Los césares de la decadencia:007

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Los césares de la decadencia:007​ de José María Vargas Vila

JOSÉ MANUEL MARROQUÍN[editar]

JOSÉ MANUEL MARROQUÍN, apareció entonces...

el Usurpador no tenía historia: el crimen venía a dársela;

su obscuridad, sin embargo, era más gloriosa que su celebridad; ¡tanto así, ésta debía ser de trágica y de vil!...

entrado a la Historia, por las puertas del Delito, no salió de ella, sino por las de la Infamia...

y, no pudiendo ya aspirar al Olvido, se arrojó de bruces, en el Desprecio;

sin cualidades ningunas de las que hacen el Genio, ni aun siquiera de aquellas más triviales que hacen el mérito, aquel hombre salta de la obscuridad a la celebridad, de una manera tan imprevista y tan desconcertante, que la Historia al verlo tan ridículo, se niega a reconocerlo como Amo, y, quiere castigarlo como a un bufón...

pero, Arlequín, lleva en sus manos un puñal, y, se hace reconocer como César...

el terror de los esclavos lo reconoce; y, reina... llegado al Poder por la Traición, se afianza en él por la violencia...

y, la Historia, ya no puede olvidarlo: su crimen le sobrevive;

no tuvo siquiera la apariencia de las virtudes, de las cuales otros tuvieron la realidad;

sin talentos ningunos que hacerse perdonar, pudo desarmar la Envidia por la ineptitud;

y, cuando con candida ironía, se hacía pasar por idiota, era la única vez que no engañaba a nadie;

no tuvo que fingir nada, para hacerse pasar por nulo;

y, esta sinceridad, era su única modestia...

así había llegado a los setenta años, obscuro y y feliz, entregado a la enseñanza (1), cuando los pretorianos, arrancándolo brutalmente de la obscuridad, lo llevaron al Poder;


no da de sí la Historia, mayor ejemplo de -la pequeñez de un hombre, unida a la enormidad de un crimen;

la grandeza de sus delitos, parece ocultarlo, más que mostrarlo, a las miradas atónitas de los hombres; ¡tal es la montaña de responsabilidades que gravita sobre su cabeza!...

nunca hombre más nulo, tuvo un destino más fatal;

una liga de ambiciones subalternas, en que todo fue mediocre, incluso el crimen, lo llevó al Poder;

fue a la Traición, presidiendo un motín de cosas pequeñas, en que no hubo grande, nada, ni siquiera la Ambición;

un desborde de mercenarios ebrios, lo subió al trono, temblando, como Claudio, y, lo hizo Amo;

su obscuridad y su mediocridad le habían precedido como un renombre; desde aquella hora, el Crimen, lo coronó, como una aureola;

ser nulo, era hasta entonces, toda su historia; ser vil fue después toda su gloria;

había vivido setenta años, en la desesperación del Mal, y, no quiso morir, sin hartarse de Ignominia;

la Traición, le abrió las puertas del Capitolio, y, se precipitó hacia ellas, como un ladrón, empujado por el Miedo;

los sicarios, lo pusieron a optar, entre el Honor y el Horror; optó por el Horror; y, se coronó de él;

entre el Deber y el Crimen, no vaciló un momento: fue criminal;

no tuvo ninguna de esas vacilaciones de la Virtud, que a la hora del Crimen, asaltan el corazón aun de los hombres más empedernidos en el Mal;

esa indecisión, que es, como la agonía de la Virtud, no luchó en él, que apareció endurecido, cual si nunca hubiese tenido un corazón apto para el Bien;

no tuvo que triunfar de su Honor, ni de su Virtud: eran dos cosas, ausentes de su corazón;

no lidió combate sino contra su Miedo; y, lo venció;

su Avaricia, fue superior a su Cobardía; y, triunfó sobre ésta;

la enormidad de su insuficiencia, le ocultó la enormidad de su delito: y, fue a él, ciego por su imbecilidad;

su alma era demasiado pequeña, para medir siquiera, la portada de sus actos;

