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Vida y escritos del Dr. José Rizal/Sexta época, I

De Wikisource, la biblioteca libre.
Vida y escritos del Dr. José Rizal: Edición Ilustrada con Fotograbados (1907)
de Wenceslao Retana
Sexta época, I
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

SEXTA ÉPOCA




(1896)


I


Cuando menos lo esperaba, Rizal recibió la noticia de que estaba autorizado para pasar á Cuba. Apenas lo supo, abandonólo todo, en veinticuatro horas, y con su familia y Josefina se trasladó á Manila, en el vapor España. Debió de salir de Dapitan el 1.º de Agosto, á lo sumo el 2 (porque tocó en Iloilo el día 4), y llegar á la capital del Archipiélago entre el 5 y el 6 del citado mes. El 5 había zarpado de Manila para Barcelona el Isla de Luzón: de suerte que si Rizal logra ponerse en Manila dos días antes, hubiera salido inmediatamente para la Península. Tenía, pues, que esperar hasta el correo inmediato, cuya salida estaba anunciada para el 3 de Septiembre. Y ese día, en efecto, á bordo del Isla de Panay, salió para Barcelona. Poco antes de llegar al término de su viaje, Rizal escribió al Prof. Blumentritt:

«Sr. D. F. Blumentritt.

»Á bordo del Isla de Panay. Mediterráneo, 28 Setiembre 1896.

»Mi muy querido amigo: Un pasajero acaba de darme una noticia que apenas puedo creer y que, de ser cierta, acabaría con el prestigio de las Autoridades de Filipinas.

»Te acordarás que el año pasado me notificaste que en Cuba faltaban médicos; que muchos soldados morían sin asistencia médica. Yo al instante me presenté á las Autoridades solicitando servir de médico provisional mientras durase la campaña. Pasaron meses y meses, y en vista de que no recibía contestación, me puse á construir casas de tabla y un hospital para enfermos, y así ganarme la vida en Dapitan.

»En esto, el 30 de Julio recibí una carta del Gobernador general concebida en estos términos:

«El Gobernador general de Filipinas. —Manila 1.º de Julio de 1896. —Sr. D. José Rizal.

»Muy señor mío y de mi consideración: He manifestado al Gobierno los deseos de usted, y accediendo á ellos, no tiene inconveniente en que vaya usted á Cuba á prestar sus servicios á nuestro Ejército, como médico agregado al cuerpo de Sanidad Militar.

»Por tanto, si continúa usted con su idea, el Comandante político-militar de esa le expedirá á usted pase para que pueda venir á esta capital, donde á mi vez le pasaportaré para la Península, donde el Ministro de la Guerra le destinará al Ejército de operaciones de Cuba, agregado al cuerpo de Sanidad Militar.

»Con esta fecha escribo sobre el particular á ese Sr. Comandante P. M., y podrá usted emprender el viaje desde luego.

»Ha tenido una satisfacción en poder complacer á usted su afectísimo atento servidor, q. s. m. b., —Ramón Blanco

»Esta carta trastornó mis planes, pues ya no pensaba irme á Cuba, en vista de que habían pasado más de seis meses desde mi solicitud; pero temiendo pudieran atribuirlo á otra cosa si ahora me negaba á ir, decidí abandonar todo, é irme en seguida. Fuíme, pues, á Manila con toda mi familia, dejando todos mis negocios. Desgraciadamente no alcancé el vapor correo para España, y temiendo yo que mi estancia en Manila por un mes me proporcionase disgustos, hice que manifestaran al General, mientras esperaba á bordo, el deseo que tenía de aislarme de todo el mundo, menos de mi familia. Sea que obedeciera á esto, ó sea por otra cosa, el General me envió á bordo del crucero Castilla, donde permanecí incomunicado, menos con mi familia.

