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Historia general de la medicina en Chile/Capítulo XXIX

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CAPÍTULO XXIX.


NATANIEL COX

Del Colegio real de Cirujanos de Londres.
Primer cirujano del hospital de San Juan de Dios. Cirujano Mayor de Ejército.
Presidente de la Sociedad Médica.
Presidente del Protomedicato.
Profesor de Cirugía.
Fundador de la Facultad de Medicina y Farmacia. Fundador de la Sociedad de Farmacia.



Agustín Nataniel Miers Cox,[1] nació el 24 de Mayo de 1785, en Grosmont de Gales, de noble familia cuyos antecesores se remontan á la época de Guillermo el Conquistador.

Desde sus primeros años el joven Cox se dedicó á los estudios de humanidades y filología sobresaliendo en el aprendizaje del latín y del griego.

En 1801, resolvió dedicarse al estudio de la cirugía, y al efecto se trasladó á Neath, para seguir las lecciones de los profesores William Gronow y Samuel Holder Jones, firmando, el 16 de Septiembre, un contrato, por el cual dichos maestros se obligaban á instruirle durante tres años en el arte, misterios y profesión de cirujano y farmacéutico. Completado este compromiso pasó á Londres á fin de perfeccionarse con las primeras notabilidades.

El 18 de Octubre de 1805, á los veinte años de edad, obtuvo el diploma de cirujano en el Colegio Real de Cirujanos de Londres, después de haber sido discípulo de Allen y Babignton en química, de Currey en medicina y terapéutica, de Haigthon en fisiología y obstetricia, y, predilectamente, de Cooper y de Cline, en cirugía.

En aquel tiempo los estudios médicos requerían una constancia á toda prueba y grandes desembolsos pecuniarios, pues cada profesor recibía de sus alumnos los emolumentos que eran crecidos cuando se trataba de los maestros de fama. La disección anatómica también costaba mucho dinero porque era necesario comprar los cadáveres á asociaciones que comerciaban especialmente en este fúnebre negocio. Por aquellos mismos años, fué cuando se descubrió el criminal sindicato de Burke y Hare, de Edimburgo, que proporcionaba cadáveres de víctimas inmoladas para tan negro lucro, comprobándosele diezisiete asesinatos en corto tiempo. Este grave suceso dió motivo para que la autoridad hiciese una enérjica reforma de los procedimientos escolares, reglamentándose los cursos de anatomía y cirugía, vinculándolos á la práctica hospitalaria y de anfiteatros, con la supervijilancia de centros científicos y del propio Estado.

Las ciencias médicas que á fines del siglo XVIII, habían tomado auje mayor en Inglaterra, continuaron á principios del siguiente, influenciando por el mundo y tomando incremento en su suelo nativo.

En este ambiente obtuvo su enseñanza el alumno Cox, recojiendo la primera simiente intelectual.

Premunido del doctorado, deseó viajar y recorrer el mundo buscando, en la lucha por la vida, emociones para su juvenil espíritu y ensanchar al mismo tiempo el caudal de su experiencia y de sus conocimientos.

En el navío de guerra «Uriel» de la armada rusa, se embarcó como primer cirujano, recorriendo toda la Europa, en sucesivos trasbordos, pasando después á la marina inglesa bajo cuyas banderas surcó el Atlántico y el Pacífico, obteniendo en el Callao y en Lima y, principalmente, en Montevideo donde permaneció más largo tiempo, gratos recuerdos de la sociedad sud-americana.

Después de haber recorrido todos los mares, saturado de la vida del marino, renunció á esta carrera, y al obtener su baja, le concedió el Almirantazgo documentos honrosos para el hombre y el médico, así como antes los había recibido de la armada imperial rusa.

Libre de su compromiso resolvió trasladarse á Montevideo y establecerse en esa ciudad. Mas, encontrando bloqueado dicho puerto, por trastornos bélicos, continuó su viaje hasta Mendoza, engañado con las bellezas y grandes espectativas que alguien le contara respecto á esa región andina. Descepcionado de su expedición, tuvo al mismo tiempo noticias de que la fragata inglesa Phœbe, de la cual había sido cirujano, se hallaba anclada en Valparaíso, y no perdiendo tiempo atravesó la cordillera para reembarcarse para su patria. Nos hemos detenido en estos detalles para dar á comprender en toda su amplitud al hombre que debía nacionalizarse entre nosotros y ser el hijo bendecido de estos apartados lares.

