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Historia general de la medicina en Chile/Capítulo V

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CAPITULO V
Botánica Araucana


SUMARIO.— § I. Conocimiento que los machis tenian de las plantas medicinales. Opiniones de los mejores historiadores de la época colonial.—§ II. Nómina de las principales plantas medicinales conocidas pór los indígenas.—§ III. Colección de algunas plantas medicinales del reino de Chile.


§ I.


La flora riquísima de Chile, cuyas plantas medicinales conocieron en gran parte sus primeros habitantes, y que supieron explotar los machis para sus curaciones y mistificaciones, ha sido objeto primordial de estudio por numerosos sabios y naturalistas de fama que han recorrido todo el país, clasificando primero y ensayando después el uso de las plantas, formando un archivo voluminoso de las ciencias naturales.

El padre Rosales, dice que si Discórides, el príncipe de los herbolarios, hubiese estado en Chile, habría tenido mucho que admirar y estudiar en tan fertilísimo suelo, que, al decir de un médico frances docto naturalista que visitó el territorio, es tanta la fecundidad de la flora medicinal, que aquí no se necesitan de boticas ni de medicinas, porque en las hierbas se encuentra cuanto se pueda desear.

La tradición conserva prodijiosas curaciones entre los naturales con el uso de las hierbas chilenas y muchos machis fueron de fama por el criterio en la elección de las plantas medicinales fueron de fama por el criterio en la elección de las plantas medicinales y por la práctica en saber usar ya los tallos, raíces, hojas ó semillas, según la mayor ó menor actividad medicamentosa requerida, como también la forma de la aplicación, ya fuese en infusiones, cocimientos, polvos, etc., según las necesidades de la prescripción.

El padre Ovalle, [1] admirado del feliz empleo que hacían los indígenas de las plantas medicinales, refiere que fué testigo ocular de una rápida curación ejecutada por un machi, á uno de sus amigos que estaba muy enfermo, y agrega que habiendo tomado el paciente un poco de cierta hierba, en cantidad como del tamaño de una uña, en un vaso de vino, fué tan eficaz su acción que se le quitó el mal como con la mano, sin que se repitiese durante todo el tiempo que le conoció.

En la historia del padre Rosales [2] se lee una anécdota que es muy conocida en nuestros días, la cual es achacada al famoso médico de Choapa, [3] pero, en verdad, es sólo una fantástica tradición que se remonta al siglo XVI. Conocemos varios documentos históricos peruanos que relatan este mismo hecho como acontecido en Lima. El caso es como sigue:

Disputaban, una vez, acerca de la naturaleza y acción de las hierbas del país, dos machis herbolarios, sin que pudiesen ponerse de acuerdo y acreditando cada uno mayor competencia sobre su contendor. Mas, uno de ellos quiso darle al otro una prueba práctica de su saber y tomando el polvo de unas hojas se lo aplicó á las narices, provocándole en el acto un flujo de sangre tan abundante «como si se hubieran abierto dos cáños de una fuente», según la expresión del padre Rosales, restañándole en seguida la hemorragia con la sola aplicación, al olfato de otra maravillosa hierba.

En el canto I del poema Arauco Domado, de don Pedro de Oña, se hacen algunas referencias á la práctica de los hierbateros y principalmente al uso y conocimientos de las plantas venenosas.

El doctor Nicolás Monardes, famoso médico de Sevilla,—citado por el padre Rosales—publica, en sus obras, la carta que le escribió de Lima, el año 1568, el capitán don Pedro de Osma á fin de darle á conocer las propiedades de las plantas chilenas, en uno de cuyos párrafos se lee lo siguiente: «El año de 1558, siendo Gobernador don García Hurtado de Mendoza, que después fué Marqués de Cañete y Virrey del Perú, estaban en la ciudad de Santiago, presos ciertos indios rebeldes, y los ministros se descuidaron de alimentarlos, y así la hambre los acosó de suerte que ellos mismos se cortaron las pantorrillas y se las comieron asadas. Pusieron luego en la cortadura las hojas de unas yerbas (de que tenían hecha prevención por los acontecimientos de la guerra) y no derramaron sangre, ni dieron muestras de dolor, y con solo las yerbas se estañó y creció la carne como antes estaba.»