»En este intervalo de tiempo suceden los graves trastornos en Manila[1], trastornos que lamento, pero que sirven para demostrar que yo no soy el que creen que revuelve las cosas, como se ve en las dos cartas de recomendación que el General me ha dado para los Ministros de la Guerra y de Ultramar, escritas de su puño y letra; así como la que me escribió acompañándolas. Ésta dice así:

«El General en Jefe del Ejército de Filipinas. —Señor Don José Rizal.

»Muy señor mío: Adjuntas remito á usted dos cartas para los Ministros de Guerra y Ultramar, que creo serán bien recibidas.

»Yo no dudo de que me dejará usted airoso ante el Gobierno con su futuro comportamiento, no sólo por la palabra empeñada, sino porque los actuales acontecimientos habrán demostrado á usted palpablemente que ciertos procedimientos, producto de ideas desatinadas, no dan otro resultado que odios, ruinas, lágrimas y sangre.

»Que sea usted muy feliz le desea su atento s. s. q. b. s. m., —Ramón Blanco.

»Manila, 30 de Agosto» [1896].

»El texto de las dos cartas de recomendación es la misma (sic), y solamente copiaré aquí una:

«El Capitán General de Filipinas. —Particular. —Manila, 30 de Agosto de 1896. —Excmo. Sr. D. Marcelo de Azcárraga.

»Mi apreciable General y distinguido amigo: Recomiendo á usted con verdadero interés al Dr. D. José Rizal, que marcha á la Península á disposición del Gobierno, siempre deseoso de prestar sus servicios como médico en el Ejército de Cuba.

»Su comportamiento durante los cuatro años que ha permanecido en Dapitan ha sido ejemplar; y es, á mi juicio, tanto más digno de perdón y benevolencia, cuanto que no resulta en manera alguna complicado en la intentona que estos días lamentamos, ni en conspiración ni en Sociedad secreta ninguna de las que la venían tramando.

»Con este motivo tengo el gusto de repetirme de usted con la más distinguida consideración afectísimo amigo y compañero q. b. s. m., Ramón Blanco

»La recomendación para el Sr. Ministro de Ultramar es idéntica.

»Con estas cartas salí de Manila el 3 de este mes, confiado en que iría á Cuba á conquistar nombre y deshacer calumnias. Ahora me dicen que no voy allí. ¡Esto no lo puedo creer, pues sería la mayor injusticia y la infamia más abominable, indigna, no de un militar, sino del…![2]. Yo me he ofrecido como médico, arriesgando la vida en los azares de la guerra y dejando todos mis negocios: soy inocente, y no tengo participación ninguna en los alborotos, y lo puedo jurar, ¡¡y ahora en pago me envían á presidio!!

»No lo puedo creer: España no pueda portarse tan infamemente; pero así lo aseguran á bordo.

»Te comunico estas noticias para que juzgues de mi situación.

»Tuyo, —José Rizal»[3].

Pero ¿qué había pasado durante los veintiséis ó veintisiete días que Rizal permaneció en la bahía de Manila, en un buque de guerra, aislado de todo el mundo, salvas las contadas personas de su familia que fueron á verle alguna que otra vez? Ya queda dicho (en la nota 434): ¡estalló el Katipunan!… De los comprometidos, unos, como el médico D. Pio Valenzuela, se presentaron á indulto; otros, muchísimos, fueron aprehendidos. Instruyóse un gran proceso[4], del que fué Juez especial el coronel de infantería D. Francisco Olive, el mismo á quien vimos en Calamba en 1891, y resultando Rizal encartado, pues que su nombre había salido á relucir en varios documentos y declaraciones, Olive reclamó á Rizal, que se hallaba ya cerca de España, y Blanco, por consiguiente, vióse obligado á telegrafiar al Capitán general de Barcelona encareciéndole que lo retuviera y lo reembarcara cuanto antes, á fin de que en Manila pudiese responder á los cargos que se deducían del proceso. La noticia de que quedaba detenido, é incomunicado en su camorete, diéronsela á Rizal á poco de haber salido el buque de Port-Said[5]. Llegó Rizal á Barcelona (el día 3 de Octubre), y del buque en que iba fué trasladado al odioso Montjuich. Era Capitán general de Cataluña Despujol, y otra vez Rizal, al cabo de cuatro años, veíase ante el mismo General que el 7 de Julio de 1892 le había deportado á Mindanao, colmándole de ignominia. En Montjuich, Rizal y Despujol hablaron largo y tendido. ¿Qué podía decir aquél á éste? No lo sabemos; pero acaso no vayamos descaminados resumiéndolo en muy pocas palabras: «Soy un escogido de la Fatalidad. ¿Se quiere mi vida? ¡Tanto monta!… ¡Á darla iba en Cuba por España!» — Reembarcado en el primer correo, Rizal salió el día 6, á bordo del Colón, que fondeó en Manila el 3 del siguiente mes (Noviembre).

