfemar, como diciendo á sus amigos y mocetones: Tomad, emborrachaos, y no hagáis caso ni de Dios ni del diablo. Por tanto su dicho no altera nuestras ideas expuestas.
- ↑ Tomo I, pg. 228.
- ↑ Tomo IV. fascículo 2.
- ↑ ser supremo.
- ↑ Véase el capítulo siguiente.
- ↑ Véase pg. 240 del apéndice.
- ↑ Véanse nuestros textos pg. 4.
- ↑ pg. 265.
- ↑ Debería decirse: Yapepüllimn.
- ↑ pülli el suelo, de ahí yapepüllin.
- ↑ pg. 88.
- ↑ del diluvio.
- ↑ Este es un evolucionismo retrógrado, pero para nosotros más probable que el de los actuales evolucionistas.
- ↑ Esto sí que da valiosas luces para las teorías de Haekl y sus secuaces.
- ↑ Febrés: mùñumn, restituir, devolver.