uno de los signos menos dudosos, del agotamiento de toda grandeza, en aquella lamentable y famélica democracia, ha sido la fácil, la inexplicable ascensión de este cacógrafo, que no tuvo sino el instinto de la Tiranía, del cual otros, tuvieron el genio;

llegado al Poder, este instinto, se trocó en rabia, y se hizo la sola pasión de su Incapacidad;

las instituciones ya envilecidas, soportaron el peso de la Traición, como habían soportado el del despotismo; y, el pueblo en su servidumbre, no se apercibió que tenía una Virtud de menos, ante la delirante alegría, de tener un Amo de más;

cambiar de Amo, es, el único placer concedido a un pueblo en la esclavitud, y Colombia, lo ha tenido hasta la saciedad;

y, aplaudió al nuevo César, doblando ante él. la frente, mientras el hierro de los bárbaros, venía a marcarle las espaldas...

si la bajeza de un pueblo, basta para justificar su disolución, digamos que el hacha de los bárbaros fue justa, mutilando aquel pueblo, en el cual, no quedaba ya, ni el recuerdo de la Virtud.

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NÚÑEZ, había buscado el Poder, como una Venganza; HOLGUÍN, como un Lujo; CARO, como un Orgullo; SAN CLEMENTE, como un Honor; MARROQUÍN, lo buscó, como un Medro;

de todas las pasiones, en este anciano simoníaco, no sobrevivía sino la codicia;

y, se entregó a satisfacerla, con un placer senil, que era una voluptuosidad;

no teniendo ya. nada que hacer en el Despotismo, se dedicó al pillaje;

metió las manos hasta los codos, en las cajas del Erario Nacional, y, las vació...

nada saciaba su avaricia...

lo vendió todo, esperando la hora de vender la Patria...

el peculado, que hasta entonces residía en el sistema, se encarnó en el Dictador; y, la Probidad, que había sido la única apariencia de Virtud, de los Presidentes de la Regeneración, desapareció para siempre; y, ya no volvió a entrar en el Palacio de San Carlos;

las larguezas, con que los otros tiranos, avivaban la fidelidad voraz de los mercenarios, fueron recortadas;

y. el César, codicioso, no pagó ya sus legiones, sino con la propiedad de los ciudadanos;

la República, fue entregada al saqueo, como una ciudad vencida; y, ya, no hubo que empujarla a la ruina; marchó sola hacia su disolución...

los pretorianos mismos, que quisieron ampararse bajo el manto imperial, retrocedieron ante el gesto del avaro, que después de prostituirlos, no quiso pagarlos;

robó el Imperio; no lo compró;

lo explotó sin haberlo pagado;

y, se contentó con hartarse, en una Tiranía, en que otros, habían sabido honrarse;

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El 31 de Julio, no fue un golpe de Estado; fue, un golpe de Muerte;

en él, no sólo murió la Legalidad: murió Colombia;

esos mercenarios ebrios, que con Manuel Casabianca a la cabeza, degollaron la Legitimidad en el motín ¿previeron que en aquella asonada lúgubre degollaban también la República?...

todo hace creer que sí, porque muchos de aquellos jefes, fueron de ese grupo de cobardes, que años después, se retiraron del Istmo segregado, ocultando con una mano el oro recibido de los yanquis, y, envainando con la otra, la espada recibida de la patria; espadas que fatigadas de venderse al Despotismo, terminaron por venderse al extranjero; cansadas de asesinar la Libertad, se alquilaron para asesinar la Patria, y, no teniendo nada que esperar de la Tiranía, se vendieron a la Conquista...

Huertas, es un miserable. Pero, todos esos generales, fueron Huertas. Ninguno fue inferior a él, en venalidad. Todos le fueron inferiores en el valor de su Crimen. Todos ellos se vendieron; solo él, tuvo el valor de confesar altamente la Traición. ¡Triste valor de un bandido, que queda siempre más alto, que la infame cobardía de aquellos que después de vender la Patria, continuaron en explotarla;

Manuel Casabianca, el Jefe de los mercenarios del 31 de julio, aventurero, mitad corso, mitad goagiro, al asesinar la República, no asesinaba su patria;

no habiendo nacido en Colombia, se conformó con deshonrarla, después de haber vivido de ella, y dejó a otros, el cuidado de venderla...

