Historia general de la medicina en Chile/Capítulo VIII

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MEDICINA Y MÉDICOS DEL SIGLO XVII




CAPÍTULO VIII.

Nómina razonada de los hechos médicos y de los facultativos que hubo en Chile durante el siglo XVII
SUMARIO.—§ I. El Bachiller Alvaro Diaz. El Licenciado Francisco Rondón.—El Licenciado Manuel de Fonseca. El Licenciado Francisco Maldonado de Silva. El Cirujano Francisco Lopez. El Cirujano Juan Rodriguez. El Licenciado Francisco Lopez Caguinca. El Licenciado Diego Felipe de las Heras. El Médico y Capitán Pedro Fernández. El Doctor Diego Suarez de Herrera.—§ II. Los facultativos Diego San Román, Francisco de Reguera, Antonio Carneceda y Castro, Alvaro Torres de Riveros, Pascual Martines y Josef de Abalos.— § III. El Cirujano Martin Galindo. El Doctor fray Agustín Ochandiano y Valenzuela. Su informe sobre las aguas de la Capital, y el de don Antonio de Zumeta.—§ IV. Tres religiosos, médicos prácticos de fama: fray Pedri de Omepezoa, Nicolás Mascardi y Juan José Guillelmo.


§ I.

El bachiller Alvaro Diaz llegó á Santiago en 1603, entrando á servir el puesto de cirujano del hospital. En 1627, en recompensa de sus largos y provechosos servicios, el presidente Fernández de Córdoba lo elevó á cirujano mayor, y le reconoció, el Cabildo, como tal, después de una solemne ceremonia de juramento. He aquí dicho título:

«Don Luis Fernández de Córdoba y Arce, señor de la villa de Carpio, del Consejo de S. M. su gobernador y capitán general deste reino de Chile y persidente de la Real Audiencia que en el reside etc. Por cuanto conviene nombrar persona de esperiencia en el arte de cirujia que use y exerza del dicho oficio de cirujano mayor del hospital de Santiago. Y porque las calidades que para el efecto se requieren conciernen en la de Álvaro Diaz, residente en esta, por haber servido á su majestad de veinticuatro años á esta parte en el oficio de cirujano del hospital real de esta ciudad, y aver dado en todo muy buena cuenta, en cuya consideracion, y porque fio de su persona, en lo adelante continuará en la misma conformidad, y que procurará en todo la salud y utilidad de los enfermos del dicho hospital. Por la presente, en nombre de su majestad y como su gobernador y capitan jeneral y en virtud de sus reales poderes, nombro y proveo, á vos, el dicho Alvero Diaz, por cirujano mayor del dicho hospital de la ciudad de Santiago y os doy poder y facultad para que como tales useis y exerzais el dicho cargo en todas las cosas y casos a él anexos y concernientes segun y de la manera que lo han usado, podido y debido usar vuestros antecesores. Y mando al hermano mayor y demas hermanos ayudantes del dicho hospital y personas que en él asistieren os hayan y tengan por tal cirujano mayor y ussen con vos el dicho oficio y no con otra persona alguna. Y los dichos hermanos, ayudantes, cumplan vuestras órdenes tocando al pro y utilidad de los enfermos. Para lo cual el Cabildo, Justicia y rejimiento de la ciudad de Santiago ante de la cual os habeis de presentar con este mi título, recibirá de vos el juramento y solemnidad que debeis hacer para el exercisio del dicho oficio. Y el dicho cabildo y las demas personas estantes y habitantes en la dicha ciudad os guarden y hagan guardar todas las preminencias que por razon del dicho oficio os deben ser guardadas sin que os falta cossa alguna. Y por el trabajo y ocupacion llevareis el mismo salario y provision que han llevado vuestros antecesores y de la misma parte y lugar, el cual os ha de correr mientras usareis el dicho oficio y desde el dia en que lo comenzareis a servir, e hiciereis el dicho juramento, para cuyo complimiento os mando depsachar el presente firmado de mi mano, sellado con mi sello y refrendado de mi secretario.

Que es fecho en esta ciudad de Concepcion á tres de Febrero de 1627.—Don Luis Fernández de Córdoba y Arce.— Por mandato de su Señoria.— Pedro Gonzales de Oviedo.

