Napoleón II

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Traducciones poéticas (1889)
traducción de Miguel Antonio Caro
Napoleón II de Víctor Hugo
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XIV

NAPOLEÓN II


(V. HUGO)


¡Mil ochocientos once!
¡Oh tiempo en que los pueblos prosternados
Ante el cerrado porvenir de bronce,
Con estupor profundo
Esperaban que el brazo del Eterno
El grande arcano revelase al mundo!
Sobre su basa secular sentados
Temblaban los Estados;
¡Y el Luvre allí, como Sinái moderno!

Y como el cuello inclina
El caballo, si el amo se avecina,
Sumisas murmuraban las ciudades:
"Algo se anuncia que á la tierra asombre.
¿Qué será lo que Dios depara á ese hombre,
Señor de las terrenas potestades,
Que ha cifrado en su nombre
El destino del orbe y las edades?"

Rásgase de repente,
Cuando así susurraban las naciones,
La nube densa de terror preñada,
Y descubrió lo que su seno encierra.
Con regio orgullo y paternal cariño
César levanta un niño;
Saluda á un niño la asombrada tierra.

A cuyos vagidos débiles,
En el palacio de Inválidos,
Bajo las doradas bóvedas
Tiemblan los cautivos lábaros,
Como se agita mies trémula
Batida por vientos rápidos;
Y cien cañones terríficos
Hacen resonar los ámbitos.

¡Ved á Napoleón! ¡Cuán satisfecho,
Inflada la nariz, tiende arrogantes
Sus brazos, no cual antes
Cruzados sobre el pecho!
¡Cómo en alto sostiene

El vástago imperial, que al mundo viene
Y en los rayos envuelto reverbera
Que flava arroja en pupila fiera!
Miran al sucesor de cien coronas,
Pueblos y reyes, y lejanas zonas;
Y, cual sentada el águila en su roca,
César armipotente
Señoreando el ámbito vacío,
Clama tremendo en su arrogancia loca:
"¡El porvenir, el porvenir es mío!"

¡No! ni vuéstro ni de nadie;
¡Os equivocáis, señor!
¡En la hora de la justicia
La esperanza os dirá adiós!
Las conquistas de la espada
Los triunfos de la ambición,
Toda humana prepotencia,
Todo terreno esplendor,
Cual aves de paso vuelan,
Hoy llegan y parten hoy;
Y atrevidos pensamientos
Humo y polvo y nada son.
¡El porvenir está oscuro;
Es el secreto de Dios!

¡Mañana! ¿Y quién dirá lo que profundo
Reserva el seno de la henchida copa?
¿Quién penetró el abismo tremebundo
Que con sus nieblas la distancia arropa?

Podéis avasallar, señor del mundo,
El Asia infiel y la cristiana Europa ;
Mas no podrán ejércitos ni naves
Quitar á Dios del porvenir las llaves.