¿qué podía importar eso a su venalidad de aventurero?

Colombia, no era su patria...

aquellos legionarios de la Traición, una vez obtenida su victoria, no supieron qué hacer de la República;

heridos de vértigo, la asesinaron primero;

después, vendieron su cadáver a los yanquis;

mercenarios, que incapaces de otra libertad, no conservaron sino la de venderse;

y, usaron de ella, vendiendo también la tierra en que acampaban...

no se enseña a un pueblo, el desprecio absoluto de la Libertad, sin que ese desprecio no suba un día hasta la Patria, misma;... y, la ahogue...

es explotando la bestialidad de los pueblos, que se les subyuga; pero, es explotando su corrupción, que se les vende;

cuando se ha corrompido a un pueblo por la servidumbre, ¿qué queda por hacer de él?...

entregarlo maniatado a la Conquista;

los letrados de la Regeneración, hicieron la primera parte de la Obra; los mercenarios, se encargaron de realizar la última;

ellos, abrieron con sus picas, el sepulcro de la República, la sepultaron allí, y, sobre esa tumba, pusieron extendida la espada de Huertas, como una cruz;

la pluma de Núñez, había engendrado la espada de Huertas;

no se predica a los pueblos, el desprecio del Honor, sin morir un día, de ese desprecio;

la lepra de la servidumbre, no sana nunca; se muere de ella...

¡ay! a veces, demasiado tarde, para ahorrar a la Historia, un puñado de vergüenzas...


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MARROQUÍN, no se conformó con el crimen que lo llevó al Poder;

no contento de haberse deshonrado por la Traición, quiso deshonrarse aún más por la Crueldad;

e inmoló la ancianidad, como ya había inmolado la Legalidad;

el Presidente nonagenario, fue reducido a prisión, privado del cuidado de los suyos, sometido a los más duros tormentos que la ancianidad pueda resistir y la crueldad, pueda inventar (1);


se le sometió al hambre y a la sed, como a un enmurado de la Edad Media; se le privó del sueño, tan reparador en la vejez; se arrancó de su lado, no sólo su familia, sino los servidores más fieles de su senectud: se violó su correspondencia, y, se le prohibió después, toda comunicación con los suyos; se le espió; se le aisló; se le rodeó de hombres y de cosas hostiles;

DIMITIR o MORIR, tal fue el dilema, que Marroquín le puso en la punta de un puñal; y, el anciano no tembló;

su Valor, fue más grande aún, que su Infortunio; no abdicó, no sancionó el Atentado, no absolvió jamás la Usurpación;

aquella austera Dignidad que quería ser torturada, encolerizaba la ambiciosa Vulgaridad, que quería ser legitimada;

y, el duelo aleve y cobarde, entre el Usurpador y el Presidente, se estableció entonces: el uno desde el Poder, el otro en la Prisión...

¡duelo conmovedor, que liace llorar la Historia!...

en ese duelo, San Clemente, toma proporciones desmesuradas ..

un sicario, mandado por el Usurpador, lo abofeteó un día, porque no firmaba su Abdicación;

el anciano, caído bajo la mesa, se levantó penosamente, pálido, en su dignidad ultrajada, y, extendiendo la mano, dijo, con un gesto de majestad, que bastaba para enaltecer una vida:

—Caballero; habéis abofeteado la Legalidad. ¡Salid de aquí!

el sicario, ni obedeció, ni enrojeció;

se conformó con vengarse, privando al prisionero de alimentos y ordenando que nadie retirara las materias inmundas cerca a las cuales estaba desmayado el Patriarca doloroso;

ya muy tarde de la noche, lo reanimaron del síncope, arrojándole cántaros de agua fría y punzándolo con las bayonetas...

—Firmad, le decían los corchetes, extendiéndole la renuncia.