El Licenciado Rondón—ó Rendón—que de estas dos maneras hemos visto escrito su nombre, tuvo un pleito de competencia con el cirujano Juan Guerra, á causa de pretender el puesto de cirujano del hospital, en 1604 El Cabildo encontró que los títulos de Guerra eran mejores que los de su contendor. El 7 de Septiembre se permitió á Rondón que entrara á prestar sus servicios al hospital.

El Licenciado y Presbítero Manuel de Fonseca, que fué mayordomo del hospital, en 1614, gozó de de reputación como médico práctico.

El Licenciado Francisco Maldonado de Silva, obtuvo licencia del Ayuntamiento, el día 19 de abril de 1619, para ejercer libremente la medicina y cirugía, y fray Francisco Lopez para que ejerciera únicamente la cirugía. Este acuerdo se tomó después de haber hecho pregonar, en la plaza pública, una citacion para todos los que tenian el oficio de curar á fin de señalar sus títulos y competencia, dada una invasión de curanderos que había plagado el país, con grave perjuicio de la salud pública.

El Licenciado Maldonado de Silva, obtuvo el titulo de cirujano del hospital real, á la muerte de Juan Guerra Salazar, del, Gobernador don Lope de Ulloa y Lemos, el 21 de Agosto de 1619 [1]. Por este tiempo hubo mucha escacez de profesionales en el reino y las autoridades hicieron largas diljjencias para traer uno del Perú. El general Pedro Lisperguer y el capitán Luis de Toro aseguraron á los cabildantes, en sesión de 21 de Mayo de 1621, que el médico Jerónimo Carachuli, se vendría al país siempre que le asegurasen dos mil patacones; se acordó al respecto nombrar dos rejidores para que entre los comerciantes, vecinos y conventos de la ciudad se hiciesen obligaciones hasta enterar dicha cantidad. No habiéndose encontrado, nuevamente, en los documentos de la época el nombre del médico Carachuli, creemos que no tuvo lugar su venida al país.

El Cirujano Juan Rodríguez á quien se le apellidaba el Flamenco, fué nombrado cirujano asistente del hospital, en 1619.

El Licenciado Francisco Lopez Caguinca, ó Cainca, médico portuguez, llegó á Chile en 1635, como cirujano del navío Nuestra Señora de la Concepción.[2].

El Licenciado Diego Felipe de las Heras, fué médico residente en la capital en los años 1642 y siguientes. [3]

El Capitán y Médico Pedro Fernández, residente en Santiago en 1648, fué impedido de salir de la ciudad por no haber otro facultativo, según reza el acta, de 10 de Enero de este año, inscrita en el Libro de Acuerdos del Cabildo. Dicha resolución dice así: «Este día, el señor Capitán don Antonio Chacón y Quiroga, procurador general de esta ciudad propuso como el capitán Pedro Fernández, médico, que está en esta ciudad, por no haber otro, habiendo pedido licencia al señor presidente y gobernador de este reyno para irse de él, se le denegó, para que curase hasta que hubiese otro médico; y el susodicho desazonado de ello, no cura sino á particulares personas, aunque se le pague, y se ha ido fuera de la ciudad en tiempo que tan trabajosa está y apestada, pues todos los días hay ocho ó diez enfermos, y que padecen muchos pobres y que S. S. provea del remedio necesario y habiendo tratado sobre ello, mandaron que se notifique al dicho capitán Pedro Fernández, pagándole lo justo y moderado cure á todo jénero de jente, y no salga de la ciudad sin licencia, una legua de ella, so pena de 500 pesos aplicados para la Cámara de Su Magestad y gastos de este Cabildo, en que, desde luego le dan por condenado, lo contratrio haciendo, y lo firmaron etc.»

El Doctor Doctor Diego Suarez de Herrera, llegó al país después de el terremoto del 13 de Mayo de 1647, que arruinó á la capital.

En una nota que el Cabildo pasó al Obispo Villarroel, suplicándole que se fuese á Lima á buscar socorros para la desolada villa, se lee, entre cien lamentaciones é insistencias para que Su Ilustrísima urjiese su viaje, el que el pudor de las mujeres yacia en peligro a causa de haberse caido los cercados, «alojándose debajo de los árboles, á las lluvias y á los soles, y los que solian ser ricos, en unos ranchos pajizos, donde, habiéndose helado el invierno, se están tostando al verano, de que se han orijinado los tabardillos que llamamos charalongos, con que han muerto en solo tres meses más de quinientas personas. Y como acabado, parecen á tropas los dolientes, porque está la ciudad sin médicos.» [4]

La llegada del doctor Suarez, á fines de 1648, estando preocupadas las autoridades de buscar un médico para la ciudad, ha inducido, á todos los historiadores, al error de creer que había contratado, especialmente, al referido facultativo, para que se trasladase á Santaigo, desde San Marcos de Arica, lugar de su residencia. La verdad fué que el mismo Suarez se ofrecio por carta al Cabildo, por no probarle el clima del norte, según consta del contrato, extendido ante el escribano público Manuel de Toro Mazote, con fecha 3 de Octubre de 1648, y en el cual se estipula el plazo de seis años, con dos mil pesos plata de ocho reales, de sueldo anual. [5]


§II.