Pero antes de que le veamos en Manila, preso en la fuerza de Santiago, no estará de sobra que consignemos algunos detalles por demás curiosos. Hé aquí las sentidas cartas que, la víspera de su salida de Manila, escribió Rizal á su familia[6]:

«A bordo del crucero Castilla, 2 de Septiembre 1896.

»Sra. D.ª Teodora Alonso.

»Mi amadísima madre: Como se lo prometí, le dirijo unas cuantas líneas antes de marcharme, para enterarles del estado de mi salud.

»Estoy bien de ella, á Dios gracias; sólo me preocupa cómo lo pasarán Vs. ó lo habrán pasado, estos días de trastorno é inquietud. Dios quiera que mi anciano padre no haya tenido ninguna desazón.

»Yo les escribiré desde algunos puntos donde hace escala el vapor correo: cuento estar en Madrid, ó al menos en Barcelona, á fines de este mes. No se acuerden de nada: estamos todos en las manos de la Divina Providencia. No todos los que van á Cuba se mueren, y al fin uno se ha de morir: siquiera que muera haciendo algún bien.

»Cuídese V. mucho y cuide á mi anciano padre, para que nos volvamos á ver otra vez. Muchos recuerdos á mi hermano, hermanas, sobrinos y sobrinas, tías, etc. Salgo tranquilo, confiado en que mientras Vs. vivan la familia estará unida y reinará en ella la antigua cordialidad. Ustedes son el lazo que nos une á todos.

»El Excmo. Sr. Cpn. Gral. se ha portado conmigo muy bien: voy á demostrarle, si Dios me da tiempo y salud, que sé corresponder.

»Sin más, mi amadísima madre, bésole á V. la mano y á mi padre, con todo el afecto y el cariño de que mi corazón es capaz: denme su bendición, que bien la necesito. Un cariñoso abrazo á cada una de mis hermanas: que se amen unas á otras como yo las amo á todas.

»Su hijo, —José

(Sin fecha, y algo deteriorada.) [En bahia, 2 Septiembre 1896.]

…«hermanas: les recomiendo cuiden, …van y amen á nuestros padres, como ellas quisieran que las cuidasen, sirviesen y amasen después sus hijos, cuando estén en la ancianidad. Que vivan unidas, y se perdonen unas á otras asperezas y defectillos —espinas naturales de la vida,— porque es un disgusto para los padres el ver que sus hijos no viven en harmonía. Después, cuando nuestros padres estén muertos, los echaremos muy de menos, y sentiremos no haberles servido mientras vivían.

»Á mis cuñados les doy tantas gracias por la amistad que siempre me han dispensado: me han querido como á hermano; no puedo quererles de otra manera.

»Á mis sobrinos y sobrina, que estudien, sean buenos, obedientes á sus padres, abuelos y tías.

«Á mis chicos, que sigan portándose bien, que á sus… sabré cuidarme de ellos otra vez… vuelvo; eso Dios lo dispondrá; no han perdido nada: siempre es bueno haberse portado bien. —José Rizal.

»Á Teodosio: que siga siendo buen chico, estudioso, trabajador y obediente.

»Á Tanís: que no trate de tener lo mejor para sí; que trate de hacer lo mejor para los otros.

