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El cinco de Mayo

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XV

EL CINCO DE MAYO



¡Murió! Cual sin el ánimo
Grande que le ha regido,
Su cuerpo inmóvil quédase
Dado el postrer latido,
Así la tierra, atónita
Con la noticia está.
Piensa en las horas últimas
Del adalid, y calla
Dudando que en el hórrido
Polvo de la batalla
Otro varón tan ínclito
La huella estampe ya.

Enmudecí yo viéndole
En trono refulgente:

Cayó, se alzó, y postráronle
Luégo alternadamente,
Y al clamoroso estrépito
Nunca me quise unir.
Virgen de panegírico
Y ultraje vergonzoso
Mi voz hoy, que de súbito
Se oculta el astro hermoso,
Rompe, y quizá mi cántico
Eterno ha de vivir.

Del Alpe á las Pirámides
Del Tajo al Rin, primero
El rayo que el relámpago
Lanzaba aquel guerrero,
Terror de Scila y Tanäis
Y de uno y de otro mar.
¿Esto fué gloria? Dígalo
Futura edad; la nuéstra
Humíllese al Altísimo
Porque tan larga muestra
De su creador espíritu
Quiso en el hombre dar.

El zozobroso júbilo
Que un gran designio cría,
Los indomables ímpetus
De quien reinar ansía,
Y obtiene lo que fuérale
Vedado imaginar —

Todo lo tuvo: obstáculos
Grandes y grande gloria,
Y proscripción y alcázares,
La fuga y la victoria;
So vió dos veces ídolo,
Y dos rodó su altar.

Guerra de muerte hacíanse
Dos siglos cuando vino,
Y á él se volvieron dóciles
Como á poder divino;
Silencio impuso, y árbitro
Sentóse entre los dos.
Y de honda envidia y lástima
Objeto en su caída,
De ocio en angosto límite
Se consumió su vida,
Odio y amor llevándose
Desenfrenado en pos.

Envuelve y hunde al náufrago
Ola que alzándole antes
Dejaba que en el piélago
Con ojos anhelantes
Buscara en vano el mísero
Tierra distante de él;
Tal su memoria al héroe
Le hundía en un abismo;
Mil veces ¡ay! propúsose

Trazar su historia él mismo,
Y mil su mano lánguida
Cayó sobre el papel.

Y mil y mil al tétrico
Fin de enojoso día,
Bajas las ígneas órbitas,
Al pecho recogía
Los brazos, recordándose
Su prístino poder,
Y al par las tiendas bélicas
Y valles resonantes.
Los brutos ligerísimos
Y aceros centellantes,
Y aquel mandar despótico
Y el pronto obedecer.

¡Ay! á tamaña pérdida,
Quizá de aliento falto
Desesperó;—mas próvida
Mano acudió de lo alto
Y á respirar vivíficas
Auras se le llevó—
Donde entre flores tránsito
Da fácil la esperanza
Al campo en que magnífico
Premio el mortal alcanza,
Y noche muda tórnase
La gloria que pasó.


Bella, inmortal, benéfica
Fe, por doquier triunfante,
¡De un nuevo lauro alégrate!
Cerviz más arrogante
Al deshonor del Gólgota
Jamás se doblegó.
Aleja tú del féretro
La detracción sañuda;
Dios que alza y postra rígido,
Y aflige y presta ayuda,
Yeló ese lecho fúnebre
Y el alma recibió.

J. E. Hartzenbusch.