El 18 de Abril de 1814, llegó el Dr. Cox, á la capital, en tránsito para Londres.

Expliquemos ahora el porqué, para bien de esta república, decidió quedarse en Santiago.

En la víspera de partir para Valparaíso, listo su equipaje y la diligencia que debía conducirlo, se presentó al hotel el capitán de la Escuadra, Blanco Encalada, rogándole fuera á visitar un pariente gravemente enfermo, al marqués de Villa-Palma. Accediendo á esta petición se dirijió sin tardanza á examinar al paciente que yacía postrado largo tiempo por cálculos vesicales, reclamando su estado una inmediata intervención quirúrgica, la cual fué practidada en el acto por el Dr. Cox, procediendo á la operación de la talla perineal, por la cual recibió 300 pesos de honorarios.

A los pocos dias fué dado de alta el enfermo, volviendo el Dr. Cox á preparar su viaje para un dia determinado. Mas, he aquí que la noticia de la curación del marqués de Villa-Palma echada á vuelo y comentada como un acontecimiento extraordinario, había dado motivo para una romería de súplicas, con el fin de que el distinguido facultativo hiciese una segunda postergación de su partida.

Como también, la fragata Phoebe había demorado su salida del puerto, y por otra parte era poco humano el resistir á las exijencias reiteradas de tantos pobres pacientes que clamaban su auxilio, su amigo James Hillyer, capitán de la fragata inglesa, le aconsejó que se quedase en Santiago, lo cual aceptó gustosamente, don Nataniel, como ya lo llamaba la jente, para bien del pais y de los pobres enfermos, pues aquel gran corazón se había hecho para cumplir el precepto bíblico de amar al prójimo como á sí mismo. Nuevos triunfos de su ciencia y de su caridad fueron prodigando su fama y enlazándolo con los eslabones de la gratitud que lo ataron definitivamente en nuestra patria.

El Dr. Cox, fué el médico popular por excelencia, fué el tipo del vir bonus.

Se dedicó por completo á su sacerdocio, bendecido por el pueblo que le quería como á un padre. Al paso de don Nataniel, todos se descubrían con respeto cariñoso.

El Director O'Higgins, le tributó un homenaje público el 14 de Diciembre de 1819 extendiéndole la carta de ciudadanía chilena en vista de su notorio patriotismo, de las pruebas de adhesión á la independencia de América, y de su filantropía inexcedible. El acto del juramento que revistió solemnidad, fue precedido de una larga y curiosa serie de preguntas, á cada una de las cuales debía responder con una fórmula de acatamiento á la soberanía nacional.

Esta ceremonia aumentó, si es que pueda decirse, su gran popularidad.

Continuó en sus tareas sin descanso, sin fatigarse jamás.

En sus memorándums se encuentran los itinerarios de cada dia; en uno de ellos,—siendo todos más ó menos análogos,—se lee que, habiéndose levantado á las seis de la mañana, recorrió mas de doscientas cuadras de la ciudad, hasta las once de la noche, asistiendo á 31 enfermos, y ejecutando 7 operaciones.

Esta era su vida cotidiana.

Inventó una sonda rectal para las torsiones, tan comunes en el pueblo por los exesos y desarreglos alimenticios.

En los hospitales, en el Protomedicato y en la Facultad de Medicina, fué el amparo de los desvalidos, el socorro de los que sufrían, el amigo de los estudiantes.

Desde mucho antes de 1833, todos los jóvenes que aspiraban á los estudios médicos, biológicos ó naturales, asistían á los cursos particulares de este profesor que sabía enseñar con tan hábil práctica.

En la presidencia del Protomedicato que obtuvo el 26 de Julio de 1836, prestó servicios de importancia á la medicina pública y á la instrucción médica.

En 1853, se retiró á Valparaiso á llevar una vida menos accidentada, aceptando, no obstante, el nombramiento de médico jefe de la guarnición militar de esa plaza, puesto que desempeñó hasta 1859, á los setenta y cuatro años de edad, recibiéndo en la sala de su hospital, de propias manos del Presidente Manuel Montt, el decreto que lo exhoneraba del servicio, jubilándole con pensión íntegra.