A Morís: que sea siempre bueno, obediente.»

¿No es verdad que más que cartas de despedida parecen disposiciones testamentarias? Rizal, sin embargo, iba tranquilo, limpia la conciencia, y de ello se tiene la mejor prueba en lo acaecido cuando, á los seis días de navegación, tocó el Isla de Panay en Singapore. Rizal bajó á tierra; tuvo sus dudas… Quedándose en Singapore se aseguraba la libertad absoluta, como se la aseguró D. Pedro Roxas, compañero de viaje de Rizal. Pero éste, en un arranque muy suyo, acabó por exclamar: —«¡No! ¡Prófugo, no! ¡Me declararían cómplice del levantamiento!»… Y en los demás puntos de escala, Rizal, aunque continuaba viéndose libre de las garras españolas, volvía siempre al Isla de Panay bien seguro de que no era cómplice de la revolución que en Manila había estallado poco antes[7]

Conocida en Europa la noticia de que había sido conducido al Montjuich y que regresaba inmediatamente á Manila en concepto de reo político, sus admiradores se agitaron en seguida, y trataron de impedir que Rizal hollara de nuevo la tierra filipina. El día 27 de Octubre, estando para llegar á Singapore el vapor Colón, Mr. Charles Burton Buckley, «Abogado y Procurador del Tribunal Supremo de los Establecimientos de los Estrechos, con ejercicio en el de Singapore», prestó juramento y dijo[8]: Que una persona á quien conocía, pero á quien convenía reservar su nombre, había recibido, y entregado al declarante, dos telegramas, procedentes de Londres, que amplificados, para mayor claridad, por el Letrado, decían:

El 1.º— «Rizal vuelve como prisionero [á bordo del vapor] Colón [que] llegará ahí (Singapore) en breve. [Él] tiene carta [de] Blanco (el Gobernador general de las Filipinas) negando cargos contra él. La Constitución española prohibe detención sin orden de Juez. Colón [cuando] se halle fondeado en territorio inglés, ley inglesa autoriza á cualquiera [á] pedir libertad [de] Rizal. Instruya Solicitor (Procurador) diciéndole [que] Sir Edward Clarke, ex Solicitor general, habiendo sido consultado, aconseja [una] demanda para [un escrito de] Hábeas Corpus. Haga affidávit exponiendo detención en buque negando sentencia judicial. Sobre la base de la urgencia escrito de demanda absoluta en primera instancia devolvible inmediatamente en servicio. Dirija escrito capitán Ugarte y á todos los [oficiales] ú oficial sobrecargo del Colón y sirva inmediatamente de arribado el buque. Caso de León XIII ahí [en Singapore, en 1882] completamente apoya demanda [y] forma y evacuación de escrito. Fondos facilitados por Chartered [Bank] telegrafíe Valdés, Londres.»

El 2.º— «Dirija escrito Capitán y Oficial sobrecargo del Colón. Dé cuenta al Cónsul después de la arribada.»

Y añade el letrado exponente, Mr. Buckley:

«Por los ya expresados telegramas, tengo motivos para creer y hacer creer que el citado Rizal se halla detenido ilegalmente bajo partida de registro á bordo del vapor Colón, y que no está detenido por sentencia ú orden de Autoridad judicial.» […] «El expresado vapor Colón está ahora de viaje de España á Manila, y se espera llegue al puerto de Singapore el día 29 del corriente mes de Octubre. Es de esperar zarpe de este puerto casi inmediatamente, pues sólo tiene que hacer carbón y puede hallarse dispuesto á levar anclas en cualquier momento. — Hago este affidávit por no conocer á persona alguna que quiera intervenir en este asunto en favor del citado Rizal haciendo el necesario affidávit, á causa del estado actual de alteraciones políticas en Filipinas. Aquellas personas de quienes me consta que son súbditos españoles ó se hallan en relaciones mercantiles con Manila no quieren prestar ayuda en este asunto por temor á desagradables consecuencias para ellas ó para aquellas que, residiendo en Manila, mantienen relaciones mercantiles con ellas. —(Firmado:) C. B. Buckley. —Jurado en Singapore, hoy 28 de Octubre de 1896. Ante mí (firmado): C. E. Velge, Comisionado para recibir juramentos.»