En el párrafo XXVIII de la obra «La Verdad en Campaña», Martinez de Bernabé señala las prodijiosas curaciones que se consiguen con las plantas del reino, y entre otras cita el uso de la barba de coibo como eficasísimo para estancar la sangre de las heridas y cicatrizarlas; celebra este autor el conocimiento de los machis en hierbas curativas del mal venéreo y de los tabardillos, y otros autores de esa época recuerdan que los chilotes aprovechaban el zumo del quilmay y de la chaquigua como poderosos venenos, y, especialmente, la pepita de San Ignacio.

Los araucanos tenían hierbas hasta para el amor, para lo cual fabricaban un filtro con el jugo concentrado de hojas de pulpal. [4]

Las flechas las envenenaban con zumos de hierbas, según lo aseguran todos los historiadores y naturalistas de la época, como Falkner, Pietas, Treutler, Córdoba y Figueroa, Góngora y Marmolejo, Gomez de Vidaurre, etc., etc.

Mas adelante al entrar á la enumeración razonada de los hechos médicos y de los facultativos de la era colonial, tendremos oportunidad de citar á los principales cronistas y naturalistas que estudiaron personalmente las prácticas de la medicina indígena. [5]


§ II.


En la obra de Molina, ya citada, se hallan datos de importancia sobre las plantas medicinales del país. Dice que los machis y ampives habían dado á conocer á los cristianos más de doscientos ejemplares de hierbas curativas, y agrega que todas ellas se clasificaron en un libro intitulado—no sabe por qué razón—con el nombre de Hebreo, en el cual se advierten las virtudes y modo de usar dichas plantas.

Al tratar de la cachanlagua—que denomina jentiana cachanlahuen—rectifica á las memorias presentadas á la Academia de Ciencias, en 1707, por Bomaré, que dicen que la referida planta es originaria de Panamá y Guayaquil, diferente de la centaura menor, en cuyo género está comprendida, por ser el vástago redondo, los ramos contrapuestos de dos en dos y situados casi horizontalmente y en que sus hojas sólo tienen un nervio. Recomienda su infusión amarguísima como específico para las enfermedades de la garganta, reputándola como un buen sucedáneo del té de la China. Sigue enumerando una larga serie de plantas medicinales con la descripción de sus aplicaciones, reuniendo un atrayente capitulo de interés botánico y médico.

Sobre esta misma planta los exploradores Duclés y Bougainville hicieron estudios y ensayos de importancia para aquel tiempo. [6]

El siguiente resúmen de plantas chilenas lo hemos sacado de las diversas historias de la época, citadas anteriormente:

El canelo, drimys chilensis, usado en aplicaciones externas en toda clase de tumores, ha sido el árbol sagrado de los machis y dugales.

El quinchamalí, quinchamalium specie, como secante de heridas, como emenagogo, tónico y depurativo. Rosales llama á esta planta reina de las yerbas, tanto por sus virtudes como por vestirse de púrpura su flor.» Su nombre proviente del de un cacique, famoso herbolario que generalizó el uso de esta planta.

Quinchamalium Molina, se llama ahora á este género por ser formado por el sabio Molina, que, según Gay, incluye varias especies parecidas entre sí y dotadas todas de virtudes vulnerarias bastante enérgicas; los habitantes las usan con mucha frecuencia para las enfermedades interiores ó cuando hay apostemas, extravasaciones de sangre, etc.

La cachanlagua, erythrea chilensis, la usaban en los «dolores de costado» y como purificador de la sangre; su uso es muy extendido y uno de los más conocidos por los naturales.

La goma de pehuén, araucaria imbricata, contra la ciática, contusiones, úlceras, fríos y pasmos, en parches. [7]

El maitén maitenes tevaria, como purgativo.

El palqui, cestrum palqui, en las heridas rebeldes, y la corteza como sudorífico.

La recina de alerce, fitzroya patagonica, en los dolores de fríos é hinchazones.

La miel del molle, litrea molle, purgativa diurética, y contra el flato.

