El general Don Pedro Santana y la anexión de Santo Domingo a España/03

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III[editar]

Entramos en el examen minucioso del folleto encabezado con las siguientes palabras: "Según lo habíamos presagiado en otras ocasiones, Santana ha vendido la Patria de los Dominicanos y se prepara a adornarse con sus despojos." A este principio hace seguir el autor un obligado de Roma y Nerón y añade: "Al escribir este opúsculo se nos ocurre preguntar, ¿será estéril nuestro trabajo? ¿Habremos hablado tarde? ..... ¡Quién podría respondernos en momentos tan aciagos, a tales cuestiones! solo Dios...."

No, la prensa del mundo habrá revelado ya al autor del opúsculo lo estéril de su desleal y antipatriótica tarea. ¡El general Santana ha vendido la patria! Oh! no se concibe que un dominicano profiera tamaña injuria contra ese hombre ilustre que tanto se ha desvelado por sustraerla a las amenazas y constantes ataques de sus implacables enemigos, por devolverla aquella vitalidad y pujanza, aquel vigor floreciente que no ha recobrado desde que la deslealtad de un hombre ingrato llevara a cabo su separación de la madre Patria. ¡Venta, traición llama el autor al mas generoso impulso del corazón humano, a uno de los acontecimientos mas grandes que nos ofrecerá en lo sucesivo la historia de los pueblos! El autor, pues, es altamente injusto en sus calificaciones, destinadas a producir el peor efecto entre personas de buena fe y de recto criterio. Como dudando, sin embargo, de la certeza de aquellas y a pesar de cierto asombro artístico digno de otro lugar, dice en la página 5ª: "En efecto, ¿qué persona, de cualquiera clase que sea, no vacilará en creer que un hombre sacado de la oscuridad por sus conciudadanos, que ha obtenido, mas bien por los caprichos de la fortuna que por méritos reales, los títulos de Libertador y General en jefe, que ha sido colmado de riquezas, y que entre los grandes honores que se lo han concedido el mayor es de una espada confiada a sus manos para la conservación de la independencia; qué persona, decimos, podrá creer que este personaje, siendo a la vez jefe del Estado, se atreva a vender su patria a una Nación extranjera?"

"Estamos seguros, añade, que la duda asaltará al ánimo mas avisado."

Esto mismo creemos nosotros y estamos de acuerdo con el folletista que exclama casi a continuación. "A nadie puede, ocurrírsele que un hombre repleto de oro y dignidades, para saciar su codicia y la de un número muy corto de partidarios, dé la muerte, si cabe esta frase, a la Patria que le sacó de la oscuridad." -Verdad que seria gran locura ni siquiera suponerlo, y esta idea que se vuelve precisamente contra la anterior acusación del folletista, trae con oportunidad a nuestra memoria el siguiente raciocinio empleado por los escolásticos cuando cojen en un renuncio a su adversario; tu dixisti?, ergo ita est: "tu lo has dicho, luego así será."

Por lo que hace a que sus conciudadanos sacaran de la oscuridad al general Santana, esto prueba su verdadero mérito, su mérito real. Lejos de ser un cargo, es mas bien un timbre de gloria digno de un grande hombre. ¿Qué hubieran sido Washington, Cincinati y el mismo Napoleón, sin el aprecio y apoyo de sus conciudadanos? Genios oscuros e ignorados tal vez hasta de sí mismos.

Parecía natural que, una vez expuestas las consideraciones transcritas, el autor se declarase francamente partidario de la verdad, puesto que parece declararse convicto y confeso: pero no, inconsecuente, y rencoroso redobla sus ataques con inusitado encono: vuelve a llamar gran traidor al representante de la unidad dominicana, y se conduele de no encontrar una palabra mas dura con que calificarle, sin comprender quizá que ese sistema de discusión confunde al escritor con el mas miserable criminal.