—¡Jamás! respondía él, rechazándola noblemente;

entonces, los pretorianos, lo herían a culatazos; y, el anciano augusto, resistía, en aquella intemperie del Derecho;

otro día, un Sicofante palatino, que llevaba sobre su librea, charreteras de General, se llegó a la prisión del Presidente, exigiéndole imperativamente, que firmara su renuncia;

el anciano se negó;

loco de furor por esta rehusa, el pretoriano abofeteó al Presidente y cuando éste estaba en tierra, lo tomó despiadadamente por los escasos cabellos, y, lo arrastró por el aposento, hasta que las blancas guedejas, desprendidas del cráneo, le quedaron en las manos...

San Clemente, a medio incorporar, le dijo:

— Decid a vuestro Amo, que habéis querido matarme, pero no habéis podido amedrentarme. Llevadle eso que tenéis en las manos, para probarle que habéis podido arrancarme los cabellos, pero no habéis podido arrancarme la renuncia. Que yo soy, la Legitimidad;

el sicario, estaba ebrio, y, volvió a Palacio orgulloso de su hazaña;

MARROQUÍN, lo hizo Ministro;

la cabeza del Patriarca, sufrió el tormento, pero, no se dobló ante él;

abofeteada fue; pero, domada, no;

la agonía de San Clemente, rescata por su grandeza, todos los crímenes de su partido;

un país, que ha tenido un Mártir, de esa talla, mereció morir con él...

los pretorianos que lo asesinaron, lo abofetearon con las mismas manos que habían de tenderse luego al yanqui, para recibir el oro en que vendieron, el campo ilustre en que murió Prestán;

MARROQUÍN, quiso redimir la Usurpación, por el Asesinato; un crimen por otro crimen; la Traición, por la vileza; y, encerró al Presidente moribundo, en una litera, que era una jaula, y, lo paseó así, por todo el sur de la República en guerra, ofreciéndolo a la codicia y a la crueldad de las guerrillas insurrectas;

la Revolución, no quiso mancharse con ese crimen, y, respetó la jaula, en que la momia de la Legalidad, iba exhibida por los soldados de la Venalidad;

la pasión de la Guerra, se desarmó ante el augusto anciano, que iba por el Calvario, hacia la Muerte...

y, sus sables sangrientos se inclinaron, en un gesto noble de palmas que saludan...

el doloroso y repugnante espectáculo, duró dos años... MARROQUÍN, impaciente, aceleró el fin;

el anciano Presidente, fue asesinado por las brutalidades de los soldados, en un camino solitario, y, enterrado transitoriamente, en una aldea remota;

con San Clemente, murió el último Magistrado, que tuvo la República;

después de él, ya no hubo sino aventureros, en asalto del Poder;

es imposible permanecer indiferente ante la desaparición de ese Varón Justo, que a excepción del amor de la Libertad, tuvo todas las virtudes; que negándose a legitimar la victoria del Crimen, supo enaltecer su desgracia, más que lo que lo había enaltecido su poder; y se hizo por la elevación de su carácter, digno de la elevación de su fortuna;

puso tanta grandeza en morir, como otros pusieron en vivir; y, se separó del mundo, forzando la Admiración, que otros, quedando en él, no han podido conquistar;

no cayó del Poder, sino para honrar la Adversidad; murió sin una queja;

no pidió a nadie Consuelo, ni Venganza;

era de esas almas, bastante candidas para creer en la Posteridad, y, bastante altas, para sacrificar a ella, la opinión de sus contemporáneos;

su muerte, hizo surgir admiradores en todos los campos; no tuvo imitadores en ninguno;

los hombres habían ya muerto;

no quedaban sino los esclavos.

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Con el asesinato de San Clemente, MARROQUÍN fue omnipotente, y, ya no se preocupó sino de saquear esa ruina de República, que se desplomaba al peso de sus vicios;

deshonrado por su fortuna infame, aun más que por su Incapacidad, ese tirano senil, se ocupó de sembrar el terror, ya que no podía inspirar el respeto, y con él, donde no puso la mano la Imbecilidad, la puso el Crimen;

para pillar con impunidad la República, confió a su Ministro de Guerra, el cuidado de gobernarla; y, Fernández, se mostró por su crueldad, digno de la Tiranía;

en ese harapo de República, que sólo esperaba el hacha de los bárbaros para desaparecer, Arístides Fernández, representó, lo único que salva, hasta en el Crimen: el Carácter...

en el terror convulsionario de la hora, su brazo no se fatigó de herir;

dondequiera que un delator, señaló un liberal oculto o fugitivo, los soldados de Fernández abatieron una cabeza... y, así, cayeron por millares...