Hemos encontrado comprobantes de la existencia de algunos médicos del siglo XVII, cuyos nombres habian quedado inéditos hasta hoy dia.

En los manuscritos de la Real Audiencia, se hallan, con referencia á estos médicos, recibos y firmas que los acreditan como profesionales á cargo del hospital de San Juan de Dios, con la renta de 150 pesos oro, anuales [6].

En 1649 y 1650 aparecen los servicios de Diego San Roman.

Después no hay más datos hasta el 30 de Julio de 1670, en que, la Real Audiencia mandó pagar 8 patacones, por un mes de servicios médicos, en el hospital, á Francisco Reguera. ordenando que enseguida se le despidiese sin dar la causa de tal determinación, quizás por los desaciertos del facultativo, tan comunes en aquellos tiempos.

Desde el 13 de Agosto de 1670, hasta el 25 de Junio de 1677, sirvió el Bachiller Antonio Carneaceda y Castro. [7]

De los mismos archivos consta que en 1686, ejercía el servicio médico del hospital de Concepción, Álbaro Torres de Riveros, y en 1691, en el mismo hospital, el Bachiller Pascual Martinez.

El Licenciado Josef de Ábalos, se hizo cargo del hospital de Santiago, el año 1692.


§ III.


El Cirujano Martin Galindo, español, llegó á Chile en el año 1696. [8]

El Doctor Fray Agustin Ochandiano y Valenzuela, médico de ciudad de Santiago, que ejerció las funciones de lugar protomédico, á fines del referido siglo, se presentó á la Real Audiencia denunciando á Martin Galindo por ejercer indebidamente la medicina, originándose con este motivo un proceso ante las autoridades competentes; Galindo, acreditó entonces su competencia y dió á conocer sus títulos y documentos de cirujano latino, avencindado antes en Buenos Ayres.[9]

El doctor Ochandiano, fué entre los médicos latinos, que hubo en Chile, uno de los más versados é intelijentes. Como latinista y teólogo descolló y llamó la atención de la colonia.

En 1701 se traladó á la ciudad de Concepción, y dirijió el hospital hasta 1707, según aparece en los documentos de un largo juicio que siguió este padre con el Procurador Jeneral de aquella ciudad, por cobro de sus sueldos vencidos. [10]

Publicamos á continuación un estudio sobre las aguas de Santiago que pasó al gobernador en el año 1718, y que, para nuestra literatura médica colonial, es un documento de importancia:

Informe de el doctor Ochandiano y Valenzuela, sobre las aguas de la capital del reino. Exmo. señor: Conceptum sermonem quis retinere potest, decia el atribulado Job, porque ya que a o encontraba remedios para las enfermedades de su cuerpo, procuraba con hablar, solicitar los alivios de su alma. Yo señor, que desde el año 1697, que vine á este Reino, llamado de sus vecinos, para que atendiese al socorro de sus almas, todo me he empleado en solicitar los medios, para el mas seguro alivio de ellos, pues desde luego que llegué á esta ciudad en cumplimiento de mi obligacion, para empezar á solicitar el socorre á sus dolencias fuéme necesario en primer lugar, segun el Principe de la Medicina, Hypócrates, inspicere itaque opportet regionem, tempas, etc. á investigar la naturaleza de la región, la influencia de su cielo, que feracidad la de sus campos y que modo de alimentos, costumbres y otras circunstancias que son necesarias se observen para la curación de los individuos que la habitan, y habiendo reconocido la benignidad de este cielo, con blandas como apacibles influencias, lo fertil de las campañas, lo hermoso de sus frutos, que parece que en sus campos se derramó la hermosa fértil cornucopia de amalthea, así en flores, como en sasonados frutos, decundas mieses y pingües cosechas que de la sustancia de sus ganados de esta tierra para alvio y socorro de la Corte primero emperio de este nuevo mundo.