La patagua. tricuspidarea dependens, en decocción, como reconstituyente y purificador.

La raíz de pichoa, euphorfia portulacoides, purgante activísimo.

El pircún, anisomeria drástica, enérgico purgante que ha producido muchos envenenamientos en nuestro pueblo.

La chépica, paspolum vajinatum, para las postemas y bultos de la barriga.

El quillay, quillaja saponaria, lo usaron sólo para el aseo de la cabeza.

El natri—hierba del chavalongo—solanum crispum, de Díez y Pavón, de uso muy vulgar hasta nuestros días, es el remedio popular contra toda clase de fiebres; úsase en enemas e infusiones.

La manzanilla, cephalophora aromatica, contra en frío y la indigestión.

El maqui, aristotelia maqui, tónico y astringente.

Las hojas del quintral,loranthis tetrandus, en las llagas de la garganta.

El zumo del quilloy-quilloy, stellaria merlia, y el quinchín, tajeres glandulifera, en las quemaduras y almorranas.

La achira, canna indica, el pinco-pinco, ephedra andina, y la colchacura, contra tumores y calmante.

El ñilgüe, sonchus oleraceus, en acedías y fiebres, como el lonco. bromus catharticus, y también en las enfermedades del hígado.

La miel de melosa, madia sativa, en la gota, ciática, o pilaciones, y como purgativo.

El chamico, datura stramonium, narcótico.

El coliguay, colliguaya odorifera,para envenenar las flechas,

La miel de chilca, bacharis specie, y el maguay, cugo coortata, para las zafaduras y quebraduras, en emplastos de hojas.

El cuayacán, porliera higromética, sudorífico, y contra el humor gálico.

La murtilla, myrthus roñi, y el chilco, fuchsia macrostema, el primero como tónico y estomáquico, y las hojas del segundo como diurético.

El lampazo, lebo ó hualtata, senecio hualtata, las hojas en heridas y llagas; el zumo en dolores de oídos; la raíz, purgativa, y las ramas en infusión contra el dolor de corazón y gota coral.

El paico, ambrina multifida, en las indigestiones, flatos, mal de orina y de hígado, como afrodisíaco y para las costumbres de las mujeres.

El relbún, galium relbun, desopilador del bazo, y el cebollino, scila cloroleuca, diurético y purificador.

El pangue, grennera scalera, fuerte astringente, en disenterías.

El luni, scallonia specie, en las llagas, dolores y fiebres.

El tolgue, trevoa quinquinervia, tónico.

El romerillo, lomatia funguirra, en infusión como purificador, en cocimiento contra hinchazones, la resina en parches, como zahumerio en los pasmos, y para teñir y enrubiar el cabello.

La congona, pisperinua inacquafolium, para el estómago, heridas y ataques nerviosos.

El bollén, kagenekia oblonga, en tumores.

El culén. psoralea glandulosa, contra flatos, pujos, indisgestiones y almorranas.

La tu-pa tu-pa, tupa specie, en el chavalongo.

El unoperquén de los indios araucanos, dice Frezier, es análogo al sen de Seyde en Levante, y muy usado por los boticarios de Santiago.

El padre Feuillé cita entre muchas otras, la pichóa, el clínclín (polígala), el guilno, el diuca lahuén, la sandea lehuén, el corecore, el theige (sauce), el maqui, el temu, etc., y cien otras que ilustra con hermosos grabados, en sus obras de viajes y estudios de ciencias naturales.

El padre Olivares, menciona, entre otras, las siguientes de uso importante: elpolipodio (quercino y petroso), el orozús ó regalíz, la doradilla, retamilla, salvia, romero y romero salvaje, tomillo, linaza, althoevas, malvas, maravillas, cardo, adormidera, ciano, corregüela, sauco, chicoria, escorzonera, llantén, lirios, culatrillo, berros, mastuercillo, apio, la irra-irra, la yerba santa, siempreviva, ajenjos, borrajas, alkenkengo, ricino, verdolaga, sabina, manzanilla, cebolla, cebollino, albarrana, etc., etc.

El abate Molina, que trata en extenso de esta materia, publicó un catálogo clasificado de las plantas medicinales de Chile.