Fernández, acabó en los patíbulos, la Revolución, que los generales habían sido incapaces de acabar en los campos de batalla; y, levantó en lo alto de la horca, el cadáver de la Guerra, que la cobardía de Uribe Uribe, había apuñaleado ya, en los campos de Neerlandia;

entretanto. MARROQUÍN, con un puñal en una mano, y, un libro de cuentas, en la otra, despojaba los vencidos, y, como Shylock, reducía a oro, la carne que cortaba al cadáver de la República...

pacificado el país, por la salvaje energía de Fernández, ya no quedaba a la insaciable codicia de Marroquín, sino venderlo...

fue entonces, que se comprometió con los Estados Unidos, a hacer aprobar por el Congreso colombiano, el Tratado Hay-Herrán, que cedía por entero, la soberanía de Colombia, sobre el Istmo de Panamá; y, recibió por este compromiso, doscientos cincuenta mil dólares en oro.., comprometiéndose, además, si el Tratado no triunfaba en el Congreso, a favorecer la Independencia del Istmo, de acuerdo con los Estados Unidos y con la Compañía francesa del Canal (1)...

lo demás, se sabe ya...

el Congreso, no aprobó el Tratado, y, Marroquín, entregó el Istmo...


Joaquín Fernando Vélez, alma hecha toda de Crueldad y de Integridad; que unía a las virtudes de Nerva, las atrocidades proconsulares de Galba; inteligencia más sólida que brillante; corazón, más recto que piadoso; indiferente a la popularidad, como al soborno; espíritu, más elevado que justo; amando más el Deber que la Gloria; ebrio de Autoridad; apasionado de un Ideal de Justicia, estrecho y cruel; capaz de todos los crímenes, en nombre de todas las virtudes, siempre que esos crímenes no fueran de Ruindad, sino de Autoridad; incapaz de mancharse con algo que no fuera la sangre humana, que amaba verter a ríos, lleno de un piadoso regocijo de Sacrificador; sin entrañas y sin vértebras; incapaz de conmoverse ni de doblarse; igualmente sordo a la Conmiseración y a la Adulación; enamorado de la Tiranía; lleno de un odio ciego a la Libertad; capaz como el primer Bruto, de sacrificar sus propios hijos en el altar de la Patria; mezcla de Cimourdain y Lantenac; uniendo a la austeridad del Doctor Francia, la ferocidad de García Moreno; alma de Pisistratida y de Convencional; hecho para prodigar el cadalso o subir a él; puro como la nieve, pero, asesino como ella; incapaz de corromperse y de corromper; insolente ante el oro y desdeñoso ante el halago; naturaleza de combate, que habría sido un bandido al no ser un Hombre Justo; sin ninguno de los vicios, ni de las debilidades de su época, fue el hombre, que en el Congreso Nacional, se alzó frente a Marroquín, y lo venció...

con el hacha de su palabra, tarda y fría, cortó el puño del peculado;

pero, ¡era tarde!... el ladrón había ya empuñado la Patria, y, un pedazo de la República, cayó con ese puño mutilado...

MARROQUÍN, vencido, no queriendo devolver el oro yanqui, cumplió la segunda parte del contrato: entregó a Panamá... retiró de Colón y de Panamá, las guarniciones fieles;

alejó de allí, los jefes, que no quiso comprar;

nombró Gobernador de Panamá, al Traidor Obaldia, a condición, que una vez separado el Istmo, fuera Presidente de él, Amador Guerrero, su Agente cerca de la Compañía Francesa del Canal, y, su intermediario en el recibo del dinero...