En el mismo día y en el mismo Tribunal Supremo presentóse el escrito siguiente:

«Mr. Fort, Abogado de José Rizal, solicita del Honorable Tribunal, por las razones expuestas en el affidávit de Charles Burton Buckley, jurado y registrado hoy en este Honorable Tribunal, dicte un escrito de Hábeas Corpus ordenando al Capitán y Oficial sobrecargo del vapor Colón presenten la persona de José Rizal, con el nombre con que se le llame, en la actualidad ilegalmente detenido y, según se dice, entregado á su custodia, ante los Jueces de este Honorable Tribunal en plazo tan breve como este Tribunal pueda disponer. —Fechado en Singapore, hoy 28 de Octubre de 1896. —(Firman:) Rodyk y Davidson, Solicitadores de José Rizal

Fué resuelto este negocio al día siguiente; no puede ser más sobrio el razonamiento de la negativa:

«José Rizal es súbdito español; se halla detenido á bordo de un buque español, y lo está por orden del Gobierno español, como á mi juicio se infiere del affidávit presentado ante mí. Con tal exposición de hechos, no me hallaría en condiciones de intervenir aun cuando el buque fuese un buque mercante como el León XIII en el caso citado en apoyo de la demanda. Mas es evidente que el Colón es un transporte español que conduce tropas españolas desde España á Manila. Así se describe en el diario Straits Times de ayer. La demanda no se halla redactada en forma que contradiga ese aserto en el affidávit, y yo tengo motivos justificados para considerarlo como exacto. — El Colón está, pues, en la situación de un buque de guerra de un Estado extranjero, y sólo atendiendo á tal razón tendría que denegar esta demanda. —(Firmado): Lionel Cox, C. J. —29 Octubre de 1896.»

El asunto continuó discutiéndose; pero el vapor-correo Colón salió de Singapore llevándose á Rizal. Cuantos esfuerzos hicieron sus amigos, pero señaladamente D. Antonio María Regidor, abogado residente en Londres, fueron inútiles. El Colón fondeó en Manila el día 3 de Noviembre, y Rizal, desde el buque, fué conducido, en calidad de preso, á la fuerza de Santiago. Tenía que responder de las acusaciones que contra él habían formulado sus paisanos.