Y habiendo considerado que todas estas circunstancias que hacen feliz una región para que sus habitadores disfruten en constante segura salud prósperos progresos en una vida tranquila sin los azares de quiebras, ni Pólizas, ni de enfermedades de que está rodeada la vida humana y que padecen otros en regiones ménos acomodadas. Mas este mi parecer por entonces seguro digtamen me lo hizo conocer incierto la experiencia de pocos dias, pues entrando en conocimiento de este lugar y País y de sus habitadores, experimenté ser aquejados de muy esquisitos varios y continuos affectos, y muchos, y en muchos habitual y tanto especialmente en las mujeres pue se reparan muchos de ellos como incurables, por haber sido introducidos paulatinamente y en la misma nutrición natural, estas son obstrucciones de los hipocondrios y estas son tan comunes especialmente en las mujeres, que serán muy singulares las catarrales continuas todos los años, flúcciones á los ojos, y varios affectos de riñones y orina y muchas malas impresiones en la bejiga, como son la lythiasis, o piedra, ó sabulos.

Y recorriendo á buscar el orijen, y causa de que se orijinaban tan varios y pertinases achaques, me dió á conocer la esperiencia y dictamen de algunos vecinos, que por lo práctico de haber nacido en el pais se les hacia manifiesto ser el agua de este rio de Santiago el orijen de todos estos daños, y aplicándome á su observación, más exactamente, hallé ser veridico, é infalible dictámen el practicado, pues contemplando el orijen y principio de este rio de Santiago, hallaremos tenerle de un lago en el corazon de la cordillera nevada, el cual por las avenidas de alcance mas impetuoso que llevando tras sí porciones de greda y otros materiales hacen que las aguas se resablen con muy malas impresiones, llegándose a esto el juntarse las aguas de un rio todo de agua de colpares del cual no beben les bestias aunque esten muy sedientas con el conocimiento natural que tienen de su daño. Tambien se le juntan otros esteros con la impresion que traen del lugar por onde pasan que son minas de caparrosa y polcura, y otros antimonios muy nosibos a la salud y vida; como se experimentó el año de 8 que habiendo cerrado las avenidas y aclarádose el agua del Rio, los cordovanes que se llevaban á labrar para beneficiarlos quedaban teñidos, y mal dispuestos para el beneficito subciguiente, pues estaba el agua más para que sirviese de material en los tinteros, que para labrar y socorrer la sed. Este mismo año se experimentó en esta ciudad una constitucion muy fatal, como fué una disentería, y diarrea en otros con muchas ansias y vómitos, lanzando muchos la vida con tan penoso achaque. Todo esto se vió claramente, ser nacido del agua del rio, que mal impresionado de los antimonios, caparrosa y otros minerales que traía en sí desleídos el agua, ocasionaban tan fatales accidentes. Varias veces se experimenta, y yo he visto en tienpo de las avenidas por las márjenes del río los pecesillos muertos, causando admiracion que el mismo cauce que les sirve de madre y los alimenta, los destruya por la nueva introduccion de mortíferos materiales ofreciéndoseme la emblema 165 de Alsiato que pone á un delfin en la seca arena arrojado de los impulsos de un tempestuoso mar, quejándose del propio que le dió el ser, y perecer de la crueldad del mismo que le fomentaba la vida.

Delphinem invitum me inlittora compulit estus,
Exemplum infido quanta pericla mari.
Nam since propriis Neptunus parcit alumnis
Quis tutos homines navibus esse putet?

Quien estará seguro de las aguas que aun para sus hijos son tósigo mortal, y aun á las plantas que habian de alimentar estas aguas las ponen áridas y secas, pues varias veces se ha esperimentado en tiempo de avenidas regar por la noche las hortalizas y á la mañana amanecer mustías y marchitas, y totalmente quemadas las plantas.

Estos y otros muchos motivos que me dió el conocimiento de este País, estimulado de la caridad me hizo que varias veces representase á los señores gobernadores antecesores de V. E. y á los demas justicias, las consecuencias de este daño, aunque hallé repulsa en mis proposiciones no desisto de mi caritativo intento quia charitas passiens est, porque siempre como dije me aflije el alma el que no hubiese esperanza de socorro en este daño, porque siendo el agua para el pueblo se han reducido por los opositores que contradicen los medios ad aques contradictionis, como las de Moyses.

