Los niños (Longfellow, Caro tr.)
VIII
LOS NIÑOS
Venid, buenos amiguitos;
Cuando escucho vuestros gritos,
Cuando miro vuestro juego,
Mis pesares huyen luégo.
Pues me abrís gentil ventana,
Y á la luz de la mañana
Miro el agua cristalina
Y la inquieta golondrina.
Vuestras almas inocentes
Tienen pájaros y fuentes;
Vuestros libres pensamientos
Son cual ondas, son cual vientos.
En vosotros todo es canto,
Todo es luz; gozad, entanto
Que mi helado invierno empieza;
Ya es de nieve mi cabeza.
Sin vosotros, pequeñuelos
Mensajeros de los cielos,
¿Cuán estéril, cuán sombría
La existencia no sería?
Sois cual hojas que al anciano
Bosque dan verdor lozano,
Y en los aires se remecen,
Beben luz, y resplandecen.
Venid, niños bendecidos;
Quedo, quedo en mis oídos
Susurrad lo que süaves
Os contaron brisas y aves.
Vuestra atmósfera supera
A la misma primavera
De los campos, con sus flores
Y sus blandos ruiseñores.
Con vosotros comparadas
Poco valen las baladas,
Las poéticas leyendas,
Las ficciones estupendas.
Que la historia es sombra incierta,
Y los libros letra muerta;
Vuestra candida alegría
Es viviente poesía.