MANUEL AMADOR GUERRERO, es colombiano, como Huertas, como Espriella, como todos los libertadores del Istmo;

Panamá, no dio un hombre capaz de libertarlo; Colombia, sí, dio de sí, bastantes hombres capaces de traicionarla... Amador Guerrero, es un mulato viejo, de la peor especie: de aquellos que quieren pasar por blancos; un negro catedrático como dicen en Cuba; renegó de su raza, antes de renegar de su patria;

desertó de su profesión, antes de desertar de su país, porque de farmacéutico, que era, se hizo político; había vendido ungüentos, antes de vender cocos;

no tiene espada, sino espátula...

y, de las cosas soberanamente ridículas de la República Istmeña, la espátula de Amador, se lleva la primacía, sobre la espada de Huertas;

y, sin embargo, no habiendo lidiado nunca batallas, sino contra las chinches, con polvos insecticidas, es el único guerrero auténtico del grupo libertador:

este pólipo, sudoroso de ignominia, es deliciosamente bufo;

su vida es un menjurje;

antes de libertar negros, libertaba almas, mandándolas para la Eternidad con una sola receta;

su primer Roosevelt, fue un sepulturero;

ha enterrado más negros, que los que ha vendido;

antes de dotar al mundo con una República Libre, que hacía tanta falta, ya había llenado los cementerios, de hombres libres, que no hacían ninguna;

antes de su Traición, toda su gloria, era una Invención... un específico contra la Tenia;

antes de aplicárselo a Colombia, no le había hecho efecto a nadie;

a Colombia le bastó una sola poción, y, arrojó, no sé cuántos kilómetros de solitaria...

Amador Guerrero, hizo de esa solitaria, una República, y, se la engulló...

no sería la primera...

tan violentos eran los efectos del Específico de Amador, que en Panamá, lo llamaban el Doctor Agüitas...

y, nadie lo conocía por otro nombre...

cualquier panameño, le va hoy a decir: Doctor Agüitas, sin que cuando menos le quitara la nacionalidad, como a Belisario Porras;

porque ese boticario furioso, que no tiene nacionalidad, se la quita a cualquiera: hasta a los panameños...

porque los panameños, tienen una nacionalidad; como los portorriqueños;

pero, los portorriqueños, no tienen un guerrero, como Amador...

y, no tener un Doctor Agüitas, es condenarse a tener eternamente una solitaria entre el cuerpo... aunque sea el Protectorado;

y los panameños tenían una Tenia adentro, y, se llamó. Amador Guerrero; pero no pudieron expulsarla, ni con su propio específico...

el Doctor Agüitas, hecho Jefe de República, resultó delicioso...

mézclense polvos de Soulouque, con esencias de Lili y se tendrá al Doctor Agüitas, en su ínsula Bara... tísima...

un específico para hacer reír;

hombres de una melancolía incurable, que no lian reído del Congreso Pan-Americano, ni de las fiestas de Minerva en Guatemala, y, se han mantenido serios ante un discurso de Mr. Root, rompieron a reir, inmediatamente que el Doctor Agüitas, se les presentó, como Jefe de su República, pour rire...

este hombre era, como una cosquilla en los pies...

era irresistible;

forzaba la risa, como otros fuerzan la Admiración;

su elevación, no sorprrndió;

la horca, era el único género de elevación, para el cual había nacido;

no alcanzó a llegar a ella, y, se quedó en la Presidencia de Panamá;

eso, era, más bajo que un patíbulo; pero, era siempre más alto que el mostrador de una farmacia;

en cualquiera parte del mundo, a los traidores se les corta la cabeza; en Colombia, se les corona.. . y, si no pueden reinar en Bogotá, se les manda a Panamá...

legándole a Amador Guerrero, Colombia, se vengó de Panamá...

ese hombre es una Expiación...

Panamá, la sufrió...

se escapa al remordimiento, pero no al castigo..

dura lex...


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...Vendido Panamá, Marroquín, se volvió, para vengarse del hombre, cuya austeridad, lo había precipitado abiertamente en la Traición...

Joaquín Fernando Vélez, acababa de ser electo Presidente de la República, por una mayoría abrumadora...

era la Justicia, que llegaba...

Marroquín, tembló...

entonces, falsificó el Acta de Padilla, y, sometiéndose a las intimaciones de los Estados Unidos, hizo Presidente a Rafael Reyes, y, le entregó el Poder...

y, el tigre, entra en escena ..