Pero ya que se llegó el tiempo en que la fortuna de este Reyno ha merecido que nuestro Católico Monarca se acuerde de sus indijencias proveyéndole de un gobernador que conviene y le envia á que renueve el siglo dorado, como de sus grandes talentos nos prometemos, pues, como padre de sus pueblos solicita el alivio de sus súbditos, y le esperamos lograr en el feliz gobierno de V. E., esperando de su caritativo celo, que conocidos estos daños, por mi representación, logrará esta ciudad que se repare este daño que se ha pedecido sin consuelo y haciéndose la lástima lugar, en el piadoso pecho de V. E. vuelvo á repetir mis clamores, si bien con más satifacción de llegar al cabo de Buena Esperanza mis deseos, como decía el otro discreto. Ebentus novos resnovas semper habet. En esta confianza que me dispensa el tiempo apliqué el oido á las voces con que me alimenta el Príncipe de los Poetas para volver á repetir mis antiguas empresas, persuadiéndome recibirá V. E. con honra aquel celo de el bien comun, que en otro tiempo abandonó el olvido y sino el desprecio fué la omisión. Agredere o magnos aderit iam tempus. Tiempo es ya de que consigas, lo que ha tiempo que deseas. Aggredere aderit iam tempus.

Los ataques pues, que siendo los mayores enemigos de la vida se han hecho por comunes familiares, en esta rejion se les llegó el tiempo ya que se destruyan á la presencia de mejor Jupiter, á la manera que al templo de este conducian hebanos á sus enfermos y á la primera vista de su imajen quedaban libres de sus dolencias. V. E. Señor, que con su docil agrado y talento discreto sabe hermanar entre los rigores de Marte los dóciles blanduras de Jupiter, será la Deidad á cuyas aras lleguen los votos de estos pobres vecinos, y quien ha sabido tantas veces despreciar los peligros de la guerra no ha de tener inconveniente para vencer las dificultades en la guerra y en la paz.

No quiero gastar el tiempo en ponderar a V. E. con sitas de varios autores, y lugares, lo nocivo a la salud que son las aguas malas y de deprabadas qualidades, pues esto se deja conocer aun de los muy estraños de la facultad médica, porque para la sanidad es lo principal que el agua sea pura y limpia, y sin resavio alguno para que se haga mns generosamente, la nutrición, y de la misma manera para estinguir la sed, para promover y preparar, el alimento, para desleirle en el bentrículo, para templar el calor, para humedecer la sequedad de la cólera, y para todos estos efectos se requieren en el agua tres qualidades: claridad, sabor y olor probados por los tres sentidos, vista, gusto y olfato.

Con que faltándole al agua del Rio de Santiago todas tres qualidades, no puede ayudar á las funciones de la vida con el provecho necesario, antes sí imprimir qualidades en su daño.

No es clara, porque en las abenidas parece barro colorado: no es dulce, porque lo dulce en el agua es carecer de sabor; la muestra trae el sabor de caparrosa y polcura, y otros antimonios que restrinjen y aprietan en vez de dilatar los conductos de el alimento; no es olorosa, porque huele a sieno. Luego no sirviendo por estas malas qualidades al fin para que dispuso la naturaleza el agua, se sigue ser la causa de los varios accidentes que se experimentan en los moradores de esta ciudad y cierto es mas digno de lástima este daño, cuanto es mas facil su remedio, teniendo tan cerca de esta ciudad, la fuente de Ramon, con todas las calidades que debe tener el agua para ser apetecida y aprovechar á la vida humana, clara, dulce, delgada, que por deleite especial le traen muchos para su regalo: y esto no en riscos, quebradas o lugares ásperos, sino en tierra llana que con solo abrirle cauce á esta ciudad, sin impedimento alguno puede traerse á ella, como la trajeron los Padres de San Francisco, en tiempos pasados, aun con el poco posible que tiene esta relijion, y está tan cercano como lo experimentan los que envían por ella para beber, temerosos de los daños que sienten del agua del Río, y estos quieren pagar su dinero para su conducción, para no pagar con la vida lo que pudieran gastar del Río de Santiago debiéndose quejar justamente con con Jeremías, que entre las atribuciones del Cautiverio de Israel, cuenta que bebían por su dinero el agua: aquam nostram pecunia bibimus, pero los pobres que no tienen, para conducirla, dinero, no tienen mas remedio que beber su muerte, como agua.