El 6 de Febrero de 1869, entregó su vida como último sacrificio por el prójimo, á causa de haber contraído una pulmonía al salir, precipitadamente, á medio vestir, á ver un enfermo, desatendiéndose de los cuidados que sus 84 años requerían.

Sus últimas palabras fueron de caridad, pronunciadas y escritas al pié de una receta, hecha desde su cama, en la víspera de su muerte.

Sublimes palabras que diariamente colocaba al pié de sus prescripciones, significando que el pobre enfermo tenía sus servicios y los remedios gratis en un dispensario sin más gasto que un Dios se lo pague, que brotaba siempre expontáneo y enternecido de los labios de tantos desgraciados.

El Dr. Semir, en sus apuntes históricos, varias veces citados, dice que el hogar de don Nathaniel «era la casa de todos los enfermos, y no distinguió condición para prestar sus empeñosos cuidados á quien los necesitaba.»

El 2 de Septiembre de 1869, el Dr. Onofre Sotomayor, designado por la Facultad de Medicina para ocupar el sillón académico vacante del Dr. Cox, pronunciaba su elojio al pié de su retrato, obsequiado por los alumnos de la Escuela Médica.

El Dr. Sotomayor terminó su oración con estas palabras:

«Pertenecía á la categoría de médicos prácticos que no tienen mas escritos que sus curaciones, ni mas pluma que el bisturí, los cuales, muchas veces, si no se inmortalizan, se atraen siempre las bendiciones, el agradecimiento y la veneración de muchas y sucesivas generaciones.»

En verdad su nombre no se olvidará, porque es ejemplo y es enseñanza.

Fué una de aquellas personalidades que como alguien ha dicho, vienen á la tierra, de cuando en cuando, por decreto especial y nominativo del Eterno.

Amó á la ciencia y el estudio.

Amó mucho á sus semejantes.

Amó á nuestra patria.

¡Que hermosa trinidad para engrandecerlo y perpetuarlo en los anales de la medicina chilena!

Bibliografia

Informe sobre el plan de estudios médicos, presentado al Senado Conservador por el profesor Manuel Julián Grajales—4 de Octubre—T. III de los Cuerpos Lejislativos.—1819.

Informe sobre las prerogativas del Protomedicato.—1819.

Notas pasadas al Senado y al Director Supremo, sobre atribuciones del protomédico Dr. Eusebio Oliva que le había negado el derecho de tener una botica de su propiedad, pide que no se apruebe tal resolución, y en subsidio hace renuncia del ejercicio de su profesión médica.

Discurso relativo á un asunto de medicina, dedicado al pueblo de Valparaíso.—Imp. Valles.—1823.

Este impreso anotado en la Bibliografía de Briseño, no nos ha sido posible obtenerlo ni saber sobre qué punto versa.

Informe presentado al Supremo Gobierno sobre la Sanidad de Santiago, por el Presidente del Protomedicato.—Con motivo de una epidemia de escarlatina, expone las medidas hijiénicas y de policía que se debieran tomar. Indica la necesidad de aumentar las plantaciones, para disminuir la sequedad del clima, como preparar la educación del pueblo para que por sí mismo tome las precauciones hijiénicas y sus propias comodidades.

La mortalidad de la república dice que ha sido de un 16½ por ciento en los últimos años, y que la de párvulos es de 430 por mil. La de Santiago supera en doble y triple cantidad á la mortalidad de provincias.—1842.—(Con motivo de este informe «El Semanario de Santiago»— 20 y 21 de 1842,—publica dos artículos comentando lo aseverado por el Dr. Nataniel Cox, y cree exajeradas sus opiniones respecto á la higiene y mortalidad en Chile. Considera asombroso el 16½ por ciento de defunciones y el 430 por mil de párvulos, siendo en la capital el doble ó triple que la de provincias.

Se pide la creación de un Fiscal de salud Pública encargado de dictaminar sobre la reglamentación higiénica de la república.)


  1. Reseña biográfica del Dr. Nathaniel Miers Cox.—Junio de 1869. — «El Ferrocarril».—Santiago de Chile.
Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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