A estaserie hay que agregar todavía las hierbas denominadas: tequel-tequel, metrún, pito, quilmo, ní ó sol, lapi-lapi, ají, gadu, ñiquel, ñilgua, quinchín, tolgue, tanbunbun, trequesón, coirón, cléride, gumage, guebal, plapa, yerba-buena, contrayerba, lampazo, avellano, llantén, quilmay, chísigua, hinojo, ral-ral-milén, pulal-pulal, tambrén, radal, anis-loquén, llolluén. chépica, retamilla, poleo, arrayán, vira-vira, pohueldín, calaguala, broquil, espino, guancha, palgún, rudilla, etc., etc., que constituyen la botica araucana, y que asimiladas á la práctica médica de la época colonial, han pasado á incorporarse en gran parte á nuestra farmacopea nacional.


§ III.


Con el nombre de «Colección de algunas plantas medicinales de Chile» [8] existe un manuscrito, sin fecha ni firma, pero por la ortografía y opiniones que desarrolla creemos que lo ha escrito un médico del siglo XVIII. En este opúsculo, que trata sobre hierbas medicinales de uso más corriente é importante entre los naturales, se describe botánica y terapéuticamente las plantas siguientes: cachan-lahuen, fumaria, doradilla, culén, nuaycurú, escorzonera, calaguala, guada-lahuen arrayán, vira-vira y además el aceite ó bálsamo de María, cuyos usos y descripciones apuntamos en el siguiente resúmen:

Cachan-lahuen, de cachan (costado) y lahuen (hierba) es originaria de Chile y fué transportada á España ocupando un lugar en la Farmacopea Matritense.

Los propios indios descubrieron las cualidades medicinales de esta hierba para socorrerse en sus frecuentes enfermedades agudas y dolores de costado á los cuales eran muy propensos, principalmente al sur del territorio. La usaban en infusión caliente, y su virtud es tan valiente que produce al instante un copioso sudor y en pocas horas hace desaparecer el dolor. De aquí se colije, dice el anónimo autor del manuscrito, que la planta es «incidente y resolutiva y al fin un buen diaforético de las linfas que coaguladas y detenidas en los humores de las entrañas forman las inflamaciones.» Los españoles la tomaban en infusión fría en ayunas con el fin de «atemperarse y corregir el acelerado movimiento de la sangre, presumidos de que su modo de obrar es reunir la parte roja de la sangre demasiado extenuada ó disuelta por insolaciones, inmoderados ejercicios, y otras causas de este género. Pero, este modo de discurrir no va conforme á los efectos que constantemente se observan en el verdadero uso de ella. Lo que parece verosímil es que dicha infusión sea atemperante para los que padezcan estenuaciones ó phogosis en la sangre, resultantes de estagnaciones y coagulaciones de la masa de la sangre en los vasos capilares, de lo que se sigue una trabajosa circulación de la sangre.»

Fumaria.— Muy conocida en España y abundante en Chile, en la primavera, al pié de los matorrales y á la raíz de los espinos. Su virtud es atemperante y dulcificante de la masa sanguínea. Su mejor uso es en la destilación del suero de la leche de vaca, poniéndose dentro del alambique junto con la leche.

Doradilla.—Es silvestre y deriva su nombre de la caña y pétalos rubios. Se cosecha en los cerros, principalmente en los de la costa. Se usa en cocimiento como bebida á pasto para provocar la diurésis. Es útil en las obstrucciones del bazo, en las hidropesías, supresiones de orina y en los menstruos. Cree el autor que las propiedades de esta hierba fueron descubiertas por los españoles y no por los indios.