Y cierto que consideradas los buenas calidades de esta ciudad, en situación, edificios, nobleza, jentes e injenios de sus moradores, aires benignos, temperamento templado, fertilidad de la tierra, abundancia de frutos, hermosura de flores, se pudiera llamar (trayendo el agua de Ramon) quasi paradisus homini venientibus in segor sin que le falte la fuente del Paraíso e fons accendebat de terra; solo le falta en la realidad para ser verdadero Paraíso le riegue la fuente de Ramon, el irrigabat Paradisum.

Pero ya que a V. E. ha dotado tan liberal el cielo de todas las calidades de un jeneroso Príncipe, digno de la representación de su dueño; no le ha de faltar la principal calidad con que se escusó el otro de serlo (como dice Isaías) que es saber aplicar con eficacia los remedios á las enfermedades del pueblo nonsum mediens notilerne constituere Principem Populi: las rejiones suplican, los pobres claman, y todos los vasallos piden como de justicia á V. E. obre como ministro, de quien tiene obligacion de mantenerlos en el derecho natural para la conservación de la vida; y estoy cierto que si a la real persona se hiciera esta representacion no dejara impedimento, que no removiera en orden al bien de sus vasallos, porque quien ha espuesto tantas veces por este fin su corona y vida no es de creer, que rehusara sus tesoros, para tan piadoso fin, y mas siendo de tan poco costo lo que se le suplica á V. E. aunque segun la necesidad de mucho agradecimiento, para todos etc.— Santiaqo, y Agosto 2 de 1718.—P. Aug. de Orchandiano y Valenzuela.

Relacionado con el anterior informe y con los de los bachilleres Lasevinat y Jordán de Ursino, que transcribimos al tratar particularmente de estos facultativos, se halla el del procurador don Antonio de Zumeta, que apuntamos en seguida para completar el conocimiento histórico de dicho bullado asunto, y aquilatar así mismo las teorías curiosas que retratan el estado cientídico de aquella época:

Informe del procurador de ciudad don Antonio de Zumeta sobre las aguas del Mapocho y de Ramon:

Exmo. Señor: El Procurador Jeneral de la ciudad en los autos con el Senor Fiscal sobre la distribución del ramo de Valanza para traer el agua de Ramon á la Pila de la Plaza de esta ciudad en la forma deducida digo: que en esta causa se had dado diferentes providencias en orden a la pila de la Plaza y traer el agua de Ramón que hasta ahora no han puesto en ejecución diferentes embarazos que se an ofrecido en obra, tan pública y tan util para la salud y alivio de todos los vecinos de ella, y porque las epidemias que se van experimentando proceden las mas de la mala calidad del agua del río de esta ciudad que es la que fecunda la pila, y el principal cuidado de y la ciudad debe ser atender a la mejor salud de sus vecinos se ha de servir V. Exa. de mandar se tase el importe que puede tener la conducción de la dicha agua de Ramón hasta ponerla en la dicha pila de la Plaza, nombrando para ello tasadores y que debajo de la dicha tassación se saque al pregón y remate debajo de ciertas condiciones que á su tiempo protesto de expressar para la mayor perpetuidad de la dicha agua, y que se remate en quien hiciere mejor la condición de la dicha obra con la calidad que se aya de pagar del ramo de Valanza destinado para este effecto, y para las demás obras de la ciudad: y así se debe hacer; por que hallará V. Exa. ser muy nociba y experimentada la malignidad del agua del rio de esta ciudad. y aunque en sus copiosas abenidas no se experimente lo venenos aqueductos y mineros por donde se conduce hasta la dicha pila, pero todas las veces, que minoran sus raudales saludable, entonces prevalece el otro aqueducto, que llaman de polcura y de tal modo corrompe toda el agua que los peces que cría el mesmo río bajen muertos boyando en las mesmas espumas del agua, de tal manera que la jubenil puerisia tiene por divertimiento con las manos y los sombreros sacar los pecessillos muertos y por lo que discurren los físicos, fuera de las esperiencias practicables, que se reconocen se halla el dicho minero de polcura, fuera de la mala calidad de dicha polcura que se mezcla con otros metales venenosos, que lo corrompen todo el agua como consta de ciertas fees ó testimonios dados por los médicos de esta ciudad que presento en debida forma y que de esta benenosidad resultan las continuas epidemias que esta padeciendo este reino con gran mortandad de sus vecinos y habitadores porque si en los peces que tienen por centro y naturalesa el agua es tan vigorosa su corrupción, con mayor razón había de obrar en los cuerpos humanos que por alimento y refresco reciben la dicha agua y su calidad venenosa.