  1. El Katipunan, á pesar de la negativa de Rizal, decidió dar el golpe á fines de Septiembre de 1896. Pero un operario de la imprenta del Diario de Manila llamado Teodoro Patiño, tagalo, denunció á Fr. Mariano Gil, agustino, cura párroco de Tondo (arrabal de Manila), que en los talleres del mencionado periódico se estampaban secretamente los recibos de aquella Asociación, y el buen fraile, dándose cuanta prisa pudo, presentóse (el 19 de Agosto) en las oficinas del Diario, regentadas por españoles, y avisando de lo que allí se hacia, sin que los españoles tuvieran de ello la menor sospecha, procedió á verificar una investigación que dió por resultado el descubrimiento de la piedra litográfica que servía para la estampación de dichos recibos. Los del Katipunan, viéndose descubiertos, y, lo que era peor, descubiertos por un fraile, cifra y compendio de todos los odios de los indígenas radicales, precipitaron el movimiento, y antes de dar impunemente la vida, optaron por venderla cara, lanzándose al campo, capitaneados por Bonifacio. Entonces el pánico se apoderó de los españoles. Creían ver en cada filipino un katipunero, y el odio á la raza estalló en términos los más inconcebibles, estimulados aquéllos por los frailes, que hicieron valer una vez más cómo eran ellos los genuinos salvadores de España en Filipinas. Y operóse inmediatamente una reacción en la opinión; los muchos españoles que no querian al fraile, que renegaban del fraile, cambiaron de criterio en veinticuatro horas, para ver en el fraile «el centinela avanzado de los intereses de la Madre patria», tópico estereotipado por los propios frailes. Y como apreciar á éstos valía tanto como despreciar á los hijos del país, mayormente á los que habían dado muestras de poseer algún sentido político, dicho se está que al descubrimiento verificado por Fr. Gil siguió una explosión de entusiasmo de los peninsulares hacia los frailes, los cuales aprovecharon hábilmente tales circunstancias para deslindar los campos, ó sea para ¡deslindar las razas! Rizal, naturalmente, no tuvo en absoluto nada que ver con el estallido del Katipunan. Pero estaba en bahía, siquiera fuese incomunicado en un buque de guerra; y á pesar de que no había pisado la tierra de Luzón desde hacía cuatro años, y de que debía de saberse que regresaba de Mindanao para embarcar inmediatamente para Cuba, adonde iba en calidad de médico voluntario, la opinión española, dirigida en aquellos momentos por los frailes y sus allegados, se fijó en él, y, quieras que no, juzgóle el jefe del movimiento; a pesar de lo cual, Blanco, que creía en la irresponsabilidad de aquél, no sólo le dejó que se marchase, sino que le dió las expresivas cartas que quedan transcritas en el texto.
  2. Suprimo aquí la palabra ofensiva escrita por Rizal, por creer erróneamente que el general Blanco le había engañado. —Nota del profesor F. Blumentritt.
  3. Rizal mandó dos ejemplares de esta misma carta á Blumentritt, uno escrito con tinta y otro con lápiz. Blumentritt, andando el tiempo, remitió copia á Manila, al director de La Independencia, y dicha copia fué publicada en el citado diario, núm. del 2 Enero 1899. Después lo fué en el Homenaje á Rizal. — Por cierto que Blumentritt dice: «Parece que un pasajero escribió las señas del sobre de la una (copia), pues no es de puño de Rizal.» — De lo que inferimos que alguien abrió el sobre, rompiéndolo, y le puso uno nuevo que, naturalmente, no podía ir de letra de Rizal.
  4. Muchas de las declaraciones de ese gran proceso fueron publicadas por el que esto escribe, bajo el titulo: Documentos políticos de actualidad, en el tomo iii del Archivo del Bibliófilo Filipino; Madrid, 1897.
  5. D. Juan Utor y Fernández, español, en un sentido artículo que dedica á la memoria de Rizal, publicado en El Grito del Pueblo, de Manila, número del 30 de Diciembre de 1906, recuerda que fué uno de los compañeros de viaje de Rizal, á quien trató desde los primeros días; no tardaron en simpatizar y en hacerse mutuas confidencias.— «Identificados en creencias religiosas (escribe Utor), en opiniones políticas, en ideas sociológicas, discurríamos noches enteras sobre males sin cuento… Así pasábamos muchas horas —¡solos!— en la toldilla del Panay, en donde adquirí el convencimiento profundísimo de que José Rizal quería para Filipinas lo que yo deseaba para España, la mayor suma de bienes.» […] «En nubosa tarde del 27 de Septiembre entrábamos en el mar Mediterráneo después de abandonar la bahía de Port-Said, donde se recibió la orden de prenderle é incomunicarle en su camarote. — Por encargo del Capitán, hube de darle cuenta de la fatal noticia. — ¡Lloró en mis brazos!…»