Culén.—Arbusto que abunda en el reino; su uso es vario, ya como infusión teiforme de las hojas contra las indisjestiones, frialdades del vientre y estómago y debilidad funcional de estas entrañas, ó en los casos crónicos en forma de cocimiento fuerte de la corteza blanca, ó entre cáscaras, en ayunas y por la noche.—Las hojas, en infusión, son dijestivas y «embalsaman el quilo que se trabaja en el estómago» preparándolo para una buena digestión, aumentando las ganas de comer y sirviendo de lijero laxante. En las inflamaciones de las almorranas es útil el baño local de cocimiento de hojas y aplicación de estas en cataplasmas. Para las úlceras inveteradas se colocan las hojas machacadas con sal. «Si el culén se cultivara y se prepararan sus hojas con la prolijidad del thé de la China, acaso se atrasaría algo la estimación de éste y los Españoles Chilenos formarían un ramo de industria y aplicación. Las hojas del culén y su infusión teiforme es mucho más benéfica que las del thé, á lo ménos es más aromática y bien cultivado daría un sabor más grato.»

Nuaycurú.—El leño, que se cultiva mucho en las provincias de Cuyo, es rubio y compacto; es astrinjente vulnerario y secante. El cocimiento sirve para lavar heridas, fístulas y úlceras, cubriéndolas en seguida con polvos del mismo leño.

Escorzonera.—Abunda también en España, y se usa como atemperante y substituto de la achicoria, y en cocimiento para calenturas malignas.

Calaguala.—Se aprovecha la raíz, como dijestiva, vulneraria y excelente para madurar, expurgar, deterzer y cicatrizar los tumores y abcesos internos; el cocimiento puro y terciado con leche produce efectos maravillosos.

Guada-lahuen.—Los indios descubrieron esta planta y sus virtudes, su nombre viene de guada (calabaza) y lahuen (hierba) por ser su flor muy semejante á una calabaza. El cocimiento fuerte de hojas y raíces tomado varias veces al dia alivia de las machucaduras internas por golpes, caídas, ó enfermedad aguda.

Arrayán.—En España lo llaman mirtho; es aromático y se utiliza, para corroborar los nervios, el cocimiento fuerte de sus ramas mezclado con una cuarta ó quinta parte de vino, además de baños loco dolenti con el mismo cocimiento.

Vira-vira.—Es pectoral de resultados muy benignos para facilitar la expulsión «de las materias glutinosas que se pegan en los bronquios y graban el pulmón.»—Se usa en cocimiento de hojas y palos, y el zumo produce los mismos efectos del orozús.

Bálsamo de María.—Este aceite es traido de Guayaquil y se estendió su uso durante la colonia, cómo corroborante de nervios, en los dolores reumáticos, principalmente articulares, en los tumores y heridas ó ulceras rebeldes, aplicándolo como parche sobre lienzos ó badanas.




  1. Historia de Chile, por el jesuíta Alonso de Ovalle—1761.
  2. Ob. cit.—Capítulo VIII, IX y X del libro 3.° sobre «Plantas Medicinales de Chile.»
  3. El hierbatero Pablo Cuevas conocido con el nombre de Médico de Choapa, ejerció con éxito la medicina allá por los años 1835 y 1840, en las provincias de Aconcagua y Coquimbo, alcanzando una fama de sobrenatural entre los campesinos de aquellos contornos.
  4. Calepino Chileno-Hispano—Febres Ob. cit.
  5. Entre los naturalistas nos ocuparemos desde Feuillée y Freizer que iniciaron el siglo XVII con una excursión científica hasta Gay, Phillippi, Domeyko etc. de nuestra era, y de los investigadores nacionales como Bustillos, Vazquez, etc., aunando, todos, esfuerzos científicos de gran valor para el progreso de la medicina y de las ciencias naturales.
  6. Pernetty.—Viag. t. I.
  7. El pehuén ó araucaria imbricata, que dá el conocido fruto el piñón, es la planta chilena más admirada y estudiada por los antiguos naturalistas. (A. imbricata. Pav. in. Med. Acad. Med. t. I. pág. 197. Lambert.—Link. in Linn, XV. pág. 542.—Pinus araucaria, Molina.—Dombeya chilensis, Lam., Encycl., t. II, pág. 301.—Olymbrea quadrifolia, Salisbury.
  8. Manuscritos originales é inéditos de la Biblioteca de don Benjamín Vicuña Mackenna, en custodia en la Biblioteca Nacional de Santiago—Vol. LXXII—N.° 3.


Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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Segunda parte: VIVIIVIIIIXXXIXIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXII
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