En este presupuesto se hallará bien fundada la obra mas necesaria, y util de la ciudad es la conducción de la dicha agua de Ramón, que es de manantial y se reconoce sin mezcla de otros minerales pestilenciales porque como por la dicha obra se trata de la conservación de la vida humana, que es lo mas apreciable de las cosas temporales, debe preferir á otra cualquiera, aunque fuese de reconocida utilidad á la ciudad, sin que pudiera retardar la ejecución de cosa tan necesaria el decir que la ciudad no tiene conseguida de S. M. la prorogación del Ramo de Valanza, de donde se pudiera costear, porque no se puede dudar que S. M. la aya de conceder, atento á las muchas representaciones que tiene echas la ciudad, para obras precisas que miran su mayor aumento y conservación, como se ha experimentado en otras prorrogaciones que ha merecido la ciudad de mano de S. M. y esta voluntad presenta y lo que instala la conservación de la vida humana, y lo que ha fatigado á los vecinos y moradores esta peste de viruelas causadas de las malas aguas, era suficiente fundamento para que S. M. aprobase cualquier distribución de la Valanza en obra tan precisa.— Lo otro porque casso negado que S. M. negase la dicha prorrogación no podia dejar de aplicar á la ciudad lo que estaba causado desde la última prorrodación, hasta el presente porque la dicha Valanza no es hacienda real ni ramo destinado para ella sino una contribución voluntaria que hacen los vecinos de este reino para obras públicas de la ciudad como consta de la creación de este ramo y cédilas despachadas sobre su permiso y quando S. M. no concediese lá dicha prorrogación, había de ser libertando á los vecinos y moradores de la contribución de este ramo porque por las mesmas caussas que las cossas se introducen por ellas mesmas se disuelven, pero ni pudiera aplicar la dicha contribución á la Real hacienda ni menos privar la ciudad de lo caussado asta el presente porque S. M. no pretende hacer menos imposiciones ni introducir nuevos ramos para el aumento de la Real hacienda por hallarse conservado con aquellos que hasta ahora reconoce en casa provincia; por lo qual A V. Exa. pido y suplico que habiendo por presentado las dichas certificaciones se sirva de mandar que la dicha obra y conducción del agua de Ramón á la pila de la Plaza se tasse por dos personas que se nombraren para ese effecto y que debajo de la dicha tassación se saquen al Pregon, que protexto al tiempo del remate expressar las demas condiciones que fueren consernientes á la dicha obra sobre que pido justicia y en lo necesario etc.—Antonio de Zumeta.


§ IV.


A fines del siglo XVI llegó á Chile, el fraile de San Juan de Dios Pedro de Omepezoa, en el caracter de Procurador General del hospital de la ciudad de Concepción. Este religioso tenía el don de la caridad y de la medicina. Su fama se estendió por todo el pais.

Trasladado á Santiago fué, muy luego, el más popular y querido de los médicos prácticos, como se vió, palpablemente, cuando sus superiores en 1700 acordaron trasladarlo á Lima para ocupar un puesto de mayor jerarquía.

Todo Santiago elevó una representación á la Real Audiencia solicitando se impidiese la salida del padre Omepezoa, «por ser de suma necesidad su permanencia en el Hospital, atendida su gran virtud y ciencia en la curación de los enfermos.» [11]

En la ciudad de Concepción causó, igualmente, sorpresa y pesadumbre su alejamiento. El Procurador Josef de Serrano dá testimonio de esto al pedir la reconsideración del acuerdo, en vista de ser el padre Omepezoa «una persona sumamente experimentada en los achaques y dolencias habituales de la ciudad,» y asegurando que con su partida «aumentaría en mucho la mortalidad local.» porque a pesar de que existían médicos examinados «y expertos en reconocimientos.» siempre haría falta, considerándolo «irreemplazable por sus grandes conocimientos» y porque su práctica médica era tanta «que daba salud aún, á muchos que ya parecían muertos».

Estos homenajes públicos y unánimes de dos puehlos, honran y enaltecen la menioria del padre hospitalario Pedro de Omepezoa.

Los frailes de San Juan de Dios, dedicados al servicio de los hospitales, y obligados muchas veces á curar á los enfermos y administrarles medicina, por falta absoluta de médicos y boticarios en las localidades, tuvieron que ser forzosamente buenos prácticos, alcanzando, algunos de ellos, nombradía.

