El general Don Pedro Santana y la anexión de Santo Domingo a España/12

De Wikisource, la biblioteca libre.


XII[editar]

Vamos a terminar nuestra tarea y lo haremos ora resumiendo, ora ampliando los puntos que hemos tocado en este opúsculo, al cual no atribuiremos otro mérito que el de la verdad. Siguiendo los impulsos de nuestra conciencia, celosos de la honra patria y amigos de dar a los hombres y a las cosas el lugar que les corresponde, sin dejarnos por otra parte arrastrar por el vértigo de las pasiones que introduce siempre la perturbación en las ideas, hemos creído colocar los sucesos en su verdadero punto de vista.

Hemos calificado la obra que combatimos, y rebatido, discutiendo, los errores que en él aparecen consignados, defendiendo al general Santana de las imputaciones calumniosas que Baez y el autor han inventado sin duda en sus momentos de despecho y de ocio. Hemos evitado, en fin, acumular citas importunas como hace el autor del libelo, convencidos de que donde pueden hablar la lógica, la sana razón y la verdad está demás la autoridad de nadie.

Dos citas, sin embargo, nos permitiremos hacer antes de concluir.

En ambas se halla la defensa de los dos objetos contra los cuales ha concentrado y acumulado sus ataques el autor del folleto; España y el general Santana.

He aquí el juicio que el mismo folletista emite respecto a la Nación española en las páginas 24, 25 y 27:

"No pueden negarse, -dice,- las simpatías que existen de parte de los dominicanos hacia la nación española: simpatías que provienen del origen, de la sangre, de las creencias, de las tradiciones. —De dónde salieron la mayor parte de nuestros progenitores? ¿de quien heredamos nuestras costumbres, y mas que todo la religión, esa religión cristiana, germen fecundo de la civilización? ¿Qué causas de odio, capaces de borrar aquellas simpatías, ha habido entre ambos pueblos? —NINGUNA; antes al contario, existen causas para que el amor y el respeto, que no se había alejado del suelo dominicano, fuese la vía eléctrica que le pusiera en relación con la península. Si, ese amor y ese respeto que existía en el corazón de cada hijo de la Española, fue mayor cuando vieron reconocer sus derechos, su soberanía e independencia por doña Isabel Segunda.


* * * * *

"Ningún hecho, ninguno que pudiera agriar el ánimo de los dominicanos contra los españoles ha pasado. En nuestro suelo no se vieron las legiones de Murillo ni de Bores y ni una sola gota de sangre se derramó al separarnos de la Metrópoli."

"¿Podrán borrarse los afectos no existiendo ningún agrario, y teniendo a la vista todos los días, a cada hora, a cada minuto los monumentos portentosos, obra de nuestros padres, señales de una civilización vigorosa? ¿Podrían olvidarse esos recuerdos de una edad de oro, narrados perpetuamente en las veladas del hogar doméstico?...." ¿No parece imposible que en una misma obra de cortas páginas se contradiga y ataque el autor a si mismo tan despiadadamente como acabamos de ver? Las aseveraciones del folletista creemos bastarán para la completa justificación de España en sus relaciones con los dominicanos.

Por lo que respecta al general Santana, he aquí el juicio emitido por D. José Ferrer de Couto en el final de su obra titulada, Reincorporación de Santo Domingo a España, breves consideraciones sobre este acontecimiento. [1]

"Con cuatro líneas mas, -dice el Sr. Couto,- voy a cerrar este opúsculo: frases del corazón que brotan por los ojos mas bien que por la pluma; emanaciones entusiastas de purísima gratitud que envían al mas grande de los heroísmos la mas cumplida enhorabuena."

"Salud ilustre anciano, generoso patricio, invicto general, libertador dos veces. Sereno en el peligro, fuerte en la lucha, generoso en el triunfo y grande en el desprendimiento. Aquí se conocen también una a una todas las paginas de vuestra brillante historia, y por ella os contemplamos subiendo hasta la cumbre de la soberanía, en esa tierra que os vio nacer y que os adora porque la librasteis de un ominoso yugo, y os vemos después bajar hasta la humilde condición de súbdito, por vuestra propia voluntad, en el último tercio de la vida, para que la patria se regenere. ¡Oh! tanta generosidad cuando el egoísmo tiene mas fuerza, mayor iniciativa en el corazón humano, es digna solamente de un HOMBRE GRANDE, y vos lo sois sin duda, y así se os llamará por las generaciones venideras."

Estas palabras, emanadas de un escritor que acaso no conoce al general Santana mas que por sus hechos, por su reputación inmensa y justa, llevan el sello de la mas estricta imparcialidad.

Puesta en su lugar la honra de España y la del General Santana, réstanos decir dos palabras sobre el gran acontecimiento objeto preferente de nuestra contestación. ¿Qué significa la anexión? Políticamente considerada, la anexión es un medio eficaz y poderoso de escudar la debilidad de la Española contra las luchas intestinas y los ataques de Haití. Bajo el punto de vista social, económico e histórico, su importancia es tal que no necesita encarecerse. En general, la anexión, —como ha dicho un periódico,— es la consumación de la paz en el territorio dominicano, la base única, la mas sólida garantía de su prosperidad y bienestar.

No, la anexión no es, como parece deja traslucir el folletista, el movimiento impreso a una masa inerte; es la conciencia popular que por fin ha fijado sus destinos abrazando con vivo entusiasmo el monumento de su propia regeneración. ¿Y hubiera sido patriótico detener al pueblo dominicano empeñado en tan noble empresa? hubiera sido posible? ¡Empeño temerario! ¿Podéis parar acaso los latidos del corazón humano sin ocasionar la muerte al individuo? preguntaremos a los inspiradores del folleto.... ¡Y queréis sin embargo, detener el impulso, el movimiento de un gran pueblo! ¿Olvidáis acaso que la vida de los pueblos se halla sujeta a leyes fijas e invariables, leyes que en vano se esfuerza el hombre en contrariar y contra las cuales se estrella aún la misma fuerza del genio?


  1. Impresa en Madrid, bajo el citado título, en 1861.