    Don Juan Utor y Fernández, viejo ya, tuvo una época en que gozó de cierta notoriedad, como uno de los más calificados amigos de Prim, de Castelar, de Ruiz Zorrilla y otros prohombres de la Revolución y de la República. Más tarde pasó á Filipinas con un modesto destino. Volvió á España, con Rizal, y al cabo tornó al Archipiélago magallánico, donde continúa. Los filipinos le profesan gran cariño.
  6. Según copias remitidas por el Sr. Epifanio de los Santos.
  7. Firmada por D. Federico Brú, amigo del general Polavieja, publicó La Publicidad, de Barcelona, una curiosa carta que fué reproducida por El Heraldo Militar y el Diario de la Marina, ambos de Madrid. De la transcripción que hace este último, en su número de 4 de Enero de 1907, reproducimos los siguientes párrafos:
    «Estalló la insurrección filipina en Agosto de 1896, y el 3 de Septiembre inmediato me embarqué en Manila para Barcelona. En el mismo barco [Isla de Panay] lo hicieron con igual destino Rizal y D. Pedro Rojas, el indio opulento, tachado, de largos años atrás, por la opinión de «el primer filibustero filipino», muy bizarra y muy noblemente por cierto defendido después en el Congreso por Romero Robledo. [Y rehabilitado en absoluto, en los términos más favorables, por los Tribunales de Justicia de Filipinas. Conste así, por si no lo sabia el Sr. Brú.]
    »Me apercibí de la presencia de Rizal en el barco por el vacío que hizo en su derredor el despego de los pasajeros, y atravesando el fuego graneado de insultos contra él asestados, y acaso yo mismo contuso de la nota de Quijote que me descerrajara algún patriota, pude llegar á Rizal, le tendí la mano, aceptó mi amistad y estoy hoy muy satisfecho de haber endulzado en lo posible la amargura de su alma, torturada por terribles presentimientos. Intimamos; nos hicimos inseparables; se franqueó. Leí dos cartas de recomendación firmadas por Blanco y dirigidas á los Ministros de Ultramar y de la Guerra. Eran idénticas y decían:
    »…«Recomiendo á usted con el mayor interés á mi amigo el Dr. Rizal, contra el cual nada aparece en la presente insurrección y que desea pasar á Cuba á ejercer su profesión en los hospitales de sangre», etc.
    »Arribamos á Singapore; echamos pie á tierra y Rizal me dijo que Pedro Rojas, desembarcado también y libre de toda jurisdicción española, temeroso de algún «contratiempo» en España, no volvía al barco: se quedaba en la colonia [de Singapore]. Y el desgraciado añadió:
    »—Yo debiera hacer lo mismo. No sé por qué no me inspiran gran confianza estas cartas. [¡Pues no había dicho á su madre, siete días antes, que el General se había portado con él «muy bien»?] ¿Qué concepto tiene usted de Blanco?
    »—Que es un perfecto caballero, le repuse.
    »—Yo debiera quedarme con Rojas. ¿Qué me aconseja usted?
    »—No me atrevo, Rizal. Consúltelo usted con su conciencia.
    »—¡No!, prorrumpió con toda energia, después de pensarlo algunos instantes. ¡No! Prófugo, no. Me declararían cómplice del levantamiento. A Roma por todo. Blanco me salvará en todo caso.
    »Y dominando su congoja, Rizal volvió al barco.
    »Y cada vez que desembarcábamos en las sucesivas escalas, se repetía la escena de dudas y zozobras. ¡Pobre Rizal
    Tales zozobras no significaban más sino que Rizal conocía perfectamente su país. Mas por lo mismo que su conciencia no le argüía de complicidad, volvía siempre al barco, con lo que acredito que no era el filibustero por que le tomaban —¡á pesar de tales pruebas!— casi todos sus compañeros de pasaje. Pero, ¡señor!, si era filibustero y se veía libre de la jurisdicción española, ¿por qué Rizal no se quedaba en una colonia inglesa, de las varias en que hizo escala el buque?… Por lo demás, no debió de ser tanto el vacío que á Rizal hicieron los españoles: véase lo escrito por D. Juan Utor, reproducido en la nota 437.
  8. Datos tomados de la Biography of Dr. José Rizal, de Blumentritt (véase la nota 22), traducida al inglés, con adiciones, por H. W. Bray: Singapore, 1898. En esas adiciones figuran los documentos que en el texto se extractan, de la traducción castellana, inédita, hecha por encargo del que esto escribe por D. Fernando Fernández Celbeti, de Madrid.