Entre los jesuitas, el padre Nicolás Mascardi, fundador de las misiones entre los indios pehuenches, en 1670, alcanzó una reputación merecida como experto sagaz en la aplicación de las hierbas medicinales del país. El 21 de Febrero de 1791, descubrió los baños de Variloche, llamados ahora baños del padre Mascardi, de cuyas prodijiosas aguas conserva la tradición muchos recuerdos.[12]

Murió, el padre Mascardi, como un mártir, barbaramente asesinado por los mismos indios que quiso catequizar.

El padre Nicolás Kleffer, su sucesor, se dedicó también al conocimiento y uso de las plantas indíjenas.

El padre Juan José Guuillelmo, que fué enssguida á dichas misiones, pasó por Santiago a fines del siglo XVII y llegó á las tolderías pehuenches en 1702. Los cronistas de aquella época en son incansables para alabar al padre Guillelmo cuya caridad evangélica y su éxito en las curaciones corporales de los indios fueron dignas de su virtud y de su talento. [13]

En 1714, el padre Guillelmo, descubrió el paso de Nahuel-huapi, guiado por un indio por el pasaje de los Baños

En la Vida del venerable padre Juan José Guillelmo, escrita por el padre Machoni, se lee que dicho sacerdore «en punto de asistir á los enfermos era incansable y con todo género de personas, agasajándolas, consolándolas y buscándoles los remedios más conducentes para recobrar la salud, según permitía la pobreza del país. Cuando estaban de peligro, no sabía apartárseles de la cabecera, y por esta caridad era querido así de españoles como de indios.»

El padre Guillelmo fué envenenado por un indio puelche, al ofrecerle, traidoramente, un bebedizo, en el mes de Mayo de 1716.

 

  1. El Cirujano Francisco Maldonado de Silva, natural de Tucumán, hijo del médico portuguez Diego Nunez de Silva, fué quemado vivo por la inquisición del Lima el 23 de Enero de 1639, á causa de haber sido denunciado como judío, por sus hermanas Isabel y Felipa Maldonado; aprehendido en Concepción en 1627, pasó á las peisiones de Lima hasta la fecha de su ejecucíón.—Su padre había sufrido igual suerte, en 1605, segun se lee en los Anales de la Inquisición, el Lima, por don Ricardo Palma.
  2. Archivo de la Real Audiencia.—Vol. 502 y 503 y Arch. de la Capitanía General, Vol. 639.
  3. Rejistro de Escribanos—Vol. 165—Con fecha 12 de Mayo de 1642 aparece, el médico las Heras, nombrado albacea testamentario del veneciano Juan Griego, avencindado en la capital.
  4. El terremoto del 13 de Mayo de 1617, por Miguel Luis Amunátegui.
  5. Rejistro de Escribanos—Vol 175.—Año de 1648—Manuscritos de la B. N.
  6. Arch. de la Real Audiencia—Vol. 738
  7. Con fecha 20 de Junio de 1683, se pasó una nota al presidente don José de Garvos (sin firma y con dos rúbricas), de la cual tomamos lo que sigue: «El jueves 17 de el corriente murió don Pedro Fernández de Moreda estando preso en la cárcel de esta ciudad por la cauda criminal que contra él pende en esta Real Audiencia: dicen que procedió su muerte de haberse sacado una muela y tomado agua fría en la boca; asistióle Antonio de Carneaceda, médico de esta ciudad y recibió los santos sacramentos y dió poder para testar.»
  8. Este cirujano fué perseguido por el santo oficio, por el delito de bigamia ejecutado en Mendoza, con una distinguida dama. Llevado preso á Lima, en 1698, su causaa solo terminó en 1780, fué reprendido, desterrado por un par de años de Lima, Mendoza y de la Real Corte y obligado á confesarse, comulgar y rezar el rosario, según lo atestigua don José T. Medina en La Inqusición en Chile.
  9. Archivo de la Real Audiencia—Vol. 551—año 1698.
  10. Id id—Vol497
  11. Archivo de la Real Audiencia—Vol. 485—Pieza 8.ª
  12. Viajes de Fray Francisco Menendez á Nahuelhuapi, por el Dr. Fonck—Ob. cit.
  13. Las siete palabras de la mano de Jesús, por el padre Antonio Machoni etc.—Córdoba—1732—Biblioteca Hispano-Chilena, por José Toribio Medina—Tomo II.
Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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Segunda parte: VIVIIVIIIIXXXIXIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXII
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